La importancia de leer con cuidado
15/01/2004
- Opinión
Se oye decir que el Plan de Desarrollo del gobierno de Álvaro Uribe
Vélez dejó debidamente protegido al agro colombiano frente al Alca o
a un tratado de \"libre comercio\" con Estados Unidos. Y para el
efecto citan un artículo que a la letra dice: \"Todos los productos
agrícolas procedentes del exterior, que hayan sido objeto de ayudas
internas a la producción o subsidios a la exportación o políticas
monetarias o económicas con impacto de distorsión en los precios,
generan competencia desleal a la producción nacional al ingresar al
país. Por estas razones -agrega el texto- Colombia establecerá un
tratamiento especial según el caso, incluyendo políticas
arancelarias para aquellos productos en los cuales las distorsiones
externas perjudiquen a los productores nacionales en detrimento de
su ingreso y del empleo nacional\".
Es posible, amigo lector, que a estas alturas Usted piense que, en
efecto, dicho artículo ordena establecer barreras arancelarias que
impidan que las importaciones arruinen a una porción considerable
del agro nacional. Pero si lo vuelve a leer caerá en cuenta que esos
aranceles se establecerán \"según el caso\", lo que significa que
podrían no fijarse para la casi totalidad de los productos
afectados. Y como la última palabra al respecto la dará un gobierno
que no obstante algunas frases demagógicas considera que Colombia
debe importar cualquier producto que consiga más barato en el
exterior que en el país, según lo han expresado de manera abierta el
asesor presidencial Rudolph Hommes y de forma velada el ministro de
Comercio Jorge Humberto Botero, no caben ilusiones acerca de lo que
ocurrirá.
Que este esclarecimiento no constituye un exceso de celo queda en
evidencia cuando se sabe que la inclusión o no de la frase \"según el
caso\" se controvirtió en el Congreso con el Ministro de Hacienda,
Roberto Junguito, en por lo menos tres ocasiones, y que ella se
eliminó por votación en la plenaria del Senado el día en que se
aprobó la ley, lo que al final no impidió que, al conciliarse el
texto con el aprobado en la Cámara, el gobierno impusiera su punto
de vista.
También hay que leer con cuidado las explicaciones del Ministro de
Agricultura de Colombia según las cuales aspiran a negociar con
Estados Unidos sus \"subsidios a las exportaciones\", porque en ellas
también ha dejado sentado que ni siquiera se mencionarán las \"ayudas
internas\" a los productores estadounidenses, lo que significa que
sus precios de exportación, aun si se redujeran los subsidios
abiertos, seguirán siendo lo suficientemente bajos para eliminar o
reducir al mínimo la producción nacional de arroz y los demás
cereales, papa, cerdo, pollo, huevo, leche, palma africana, azúcar,
etc.
De ahí que la \"gran\" estrategia de negociación de Colombia consista
en acordar con Estados Unidos el número de años que pasarán antes de
que los aranceles a los productos agropecuarios importados lleguen
al cero por ciento, desgravación suicida que los tres últimos
gobiernos colombianos aceptaron incluso antes de empezar las
negociaciones del Alca. Y no hay que tener esperanzas con respecto
al tiempo máximo que buscan acordar de diez, doce o quince años -
plazo que, como han dicho los mexicanos, que ya lo padecieron, pasa
volando-, porque, además, seguramente lo que suscribirán será un
proceso de reducción arancelaria año por año, de diez en diez por
ciento, por ejemplo, lo que implica que el sector será rudamente
golpeado, y algunos productos aniquilados, antes de finalizar el
lapso que acuerden.
De otro lado, como el debate sobre el Alca o sobre un acuerdo de
\"libre comercio\" con Estados Unidos se ha centrado en su impacto en
el agro, hay muchos que piensan que el problema se limita a ese
sector. Nada más equivocado. Porque las pérdidas para la industria
serán iguales o mayores que las agrarias y porque dichos convenios
sustituirán la propia Constitución Política de Colombia, afectando
el sistema de contratación pública, las normas para resolver las
controversias con el capital extranjero, la política de propiedad
intelectual, las posibilidades de inversión de las transnacionales y
de los especuladores financieros, los mecanismos de protección del
interés nacional, el área de los servicios, en fin, todo, incluidas
las relaciones laborales, el régimen tributario, el papel del sector
financiero, la educación y la salud. Y esas modificaciones se harán
con el peor objetivo: desconocer las diferencias de intereses entre
lo nacional y lo foráneo, a partir de suponer, no obstante las
enseñanzas de la historia, que las naciones débiles encontrarán su
prosperidad si convierten a los magnates de otras latitudes en los
diseñadores de su destino.
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