Goni en la cuerda floja
23/09/2003
- Opinión
Tal como le gusta que lo llamen, Goni ha sorteado dificultosamente un
año de mandato presidencial, sin un plan de gobierno, con alianzas que
complican su administración, permanentemente enfrentado a las
organizaciones sociales y con un saldo de más de 70 muertos, en las
recurrentes acciones represivas con las que intenta demostrar el
principio de autoridad.
Las agitadas jornadas iniciadas a mediados de este septiembre, repiten
ese cuadro que, por cierto, muestra al exterior una imagen gravemente
deteriorada de su gestión. Ya el sábado 20 pasado, siete muertos en
las poblaciones de Sorata y Warisata, se sumaron a la larga lista de
víctimas que, como las anteriores, quedarán en la impunidad si la
situación sigue dependiendo de la voluntad del gobernante.
La suma de las rabias
Al iniciarse el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, en agosto de
2002, para la mayoría de la población, el modelo neoliberal implantado
en 1985, había tocado fondo, estaba agotado.
En estos 18 años, los niveles de pobreza alcanzaron al 70% de la
población, con toda la secuela en los índices de salud, educación,
vivienda, etc. Por si esto fuera poco, con todos los recursos
naturales enajenados, con la pequeña capacidad productiva y de
servicios orientados al beneficio de las transnacionales, dependiendo
de la voluntad de Washington para sobrevivir un año más, no hay
ninguna perspectiva posible para el conjunto de la sociedad,
incluyendo a la mayor parte del empresariado.
La población demandaba un cambio radical en las políticas de gobierno.
Pero el presidente y su entorno partidario, se empecinaron en ampliar
las directrices del modelo, resguardando los intereses foráneos,
aunque esto suponía mayores exacciones al ciudadano común y corriente.
Acosado por la demanda de uno y otro sector, Goni intentó conjurar las
presiones con el cómodo pero inefectivo expediente de firmar acuerdos
que no cumpliría. Esta práctica fue muy usada en los gobiernos
anteriores, pero los sectores que antes se resignaban al engaño,
adquirieron conciencia de su capacidad para exigir el cumplimiento de
los compromisos adquiridos por el gobierno.
El gas es nuestro
Las demandas de los sectores sociales, desde hace meses, han
traspuesto los límites de la expectativa sectorial o regional, para
asumir el carácter de reclamaciones nacionales de tipo estructural.
Los temas de los recursos naturales, la tierra, el territorio, las
empresas capitalizadas, los peligros por la incorporación al ALCA, la
reestructuración del Estado, comenzaron a cruzar todas las
movilizaciones.
El gas se constituyó en la primera reclamación, a partir de la toma de
conciencia sobre un recurso cuya adecuada explotación sentaría las
bases de solución a la crisis económica. Pero, desde las posiciones
neoliberales, esa riqueza debe estar en manos de las transnacionales,
debiendo contentarnos con las migajas del negocio.
Cuando la explotación y comercialización del gas se entregó a empresas
extranjeras, Bolivia contaba con un volumen de 5 trillones de pies
cúbicos de existencias probadas de este recurso. Sin embargo, los
estudios geológicos adelantados por la empresa estatal, proyectaban
una riqueza 20 veces superior. Los empresarios recién llegados se
limitaron a confirmar esos estudios, perforando los pozos sin ningún
riesgo.
La venta de gas al Brasil, que supone un negocio superior a 1.200
millones de dólares, sólo deja al país alrededor de 90 millones de
dólares.
Un negocio de mayores proporciones que tendría por meta vender gas a
California, paradójicamente sólo daría un beneficio similar al país.
Es decir, lo suficiente para seguir muriéndose de hambre.
Las organizaciones sociales han centrado sus demandas en cambiar
reglas de juego tan nocivas al país.
La desesperación del gobierno
Una movilización que alcanza a los sectores mayoritarios de la
población y que está creciendo, pone en situación desesperada al
gobierno. Apresuradamente reúne a sus aliados, comprometiéndolos a
avalar la política represiva, monta un aparatoso espectáculo para la
firma de un convenio de crédito de Washington y busca, en militares y
policías, apoyo para sostener la represión, aún a costa de asumir
condiciones que, en el corto plazo, pueden serle muy costosas.
La noche del martes 23, cuando terminaba esta nota, fuerzas militares
de élite se concentraban alrededor de Achacachi, importante ciudad de
población indígena, que protagoniza activas movilizaciones y bloqueos
en los alrededores del lago Titicaca. El propósito es dar una lección,
en el vano intento de desanimar a otros sectores. Pero la acción
represiva del sábado, que tuvo el mismo objetivo, sólo impulsó hacia
delante la movilización en el eje troncal del país.
Sánchez de Lozada tendrá que cambiar su estrategia si quiere seguir
gobernando.
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