Con Isaac Alfie, más de lo mismo

Uruguay, a 14 meses de las elecciones

28/08/2003
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
El país ha ingresado en otra etapa. A 14 meses de las elecciones nacionales que tienen como característica el favoritismo, avalado por las empresas encuestadoras, del Encuentro Progresista -Frente Amplio, se advierte un desesperado intento de los llamados partidos tradicionales, se cambiar esta pisada adversa recurriendo, en primera instancia, al deterioro de la imagen del candidato, Tabaré Vázquez y del ejemplo de gobierno progresista que es el verificado, por tres períodos, en la ciudad de Montevideo. Sin embargo, más allá de los refinamientos estratégicos de algunos, o de las agresiones, características de otros, no alcanzan para tapar lo que es innegable: el fracaso en toda la línea de la política económica que, para colmo, ha quedado en manos del economista de "manual", Isaac Alfie, que seguirá aplicando con dureza lo "aconsejado" por el Fondo Monetario Internacional, sin importarle - por ejemplo - que la población por debajo de la línea de la pobreza en Montevideo ya supere las 400 mil personas. Uno de los primeros ejemplos de esta lamentable visión es la anunciada política tarifaria, que más allá del contrasentido que significa como mecanismo de recaudación en el actual marco de los ingresos, servirá para ahondar la problemática de las familias y, de alguna manera, agrandar el número de quienes siguen engrosando el sector marginado de la población uruguaya. Uno de los elementos que se destacaban del doctor Alejandro Atchugarry era la capacidad de diálogo que ostentaba, característica que lo diferenció de manera notable con su antecesor Alberto Bensión, un economista ortodoxo, enclavado en una visión anterior de la economía, cuya gestión se recordará como una de las peores de la historia moderna del país. No en vano Atchugarry es un político avezado, con sobresalientes características para el convencimiento. Sin embargo como ministro fue tan duro y carente de imaginación como su antecesor, pese a que su visión en ocasiones pareció matices más modernos y menos drásticos. Pero los dos se basaron en parecidos esquemas de economía ortodoxa, la que llevó al país a la actual situación. Es una lástima a las virtudes dialoguistas de Atchugarry se le adjuntara otra característica. Era un hombre amable, sin duda, maestro en utilizar su principal mecanismo de comunicación. Pero, junto a ello, también demostró una incapacidad muy notoria: la de escuchar y detectar el clamor de la sociedad que, incluso se está expresando en los carriles políticos, que reclamaba equilibrios distintos. Tanto Bensión como Atchugarry, privilegiaron al sistema financiero, tal como es la visión de los economistas del FMI y Banco Mundial, dejando de lado a los demás sectores, en especial a los asalariados, que debieron pagar los platos rotos de la caducidad del modelo. La gestión de Atchugarry no fue muy distinta a la de Bensión y culminó con un desatino que se recordará como un hito en la historia económica del país. ¿De qué hablamos? Atchugarry fue el primer ministro de Economía que colocó su firma en una Rendición de Cuentas incompleta, en la que ni siquiera figuran los millones de dólares que el gobierno, en base a las llamadas órdenes verbales de Bensión (que luego fueron respaldadas por varios decretos del presidente Batlle), transfirió a la banca en un intento de salvataje, que finalmente no fructificó. Cientos o miles de millones de dólares que nunca se recuperarán y que tenían como destino primigenio establecidas erogaciones presupuestales, que quedaron sin financiación. Fue un dinero que mayoritariamente "honró" a los propietarios de capitales "golondrina", a quienes habían depositado en Uruguay capitales mal habidos especialmente venidos de la Argentina, pero que no alcanzó para cubrir los depósitos de miles de ahorristas que todavía no han podido recuperar su dinero. Para Atchugarry no fue importante que en esta Rendición de Cuentas, la última del gobierno previa a la elección de octubre de 2004, se aclararan plenamente esas millonarias erogaciones que determinaron infinidad de perjuicios a la economía del país, entre ellos el gravísimo default interno que aún en gran medida persiste. En el período en que Atchugarry estuvo al frente de esa cartera, se establecieron incluso mecanismos para que las deudas del Estado con sus proveedores se comenzaran a licuar por intermedio de una inflación que debió ser azuzada con sistemáticos incrementos en las tarifas públicas, acción no muy bien razonada pues en un país "sobreajustado" como es el nuestro, ese mecanismo no sólo acentúa la recesión sino que, por supuesto, perjudicó a las empresas públicas que vieron cómo se reducía su recaudación y caía la comercialización de sus insumos. Además todo ello en base a cifras erradas: primero se había establecido que durante el 2003 la inflación llegaría al entorno del 27%, cifra que luego se revisó, indicándose que el flagelo rondaría el 17%. Ahora se habla de un entorno del 14 %, pese a que al sacar el gobierno nuevo dinero de circulación, vía el nuevo incremento de las tarifas, el proceso inflacionario se aplastará aún más. Ejemplo de una errada política de licuación, destinada a perjudicar a los proveedores del Estado, política que perjudica claramente al sector privado y que, insólitamente está explicitada en la carta de intención firmada con el FMI. El resultado del dislate hará que los uruguayos vivamos nuevos problemas para poder utilizar la energía eléctrica, los combustibles que produce Ancap, hablar por teléfono o consumir el agua de OSE. En más de una oportunidad desde esta página hemos afirmado que los ajustes realizados por este gobierno, bajo los dos ministros de economía anteriores (Bensión y Atchugarry), deterioraron la economía en niveles dramáticos. Claro, si se quita de la circulación, de los bolsillos de la gente, una cantidad de dinero mayor a la que necesita la economía para funcionar, es imposible evitar los males sociales que esa política trae aparejados. Desocupación, marginación, miseria y destrucción de riqueza, que se mide, entre otras cosas, por el cierre sistemático de empresas de todo tipo. Es la política del "sobreajuste" de la cual el ministro Atchugarry también fue partícipe, que se sumó a todos los demás clisés de un modelo económico que fue impulsado con pasión, sin tomar en cuenta lo que estaba ocurriendo en la región, donde el "monitor" de la clase, el más aplicado alumno del modelo neoliberal, la Argentina, vivía una crisis terminal que desembocó en convulsiones gigantescas y que, como dramático corolario, determinó que más del 50 por ciento de la población del país vecino se encuentre por debajo de la línea de la pobreza. El saldo positivo que se le puede contabilizar a Atchugarry como ministro de Economía es prácticamente nulo. Señalar un cambio en el estilo adusto y cerrado de su antecesor, no es mucho. Más bien es nada. Ahora que ingresamos en otra etapa, la "técnica" como ha dicho el presidente de la República, ya veremos qué nos espera con Isaac Alfie. Sin embargo, a sus antecedentes de militante neoliberal e impulsor de todas las medidas que ha destruido buena parte de la economía del país, vemos por sus anuncios una total falta de reflejos positivos. Quiere, sin intentar una política de reactivación, seguir castigando a la gente en la ilusión de que ello redundará en una mayor recaudación para resolver los problemas del Estado. Peregrina ilusión de un tecnócrata neoliberal, incapaz de asumir el error de la gestión de un equipo económico que determinó, más allá de otras lindezas, la mayor destrucción de riqueza de la historia del país. La que, también a nivel de la región, es un record negativo imbatible. * Carlos Santiago. Secretario de redacción de Bitácora. Uruguay
https://www.alainet.org/es/active/4446
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS