La colonización del cyberespacio
- Opinión
Con la llegada de la "era de la comunicación", el peso específico de las naciones, además del nivel de desarrollo y poder económico, ahora se mide en "información". Y con ello, obviamente, se han incrementado los desequilibrios y la brecha existente entre Norte y Sur. En este nuevo escenario, los países "pobres en información", que se corresponde con los de menor desarrollo, quedan en desventaja cuando no cuentan con el acceso oportuno a la información necesaria para su desarrollo y para gravitar en los centros de decisión mundiales.
Las nuevas tecnologías de comunicación, y de manera particular las redes electrónicas, abren posibilidades a los países del Sur para ir superando parcialmente esta desventaja, debido a su capacidad casi ilimitada de almacenar y transportar información, sin consideración de distancias ni fronteras. Toda vez, ello será factible siempre y cuando exista la decisión política de orientar los recursos hacia un desarrollo apropiado y soberano de la tecnología y de las fuentes de información nacionales.
El advenimiento de estas tecnologías también ha despertado gran entusiasmo en diversos sectores, por el potencial que ofrecen de acceso universal de la ciudadanía a la información y al conocimiento, y porque permiten entablar diálogos mundiales, lo cual podría contribuir a afianzar los intercambios entre culturas, y por ende, a fortalecer la paz planetaria. O sea, se trataría de una tecnología con posibilidades democratizadoras de la comunicación. Sin desconocer que este potencial existe, la realidad nos obliga a ser más cautos. En efecto, todo indica que la orientación del desarrollo actual de las redes electrónicas, expresado en la explosión del Internet, está siguiendo un rumbo distinto ante la arremetida de los grandes conglomerados de la comunicación. Un claro indicio en este sentido es el reciente acuerdo sobre las telecomunicaciones suscrito en febrero pasado en la Organización Mundial del Comercio (OMC). La disputa se anuncia feroz y el Internet una de las presas más apetecidas, en tanto escenario del futuro desarrollo de un mercado a escala planetaria.
Alianzas estratégicas
Todo parece indicar que en el próximo siglo la comunicación y la información se convertirán en la industria más grande del mundo; y desde ahora, se vislumbra que uno de sus puntales será el cyberespacio. Desde la segunda mitad de la década del '80, las redes electrónicas pasaron por una fase experimental que tuvo una activa participación de instancias ciudadanas (académicas, sociales, ONGs, etc.), que desarrollaron iniciativas innovadoras: espacios interactivos, intercambios, códigos, reglas de ética, etc., incluyendo experiencias de desarrollo e implementación tecnológica, para las necesidades de la sociedad civil.
Debido a esta particular implantación, además de las características propias de esta tecnología, las redes electrónicas se han desarrollado hasta ahora como un sistema abierto de comunicación. Pero esto bien puede variar y convertirse en un medio de difusión centralmente controlado, como ha sucedido anteriormente con otros sistemas de comunicación. Ello significaría convertir al Internet en un nuevo mercado de diversión, orientado según las exigencias de la publicidad, lo cual, considerando su peso económico, dejará en la marginalidad -cuando no las excluye del todo- a las iniciativas de carácter ciudadano y democratizadoras.
Para entender hacia dónde va encaminado este desarrollo, es importante tener en cuenta las particularidades de este sistema de comunicación. Recordemos que la base de la informática es la digitalización, o sea, la transformación de cualquier tipo de información en "bits", o señales electrónicas. Esta uniformidad de lenguage permite que sea una tecnología que se sustenta en una lógica de convergencias. Ello se expresa desde el propio plano tecnológico (es producto de la integración de la informática y las telecomunicaciones), pasando por sus formas de implementación (se trata de un canal que permite transmitir distintos tipos de señales, que dan lugar al multimedia), hasta en sus expresiones como el World Wide Web (telaraña mundial), que ofrece una gran facilidad para crear conexiones entre datos, referencias, iniciativas, espacios, etc.
En el plano empresarial, esta lógica de convergencias se expresa en una tendencia a la fusión de los mercados de televisión, TV cable, cine, informática, telefonía y sectores de la prensa. Ante ello, compañías de ramas que hasta ahora eran distintas se encuentran librando una frenética búsqueda de alianzas para enfrentar la competencia desde una posición de ventaja. Un nivel de alianzas apunta a ganar el mercado del nuevo televisor digital: un televisorcomputadora, conectado desde el hogar por teléfono, cable o satélite, por el cual se recibe emisiones televisivas sobre pedido. El enganche comercial son los servicios que ofecerán.
De acuerdo a lo que señala Dan Schiller (Le Monde Diplomatique, marzo 97), las alianzas estratégicas en este plano incluyen, por ejemplo, el acuerdo entre Microsoft y DirecTV (vinculado con la telefónica At&T), para la iniciativa DirecPC, que transmite programas de TV por computadora vía satélite, a sus suscriptores. Philips Magnavoz y Sony, por su parte, han creado el Web TV: un decodificador de imágenes y sonidos. Time Warner y otros gigantes del TV cable y comunicación están negociando asimismo contratos de decodificación. Los servicios de este tipo tenderán a transformar el Internet en un medio esencialmente pasivo, donde la interactividad podría quedar reducida a la selección "en línea" de tal o cual producto.
La disputa de espacios
De un tiempo a esta parte se ha desatado una verdadera campaña de colonización del Internet, que apunta a delimitar espacios y establecer reconocimiento en el World Wide Web. Ello responde al hecho que lo que está actualmente en juego en la lucha en torno a la institucionalización del Internet, es una disputa de espacios. Los ganadores de esta disputa tendrán una influencia determinante en la definición del carácter y los códigos predominantes en el medio. Schiller estima en 2 mil millones de dólares la inversión total de empresas de comunicación para el desarrollo de espacios en el Web. Por sí solo, Microsoft (la mayor compañía de software del mundo, actualmente en competencia con Netscape para ganar el mercado de programas lectores del Web) invierte anualmente 400 millones de dólares para desarrollar sitios en el Web, inversión que no se rentabilizará antes de algunos años.
Paralelamente, asistimos al desarrollo de servicios de mercadeo para orientar a las empresas en afinar sus estrategias publicitarias en este novedoso ambiente. El público más apetecido de las empresas de publicidad son las mujeres, considerando que un 70% de la publicidad tradicional se dirige a ellas. Se estima que las mujeres hoy constituyen un 30% de la población usuaria del Internet, lo que ha significado un rápido crecimiento proporcional en los últimos dos años. Las compañías publicitarias buscan formas innovadoras para incitarlas a conectarse en números más grandes y a usar sus servicios.
Las iniciativas ciudadanas
En este nuevo mundo virtual en configuración, ¿cuáles son las implicaciones para las iniciativas ciudadanas y los proyectos democratizadores? Considerando que el cyberespacio no tiene prácticamente límites físicos, uno podría pensar que allí caben todas las iniciativas. En cierta medida, es verdad. El propio hecho que los grandes intereses económicos quieren vincular al mayor número de potenciales consumidores, podría facilitar el acceso, incluso en el Sur; si bien podemos anticipar que en nuestros países las grandes mayorías permanecerán marginalizadas de este medio. El desarrollo de proyectos de comunicación alternativos y democráticos podría beneficiarse de este acceso. No obstante, a medida que se vayan desarrollando los servicios comerciales, ellos impondrán códigos y lenguages, e irán perfilando el carácter predominante del medio, lo cual estrechará el espacio para cualquier iniciativa de desarrollo distinto del Internet.
Este hecho plantea diversos desafíos a los proyectos democratizadores. Entre otros, cómo afirmar los derechos ciudadanos de acceso a la información y a la expresión en este medio. Cómo controlar los abusos (desde el envío no solicitado de publicidad, hasta la difamación) en un mundo donde no existen fronteras, ni foros internacionales habilitados para reglamentar el uso. Cómo entrar a competir en la disputa de espacios, para deslindar territorios de carácter ciudadano. Lo que es evidente es que las respuestas aisladas a estos desafíos serán inefectivas, lo cual interpela a crear convergencias desde la sociedad civil.
- Sally Burch, periodista, es Directora Ejecutiva de ALAI.
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