2 de noviembre en México: ¡Vivan los muertos!
03/11/2003
- Opinión
En México, el misticismo, la fiesta y las costumbres
con respecto al Día de los Muertos son una actividad
muy atípica. El 2 de noviembre se convirtió hace muchos
años en una verdadera festividad nacional, como puede
ser el 16 de septiembre, día de la Independencia.
En todos los estados del país se vive un clima de
fiesta. Las tiendas y comercios venden todos los
productos necesarios para construir el preciado "altar
de muertos", las originales calaveras de azúcar,
cadenas de flores, cirios, semillas, frutas, dulces,
incienso, cacao, etc. Lo que no puede faltar en ninguna
panadería es el delicioso "pan de muerto".
Para el mexicano el dolor por la pérdida del ser
querido se mezcla con la alegría, el colorido y la
diversión. En cada casa, con varios días de
anticipación, las familias mexicanas hacen altares –que
constituye todo un ritual- dedicados a los fallecidos.
El Día de Muertos se hacen ofrendas, como cocinarle la
comida que más le gustaba. Ese día las almas de los
muertos visitan los hogares y son recibidos en los
altares con entusiasmo.
Pero ¿de dónde surge esta tradición 100 % mexicana de
festejar el Día de Muertos?.
La costumbre de rendir culto a los muertos se practica
desde la época prehispánica. Es una tradición que
proviene del pueblo azteca. Con el propósito de
solicitar a los dioses su protección, la ofrenda era un
homenaje. El mexicano antiguo no veía en la muerte
motivo de temor o tristeza, porque no concebía en la
muerte el fin de su existencia. La muerte como tal, era
un pasaje a otra vida. Constituía el pasaje a otros
paraísos como Tlalocan, lugar de regocijo en donde
había mucha vegetación y alimentos que solos crecían
para los que allí moraban.
El prestigioso escritor mexicano Octavio Paz, ilustra
claramente lo que era la muerte para los mexicanos de
la época prehispánica en su libro "El Laberinto de la
Soledad".
"Para los antiguos mexicanos la oposición entre muerte
y vida no era tan absoluta como para nosotros. La vida
se prolongaba en la muerte. Y a la inversa. La muerte
no era el fin natural de la vida, sino la fase de un
ciclo infinito. Vida, muerte y resurrección eran
estadios de un proceso cósmico, que se repetía
insaciable. La vida no tenía función más alta que
desembocar en la muerte, a su vez, no era un fin en sí;
el hombre alimentaba con su muerte la voracidad de la
vida, siempre insatisfecha. El sacrificio poseía un
doble objeto: por una parte, el hombre accedía al
proceso creador (pagado a los dioses, simultáneamente,
la deuda contraída por la especie); por la otra,
alimentaba la vida cósmica y la social, que se nutría
de la primera".
Burla a la "pelona"
Para los mexicanos, el Día de Muertos es mucho más que
la veneración a los difuntos. A diferencia de otros
países latinoamericanos, este día en México es para
celebrar, jugar y sobre todas las cosas burlarse de la
muerte, también llamada "pelona". Otra afirmación con
respecto a la muerte que hace Octavio Paz en el libro
anteriormente mencionado es "el mexicano la frecuenta,
la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es
uno de sus juguetes favoritos y su amor más
permanente".
Refranes, canciones, y rimas populares como: "Mala
yerba nunca muere.... y si muere, ni hace falta" o "Al
vivo todo le falta y al muerto todo le sobra", dan
testimonio que el mexicano no le teme a la muerte,
simplemente la enfrenta y no le asusta porque para
ellos "Al fin que para morir nacimos".
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