Microcréditos para salvar Haití

26/11/2010
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Como respuesta a las secuelas aún presentes del terremoto en Haití, una ola de microcréditos ha azotado la isla. Desde bancos hasta oenegés se han volcado para ofrecer préstamos a los habitantes. Pero lo que puede parecer un acto altruista para ayudar a salvar familias o pequeños negocios puede ser sólo una fachada para beneficiarse a costa de una población empobrecida.
 
Antes del terremoto, el 60% de los habitantes vivía con menos de dos dólares al día. Este año se espera que la economía se contraiga 9%. Meses después de la catástrofe, más de un millón de haitianos viven refugiados en campamentos y miles han perdido sus negocios. El consumo está estancado, hay un gran movimiento migratorio y un brote de cólera. La gran oferta de microcréditos parece ser un buen sistema para hacer frente al empobrecimiento de miles de familias y evitar la quiebra de pequeños negocios.
 
El microfinanciamiento iniciado por Muhammad Yunus, ganador del Premio Nobel de la Paz, ya se ha utilizado para mejorar la economía de poblaciones empobrecidas y zonas de desastres. Mediante un sistema de préstamos pequeños se busca impulsar pequeños negocios y emprendedores. Este capital está previsto para la inversión a largo plazo. Los intereses son altos para amortiguar los riesgos. Funcionan porque las comunidades y familias se apoyan para cumplir los pagos. Al final la inversión en material y recursos resulta beneficiosa para los emprendedores y prestamistas.
 
Este tipo de ayudas no son algo nuevo en Haití. Pero la cantidad ofertada ha aumentado y los objetos de inversión han cambiado, ya no se trata de materia para la producción sino también para la reconstrucción de hogares y compra de alimentos. Las entidades y las organizaciones, poco o nada transparentes, operan en un país donde no existen reglas para su funcionamiento. La población queda desprotegida frente a múltiples situaciones de riesgo.
 
No existe una delimitación ni regulación de los intereses de estos préstamos. Varían a nivel mundial y son motivo de preocupación sobre todo en Estados como Nigeria y México. Estos países se caracterizan por el alto número de demandas de préstamos, y la escasez de entidades que puedan otorgarlos. En México, el promedio de cuotas e intereses ronda el 70% en comparación con el 37% de la media mundial. Según Emmanuelle Javoy, directora de Planet Rating, empresa que evalúa a microprestadores, las instituciones cobran estas excesivas tarifas porque pueden.
 
La lucha por la supervivencia de un país empobrecido con una tasa de desempleo del 70% es un escenario de alta demanda de micropréstamos.
 
La vulnerabilidad de la población causada por la corrupción y constantes intervenciones extranjeras quedó expuesta, de la misma manera que los ciudadanos ante las nuevas intervenciones de muchas instituciones.
 
En caso de quiebra de alguna entidad no existe mecanismo que dé garantías a los clientes. Tampoco se asegura que los préstamos sean utilizados para que se conviertan en vehículo de manutención de la familia, la comunidad o la empresa, y simultáneamente sirvan para solventar la propia deuda. Si el microcrédito se utiliza para medios inmediatos, el resultado suele ser un endeudamiento constante que a raíz de los altos intereses es difícil de superar. Así, más de uno podría perder su casa por las deudas contraídas por varios microcréditos emitidos por múltiples entidades.
 
En el país donde primero se abolió la esclavitud, los habitantes pueden terminar siendo esclavos del crédito. Ya comienzan los casos de trabajadores de fábricas que acaban por deber a sus empleadores como en los tiempos de las tiendas de raya. Yunus explica que el “microcrédito debe ser visto como una oportunidad para ayudar a que la gente salga de la pobreza en una forma empresarial, pero no como una oportunidad para hacer dinero a coste de la gente pobre.” Es responsabilidad de la comunidad internacional velar por la seguridad de los demás seres humanos y, por esta vez, no cerrar los ojos.
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Regina de la Portilla Guevara
Periodista
 

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias  (CCS), España.

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