Razones para regionalizar el Conflicto Colombiano
Putumayo y Oriente ecuatoriano, objetivos geoestratégicos de EE.UU.
03/09/2003
- Opinión
"No tenemos más remedio que irnos a Nariño a seguir sembrando coca o
amapola para poder sobrevivir", confiesa Gerardo, mientras acomoda
sus bártulos para trasladarse con su esposa, Aurora, y sus dos
hijos, a otra región que les permita obtener el sustento diario.
Gerardo y su familia trabajaron como raspachines de cultivos
sicotrópicos durante los últimos cinco años en el departamento del
Putumayo, pero para su infortunio, el Plan Colombia con sus
fumigaciones ha desplazado a los campesinos que se dedicaban a esta
labor hacia vastas regiones rurales y selváticas del departamento de
Nariño, donde aún es posible sembrar coca y amapola.
Lo anterior no quiere decir que en el Putumayo y su zona de
influencia que comprende prácticamente toda la frontera sur oriente
con el Ecuador, los efectos del Plan Colombia hayan logrado
erradicar por completo los cultivos ilícitos como quiere hacer creer
el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Según el Sistema de Monitoreo de
Cultivos Ilícitos, en 21 de los 67 municipios fronterizos todavía
quedan 23.600 hectáreas de coca cultivadas y los grupos guerrilleros
y de paramilitares continúan ejerciendo un notable control en el
Bajo Putumayo, habida cuenta que ésta es, además, un área geográfica
estratégica para narcotraficar.
Las familias campesinas como la de Gerardo dicen "no comer cuento" a
los ofrecimientos del gobierno de Uribe en el sentido de poner en
marcha un supuesto programa de gurdabosques como alternativa a la
sustitución de los cultivos tanto de amapola como de hoja de coca.
"Todas las ayudas que nos ha ofrecido el gobierno y los pactos
sociales que hemos firmado han sido un completo fracaso. ¿Usted cree
que ahora nos van a convencer de las bondades de este plan para
familias guardabosques? Ese es puro embuste de los señores que
vienen de Bogotá. Nosotros no volvemos a comer cuento y no se olvide
que al perro no lo capan dos veces", dice un incrédulo Gerardo que
rechaza de plano las ofertas oficiales que, por lo que dicen incluso
los dirigentes políticos del Putumayo, no son más que un nuevo
embuste del gobierno colombiano.
Otra mentira más
Para el diputado del Putumayo, Edir Jair Sánchez, los proyectos que
se han tratado de poner en marcha desde el gobierno de Ernesto
Samper (1994-98) han resultado un total fracaso "porque no son
sustentables. A los pocos meses de iniciados se acaban y el
campesino queda en el aire. El Plante fue un fracaso; los pactos
sociales suscritos en el gobierno de Pastrana quedaron abandonados
por el propio Estado. ¿Dónde están los resultados de esas
inversiones?".
Dada esa experiencia, Gerardo y su familia descartan la posibilidad
de sembrar plátano, yuca o dedicarse a otras actividades pecuarias
porque no les es rentable. En cambio, en su actividad de raspachines
tiene la posibilidad de ganarse un millón de pesos mensuales en
promedio.
Frente a esta realidad, el gobierno de Uribe a través del Plan
Colombia que dirige una tecnócrata de escritorio llamada Sandra
Suárez, viene pregonado sobre las bondades de un demagógico programa
de familias guardabosques, que al decir tanto del diputado Sánchez
como del representante a la Cámara, José Maya, no pasará de ser una
falacia más dentro de la supuesta política de sustitución de
cultivos.
¿Y en qué consiste dicho programa, que según el presidente Uribe va
a cambiar la situación social del Putumayo?
Según lo que ha esbozado la directora del Plan Colombia, el Programa
de Familias Guardaboques va a cobijar durante el cuatrienio de Uribe
Vélez, a 50 mil familias campesinas en todo el territorio
colombiano. Cada familia que ingrese a tan "magnífico" proyecto
recibirá la suma de cinco millones de pesos por año con el objeto de
que se dedique a actividades agropecuarias y, de paso, a sembrar
árboles.
Pero, el diputado Sánchez y el representante Maya señalaron que en
solo el departamento del Putumayo hay 37 mil familias que viven de
los cultivos ilícitos y según doña Sandra Suárez, para esta sección
del país únicamente están presupuestados tres mil cupos para
familias que deseen incorporarse a dicho programa.
Y entonces, se preguntan los dirigentes políticos, ¿qué va a pasar
con las 34 mil familias restantes que quedarán por fuera del plan?
Ante los mínimos recursos que ofrece el Estado, la dirigencia del
Putumayo encabezada por su gobernador Iván Guerrero se ha visto
obligada a desplazarse hasta Bogotá con el propósito de solicitarle
a la directora del Plan Colombia que, por lo menos, incremente ese
cupo a 1.200 familias más, pero la señora Suárez les ha manifestado
que no hay más presupuesto.
El gobernador Guerrero se lamentó señalando que la verdad "es que no
hay política de Estado en desarrollo alternativo, ni continuidad en
programas de un gobierno a otro".
Y es que como dicen los dirigentes de este departamento, tal
programa no pasa de ser "otra mentira más".
Recibir la plata, pero seguir con la coca
Como la gente sabe de antemano de que este es otro engaño del
gobierno colombiano, un colono paisa consciente de las necesidades
sociales del Putumayo dijo estar dispuesto a tratar de obtener un
cupo para ser "guardabosque" y recibir los cinco millones de pesos
anuales que ofrece el gobierno, pero subrepticiamente, continuar con
el cultivo de la hoja de coca.
La explicación que da este colono es muy sencilla: "el gobierno
considera que nos da cinco millones de pesos anuales y nos soluciona
el problema, cuando un simple raspachín obtiene mensualmente un
millón de pesos. No hay ninguna compensación con esta política".
Si bien es cierto que con las fumigaciones que se han incrementado
en el último año la superficie de hectáreas sembradas de coca o
amapola ha disminuido, es imposible acabar con estos cultivos, como
lo quiere hacer creer el gobierno. La economía del Putumayo y de las
poblaciones ecuatorianas fronterizas está permeada no solo por el
narcotráfico sino también por el mercado negro de armas, municiones,
explosivos y pertrechos para la guerrilla y los grupos paramilitares
que ejercen poderío en esa zona.
Esta región colombo-ecuatoriana vive, fundamentalmente, de una
economía informal y pese a los rigores que ha tenido sobre la
población el Plan Colombia, la situación social en vez de mejorar ha
empeorado.
Síndrome del miedo
La realidad del Putumayo y de las poblaciones ecuatorianas aledañas
sigue siendo de alto riesgo, según lo manifiestan sus pobladores. En
La Dorada que es la cabecera municipal de San Miguel operan los
paramilitares y en su sector rural las FARC.
Aunque el ministro del Interior de Colombia, Fernando Londoño Hoyos
recientemente indicó, no se sabe si en forma ingenua o por su
prurito de decirle mentiras a los colombianos que "la patria otra
vez es nuestra", para significar que el Estado a través de sus
Fuerzas Militares habían recobrado ya el dominio y el mando sobre
todo el territorio, lo cierto es que en regiones como el Putumayo,
el control de la zona cada día es más grande por parte de los
actores del conflicto. Hasta el punto que parece que hay un pacto
tácito entre guerrilla y paramilitares en el sentido de respetarse
su respectiva zona de influencia y de esa manera consolidar su poder
entre la población.
Esto ha conllevado a que en esta región se haya generado una cultura
del silencio y del síndrome del miedo pues lo que predomina ahí es
la ley del más fuerte en una comunidad que diariamente debe convivir
con narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares.
Gracias a estos actores del conflicto colombiano, la economía del
Bajo Putumayo se alimenta del contrabando de armas y de municiones
que provienen de Ecuador, así como de este país se suministra
pipetas de gas a poblaciones como Orito, La Dorada-San Miguel,
Puerto Asís y cabeceras municipales del Valle del Guamuez.
Objetivo gringo
Pero más allá de la realidad socio-económica de esta importante
región, en el fondo lo que está en juego es el interés del gobierno
de Estados Unidos por controlar esta zona que, para Washington, es
de suma importancia por su ubicación geoestratégica.
No hay que olvidar que el Putumayo y el oriente ecuatoriano son la
puerta de entrada a la Amazonía que constituye una de las
principales fuentes de agua dulce, oxigeno, petróleo y un gran banco
de biodiversidad en el mundo. Y, al mismo tiempo, es la salida que
tiene Sudamérica hacia el Atlántico.
Por eso en concepto del estratega militar René Vargas Pazzos, ex
comandante del Ejército ecuatoriano, no es gratuito que el Plan
Colombia tenga su epicentro en el Putumayo y su zona de influencia.
"Estados Unidos ha puesto en práctica esa política de militarización
para controlar los escenarios de conflicto y de esta manera, en el
corto y mediano plazo lograr el dominio de la Amazonía, porque lo
que verdaderamente está en juego en esta región es la biodiversidad
y el agua dulce va a ser un elemento crítico en las próximas décadas
y en Latinoamérica existe más del 40 por ciento del agua pura, no
contaminada".
Regionalizar el conflicto
Esa es la razón por la que los Estados Unidos quiera regionalizar el
conflicto colombiano y en ese sentido el presidente Uribe Vélez
sigue a pie juntillas las instrucciones de la Casa Blanca y del
Departamento de Estado.
Si se analizan los términos de los discursos que pronunció Uribe
Vélez durante su visita oficial a Quito el pasado 22 de agosto, se
podrá observar que lo que busca es comprometer al gobierno del
coronel Lucio Gutiérrez con el Plan Colombia y de esta manera,
involucrar al Ecuador en el conflicto colombiano, obedeciendo de
esta manera las instrucciones que viene dando Washington al gobierno
de Bogotá.
La visita de Uribe coincidió con las presiones que ejerce el
gobierno de Estados Unidos para que Ecuador tenga un rol más activo
en la lucha contra la guerrilla colombiana que mantiene algunas
bases de apoyo en la región amazónica ecuatoriana. El secretario de
Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, dijo que "los grupos
irregulares colombianos son una amenaza para toda la región y como
tal deben ser enfrentados por todos los países del área", durante
una visita cumplida el pasado 19 de agosto a Bogotá en la que
reiteró su apoyo a la política de "seguridad democrática" de Uribe
Vélez.
Las reacciones en Ecuador a semejante pretensión no se hicieron
esperar. Primero fue la influyente Confederación de Nacionalidades
Indígenas (CONAIE) que declaró persona no grata a Uribe Vélez, y
luego, todos los movimientos sociales y de defensa de los derechos
humanos que repudiaron mediante un comunicado su presencia en la
capital ecuatoriana.
El Sharon de Sudamérica
El manifiesto que suscribieron las organizaciones sociales
ecuatorianas difundido internacionalmente es muy diciente al asumir
una posición enérgica frente a la política de la administración
Uribe Vélez de buscar a todo trance involucrar al Ecuador en un
conflicto que no es el suyo.
Algunos apartes de dicho manifiesto señalan lo siguiente:
Álvaro Uribe Vélez no es bienvenido de ninguna manera al Ecuador,
porque se ha negado sistemáticamente a reconocer los irreversibles
daños ambientales, sociales y humanos provocados por las
fumigaciones en el territorio ecuatoriano; porque se ha negado a
admitir las consecuencias inhumanas que ha provocado su política de
"mano dura" en materia de refugio, desplazamiento y violaciones a
los derechos humanos, porque fiel a la tradición de la elite
santanderista, ha sido el único gobierno de Sudamérica que apoyó la
invasión militar a Irak, que pidió a los EE.UU. que luego de esa
ocupación siguiera sobre Colombia, que ha intentado -sin mucho
éxito- que Europa apoye la opción militarista, que ha pedido "cascos
azules" y fuerzas multinacionales para su país, y que hoy intenta
inmiscuir al Ecuador en sus ciegos planes de guerra a través del
llamado "Plan Colombia 2", así como a todos los países de América
Latina a través de la resurrección del muerto y enterrado Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que permita cumplir
un íntimo sueño a la elite colombiana: la intervención de auxilio
militar continental en los suelos y cielos de Colombia.
Si el Plan Colombia siempre fue rechazado por nuestro país, como lo
ha sido la base militar de EE.UU. en Manta, si repudiamos la
Iniciativa Regional Andina, ahora rechazamos la llamada "Estrategia
Antiterrorista" de los presidentes Uribe y Bush para el continente.
Si Álvaro Uribe Vélez intenta involucrar al Ecuador y los demás
países del área en su guerra total, todo obedece a que su política
de "mano dura" a un año de iniciada, tiene resultados magros y
porque estratégicamente sus planes belicistas están condenados a la
derrota. Uribe, que negocia la impunidad total de los crímenes de
lesa humanidad al transar "la paz" con las AUC y los paramilitares
que ayudó a conformar en el Urabá, ahora intenta que el inevitable
fracaso de su soberbia política contrainsurgente, sea compartido con
los gobiernos andinos a través de inmiscuirlos en su sangrienta
estrategia, como Bush desea compartir los fracasos de su ocupación y
las diarias bajas de sus soldados en Irak, con la participación de
la ONU y Europa.
Uribe es a Sudamérica lo que Ariel Sharon es al Medio Oriente. La
belicista elite colombiana es a la región andina lo que Israel es a
sus países vecinos: provoca conflictos prácticamente en todas sus
fronteras; azuza operaciones diplomáticas y de guerra psicológica
contra la Venezuela de Hugo Chávez sólo porque éste con dignidad le
dice "no" a sus iniciativas de intervención militar vía ONU.
El Ariel Sharon de los Andes requiere en el Ecuador de un socio
menor, pero socio al fin y al cabo. Y ese socio que busca con afán
es el Sr. Lucio Gutiérrez y la retardataria elite política con la
cual pactara su continuidad y permanencia en el cargo, una vez que
el proceso de derechización del régimen es un hecho inocultable.
Todos los analistas patriotas y meritorios oficiales retirados que
han sido entrevistados en el país, coinciden en afirmar que
participar militarmente en la guerra colombiana haría que el
conflicto histórico mantenido con el Perú sea "un juego de niños"
comparado con el involucramiento nacional en la guerra interna de
Colombia, participación militar que -lo advertimos- no requiere ser
directa, ni con tropas que lleguen hasta el Putumayo o Bogotá, sino
que puede ser al estilo Camboya u Honduras, es decir sirviendo de
"yunque" al "martillo" que los señores Rumsfeld y Uribe preparan
para la región andino-amazónica.
Si el Sr. Gutiérrez está dispuesto a servir de "mejor aliado" en la
zona andina para estos planes, se equivoca: nos opondremos a él y a
Uribe Vélez de manera frontal. Porque amamos al pueblo colombiano y
a su gente de paz, repudiamos a Uribe Vélez y su estrategia de
guerra regional. Exigimos al Gobierno de Colombia que no arrastre al
Ecuador, a su propio pueblo y a la región andina, al abismo de una
aventura bélica y ambiental de consecuencias funestas para todos
nuestros pueblos.
Los efectos del Plan Colombia
Además de la emergencia humanitaria que ha generado el Plan Colombia
mediante sus tóxicas fumigaciones que han causado múltiples estragos
tanto a la salud de los habitantes de la región como a los cultivos
lícitos de centenares de familias campesinas, también ha perjudicado
a comunidades indígenas como las de Awa, Siona, Cofán, Kamzá y
Quechua.
En el caso concreto de los indígenas de la comunidad Cofán, éstos se
han visto obligados a irse selva adentro para no verse afectados por
las fumigaciones y los rigores de la civilización.
Primero, los gobiernos tanto de Colombia como Ecuador construyeron
en su reserva ecológica el puente binacional sobre el río San
Miguel, desconociendo sus derechos, lo que originó una serie de
demandas que terminaron por crear cuatros resguardos indígenas, los
cuales esperan aún que los gobiernos de ambos países cumplan sus
compromisos de resarcirles los perjuicios.
Luego, los cofanes han debido afrontar una lucha por la defensa de
su ecosistema por la explotación y exploración de las petroleras
gringas en su territorio.
Después de las petroleras vinieron los colonos devastando la selva y
ahora son víctimas del Plan Colombia.
Y para completar el panorama, varios ciudadanos norteamericanos ya
hacen presencia en esta región selvática so pretexto de explotar el
paisaje y el ecoturismo en esta paradisiaco sitio de la amazonía.
La suerte de estas comunidades indígenas como la Cofán poco o nada
interesa a los gobiernos de Uribe Vélez y de Lucio Gutiérrez. Lo
importante y lo prioritario en este momento para ellos es poner en
ejecución la Iniciativa Regional Andina, versión ampliada del Plan
Colombia, para lo cual Estados Unidos donó 18 helicópteros, 149
vehículos militares y el gobierno ecuatoriano se comprometió con
Washington y con Bogotá a ubicar diez mil efectivos de su ejército
para "blindar" la frontera, y de esta manera, comenzar a
involucrarse activamente en el conflicto colombiano, como es el
deseo del Pentágono y del presidente Uribe Vélez.
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