Tormenta sobre México
25/11/2003
- Opinión
No aludimos, es evidente, a los recios aguaceros que han caído sobre el país
durante octubre y noviembre sino a los golpes arrolladores que desean
asestarle a nuestra incipiente democracia y a la sociedad más necesitada,
además de la andanada publicitaria de mentiras y vaguedades que se vierten a
diario sobre la opinión pública.
¿Las "reformas estructurales" planteadas nuevamente por el gobierno de
Vicente Fox? Ahora la práctica privatización de los recursos energéticos de
la nación, y una "reforma fiscal" absolutamente regresiva que significa ?otra
vez! la insolente transferencia de recursos de los más pobres a los más
ricos.
Y, como si fuera poco, en el paquete de iniciativas enviadas al legislativo a
través de la Secretaría de Hacienda, la liquidación de algunas instituciones
culturales y científicas: la privatización de los Estudios Churubusco, del
Centro de Capacitación Cinematográfica y del Instituto Mexicano de
Cinematografía, y el desmantelamiento del Instituto de Tecnología del Agua,
además de la imposición de gravámenes a los libros.
Pero mucho más si a lo anterior añadimos el desastroso debilitamiento del
Instituto Federal Electoral, que se abandonó a la decisión y presiones de los
grupos más oportunistas y corruptos de los partidos, y los chantajes morales
y políticos que el Ejecutivo ha desatado contra del Legislativo. Nos damos
así cuenta cabal de las agresiones que se han montado en contra de la
incipiente democracia mexicana, en contra del desarrollo independiente del
país, en favor de las corporaciones transnacionales, en favor de los más
ricos y en contra de los más pobres, y desde luego en contra de instituciones
de gran importancia para la cultura del país. El conjunto significa, sin
lugar a dudas, un nuevo y gravísimo atentado contra la integridad y dignidad
de la nación mexicana.
Las dos caras de Fox
Una primera cuestión: la Secretaría de Hacienda, y el "portento" que se
ostenta como su titular, son otra vez los encargados de la vergonzosa
operación. Sí, por supuesto que el Presidente de la República autorizó las
iniciativas, pero muchos se preguntan quién es primero si el huevo o la
gallina. Los más sensatos piensan que se dan la mano y se emparejan: los
ánimos del empresario sin horizontes (ahora metido a la política) se
refuerzan con la "sabiduría" del técnico todavía con menos horizontes.
Ambos -aquí también se empatan- proclives, fieles creyentes, deslumbrados por
un mundo que exclusivamente debiera estar en manos de las corporaciones "del
otro lado". Otra vez ambos: el mundo que nos tocó vivir es el mejor de los
mundos posibles, por eso hay que apuntalarlo: privatizar, privatizar,
despojar de todo futuro posible a los de allá abajo, a esos escandalosos
muertos de hambre que no saben lo que dicen ni lo que quieren.
Por supuesto uno de ellos, el empleado, es capaz de expresarse abiertamente
en el tenor apuntado, con plena irresponsabilidad política, social y
profesional (cumpliendo la función de ariete en favor de las corporaciones
transnacionales que le asignó su empleador). El segundo, en cambio, por su
función, debe ser capaz de disimular y dorar la píldora. Pero no hay duda:
la incursión del empresario en la política le ha exacerbado el gusto por las
campañas publicitarias, con un doble agravante: primero, que ahora el objeto
del engaño es la colectividad y no algún distraído "cliente" de oportunidad,
y segundo que esa proclividad publicitaria no se paga con los dineros de
empresa alguna sino con los del pueblo a quien se pretende "vender" lo
inaceptable.
¿Los gastos de la campaña publicitaria para "vender" la privatización de los
energéticos? Hay diversos cálculos, pero entre ellos uno del propio Sindicato
de Electricistas: a los largo de los dos últimos años el gobierno de Vicente
Fox habría gastado en publicidad para la privatización la cantidad de 2 mil
400 millones de pesos, cifra que nos hace ver hasta qué punto llega el empeño
de Fox en cumplir con sus promesas de campaña (compromisos con el capital
internacional, por supuesto, porque las promesas a los mexicanos hace rato
que quedaron sepultadas como frases de desecho que elaboró el "pico"
incontrolable del candidato).
A estas alturas todavía se pretende hacer creer que el desmantelamiento del
patrimonio nacional es el mejor camino del desarrollo, y que tal es nuestro
"destino manifiesto". Con el debido respeto: únicamente los subalternos se
pronuncian todavía en favor de esa superchería, cuando ya existen en todas
partes toneladas de páginas y estudios que demuestran la ruina económica,
moral, social y cultural que ha implantado mundialmente la seudo ciencia que
le atribuye al mercado y a la iniciativa privada la capacidad de resolver los
problemas sociales. Al contrario: se sabe bien que su función objetiva ha
sido la de ahondarlos hasta lo indecible.
Y todavía ese intento repetido, y ya fracasado hace un año, que significa una
reforma fiscal absolutamente regresiva (menos mal que ahora no la llamaron
"redistributiva"). También sobre este asunto estudios críticos al por mayor
demuestran que la nueva iniciativa significa una transferencia de ingresos de
20 mil millones de pesos anuales del 10% de la población más pobre al 5% más
rico. Además, esa misma reforma fiscal incrementaría la "pobreza
alimentaria" (según definición del propio gobierno) de 20.5 millones a 24.9
millones, aumentándose la línea de pobreza de 62.3 millones a 69.1 millones,
es decir un incremento de 4.8 millones. En una palabra ?empobrecimiento y
mayor desigualdad con la reforma foxista! (ver Julio Boltvinik, "Dar a ricos;
quitar a pobres", La Jornada 7 noviembre 2003).
¡Un despojo digno de las más negras épocas de la acumulación salvaje del
capital, en cualquier lado y en cualquier tiempo! (también por supuesto en
Estados Unidos desde principios del siglo XIX hasta el presente. Ver Kevin
Phillips, La Política de los Americanos Ricos, Randon House, 2002, ).
Las privatizaciones y los partidos
A nadie debe sorprender la amplia protesta nacional y popular contra estas
rapiñas, que, además, van en aumento. Y la imposibilidad del "manejo"
parlamentario en sus estilos más tradicionales. Los partidos se encuentran
divididos y los "líderes" flotan sin sólidos puntos de referencia. Nadie más
gris e indefinido ante estos hechos que Roberto Madrazo (aunque Elba Ester
Gordillo lleva la voz cantante del apoyo de su partido a Fox, lo cual, además
del desprestigio cosechado, es motivo central de los conflictos dentro del
PRI).
El hombre de la definición antifoxista y antiprivatizadora: sorpresivamente
Manuel Bartlett, quien ahora encuentra un plausible horizonte de afirmación
acercándose a las políticas de izquierda (a pesar de que en 1988 se le "cayó"
el sistema y de que hace tres años se opuso radicalmente a la demanda de los
pueblos indígenas de reconocimiento de sus derechos culturales y
autonómicos). La sacudida mayor: su presencia pública al lado de Cuauthémoc
Cárdenas, quien precisó que se trataba de una convergencia indispensable en
un caso extremo de defensa de la nación. La izquierda en general parece
coincidir en la necesaria alianza de las fuerzas opuestas al abuso, pero sin
atribuirle significados mayores en el horizonte de mediano plazo de la
política nacional.
El PRD, que se opone a las privatizaciones a través de variadas voces, siendo
la más calificada la de Cuauthémoc Cárdenas, en general en sordina y sin el
papel protagonista que en este punto han asumido Bartlett y Cárdenas. Andrés
Manuel López Obrador, por su lado, firme en la convicción opositora pero
midiendo tiempos y sin especial entusiasmo por las alianzas de coyuntura que
pudieran ser demasiado efímeras y aún forzadas.
La expresión más articulada de rechazo a las privatizaciones, y en general a
las arremetidas foxistas en contra de la nación y de los más pobres, se
producirá el próximo 27 de noviembre en una magna manifestación de
organizaciones obreras, encabezadas por el Sindicato Mexicano de
Electricistas, y por las personalidades de todos los partidos y
organizaciones sociales que están convocadas a asistir. Hay pues ya una
respuesta militante popular al esquema de la entrega foxista, a su intento de
vender al mejor postor las empresas nacionales y sus funciones múltiples, y a
su nuevo intento de desmantelar instituciones culturales y científicas del
país.
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