Presencia africana en Centroamérica, de rebeliones a avasallamientos

21/08/2011
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El silencio y olvido al que hemos sido condenados en Centroamérica los pueblos que poseemos una herencia africana, es parte del feudalismo que impera en el istmo. Desde la invisibilización hasta el avasallamiento, han sido las políticas de los Estados centroamericanos, que se han distinguido en la historia por su violencia y desprecio hacia los pueblos indígenas y negros.
 
Hasta la fecha no podemos señalar a ciencia cierta el número de afrodescendientes dado que en crisol racial existente en Centroamérica, gran parte de la población del istmo posee un bagaje africano, aunque usualmente niegan el hecho. Los afrodescendientes en Centroamérica sobrepasamos los tres millones, sin embargo los censos "oficiales" para inicios de este siglo reflejan un cuarto de millón en el istmo; cifra cuestionable ya que solamente los garífunas en Honduras sobrepasamos los 250 mil, pero en el último censo nacional realizado en el año 2001, fuimos reducidos a 50 mil.
 
La presencia africana se remonta al arribo de los conquistadores a finales del siglo XV, existiendo comunidades palanqueras de cimarrones en Bayano, Portobelo y Cerro de Cabra (Panamá) ya para el año 1560. En Honduras para 1590 arribaron a Olancho y el Río Guayape trescientos africanos destinados a laborar en la minería.
 
La introducción de esclavos provenientes de África en los siglos XVI y XVII, fue alentada por la explotación minera, además de asentarse algunos africanos en ciudades entre otras como Santiago de los Caballeros y Villa de la Gomera en Guatemala; El Realejo, San Felipe de Austria, Santa María del Aro, y Abierto en Nicaragua; San Vicente en El Salvador y la Puebla de los Pardos en Costa Rica.
 
En el siglo XVII se incorporaron tanto africanos como mulatos y zambos en las denominadas milicias pardas al servicio de la Corona de España; organizadas para disuadir la resistencia indígena y contrarrestar las incursiones de ingleses y piratas. La participación tanto de negros, mulatos y pardos en las milicias era remunerada y dotaba además de una exención de impuestos a las tropas.
 
La aparición del pueblo Miskito a mediados del siglo XVII, producto del mestizaje entre indígenas Mayagna y náufragos africanos, crea un nuevo capítulo en la presencia de África en Centroamérica. Casi simultáneamente surge el pueblo Garífuna en la isla de San Vicente (Antillas Menores), de donde fuimos deportados a finales del siglo XVIII a la Isla de Roatán. En la actualidad el territorio de los Garífunas y Miskitos ocupa desde Dangriga (Belice) hasta la Laguna de Perlas en Nicaragua, siendo la presencia de pueblos indígenas y afrodescendientes la mayoría de la población del Caribe mesoamericano.
 
En 1795 arribaron a Trujillo, Honduras, 310 afrocaribeños provenientes de la Isla de Haití, conocidos como negros auxiliares o franceses, los que se declaraban de filiación monarquista, comandados por Narciso Gil y al servicio de los españoles. Dos años después, los Garífunas fuimos arrojados por los británicos en la isla de Roatan, tras haber librado dos guerras consecutivas contra los británicos y su pretensión de apoderarse de la Isla de San Vicente, meta que finalmente lograron después de la muerte de nuestro héroe, Jospeh Satuye, en 1795.
 
Con la aparición de las compañías fruteras estadounidenses a principios del siglo XX, se dio una oleada de migrantes afrocaribeños, que provenían en su gran mayoría de las islas angloparlantes de las Antillas. La presencia de estos contingentes fue utilizada por las compañías bananeras para romper huelgas, creando una enorme animosidad por parte de la población mestiza local, que los veía como esquiroles al servicio de las transnacionales.
 
En la década de los años 30 del siglo pasado, se desató un enorme racismo y un rechazo a la presencia de negros en Centroamérica; la eugenesia fue asumida como un discurso de los estados-nación. En la década de los años 40 se prohibió en los países centroamericanos el arribo de negros, chinos, turcos, culíes y gitanos. Todavía entre los habitantes de la costa Caribe de Costa Rica, se tiene presente en su memoria la prohibición que existía para la población negra de viajar al interior del país.
 
Conatos de emancipación y la independencia de Centroamérica
 
En 1579 aconteció la sublevación de los negros rebeldes en Portobelo, Panamá, que conllevó a la firma de un tratado de paz, el cual incluyó la libertad colectiva de los esclavos. A principios del siglo XVII se estableció la Villa de San Diego de la Gomera como aldea independiente localizada en las minas de sal de Coyolate y Sipacate. Los mulatos de la Gomera en Guatemala se sumaron a pueblos indígenas para combatir a las tropas de la Real Audiencia en el año de 1700.
 
La participación de los "pardos" en el movimiento de independencia centroamericano fue decisiva. En Panamá el rol jugado por los pardos de Portobelo fue vital para la independencia, asumiendo la dirección del movimiento emancipador en esa ciudad. Posteriormente el Partido Liberal en Colombia fue llamado de forma peyorativa el "Partido Negro", ante el apoyo de las poblaciones afrodescendientes a ese partido.
 
La participación de los mulatos en la independencia de Honduras fue clave para el proceso. La historiadora Leticia Oyuela señala: "es muy probable que esos pardos sean los principales actores de nuestra historia". Sin embargo en la misma Honduras, en 1831 los denominados negros franceses lucharon a favor de la reconquista española.
 
Marcus Garvey y el Black Star Line
 
La oleada de migrantes que arribaron a la costa del Caribe centroamericano trajo consigo el movimiento libertario encarnado por el jamaiquino Marcus Garvey, el que logro galvanizar a la masa de trabajadores que en condiciones de semi-esclavitud laboraban para las compañías bananeras estadounidenses.
 
Marcus Garvey arribó al muelle de Puerto Limón en el año de 1910 y logró ejercer la labor de periodista desde el diario La Nación de Limón, instando a los trabajadores a reclamar sus derechos. Posteriormente funda el semanario Negro World. Para el año de 1914 crea la UNIA (Universal Negro Improvement Association), la que desató la pesadilla anticomunista de los funcionarios estadounidenses que vieron en Garvey un peligro para sus intereses, tanto en los países de la periferia como dentro de los Estados Unidos.
 
Para 1921, Garvey tenía más de seis millones de seguidores en África y América, al mismo tiempo emprendió una gira por el Caribe que es observada por las compañías bananeras y el mismo gobierno de los Estados Unidos como una incitación a la rebelión. Los barcos de Garvey surcaron las aguas caribeñas bajo el nombre del Black Star Line. En 1923 es encarcelado en los Estados Unidos por venta de acciones del Black Star Line, siendo posteriormente deportado a Jamaica.
 
Hasta hace pocos años, los vestigios de las escuelas fundadas por Garvey a lo largo del Caribe persistían los embates del tiempo. Desde la comunidad Garífuna de Durugubuti (San Juan, Tela) hasta Old Harbour en Costa Rica, las vetustas edificaciones señalaban el paso por el Caribe centroamericano de uno de los impulsores de la emancipación y el retorno a África.
 
El neoliberalismo y la inserción
 
En las últimas décadas se ha venido fomentando un discurso en relación a los derechos humanos de los pueblos indígenas y negros del continente, al mismo tiempo que se ha incrementado la brecha de ingresos entre la población del istmo. La destrucción sistemática del medio ambiente como consecuencia del capitalismo fundamentalista impuesto por los organismos financieros internacionales y las compañías multinacionales ha tenido como resultado un declive en la calidad de vida. En la mayoría de los países centroamericanos, indiscutiblemente los coeficientes de Gini (medida de la distribución desigual) señalan una enorme inequidad, sin que existan a la vista cambios estructurales destinados a mejorar las condiciones de nuestros pueblos.
 
La participación e inserción de las poblaciones marginales en el quehacer político y toma de decisiones están condicionadas a la sumisión y a las estrategias de despojo que se han incrementado con el Plan Puebla Panamá (rebautizado como Proyecto Mesoamérica), el que viene destruyendo a su paso la biodiversidad y desplazando a los pueblos de sus territorios ancestrales.
 
Existe una serie de luchas paradigmáticas tales como la emprendida por los habitantes del Cantón de Talamanca en Costa Rica, contra el despojo de tierras que ha afectado a más de 11 mil personas de una diversidad cultural que va desde bribrís, cabécares, afrodescendientes, hasta chinos, según señala la Asociación de Desarrollo Integral de Manzanillo de Talamanca. El pueblo raizal del archipiélago de San Andrés libra una batalla para evitar la contaminación que traerá la explotación petrolera en esa zona. Mientras en Monkey Point, los kriol y ramas se ven perseguidos por el ejército de Nicaragua. Y en el caso de Honduras, los Garífunas nos encontramos a punto de ser expulsados del país a través de una neorepública bananera que lleva el nombre de Banana Coast.
 
El año internacional de los afrodescendientes ha creado un sinnúmero de expectativas más entre las organizaciones, que en su gran mayoría son afines y dependientes de los organismos financieros internacionales. El grueso de los pueblos se mantiene escépticos, con la certeza de que después del festejo no quedará nada.
 
En Honduras se pretende efectuar una cumbre mundial de afrodescendientes, impulsada por una ONG Garífuna, avalada y financiada por el actual régimen heredero del gorilato (nombre con que se denomina al gobierno de facto de Roberto Micheletti). Mientras esta ONG Garífuna se presta al juego publicitario, se está fraguando la entrega del territorio garífuna al capital extranjero, bajo la modalidad de la Ciudad Modelo (Charter City).
 
La violencia que se vive en Centroamérica, adjudicada al narcotráfico, no es más que una extensión del Plan Colombia, vía la Iniciativa Mérida, para crear estados fallidos y así justificar intervenciones militares por parte del imperio. Da la casualidad que desde Belice hasta Panamá la mayoría de los afrodescendientes habitamos en las zonas de mayor violencia y que se traslapan con las rutas del narcotráfico.
 
Parte de la presión existente en contra de la presencia de nuestros pueblos, proviene del narcotráfico que ahora se dedica además a acaparar tierras y desplazar a comunidades enteras. De hecho los Estados-nación permanecen misteriosamente en silencio ante el despojo que se viene ejerciendo. Más denigrante aún son los efectos del narcotráfico entre la juventud caribeña.
 
La rapiña de tierras que se está dando tanto en África como América se ha recrudecido en el año internacional de los afrodescendientes. En nombre de los agrocombustibles los señores feudales vienen acaparando tierras en las zonas costeras de Centroamérica impulsados por las falsas soluciones al cambio climático.
 
Como lo señalamos, los más de tres mil garífunas que marchamos por la calles de Tegucigalpa en la conmemoración de los 214 años de nuestro arribo a Honduras: “No hay nada que celebrar” igualmente podemos señalar que el año escogido por los organismos internacionales, parece ser una autogratificación para “blanquear” sus conciencias.
 
Miriam Miranda es integrante de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH)
 
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