Se fortalece el Gobierno de Kirchner

22/09/2003
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Cerca de la mitad del electorado argentino concurrió a las urnas el domingo 14 para votar la renovación de la Cámara de Diputados en un 50%, gobernadores y legisladores provinciales e intendentes y concejos municipales. La atención se concentró en los resultados de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde el actual jefe de gobierno Aníbal Ibarra, quien integró la Alianza que llevó al poder a De la Rúa en 1999, se presentaba a un segundo período de gobierno y enfrentaba en reñido ballotage a Mauricio Macri, presidente de Boca Juniors, el club de fútbol más grande de la Argentina, y exponente de los dueños de empresas argentinas que siempre vivieron del Estado y que en la década del 90 participaron de la denominada "fiesta menemista", con contratos cuestionados que les permitieron enormes ganancias. De ganar Macri, la alicaída centroderecha tendría la oportunidad de tener un candidato fuerte, luego de la derrota en las urnas de otros exponentes de esa tendencia política, entre ellos el propio menemismo. En la provincia de Buenos Aires, importante por el caudal de su electorado de casi 10 millones de votantes, también se jugaban definiciones entre un ex militar golpista, Aldo Rico, y un ex policía, Luis Patti, y el actual gobernador Felipe Solá, acusado de "garantista" por aquellos que propician la "mano dura" contra la delincuencia. Si bien las encuestas le daban amplio margen ganador a Solá, del Partido Justicialista gobernante, era importante saber cuántos ciudadanos estarían avalando los discursos intolerantes de sus dos principales oponentes. Mientras tanto, nadie mencionaba a la Unión Cívica Radical (UCR) cuyo prestigio cayó precipitadamente por los desaciertos del gobierno de De la Rúa y por la lucha interna que siguió y que la desprestigió ante los ojos del electorado. Para consolidar su poder político, Kirchner precisaba tener aliados importantes en estos dos distritos electorales. Si bien el actual presidente argentino subió al poder con el 22% de los sufragios a su favor, en poco tiempo su imagen se consolidó ante la opinión pública logrando, según las encuestas, un apoyo a su gestión que ronda entre el 70 y el 80% de la ciudadanía. Como el presidente se caracteriza por el juego "fuerte", en la ciudad de Buenos Aires dio todo su apoyo a Ibarra, un exponente fiel de la centroizquierda que logró desarrollar un gobierno digno en plena crisis del país, aunque sin conformar a su electorado. Ibarra, quien según las encuestas al comienzo de su campaña sólo tenía el 16% del electorado a su favor, perdió en primera vuelta contra Macri por una diferencia de 4 puntos, y logró ganar en ballotage por poco más del 53%, con una diferencia de 7 puntos sobre su contrincante. Macri y su aparato partidario quedaron bastante desarticulados luego de la derrota. El periodismo se encargó de explicar que el "efecto K", como se denomina aquí a la influencia del presidente por su imagen positiva y su manera de construir poder, fue el mayor sustento de esta victoria de Ibarra, quien recibió en las urnas mayoritariamente el favor de las mujeres, de los jóvenes y de la numerosa clase media que habita en la Ciudad de Buenos Aires. Pero los encuestadores también reconocieron que el favor hacia Ibarra se acrecentó durante los últimos días de campaña, cuando el gobierno argentino negociaba con fortaleza con el Fondo Monetario Internacional. Luego de varios días de incertidumbre ante el riesgo de que el país cayera en default con el organismo financiero internacional, el cierre del acuerdo que tuvo en cuenta la postura argentina dio un espaldarazo al gobierno de Kirchner. Esto se reflejó en el humor del electorado porteño que apoyó con más decisión al candidato que contaba con el favor del presidente. Los analistas políticos consideran que al votar por candidatos en las provincias que apoyan las políticas que implementa el gobierno nacional, la ciudadanía le está manifestando a Kirchner su confianza y ayudando a construir una base de sustento a un gobierno que pareció nacer débil, pero cuyo poder crece día a día. El poder dentro del justicialismo Pero no todo es tan auspicioso para el presidente. Es probable que Kirchner deba dirimir cuestiones de poder interno en su propio partido en los próximos meses. El ex presidente Eduardo Duhalde, quien maneja los hilos del poder en la provincia de Buenos Aires, no es un hombre que se aleje fácilmente del centro de la política. El gobernador Solá, quién ganó la elección provincial con una diferencia sustancial sobre el resto de sus contrincantes, ni el propio Kirchner tuvieron oportunidad de incluir un solo candidato de su línea política en la lista a diputados nacionales de la provincia. Todos ellos, desde el primer lugar ocupado por la propia esposa de Duhalde, Hilda "Chiche" González, fueron digitados por el ex presidente quien se ocupó de preservar un lugar en la política nacional para cada uno de los fieles amigos que lo acompañaron durante sus quince meses de gestión al frente del Ejecutivo nacional. La lista incluyó al ex gobernador provincial Carlos Ruckauf, quien abandonó a la provincia en plena crisis social y económica en diciembre del 2001, fue ?premiado? por Duhalde con el cargo de canciller y es considerado uno de los políticos derechistas más temibles. Durante su gestión, las denuncias de torturas a presos comunes en las comisarías bonaerenses alcanzaron cifras preocupantes. Si bien todavía falta que se celebren elecciones en varias provincias, el Partido Justicialista podría llegar a tener quórum propio en la Cámara de Diputados de la Nación. En el Senado Nacional mantiene la mayoría desde la recuperación de la democracia en 1983. Algunos comentaristas políticos comienzan a preguntarse si es bueno que un partido tenga "hegemonía" en el país. Menem tuvo mayoría en ambas cámaras durante parte de su gestión y ello facilitó la rápida implementación de las políticas económicas neoliberales que arruinaron al país, llevaron al control de la justicia y a una alta corrupción administrativa. Habrá que ver ocurre en los próximos meses con el gobierno de Kirchner, que no debe enfrentar a una oposición unida ni representada por un partido político fuerte. Si bien la UCR mostró signos de clara recuperación en estas elecciones manteniendo las gobernaciones de varias provincias y algo más de 50 diputados nacionales, hay demasiado que recomponer en este partido antes de que recobre su fuerza, además de volver a ganar la confianza de la ciudadanía. Los partidos más nuevos, como el ARI que dirige la diputada Elisa Carrió o Recrear, a cargo de Ricardo López Murphy, un neoliberal a ultranza que cumplió un efímero mandato como ministro de Economía de De la Rúa, tienen bastante que recorrer antes de erigirse en verdaderos factores de poder. La centroderecha pareciera no tener en este momento un liderazgo visible, mientras que la izquierda, históricamente atomizada en Argentina, continúa por el mismo camino con una representación débil en el interior del país. La situación es, sin duda, todo un desafío para la democracia en Argentina, si se tiene en cuenta también que en estas elecciones el ausentismo llegó a un 30% del padrón. La abstención de 4 millones de votantes es un signo claro de que la ciudadanía continúa manteniendo una difícil relación con aquellos que pretenden representarla en el ejercicio del poder. Ni el 17,5% de crecimiento industrial anunciado para el mes de agosto respecto al mismo mes de 2002 permiten olvidar a los casi 20 millones de pobres e indigentes que siguen sin encontrar respuestas a su situación, producto de la visible injusticia distributiva.
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