Los riesgos del proceso constituyente
28/09/1999
- Opinión
Cuando faltan pocos días para que la Asamblea Nacional Constituyente cumpla
dos meses de deliberaciones, el clima político ha derivado de un planteamiento
todopoderoso de carácter originario hacia una moderada actitud de reforma y
la concentración de los asambleístas en acelerar la redacción de la nueva
constitución. Los acontecimientos que se han desarrollado en el camino son
muy ricos y variados, para reflexionar sobre una realidad local que atrae la
atención y causa algunas pequeñas molestias al concierto internacional marcado
por la globalización.
Desde su instalación el 5 de agosto, la Asamblea Nacional Constituyente ha
sido un ejemplo de las dificultades que suponen impulsar una revolución
democrática y correr el riesgo de deslizarse hacia una reforma incompleta del
sistema político, en medio de la peor recesión económica del siglo, y sin
considerar suficientemente la participación de la sociedad civil.
¿Originaria o Derivada?
La primera discusión, casi interminable, sobre el carácter originario de la
Asamblea dominó la primera parte del debate. Esta confrontación entre fuerzas
oficiales y opositoras ya había sido ventilada desde principios de año,
incluso antes del referéndum que permitió la convocatoria a la ANC. La Corte
Suprema en más de una oportunidad reiteró el carácter derivado de la Asamblea,
en contraposición al presidente Chávez y el Polo Patriótico que insistían en
su poder originario. Luego, una vez instalada la Asamblea, sus miembros
mayoritariamente del Polo Patriótico (123 de 131), dispusieron todas sus
energías para retomar el carácter originario, y lo declararon solemnemente,
dando paso a la reanudación de la confrontación con el Poder Constituido
(Congreso, Corte Suprema, Gobernadores y Alcaldes), a través de anunciadas
medidas de emergencia que contemplaban la intervención de los poderes
públicos.
Se produjo así una situación confusa y compleja de entender, pero con amplias
repercusiones en la opinión internacional, cuyos efectos se devolvieron a
manera de "boomerang" en contra del proceso constituyente. Si bien las bases
del proceso aprobado en referéndum adjudicaban a la ANC una función exclusiva
para redactar una nueva constitución, por otra parte, era imposible que la ANC
no realizara acciones orientadas a iniciar de una vez los cambios en el Poder
Judicial, Legislativo, e incluso a nivel del Ejecutivo, como era la aspiración
del electorado que mayoritariamente viene respaldando el nuevo liderazgo. En
cierta forma, los Asambleístas y el Presidente Chávez estaban atrapados en su
discurso revolucionario, que al mismo tiempo colmaba las expectativas de las
mayorías que esperaban esos cambios desde ahora.
Al final, el debate sobre el carácter originario o derivado de la Asamblea
pasó a segundo plano, toda vez que la realidad imponía de una vez acometer el
trabajo de fondo que era la recomposición completa del sistema político a
través de la Nueva Constitución. Sin embargo, no se puede obviar que el
presidente Chávez contribuyó a la situación confusa, ya que desde el primer
día que acudió a la Asamblea propuso al mismo tiempo la Emergencia total para
todo el país y los poderes públicos, al mismo tiempo que presentaba su
proyecto de Constitución Bolivariana.
El Poder Judicial: primer objetivo
Con más de 3.000 expedientes que acusaban la corrupción de los jueces y más
de 5.000 decisiones pendientes de la Corte Suprema, el Poder Judicial lucía
el mejor y más justificado objetivo para comenzar las acciones de emergencia
de la ANC. Sin embargo, la impericia en la administración del enorme poder
político que ahora adoptaba la Asamblea permitió que los resultados fueran
contraproducentes, ya que para la comunidad internacional estas acciones se
interpretaron a través de los voceros de la oposición y la amplificación de
los medios como "un golpe de Estado".
Luego de abiertos enfrentamientos a nivel de discurso con la Corte Suprema de
Justicia, que llevaron a la renuncia de la Presidenta de la Corte, la ANC
declaró la emergencia judicial, mediante la conformación de una Comisión de
Emergencia que incluyó a un magistrado de la Corte, cuya finalidad era evaluar
la actuación de los jueces y en 20 días determinar la resolución de los miles
de expedientes pendientes. Si bien el resto de la Corte respaldó el carácter
urgente y manifestó su voluntad de colaborar para adelantar los cambios en
esta área, la realidad demostró posteriormente que la reforma de este poder
suponía un proceso mucho más largo que el plazo inicial, y que era preferible
que en paralelo a la ANC, los organismos responsables de supervisión de los
jueces simplemente asumieran su responsabilidad con mayor celeridad y
transparencia, mientras se disponía del nuevo esquema constitucional.
La resurrección del Congreso
En medio de la confusión, paradójicamente, la nueva hegemonía política con
todo a su favor para promover las profundas reformas pendientes del sistema
democrático, incurrió en una especie de "indigestión de poder" que no le
permitió visualizar que dejaba abierto el espacio para que resucitaran los
poderes constituidos que ya la tenía contra las cuerdas.
En este sentido, y teniendo de su lado a la mayoría de la población de acuerdo
con la disolución del Congreso, la ANC redujo éste a una Comisión Delegada y
al funcionamiento de comisiones contraloras del poder ejecutivo, en un decreto
de Emergencia Legislativa. Quizá llevados por un exceso de confianza, los
asambleístas subestimaron a los congresistas al no haber asegurado acuerdos
concretos con una institución que estaba técnicamente cerrada.
Los congresistas opositores haciendo buen uso de su mayoría e interpretando
plenamente la importancia de la información en dinámica actual, pudieron
reeditar la estrategia maniqueísta de las pasadas elecciones, para utilizar
la Emergencia Legislativa como una confrontación de la "democracia"
representada por ellos versus la "dictadura" del gobierno que violaba la
separación de los poderes públicos que caracteriza las democracias formales
en todo el mundo. De este modo protagonizaron eventos de calle con pequeños
conatos violentos que fueron amplificados por los canales mediáticos, como
solo ellos saben hacerlo, para presentar un estallido de confrontación civil
en Venezuela, acontecimientos que no pasaron de escaramuzas de un día entre
militantes del Polo y AD.
Finalmente, y con la intermediación de la Conferencia Episcopal, se
restableció la cohabitación entre la ANC y el Congreso Nacional,
simultáneamente con la resolución de la vigencia de la constitución de 1961
siempre que no contradiga lo dispuesto por la Asamblea. De este modo se
pospuso para el 2 de octubre cuando se iniciará el nuevo período legislativo
cualquier extensión de la polémica.
La crisis económica presiona y apura el proceso
La situación económica es el principal enemigo del gobierno de Chávez y de la
ANC. Ni siquiera la duplicación de los precios del petróleo ha podido evitar
que en el primer semestre la economía haya caído casi en un 10% del PIB y que
el desempleo supere los máximos históricos en su tendencia hacia el 30%. De
algún modo por acción u omisión, Venezuela sufre un proceso de ajuste mucho
más duro que cualquier ajuste estructural del pasado con terribles
consecuencias para la mayoría excluida de la población.
Al gobierno se le agota el tiempo para instrumentar medidas contando con la
habilitación que le otorgó el Congreso para dictar leyes en materia económica,
fiscal y social, cuyo plazo expira en octubre. Por este motivo, el presidente
Chávez ha pedido acelerar el proceso a la ANC, de tal manera que el referéndum
aprobatorio de la nueva constitución se realice en noviembre y las elecciones
generales para relegitimar los poderes se realicen en diciembre, de tal manera
que pueda extender su liderazgo y popularidad hasta ese momento crucial de
inauguración de la Quinta República.
El proceso avanza pero hay riesgos
Una vez que se ha relajado el clima político, al cual los medios juzgan como
la moderación del proceso, los constituyentistas han intensificado su trabajo
en las veinte comisiones que se han dispuesto para avanzar en la redacción de
la nueva constitución y ciertamente, destaca que la ANC ha recibido infinidad
de propuestas de diversos sectores de la sociedad civil.
Ya el presidente Chávez había incorporado casi un 70% de las propuestas del
Foro por la Vida, instancia que agrupa a las organizaciones de derechos
humanos del país. Pero al mismo tiempo, las comisiones de mayor importancia
tales como derechos humanos, derechos sociales: salud, mujeres, familia,
derechos laborales, seguridad social; y la comisión constitucional, entre
otras, han venido desarrollando intensos diálogos e intercambios con
organizaciones de la sociedad civil para consultar y recibir propuestas para
el texto constitucional.
Lo que poco se difunde es que en estas comisiones las diversas organizaciones
sociales han podido entrar en diálogo con propuestas que se han elaborado
desde hace mucho tiempo y que están acordes con los avances de las sociedad
civil global. Es decir, ya en los borradores del texto constitucional se
pueden observar la consagración de los derechos humanos y de los pueblos
indígenas, la protección de la infancia y la juventud, la mayor participación
de la mujer, la inclusión de derechos sociales y culturales, el reconocimiento
del rol activo de la sociedad y sus organizaciones en la instrumentación de
los deberes y derechos, en definitiva, podemos esperar un avance importante
en términos de uno de los vacíos más importantes de la democracia venezolana:
la ciudadanía.
En tal sentido, la sociedad civil en forma autónoma no ha descansado en sus
exigencias de una mayor democratización del proceso constituyente. Es así
como en el último mes, SINERGIA, Asociación Nacional de Organizaciones de la
Sociedad Civil que agrupa casi 100 organizaciones, a través de su Oficina de
Participación Constituyente, convocó a más de 40 organizaciones sectoriales
y redes para presentar públicamente sus propuestas y luego entregarlas a cada
uno de los 131 asambleístas. En el camino ha exigido que no se sacrifique la
calidad del proceso y no se ahorre lo más mínimo en consulta y participación,
instando además a que se difunda el proceso por radio y televisión como un
mecanismo de educación política del ciudadano venezolano.
Los próximos días serán de nuevas tensiones que pueden conspirar contra la
calidad del proceso. Con la opinión internacional amenazante y requiriendo
constantes explicaciones; un aparato productivo que no termina de revertir la
profunda recesión y el desempleo; las amenazas de disminuir la intensidad de
la consulta y participación de la sociedad civil; el proceso constituyente
corre el riesgo de disolverse ante la necesidad de la acción social y
económica que el gobierno precisa con urgencia para apuntalar la estabilidad
política y la gobernabilidad que paradójicamente sólo le puede garantizar una
nueva Constitución.
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