Fútbol y fragmentación social

23/07/2011
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El estrepitoso fracaso  de la selección boliviana en  la Copa América,  obliga  a plantear la tormentosa pregunta: ¿Por qué? Porque nunca o casi nunca hacemos un decoroso papel en  una lid futbolística continental.

¿Qué pasa? Porqué resulta tan complicado sino imposible armar una selección que funcione medianamente y   no sea causa de la depresión y autonegación de la niñez, la juventud y la población en general. ¿No tenemos recursos? ¿La población boliviana está  excesivamente subalimentada y por tanto sin la energía necesaria para resistir   miserables 90 minutos en la cancha?

¿A los técnicos les falta luces en cuanto a visión táctico-estratégica, cual ajedrecista que tiene un gran plan para lanzarse a la partida? ¿Somos unos acomplejados del diablo y antes que empiece el partido nos resulta inevitable  pensar en las derrotas anteriores?

Nos rompemos la cabeza pensando en las probables causas del estrepitoso fracaso y si bien puede que la razón de dicho fracaso sea un cóctel de todos los factores mencionados, al parecer Bolivia tiene un problema más de fondo, histórico y estructural que está golpeando no sólo a la selección de fútbol, sino todas las otras posibilidades de desarrollo deportivo, económico y socio cultural del país.

Hace unos días al preparar un reportaje sobre el racismo lancé a  Antonio Aramayo, director de Unir la  pregunta: ¿Qué ganaría la sociedad boliviana si superaría el racismo?

“Si eso ocurriera, el relacionamiento humano comenzaría a tener otras características. Ya no habría el hecho de estar huyendo del otro, sino más bien habría un acercamiento. Ya no habría la posibilidad de decir este es mi enemigo, sino este es mi amigo. Entonces irían cambiando las formas de ver al otro  y eso es  fundamental para aportar a una cultura de paz”. A lo expresado por Aramayo habría que agregar que ver al otro como un amigo es fundamental para producir paz, pero también para producir  resultados que se buscan como cuerpo nacional, como país.

Hoy a pesar de algunos avances contra las prácticas racistas, prevalece  una situación de fractura y división interna poco perceptible pero real. Bolivia es una sociedad profundamente fragmentada en lo social  y cultural.

La sintonía entre los diferentes sectores sociales  es tan baja que  en lugar de primar la complementariedad, el muchacho blancoide  de la zona sud detesta  la  cumbia villera  que hace tocar  el conductor del trufi. De forma parecida la señora comerciante de la Uyustus mira con desdén  los gustos que  tienen algunas señoras  en la zona sud.

De manera similar a las  tuberías  ocultas por las cuales corren los desechos de las alcantarillas, así también circula oculto el racismo. Entre bolivianos  coexistimos, pero es una coexistencia con profundo sabor a tolerancia, de sólo soportarnos entre bolivianos de distintas etnias y clases, pero sin una visión de país sólidamente compartida. Por alguna razón es muy bajo el grado de cohesión social, de integración entre unas y otras culturas, entre unas y otras clases.

La fragmentación subyacente está impidiendo generar la fuerza necesaria para lograr resultados. La desunión y división oculta nos tiene debilitados  y  mientras esto no sea resuelto, es poco probable que Bolivia sea la fuerza colectiva, la sinergia  que    requerimos para alcanzar grandes metas. Urge trabajar mejor la integración y la complementariedad.

 Es necesario llegar al razonamiento de quienes están por naufragar en un barco y ante la disyuntiva de saltar del barco individualmente o tapar los agujeros entre todos, alguien grita: “¿¡Cuidado! La única forma de salvarnos es salvarnos juntos”.

- Grover Cardozo A. es periodista y abogado boliviano. Ex director de la Agencia Boliviana de Información./ABI

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