Contra la malicia periodística
Integrados al mundo y soberanos
08/04/2012
- Opinión
El ataque mediático más artero y reiterado contra el proyecto político nacional y popular sostiene sin base alguna que nuestro país se aísla del mundo y por lo tanto no recibe inversiones ni puede desarrollar un comercio exterior sustentable.
La Argentina no podría estar incomunicada con el mundo aunque se lo propusiera furiosamente mediante una política hostil hacia sus vecinos y los no tan aledaños, al punto de que todos éstos deseasen apartarse de semejante energúmeno. Por otra parte, aun si hurgáramos por los meandros del absurdo, no resultaría posible pretender ese grado extremo de desapego, habida cuenta del contexto que impone el desarrollo tecnológico actual en materia de vínculos, con las distancias sumamente acortadas y los tiempos asombrosamente reducidos. Aquella aldea global de McLuhan -que en los setenta nos parecía una metáfora sombría de la manipulación planetaria- se transformó hoy en un ínfimo y hacinado barrio donde nadie pasa inadvertido.
Si se me permite el exabrupto, qué diablos pretenden significar los figurones de toda laya y especie, incentivados por los medios periodísticos influyentes, cuando insisten con la retahíla de que estamos “fuera del mundo y completamente aislados”, cada vez que nuestro gobierno toma decisiones soberanas y contrarias a los intereses corporativos, los cuales curiosamente se afanan en prevenirnos de caer en la soledad internacional.
Es cierto que antes hubo terribles actos –como los cometidos en tiempos de la dictadura genocida-, que instigaron al mundo respetuoso de los derechos humanos a repudiar este país con energía, y que después surgió un régimen tan frenéticamente cipayo durante los noventa, que debió establecer una ruptura financiera con el globo terráqueo, por eso se le hizo pito catalán al pago de la deuda externa. Sin embargo, lo más patético en ambos períodos de plena subordinación al establishment es que tales políticas devastadoras del pueblo argentino fueron síntomas cabales de que se había extraviado como nunca el concepto de soberanía.
Hacerse cargo de resolver las situaciones recibidas, por más graves que éstas sean y desde una perspectiva genuina, es el compromiso ético primordial de un gobierno democrático, nacional y popular. A partir del 25 de mayo de 2003 Argentina no se aisló del mundo, todo lo contrario: lo interpeló como muy pocas veces lo había hecho desde la época de la emancipación americana que gestó. Ningún país en la tierra había forjado de un modo tan definido e integral el método institucional republicano de juicio y castigo a los culpables de delitos de lesa humanidad. Argentina no reconoce pioneros en la materia, pues la experiencia de la Alemania de posguerra desmerece a la justicia impartida ya que ésta actúa bajo la tutela de las potencias victoriosas. Para atreverse a interpelar al mundo con la determinación que lo ha hecho nuestro país desde 2003, primero hay que verse claramente integrado a él, pues sólo será valorada su acción en la medida que se la ponga en el marco de ese contexto internacional. Sin ir tan lejos, cabe observar el precio interno perturbador que pagan países como Brasil y España, cuando la realidad los compara con el enjuiciamiento a la dictadura que hace Argentina día a día, frente a la impunidad imperante en esos dos países y en muchos otros.
Sólo un gobierno que se piensa soberano de sus decisiones y quiere seguir vinculado al mundo puede aceptar el compromiso de hacerse cargo de resolver el pago de la calamitosa deuda externa contraída por otros. El mandato de Néstor Kirchner tampoco en este terreno imitaba casos similares en la materia. La audacia y el coraje de la propuesta financiera fueron tan contundentes como el oportunismo histórico para aprovechar un momento propicio tal vez único. A eso se le llama gobernar para los tiempos… La reacción sería la esperada: “Crispado ejecutor de políticas aislacionistas”, atizó la corporación mediática ante el estupor que le causara la ofensiva del patagónico.
ONU, G-20, G-77, OEA, Mercosur, Unasur, CIN, OIEA, OMC, CAN, CAF, GR, ALADI, UL, BID, CFI, UNCTAD, ONUDI, OLADE, Interpol, OMS, Unesco, OEI, ABINIA, OMPI, OMT, OACI, OMI, UIT, UPU, OMM, etc. Abruma esta cita parcial de siglas correspondientes a organismos internacionales de los que participa Argentina, que en muchos casos ha sido cofundadora de los mismos. Cómo podría el país quedar aislado de un momento a otro si a la vez está todo el tiempo integrando estos colectivos dedicados a las más diversas especialidades, y cuyos intereses van desde lo regional a lo global. Pero la obviedad del contrasentido no les importa; al igual que el resto de la sistemática diatriba contra el proyecto político, tampoco ésta se compadece con el más mínimo escrúpulo de aportar información basada en datos verificables.
La enumeración de las medidas tomadas desde 2003 que han recibido ese idéntico denuesto fatigaría esta lectura, razón válida para limitar la referencia al más reciente disparate que se les ocurrió propalar: debido a la restricción de la importación de libros, ahora denuncian que los argentinos son privados del conocimiento que se difunde por el mundo, acentuando el aislamiento y la ignorancia que provoca el modelo vigente. Desde luego sobrevino la réplica sensata de la industria y el comercio vinculados al libro, que sí fundaron su respuesta en cifras elocuentes. Como nada de esto los persuade de su intencional falacia, para nuestra tranquilidad es bueno reiterar la información extraída del diario Clarín que describe la situación del país en cuanto a la enseñanza superior y de posgrado. A partir de datos recogidos por la Encuesta de Turismo Internacional del INDEC, se infiere que en el año 2011 más de 62.000 personas vinieron del exterior a estudiar o capacitarse en la Argentina. Sólo en la Universidad de Buenos Aires el ingreso se duplicó en los últimos cinco años. La oferta nacional de universidades públicas y privadas alcanza a 80 instituciones, y la ciudad de Buenos Aires es el séptimo destino más elegido por los estudiantes de Estados Unidos. Vienen a estudiar o perfeccionarse aquí desde Bolivia, Perú, Brasil, Chile, Paraguay, Alemania, España, Francia, Estados Unidos y China.
Lo que Clarín parece no advertir es que todo eso que informa sería imposible si el gobierno obstaculizara el masivo arribo de estudiantes, o si nadie en el exterior supiera de la oferta académica argentina, o si este país no tuviese algún mérito educativo para ofrecer.
Decía en el primer párrafo que por más empeño que un gobierno ponga en aislarse del mundo el resultado será siempre contrario a ese absurdo afán. La diferencia está en cómo se integra Argentina al mundo, es decir, con qué aliados y socios encara el inequívoco propósito de crecer y mejorar.
APAS | Agencia Periodística de América del Sur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
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