"Lulizar"
09/06/2003
- Opinión
Esta expresión la escuché en El Salvador, a fines de mayo, y desde entonces
ella no me sale de la cabeza. Fue utilizada por un sociólogo salvadoreño,
director de un importante centro de ciencias sociales de aquel país, y su
significado quedó dando vueltas en mi pensamiento.
El comentaba las vicisitudes de su país, que puso en práctica con éxito una
transición del periodo de lucha violenta entre oposición guerrillera y
gobierno -que le llaman "periodo de guerra"- a una lucha política
institucional. Esa transición es considerada un éxito en la medida en que
la oposición -el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)-
se constituyó como partido político, eligió y reeligió al prefecto de la
capital, pasó a dirigir varias decenas de ciudades del país, eligió la
bancada mayor del Parlamento y ahora se presenta como favorita para elegir
el próximo presidente de El Salvador, el año que viene.
Es justamente ahí que comienza la tensión actual en el país más pequeño -en
extensión geográfica, cerca de 20 mil kilómetros cuadrados- de la América
Latina. Porque es relativamente fácil para las élites tradicionales
aceptar los espacios conquistados por el Frente Farabundo Martí, hasta que
la posibilidad real de alternancia política aparece en el horizonte, con la
perspectiva de elección de un presidente de oposición. La situación es más
tensa aún, porque el candidato del FMLN es su dirigente más importante,
Schafik Handal, que fue Secretario General del Partido Comunista
Salvadoreño, que se incorporó al Frente en el proceso de lucha armada. La
prensa local busca crear un clima de inestabilidad política, sea sugiriendo
que las posiciones de Handal pondrían en riesgo la estabilidad económica y
política de El Salvador, sea sugiriendo que la oposición estaría rifando
una posibilidad única de consolidar la transición institucional, lanzando
un candidato más moderado.
Handal defiende posiciones tradicionales de la izquierda latinoamericana.
En el caso salvadoreño su plataforma incluye la salida de la dolarización -
decretada hace tres años por el actual gobierno, como supuesta forma de
atraer inversiones, objetivo fracasado-, dejando circular la moneda
norteamericana junto con la moneda nacional, sin embargo permitiendo que la
cotización de está fluctúe. Lo que basta para que la prensa opositora
anuncie que se estaría gestando en ese caso crisis del tipo de la argentina
o de la uruguaya, lo que también llevaría al país a una situación de
conflicto abierto con el gobierno de Estados Unidos.
Fue en ese marco que el sociólogo salvadoreño, prefiriendo que la oposición
lanzase un candidato más al gusto de las elites tradicionales, afirmó que
la candidatura probable del FMLN tendría una ventaja, desde su punto de
vista, porque Schafik Handal sería el único dirigente que podría "lulizar"
(sic) a la izquierda salvadoreña.
Sentidos contradictorios
La pregunta que quedó en el aire -más allá de la coyuntura salvadoreña,
después de las elecciones argentinas y antes de las uruguayas, todas
influenciadas por la victoria de Lula en Brasil- es sobre el significado
del nuevo verbo. ¿Qué quiere decir "lulizar"? ¿Viabilizar? ¿Volverse
realista? ¿Dar proyección nacional? ¿Cuál de los significados se aplica a
El Salvador? ¿Y cuál se aplica al Brasil?
El sentido dado por el sociólogo salvadoreño, al acuñar la nueva expresión,
es claro para mi: se trata de un sinónimo de domesticar. Incluso porque él
se preocupaba especialmente con que Handal, en caso de ser electo, se meta
con la dolarización que, aunque él confiesa que no obtuvo los efectos
deseados, su suspensión aparecería como un factor de desestabilización
interna y externa. La oposición debería hacer varias concesiones para
garantizar ante todo la alternancia, demostrar que podría gobernar sin
introducir factores de desestabilización y de ingobernabilidad.
Todo me sonó un poco familiar. Pero habiendo conversado con Handal, me di
cuenta que de hecho él no pretende someterse a ese molde; esto es, si
vence, no esta dispuesto a "lulizar" la izquierda salvadoreña.
Mientras tanto, por aquí, la imagen de Lula es objeto de sentidos
contradictorios. Su luna de miel con el electorado -ampliada con
adhesiones de antiguos opositores- parece prolongarse, al mismo tiempo en
que se extiende un consenso entre los formadores de opinión de izquierda,
de crítica al núcleo básico que sustenta al gobierno hasta hoy. El
elemento nuevo es la acumulación de críticas, dentro y fuera del gobierno,
de sectores populares, pero también empresariales. Sin que toda vez
afecten el apoyo presidencial, se acumulan nubes espesas en un sector que
tiene gran capacidad de difusión de sus posiciones, fenómeno hasta ahora
neutralizado por la todavía fuerte presencia popular de la figura de Lula.
Al aproximarse a su primer semestre de gobierno, el cuadro recesivo de la
economía se consolida para todo el primer año, con la profundización de
índices sociales negativos, contando el gobierno con índices financieros
favorables, aunque en parte ellos tengan que ver con proyecciones
internacionales, que nada tienen que ver con la fisonomía inicial del
gobierno Lula. Las reacciones críticas han llevado a afirmaciones cada vez
más frecuentes de que el gobierno se prepararía para un giro en la
economía, afirmaciones que chocan frontalmente con la política económica y
con las posiciones reiteradas del Ministro de Hacienda y del presidente del
Banco Central. El carácter ambiguo de la composición del gobierno y las
contradicciones acumuladas entre las bases originales de apoyo a Lula y el
núcleo de su política actual, extienden hasta nosotros la interrogante
sobre el significado del verbo acuñado por el sociólogo salvadoreño: ¿qué
significa "lulizar" a la izquierda brasileña?
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