Tres palabras que le faltan a nuestra revolución

08/04/2011
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Esas tres palabras son: articulación, emulación, formación.
 
Articulación es la “unión de distintos elementos que forman un conjunto ordenado”. Es lo que le falta a la administración pública y es la terrible distancia entre la línea de la dirección política y su efectiva ejecución.
 
La descoordinación e ineficiencia en el aparato burocrático atenta diariamente contra el éxito de la Revolución. El Presidente lanza un llamado a corregir prácticas negativas, o da una orden de resolver un asunto importante, pero el engranaje encargado de llevar a término la operación no se activa.
 
Entonces deviene la frustración popular. El cerebro ordena mover la mano izquierda, pero el hombro, el codo y la muñeca no hacen su parte. Inercia.
 
Existe incongruencia entre ministerios, y dentro de un mismo ministerio, diversas direcciones se entorpecen. No actuamos como “un conjunto ordenado”.
 
El ejemplo de la vivienda y las obras de infraestructura es patético.
 
Emulación, en el sentido socialista, es el modelaje social en base al máximo esfuerzo altruista. La administración pública y la “maquinaria” electorera, hacen lo contrario, premian el oportunismo y el arribismo. Primero asciende un aparecido con vínculos familiares o compadrazgos que un revolucionario cabal.
 
La ausencia de emulación produce desgano en el servidor público y el militante, que ven al oportunista subir por el ascensor mientras ellos remontan la empinada cuesta a pie.
 
Todavía los propulsores del PSUV que cumplieron la dura tarea de organizar la fundación del partido, están esperando una palmadita en el hombro o el más mínimo agradecimiento. Nada que ver, de eso no se acuerda nadie.
 
Igual pasa en la administración pública. Los chavistas de corazón que hacen trabajo voluntario, que cumplen las tareas políticas, que van a todos los actos, que son los que salen a la calle a la hora de defender al Presidente, esos no llegan a cargos de dirección. Santa tecnocracia mediocre y acomodaticia.
 
Formación es cultivarse en los saberes y valores de lo que se quiere ser. Formarse como revolucionario amerita de grandes esfuerzos en el estudio, la ética y la práctica.
 
Insistimos en afirmar que la escasa formación político-ideológica es una de las patas cojas más peligrosas del proceso revolucionario venezolano. Sin ella, la confusión de principios, la preeminencia de la cultura heredada, y la fraseología hueca, engendran “cuadros” de papel y pies de barro.
 
Mientras no contemos con una política integral sobre formación político-ideológica, el darwinismo político seguirá dándole vida a los más pícaros y pragmáticos, contra los de buena fe, los modestos, los más humildes.
 
La falta de formación se agrava con la falta de una adecuada emulación, incidiendo directamente en la escasa articulación del aparato del Estado y de la organización política. Círculo vicioso.
 
Es hora de reimpulsar nuestra Revolución por un camino de mayores logros, pero hay que revisar con urgencia estas carencias fundamentales y rectificar a tiempo los desviados atajos que conducen al abismo.
 
 Yldefonso Finol es Constituyente de 1999 y Presidente de la Comisión Nacional de Refugiados
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