La salud es un negocio

06/05/2011
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Nunca como en este siglo, la población teme a la enfermedad. Este miedo no es gratuito, los gobiernos sutilmente “filtran” datos que, manipulados por los medios, permiten a grandes corporaciones –hospitalarias, farmacéuticas y de alimentos– hacerse de enormes sumas de dinero.
 
Dependiendo de la enfermedad de moda, se construyen hospitales, se realizan campañas masivas de vacunación, se promueven premios, se otorgan beneficios –viajes, medicamentos de muestra, recursos para investigación, etc.– sin que la mayoría de la población sospeche siquiera que los pacientes son conejillos de indias y los galenos, en el mejor de los casos, peones de un ajedrez en el cual se avanza si se juega con las reglas y se corre el riesgo de ser “omitido” –desde el boicot hasta los cargos jurídicos– si no se cubren las cuotas de consumo de un macabro mercado de muerte.
 
Hasta las opciones alternativas a la alopatía –homeópatas, naturistas, vegetarianos, etc.– están siendo absorbidos por comerciantes de la salud que no tienen empacho en manipular genes, “vender” órganos, manipular hormonas, aplicar vacunas –los niños de hoy reciben más de 30 productos de este tipo en su primera infancia– recomendar estudios –radiológicos, de ultrasonido, con reactivos peligrosos– realizar procedimientos quirúrgicos muchas veces innecesarios al paciente pero fundamentales a un tema de investigación.
 
¿Se ha preguntado por qué un alto porcentaje de niños en la década de los 50 fueron intervenidos por apendicitis? ¿Qué factores hicieron migrar esa tendencia quirúrgica pediátrica hacia las amígdalas en la década de los 70? ¿A cuantas personas conoce que en esa misma época les extirparon la vesícula? ¿Le han dicho que su dolor de espalda sólo se resuelve con cirugía de columna? Hoy el tema es la obesidad y en México la diabetes como el primer factor de mortalidad. ¿Por qué ningún gobierno de las últimas tres décadas se ocupó de poner orden en los negocios transnacionales de alimentos que nos han llevado a este punto? ¿Qué ata de manos –o les unta las manos– a los sujetos del poder para impedir que se sigan vendiendo productos chatarra ahora disfrazados de “bajos en calorías”? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que el negocio de la venta de insulina, aparatos para medir el nivel de azúcar en sangre, equipos de diálisis, etc., cambie a todo lo que rodea a los diversos factores de cáncer que cada día se presentan en población más joven?
 
Mi espacio es tan breve que sólo les recomiendo investigar sobre el tema y hoy nos concentraremos en las reiteradas campañas mediáticas de las épocas de estiaje. “Aumentan las enfermedades gastrointestinales, por el calor”; “han aumentado las consultas médicas en X porcentaje –el número varía según la entidad y el emisor– por enfermedades diarreicas”; “no se olvide de tener suero de vida por si el niño o adulto mayor presenta signos de deshidratación”; “el problema deriva del agua contaminada, consuma la embotellada”; “no se cumplen las medidas de higiene en establecimientos que venden mariscos”, etc. Si de plano el boomerang de la comunicación amenaza con pegarle a los beneficiados de los negocios de “la salud”, vienen las contracampañas: “Está controlado el brote de cólera”; “se autorizó X presupuesto para evitar la epidemia”; “el sector adquirió tantos millones de dosis de…”
 
Mucho se ha escrito sobre el tema en general; pero con todo y ello las compañías ofrecen apoyo a candidatos –legisladores, gobernadores y hasta presidentes– que pronto reciben las facturas para que las cosas no cambien, so riesgo de “bajar en la aceptación ciudadana, o perder la posibilidad de una reelección: “remember Obama” diría el Tea Party. Pero volvamos a México, un país de más de 112 millones de personas, en donde los sanos no generan ingresos, por lo cual el negocio estriba en mantener un buen porcentaje de “enfermos crónicos” ¿Cuáles son los espacios de más riesgo en materia de enfermedades gastrointestinales? Sin tocar el tema de la pobreza llevada al límite de la demagogia y omitiendo detalles –como el robo de luz, el origen de la carne de sus tacos, etc.– la respuesta es simple: los puestos de comida en la calle. Puestos cuyas carpas –de lona o de lámina– son patrocinadas por empresas de bebidas gaseosas; que se justifican como una salida al problema del desempleo y que, aunque usted, persona sana y consciente del riesgo no consuma en ellos, también le produce consecuencias. ¿Se ha preguntado cuantos agentes patógenos llegan hasta su cuerpo a través del aire, del saludo de una persona infectada, de la rata que migró desde el puesto hasta su cocina familiar o de los barandales del metro? Se dice de los “pobrecitos comerciantes ambulantes” que ganan tan poco que por ello no pagan impuestos ¿Conoce el monto de lo que genera un promedio de 50 pesos diarios de cuotas por “uso de piso” en esa banqueta en la cual la gente no puede caminar o se rompe un hueso después de resbalar por la grasa derramada? Si realmente los gobiernos quisieran disminuir las enfermedades gastrointestinales –predisponentes por cierto de reflujo crónico, ulcera, y diversos tipos de cáncer– lo primero que deberían hacer es cumplir la ley e impedir la venta de alimentos en la vía pública.
 
¡Simple! ¿No cree? Pues nuevamente estamos errados. Los miles de ambulantes –de cosas robadas, ropa usada, piratería y por supuesto comida –en mercados sobre ruedas, puestos semifijos, camionetas que le ofertan quesos o jugos y bicicletas de tacos de canasta– están confabulados con el poder en turno. En la ciudad de México, desde la gestión de Camacho Solís, se han anunciado programas de “reordenación del comercio ambulante”. Esto no significa otras cosa que: entrar en componendas con “el líder”, arreglarse con éste para definir cuotas –de espacio y de dinero– y garantizar votos.
 
Como lo he dicho a propósito de otros asuntos ya endémicos en la relación gobierno pueblo de este país, el asunto es “avícola” ¿Quién tendrá los suficientes tanates para oponerse a los intereses de los que venden bebidas precursoras del cáncer, los que comercian medicamentos para las enfermedades gastrointestinales y los que usan a la gente que a su vez se deja usar con fines aviesos de poder? Ahí lo dejo para que vaya pensando por quien votará en los próximos comicios.
 
 
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