Reducir el circulante

20/07/2011
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Las noticias dan cuenta que, el presidente del Banco Central de Bolivia, desarrolla una operación a gran escala para quitar cuatro mil millones de bolivianos de la circulación. La forma en que se hace, venta de bonos del Estado con alto interés, no viene al caso. El tema es que, de esa forma, se pretende mantener bajos los precios de los artículos de mercado y, así, reducir los índices de inflación.
 
La banca privada está ofreciendo intereses mayores a los ahorros en moneda nacional, aduciendo que está aumentando la cartera de préstamos. De cualquier modo, es también una forma de sacar dinero del circulante, pues la gente se tienta con la posibilidad de ese interés y deposita sus ahorros. Habría que calcular los montos que se están depositando desde que la moneda nacional zafó del 1% de interés bancario y llegó hasta el 2,5% actual. De todos modos, debe ser una cantidad estimable en la reducción del circulante.
 
Por cierto que, desde la banca, no puede darse otro tipo de medida que no sea financiera. Es un buen planteo, siempre que sea parte de un programa de desarrollo económico que, no sólo haga frente a la inflación en términos monetarios, sino que posibilite un mejoramiento de la situación económica de las familias. La simple reducción del circulante puede llevarnos a un estancamiento económico. Hemos vivido la experiencia más de una vez y, la lenta recuperación de la economía, es un proceso doloroso para la sociedad. La reducción del circulante no es una solución, simplemente es un complemento de otras medidas.
 
Lo extraño es que no se ven esas medidas. No hay, tampoco, anuncios que permitan vislumbrar un plan en el corto plazo. Los proyectos de desarrollo nacional, los pocos que se conocen, caminan a paso lento. Los que se realizan tienen un escaso impacto económico y, algunos de entre ellos, nacen fallidos. Sin pretender culpar a nadie, porque todos asumimos la responsabilidad que nos corresponde, se ponen en marcha proyectos con gran publicidad y con pocos resultados. Ninguno de ellos es parte de un plan general; más bien son el resultado del entusiasmo, más o menos bien intencionado, de alguna autoridad.
 
En la otra cara de la medalla, están las pesadas cargas que sobrelleva el gobierno del presidente Evo Morales. Las costosas subvenciones que se mantienen desde hace dos décadas, son un freno a los niveles de inversión que el Estado puede y necesita emprender en el corto plazo. Los combustibles mantienen precios tan bajos, que resulta imposible impedir el contrabando. Pero, además, la subvención es una carga tan pesada que va siendo insostenible y, más temprano que tarde, el gobierno estará obligado a tomar medidas que la supriman.
 
Elevar los precios no es una buena salida. Ya lo experimentamos en diciembre del año pasado. Pero, hace unos días, el presidente Morales ha insistido en la necesidad de terminar con esa política. ¿Cómo hacerlo? Esto es lo que hay que decidir y debe hacérselo en el corto plazo.
 
El primer planteamiento que resulta de esta exposición, es que falta un plan de desarrollo. Las medidas que se han tomado hasta ahora, desde los bonos otorgados a los sectores más empobrecidos, pasando por los programas de ayuda directa a los municipios y el mantenimiento de subvenciones a los combustibles, fueron necesarias en su momento. Pero se trataba de tener el tiempo suficiente para definir los planes de desarrollo. En realidad, debía concretarse el programa propuesto desde 2002: recuperación del dominio sobre los recursos naturales, soberanía alimentaria, industrialización de nuestras materias primas y fortalecimiento de la unidad regional.
 
Poco a poco se recuperó los bienes del país, aunque falta consolidar ese proceso, mediante leyes que protejan ese dominio. Está pendiente el desafío de desarrollar la agricultura y la ganadería; se requiere una fuerte inversión en planes de dos tipos: programas estatales de extensos cultivos junto a incentivos destinados a los productores nativos de alimentos. Lo mismo debe hacerse con la ganadería: programas estatales e incentivos a los productores.
 
En el tema de darle mayor valor agregado a nuestras exportaciones, estamos sumamente atrasados. La planta separadora de hidrocarburos sigue sufriendo demoras que pueden explicarse bien o mal, pero son demoras que no podemos permitirnos más. La fundición de minerales debe acelerarse, para lo que se requiere promulgar, de una vez por todas, la nueva ley de minería. Por último, hay que crear industrias que sustituyan nuestras principales importaciones de consumo que no son precisamente papel y cartón. En primera línea deben estar cemento y fierro de construcción.
 
El tema final para esta nota, es la unidad regional. No basta la realización constante de reuniones cumbres. Hay que ejecutar obras. Tenemos una de máxima importancia regional, a la que nuestro gobierno se ha comprometido dar impulso: el corredor bioceánico. Es decir, una vía que atraviese Bolivia de este a oeste y viceversa convirtiendo, a nuestro país, en el paso obligado del comercio internacional. Un ferrocarril de trocha ancha y doble vía más las carreteras que se bifurquen en los puntos neurálgicos de Bolivia, son de urgente habilitación. Para esto, somos la mejor opción, pero no la única; debemos apresurarnos.
 
El futuro es de producción, no de reducción del circulante.
 
- Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia.
 
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