Proceso electoral, situación nacional y desafíos para los universitarios
30/10/2003
- Opinión
Buenas noches a todos. Agradezco a la Asociación de Estudiantes de
Ciencias Económicas de Occidente, al Movimiento Estudiantil FEU, así
como a las autoridades de la Universidad de San Carlos de Guatemala,
sede Quetzaltenango, por provocar este encuentro en el que tengo la
oportunidad de compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la
situación nacional.
Estamos a diez días de una fecha muy importante para el país: las
elecciones generales 2003, evento en el que los ciudadanos
guatemaltecos definiremos varios asuntos esenciales para el país. El
09 de noviembre no es solamente un día para elegir nuevas
autoridades para la Presidencia y Vicepresidencia de la República,
el Congreso y las alcaldías.
Es, sobre todo, una fecha en la que se determinará qué fuerzas
políticas dominarán el flujo de poder en el país. Y no me refiero a
qué partido dominará en el Ejecutivo, en el Legislativo o en el
sistema de gobiernos municipales. Hablo, esencialmente, de cuáles
serán las fuerzas que manejarán poder real.
Más allá de la simple contienda electoral que todos podemos ver
reflejada en las diferentes candidaturas, las ofertas electorales,
los discursos demagógicos y las campañas proselitistas, hay una
verdadera lucha por el control del poder real en el país entre
fuerzas que no necesariamente son fáciles de identificar.
La lucha se libra entre poderes tradicionales y poderes emergentes.
Los tradicionales son los que siempre han tenido una influencia
decisiva en la economía y los asuntos del Estado en general. No es
difícil identificar como rostro visible de ese poder tradicional a
la cúpula del sector privado, a las familias de empresarios y sus
aliados que en los años recientes fueron relativamente marginados
del ejercicio del poder real.
Notemos que el presidente Portillo y el FRG se ocuparon de levantar
contra ellos un ambiente de confrontación y ataque sistemático, que
ha sido respondido de manera similar. Los empresarios perdieron
influencia en asuntos decisivos del Estado y han resentido eso, por
lo que ahora se aprestan a recuperar los espacios de los cuales
fueron virtualmente desplazados.
Los poderes emergentes son nuevas fuerzas de carácter político y
económico, vinculadas al crimen organizado, el narcotráfico, los
cuerpos clandestinos de seguridad, la corrupción y los poderes
ocultos. Sus cabecillas, que usualmente operan en la oscuridad,
lograron penetrar las estructuras del Estado y casi todas las
instituciones del Estado, por lo que han adquirido mucha influencia
en la conducción del Estado, desde donde operan y promueven sus
actividades ilícitas con total impunidad.
Pero, quiero aclarar algo. Estas fuerzas en pugna, los poderes
tradicionales y los poderes emergentes, no están valiéndose de uno o
dos partidos políticos solamente para recuperar poder e influencia,
o para mantener y consolidar el poder alcanzado.
No nos equivoquemos. No se trata de que la alianza GANA y Óscar
Berger encarnen la lucha en nombre del poder tradicional. Tampoco se
trata de que el FRG y Ríos Montt encarnen los intereses de los
poderes ocultos y emergentes. Plantear este tipo de "monopolios"
sería plantear un análisis pobre, reducido y sesgado.
En realidad, estas fuerzas en disputa han penetrado a todos, o a
casi todos los partidos políticos. Detrás de cada candidato hay
agentes de ambas fuerzas peleando por sus intereses de grupo y
preparándose para abrir espacios a sus pares, en el momento
oportuno.
En especial, los poderes ocultos han logrado colocar gente de su
confianza en algunas candidaturas, o como dirigentes partidarios,
asesores de campaña o como miembros de los equipos donde
supuestamente se trabajan los programas de gobierno.
El hecho de que los agentes de estas fuerzas en pugna estén
diseminados por todos o casi todos los partidos políticos, nos
indica que la campaña electoral y las elecciones propiamente dichas
son tan sólo una batalla, un escenario de la lucha. Suponemos que la
pugna continuará después de las elecciones, en otro tipo de
escenarios.
Es importante que tomemos en cuenta esta información, este análisis,
para elegir con cuidado a las personas que llevaremos al Ejecutivo,
al Congreso de la República y a las corporaciones municipales; y que
estemos atentos a la formación del nuevo gobierno, pues en el
nombramiento de nuevos funcionarios puede darse también una
penetración grave para el país.
El proceso electoral está enfermo
Independientemente de esa pugna entre poderes tradicionales y
poderes emergentes, también hay que poner atención al proceso
electoral propiamente dicho.
Es importante hacer notar que el proceso electoral ha dado muestras
de enfermedad, con lo que se ha puesto en riesgo el rasgo más
característico de nuestra débil experiencia democrática.
Primero, hubo incertidumbre sobre la integración del Tribunal
Supremo Electoral, pues uno de los magistrados electos no quiso
asumir el cargo y el Congreso retrasó cuanto pudo la elección de un
sustituto. También hubo especulaciones sobre la independencia de
algunos magistrados, en virtud de que fueron electos por la mayoría
eferregista en el Congreso.
Afrenta al Estado de Derecho
Segundo, la manipulación de la Corte de Constitucionalidad y el
trastoque de las instituciones, cuando se logró "a rompe y rasga" la
inscripción del general Efraín Ríos Montt, como candidato
presidencial del FRG, pese a la prohibición constitucional que en
ocasiones anteriores impidió su participación. Esos fueron momentos
sumamente difíciles para el orden constitucional del país,
especialmente para el Estado de Derecho.
Violencia
Tercero, la violencia política se ha adueñado también del proceso
electoral. Son relevantes los hechos violentos que los eferregistas
protagonizaron el 24 y 25 de julio en la ciudad capital, donde
persiguieron a periodistas, bloquearon el acceso a la CC, al TSE y a
la Corte Suprema de Justicia; y rodearon una zona residencial
representativa del sector económico poderoso del país, así como sus
oficinas.
Y son relevantes porque, de alguna manera, encabezan la lista de
sucesos nefastos que han ocurrido desde entonces. Según la misión
electoral de la OEA, ha habido más de cien casos de violencia contra
personas vinculadas al proceso electoral, entre ellos se cuentan más
de 20 muertes.
También está la violencia generada alrededor del proceso electoral.
Ejemplos de ello son las movilizaciones de ex patrulleros civiles,
como la ocurrida recientemente en Huehuetenango, donde hicieron
rehenes a cuatro periodistas de Prensa Libre. Se trató de un hecho
vinculado a las elecciones, porque en el fondo los ex patrulleros
saben que, en una época como ésta, ellos constituyen una posibilidad
de voto a conquistar y se dan el lujo de presionar, incluso
utilizando medios criminales.
Hasta ahora, ninguna autoridad encargada de velar por la ley y el
orden en el país, por la seguridad ciudadana, la vida y la
integridad física de los guatemaltecos, ha tomado acciones
encaminadas a combatir estas manifestaciones de violencia y
criminalidad. La impunidad sigue fortaleciéndose porque las
instituciones no funcionan, por incapacidad y por falta de voluntad
política.
Problemas técnicos del padrón electoral
Un cuarto elemento que hace atípico este proceso electoral es la
serie de problemas técnicos que afronta el proceso electoral,
particularmente el padrón de votantes.
El padrón está enfermo. Los muertos siguen votando y muchos hermanos
centroamericanos son fraudulentamente habilitados para emitir
sufragio; además de que el robo de cédulas hace pensar que habrá
votantes habilitados en circunstancias ilegales.
El problema es que los registros municipales y las municipalidades
no se han ocupado de fortalecer sus procesos internos, a efecto de
suministrar al TSE los datos precisos sobre fallecimientos y sobre
los nuevos ciudadanos aptos para votar; y seguramente habrá
autoridades municipales que se han prestado al juego de promover
anomalías, a cambio de jugosos sobornos o cuotas de poder en el
ámbito local.
Si bien el TSE no es responsable total de las deficiencias que
presenta el padrón electoral, pues algunos aspectos escapan a su
control, es necesario señalar que la autoridad electoral ha pecado
de ineficiente y ha descuidado otros aspectos que sí dependen
estrictamente de su control.
Un quinto aspecto es el temor al fraude, que surge por los aspectos
ya mencionados, y debido al ansia del FRG por mantenerse en el
gobierno y en el ejercicio del poder público.
Nosotros hemos decidido darle el beneficio de la duda al TSE, y
siempre hemos exigido que quienes desde ya gritan fraude, digan
técnica y científicamente dónde están los factores fraudulentos.
Hemos adoptado esa actitud porque, si nos sumamos de manera
irresponsable a acusaciones poco fundamentadas, estaríamos
contribuyendo a afectar gravemente la credibilidad del TSE y del
proceso electoral.
Por supuesto, no podemos descartar que la serie de anomalías que
presenta el proceso electoral pueda crear dudas sobre los
resultados, pero será hasta el 10 de noviembre cuando afrontemos,
con un análisis responsable y cuidadoso, una realidad determinada.
Mientras tanto, yo invito a todos a que asistamos a las urnas,
renovando nuestra confianza en que tenemos el derecho y la capacidad
de participar en la definición del rumbo de nuestra Nación.
Sobre la democracia
Por aparte, es importante mencionar que los problemas en materia
electoral constituyen tan solo un reflejo de las graves deficiencias
estructurales que padece el sistema político guatemalteco.
De hecho, no podemos decir que vivimos en democracia, porque apenas
gozamos de uno cuantos rasgos democráticos, entre los cuales el más
fortalecido ha sido hasta ahora lo relativo a los procesos
electorales y la alternabilidad en el ejercicio del poder.
Lamentablemente, hay problemas estructurales que impiden la vigencia
democrática plena. Seguimos en la transición democrática, débil e
incierta, con etapas de creciente retroceso. Ejemplo: el autogolpe
del presidente Serrano Elías, en 1993. Aunque fue posible revertirlo
y restaurar el orden constitucional y democrático, constituye una
muestra de lo endeble de nuestro proceso de transición.
Los peligros continúan. Muestra de ello es el proceso de
estancamiento y reversión que hemos sufrido en materia democrática
en los últimos cuatro años.
En la gestión gubernamental del presidente Alfonso Portillo y del
FRG, la impunidad, la corrupción y la manipulación de las
instituciones del Estado han llegado a niveles nunca antes
experimentados. Se ha causado un estrago y se ha impedido la
consolidación de la paz y la democracia.
La impunidad se ha incrustado cada vez más en la sociedad,
principalmente en la esfera estatal, convirtiéndose en una fuerte
amenaza al Estado de Derecho y en fuente de incertidumbre jurídica
en todos los ámbitos de la sociedad guatemalteca. Especialmente, la
vida y la seguridad física de las personas, y su patrimonio, están
cada vez corriendo mayores peligros.
El remanente autoritario
Enfrentamos un remanente autoritario que se expresa a través de
diversas corrientes políticas conservadoras. Algunos empresarios
tratan de subirse al carro de la democracia, aunque sin mucho éxito
porque, cuando se trata de establecer debates de fondo sobre la
injusticia social, la pobreza, los derechos laborales y otros,
cierran la puerta y rehuyen la discusión.
Existen otros grupos sociales y políticos conservadores que
mantienen influencia fuerte en el Estado, y que actúan contra la
democracia y los alcances que debimos obtener tras la firma de la
paz.
También tenemos el problema de que ningún partido político
representa realmente una opción democrática incuestionable; son
caudillistas, verticalistas y antidemocráticos. No representan
realmente a la población que los integra y no actúan como entes de
intermediación social, en la medida que sólo velan por sus intereses
particulares de grupo y de quienes ejercen influencia en ellos.
Prueba de ello es que buscan el contacto con la población solamente
en época electoral y lo único que ofrecen, además de demagogia, son
playeras, gorras y canciones.
Además, existe aún, con mucha fuerza, el poder militar, que continúa
impulsando los conceptos autoritarios y contrainsurgentes como si
aún viviéramos la época cruenta del conflicto armado interno. La
presencia de militares retirados en diversos partidos políticos y
que ahora buscan la elección como diputados al Congreso, expresa una
intención muy clara: quieren seguir el conflicto armado interno
desde la arena política.
Desde los partidos políticos, desde el Congreso y desde los cargos
en el Ejecutivo, pretenden imponer una interpretación sobre la
violencia y los crímenes de lesa humanidad que nos convirtieron en
un país de víctimas. Quieren sepultar los acuerdos de paz que no
favorecen su papel en la historia y desean conquistar de nuevo una
cuota de dominio sobre la sociedad, negándose a permitir el
fortalecimiento del poder civil.
Y lo más triste es que hay civiles que se prestan a ese juego
tenebroso de los militares. Por eso vemos que, con gran facilidad y
con impunidad, pueden saquear el banco y el fondo de previsión
social a su cargo; y cómo se apoderan de grandes renglones del
presupuesto nacional y, no contentos con ello, presionan para que
los renglones sociales sufran reducciones y esos recursos pasen a
engordar el gasto militar.
Todo este panorama incita a reflexionar sobre el papel de los
partidos políticos en el sistema político guatemalteco.
Tradicionalmente, estas organizaciones, que en teoría son el nexo
entre el Estado y la sociedad civil, han sido utilizadas sólo como
canales para acceder de manera efectiva al ejercicio del poder real
e influir directamente en las instituciones políticas y públicas.
Esta forma utilitaria de emplear a las organizaciones políticas ha
ocasionado -en gran medida- su debilitamiento e incapacidad, su
inoperancia y su falta de efectividad en el tratamiento de los
problemas nacionales y en la atención a las demandas sociales más
ingentes.
Lejos de analizar el problema que afrontan, los dirigentes de
partidos políticos han optado por eludir la realidad y han generado
un clima propicio para el clientelismo y la proliferación de
partidos políticos, que nada o muy poco representan.
Si analizamos cuidadosamente nuestra historia reciente, vemos que
ningún partido político, hasta ahora, ha obtenido el apoyo para
continuar en el ejercicio del poder público. Hay otros casos: cuando
el caudillo cae o muere, muchos partidos quedan debilitados en
extremo, se fragmentan o tienden a desaparecer. Esa es, más o menos,
la historia de partidos como la DC, el PAN, la UCN, el MAS, entre
otros.
La mayoría de organizaciones políticas responden a intereses
sectoriales o personales. Por lo regular, los partidos políticos se
conforman por un grupo de individuos con algún interés en particular
por llegar a las esferas de poder. Esta característica ocasiona que
las organizaciones políticas no tengan procesos democráticos
internos para elegir a sus líderes; y que sus integrantes no estén
verdaderamente comprometidos con la realidad nacional. Estas
organizaciones se manejan al antojo de sus fundadores y sus
actuaciones están sujetas a las condiciones impuestas por los
financistas que proveen dinero para su funcionamiento y promoción.
Otros partidos, los usualmente pequeños, son de carácter coyuntural.
Surgen cada cuatro años, aparecen como cometas, hacen el intento de
ganar las elecciones y luego desaparecen. En ese lapso, el fundador
o los fundadores de este tipo de partidos políticos habrán logrado
desplumar a algún ingenuo que creyó que realmente tenía
posibilidades de llegar a la presidencia.
De manera que es urgente hacer un llamado a la responsabilidad de
los dirigentes políticos, para que haya esfuerzos claros hacia la
reforma del régimen electoral y de partidos políticos. Es
fundamental plantear cambios profundos en la legislación actual de
los partidos políticos, para que se generen mejores condiciones de
participación y de representatividad. Esto es necesario si deseamos
retomar el tránsito de una democracia puramente delegativa y de
fachada, a una democracia representativa.
Quiero iniciar el final de mi intervención, con una referencia a la
necesidad de recuperar la ética en nuestra conducta diaria, en casa,
en el trabajo, en la calle, en la universidad.
En los últimos cuatro años, la institucionalidad del país ha sido
sometida estratégicamente a los fuertes embates de los poderes
ocultos, generando de esta manera su constante y creciente
debilitamiento.
La pérdida de ética en la gestión pública, la manipulación de la
institucionalidad a favor de algún sector, la identificación de las
instituciones como botines, entre otras características, son un
fuerte obstáculo para que la democracia logre consolidarse.
Por lo tanto, a causa del debilitamiento de las instituciones y de
las organizaciones políticas, la transición democrática, que dio
inicio desde 1986 con la instauración del primer gobierno civil
luego de décadas de gobiernos militares, no logra avanzar y
permanece estancada. O con momentos de involución, como hemos
experimentado en los últimos cuatro años.
Luego de más o menos dieciocho años de una transición inconclusa, en
condiciones sumamente deficientes, no es de extrañar que la sociedad
pierda cada vez más la credibilidad en el sistema democrático y que
el desinterés por lo político y lo público sea una constante.
La pérdida de horizonte como sociedad, tomando en cuenta que el
horizonte no es una meta, sino simplemente un punto de referencia al
cual dirigirnos, es la máxima expresión de la desilusión y la
depresión causadas por décadas de violencia y engaños; por
expectativas frustradas y esperanzas perdidas. Y uno de los sectores
más afectados por esta situación es la juventud, la cual es parte de
una sociedad atomizada y se desarrolla en un contexto que no brinda
mayores oportunidades y posibilidades.
Particularmente en el ámbito político, este segmento de población se
ha desvinculado, o ha sido obligado a hacerlo, de participar
activamente y empezar a generar cambios importantes en la gestión
pública. Las causas son diversas: falta de espacios de participación
real dentro de los partidos políticos; falta de políticas de Estado
encaminadas a fomentar su participación; falta de formación
política, entre otras. Además, el término "política" ha pasado a ser
para muchos, pero especialmente para la juventud, sinónimo de
corrupción, tráfico de influencias, impunidad y otros términos
asociados con actividades anómalas y fuera de cualquier orden moral,
que empujan a la juventud a no participar.
No cabe la menor duda que estas causas han dado como resultado, en
términos generales, la pérdida de interés de participar en política,
de ser críticos, de estar conscientes y atentos de la realidad
nacional y de adoptar una actitud proactiva frente a la situación
tan difícil que vivimos.
Sin embargo, dentro del segmento de la juventud, la mayor
responsabilidad de revertir esta situación recae en ustedes, recae
en aquellos que tienen la oportunidad de asistir a la universidad
para poder formarse profesionalmente y posteriormente ocupar puestos
en la administración pública.
La responsabilidad recae también en los catedráticos, que guían los
procesos en la educación superior e influyen decididamente en la
formación de los futuros profesionales del país.
Como señalé al inicio, el panorama es sumamente complejo, pero a la
vez es desmotivante. Sin embargo, lejos de perder la esperanza o de
optar por la indiferencia, la sociedad guatemalteca y principalmente
la juventud, la población universitaria, debe exigir al próximo
gobierno la adopción de compromisos fundamentales en materia de
lucha contra la impunidad, acceso a la justicia, democratización,
fortalecimiento de la institucionalidad política y combate frontal
al crimen organizado.
Por tal razón, es de vital importancia reflexionar el voto, sobre la
base del análisis de las distintas propuestas que durante este
proceso electoral han presentado los diversos candidatos.
La responsabilidad del estudiantado, de las universidades y sus
catedráticos, es enorme, en el sentido de deben generar una nueva
ética que permita cambiar la forma de actuar en la gestión pública.
Una ética que logre modificar todas aquellas actitudes que sólo
buscan el beneficio propio y que se desvinculan completamente del
bien común y que utilizan a las instituciones como medio para
enriquecerse de la manera más rápida.
Yo me he ocupado con énfasis de promover un cambio en el pensum de
estudios de las facultades de derecho, porque el tema central de
nuestro trabajo en la Fundación Myrna Mack es la justicia y nos
interesa que los nuevos abogados salgan de la universidad
comprometidos con la justicia, con la lucha contra la impunidad y el
crimen; para que actúen en consecuencia cuando ejerzan la profesión
como abogados litigantes, jueces, magistrados o fiscales.
Sin embargo, quiero hacer notar que también es muy importante que
otras facultades hagan lo propio, tanto en la reforma y
actualización de los cursos que ofrecen, como en la calidad de la
enseñanza y la preparación de los estudiantes.
Guatemala necesita economistas comprometidos con la justicia social,
el combate de la pobreza y la búsqueda de procesos que generen
desarrollo y crecimiento económico. Guatemala necesita filósofos,
antropólogos, sociólogos, administradores, en fin, necesita un nuevo
pelotón -no de soldados- sino de profesionales que hagan un esfuerzo
multidisciplinario, con ética, para sacar adelante a la sociedad.
El país necesita que ustedes, los universitarios, los jóvenes y los
no tan jóvenes, tengan un solo compromiso y que este compromiso sea
con la paz, la justicia, la democracia y la búsqueda de bienestar
social para todos los guatemaltecos.
* Conferencia de Helen Mack, presidenta de la Fundación Myrna Mack,
para estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala, sede
Quetzaltenango, en evento organizado por la Asociación de
Estudiantes de Ciencias Económicas de Occidente. Quetzaltenango, 30
de octubre de 2003.
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