La semana económica de Argentina
Retenciones, dólar competitivo y desarrollo
01/09/2010
- Opinión
Las patronales agropecuarias y la oposición conservadora presionan para disminuir los derechos de exportación de los distintos granos, principalmente soja, trigo y maíz, lo que generaría complicaciones en la recaudación tributaria y pone en riesgo un modelo que permite compatibilizar la producción primaria con la manufacturera.
La finalización del plazo de delegación de facultades en materia de fijación de derechos de exportación por parte del Congreso al Ejecutivo argentino supedita al debate parlamentario una de las herramientas más poderosas en términos de distribución del ingreso de la política económica argentina.
Concretamente, los sectores gremiales del campo presionan una vez mas a fin de que se comience un camino legislativo para disminuir sensiblemente las alícuotas de los derechos de exportación (retenciones) de los distintos granos, principalmente soja, trigo y maíz, generando consecuencias y complicaciones no sólo en términos de recaudación tributaria, esto serio lo menor, sino también hacia el interior de la estructura productiva poniendo, en riesgo en el mediano plazo un modelo que ha permitido compatibilizar la producción primaria con la manufacturera en Argentina.
Para poner la discusión en perspectiva, hay que decir que la recaudación en concepto de derechos de exportación representará en todo el 2010 aproximadamente 40.000 millones de pesos significando alrededor del 10 por ciento de la recaudación total estimada, pero que los conceptos que cierran verdaderamente el pastel de ingresos tributarios los encontramos en aportes de la seguridad social que representan el 30 por ciento del total, ganancias con una participación casi del 20 por ciento y el IVA con otro 30 por ciento. Esos últimos tres conceptos, muestran un dinámica muy importante en todos estos años a partir de un modelo que permite el crecimiento armónico de los distintos sectores de la economía y no solo del mas competitivo.
Lo que realmente no se discute en Argentina son las diferencias hacia el interior de la producción y entre los sectores que la componen.
Aunque con apariencia de contemporáneo, el debate sobre las retenciones ó mejor dicho el desdoblamiento de los tipos de cambio en Argentina surge hace muchos años, fue comenzando la década del ´80 cuando por aquel entonces el economista argentino Marcelo Diamand escribió uno de los trabajos académicos de mayor claridad para describir y caracterizar el desequilibrio de la estructura productiva del país.
Argentina, decía Diamand, presenta una “estructura productiva desequilibrada” registrándose diferencias en la productividad de los distintos sectores que componen la producción. La actividad primaria-exportadora, muy superior en términos de competitividad internacional respecto a cualquier otro sector de la economía por sus extraordinarias ventajas naturales, convive con otro sector, el de la actividad transformadora o industrial, cuyo desarrollo en términos de competitividad internacional se encuentra por debajo del agroexportador.
Las diferencias en el nivel de productividad de uno y otro sector se traslada a su capacidad para enfrentar la competencia externa y consecuentemente la política económica debería, según lo recomendaba en los ´80 el propio Diamand “desdoblar”, “diferenciar” la cotización del dólar estableciendo un tipo de cambio para el campo y otro para la industria, siendo el primero mas bajo que el segundo.
Lo cierto es que esta realidad, no se ha modificado desde aquel entonces hasta el presente y requerirá de un período lo suficientemente largo implementar políticas de desarrollo para que este ultimo sector, el manufacturero, que en la actualidad absorbe junto al de servicios las 2/3 partes del empleo, logre avances significativos en su evolución tecnológica, para lograr niveles de productividad asequiblemente superiores.
El actual modelo económico no hizo otra cosa que reconocer realidades distintas dentro de la matriz productiva nacional, con un sector primario de alta competitividad internacionales y por otro, al sector industrial con falencias estructurales de inversión e innovación, que presenta un nivel de competitividad en varias de sus ramas inferior a la de los países industrializados.
Entonces sólo se trata de aplicar políticas distintas a quienes económicamente son distintos, estableciéndose por medio de retenciones a la exportación de la producción primaria un tipo de cambio bajo y compatible con la enorme competitividad internacional de este sector y un tipo de cambio alto ó dólar competitivo que no tributa derechos de exportación para el resto de la economía.
De esta forma el actual modelo económico diferencia los tipos de cambio para los distintos sectores de la economía, y lo hace de manera eficiente mediante el tributo en aduana, lejos de viejas recetas de desdoblamientos entre dólar agropecuario, comercial y turístico, entre otros, que han creado en muchos momentos de la historia argentina toda forma de mercados paralelos y nichos de corrupción financiera.
Además deberían incorporarse otros componentes en la discusión propuesta, y en tal caso el profesor Aldo Ferrer suele ser muy gráfico al explicar cuan estratégicas son las retenciones en términos de sostener un equilibrio hacia el interior de la producción, planteando con claridad que las potenciales ganancias extraordinarias de un sector de la economía, tal el caso de la espectacular suba en la cotización de los alimentos que proporciona ingresos excepcionalmente elevados al campo, pueden poner en peligro al resto de los sectores cuando estos ingresos extraordinarios de un sector generan desequilibrios en los precios internos y estos esmerilan la competitividad del conjunto.
Este proceso no es nuevo, se lo llamó en la década del 60 “enfermedad holandesa”, por los problemas que ocasionó en los Países Bajos la apreciación del tipo de cambio por el descubrimiento de enormes yacimientos de petróleo en el Mar del Norte. Esto también se evidencio luego en Colombia con el aumento del precio internacional del café, y se registra cuando un sector de la economía en poco tiempo y por factores externos obtiene una extraordinaria fuente de ingreso de divisas, ya sea como dijimos por el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo o la suba en la cotización de la producción que es exportada, y la afluencia de divisas junto con el gasto producido por este sector en particular producen apreciación cambiaria y presiones inflacionarias que se combinan, para introducir al conjunto de la economía en serias dificultades de competitividad.
En Argentina, además de registrarse buenas cotizaciones en promedio para los granos, y se prevé un nuevo “rally” alcista en algún tiempo mas, también existe un dólar alto y competitivo para la economía, el ejemplo es nuestro principal socio comercial, Brasil, con el que nos encontramos prácticamente en una relación de dos a uno.
Esta situación generaría entonces una rentabilidad extraordinaria que el gobierno en este caso corrige mediante la aplicación de derechos de exportación, y las retenciones son sumamente eficientes para evitar situaciones como las descriptas, ya que equilibran las rentabilidades tanto del sector primario exportador con las demás área.
Entonces, lo que se discute en el Parlamente no sólo es la rentabilidad del campo, no sólo es desacoplar el precio interno de los alimentos de las fluctuaciones en el mercado internacional, tampoco se trata sólo de la necesidad de sostener la recaudación tributaria ni la consecuente fase distributiva del ingreso mediante el gasto del Estado, sino que la discusión es mas profunda y es estratégica; tiene que ver con la definición de cuales serán en los próximo años las posibilidades de armonización del desarrollo de los distintos sectores de la economía argentina, y la garantía del empleo para un proporción significativa de población urbana, que lejos del campo necesita ser absorbida laboralmente por el resto de los sectores.
Concretamente, los sectores gremiales del campo presionan una vez mas a fin de que se comience un camino legislativo para disminuir sensiblemente las alícuotas de los derechos de exportación (retenciones) de los distintos granos, principalmente soja, trigo y maíz, generando consecuencias y complicaciones no sólo en términos de recaudación tributaria, esto serio lo menor, sino también hacia el interior de la estructura productiva poniendo, en riesgo en el mediano plazo un modelo que ha permitido compatibilizar la producción primaria con la manufacturera en Argentina.
Para poner la discusión en perspectiva, hay que decir que la recaudación en concepto de derechos de exportación representará en todo el 2010 aproximadamente 40.000 millones de pesos significando alrededor del 10 por ciento de la recaudación total estimada, pero que los conceptos que cierran verdaderamente el pastel de ingresos tributarios los encontramos en aportes de la seguridad social que representan el 30 por ciento del total, ganancias con una participación casi del 20 por ciento y el IVA con otro 30 por ciento. Esos últimos tres conceptos, muestran un dinámica muy importante en todos estos años a partir de un modelo que permite el crecimiento armónico de los distintos sectores de la economía y no solo del mas competitivo.
Lo que realmente no se discute en Argentina son las diferencias hacia el interior de la producción y entre los sectores que la componen.
Aunque con apariencia de contemporáneo, el debate sobre las retenciones ó mejor dicho el desdoblamiento de los tipos de cambio en Argentina surge hace muchos años, fue comenzando la década del ´80 cuando por aquel entonces el economista argentino Marcelo Diamand escribió uno de los trabajos académicos de mayor claridad para describir y caracterizar el desequilibrio de la estructura productiva del país.
Argentina, decía Diamand, presenta una “estructura productiva desequilibrada” registrándose diferencias en la productividad de los distintos sectores que componen la producción. La actividad primaria-exportadora, muy superior en términos de competitividad internacional respecto a cualquier otro sector de la economía por sus extraordinarias ventajas naturales, convive con otro sector, el de la actividad transformadora o industrial, cuyo desarrollo en términos de competitividad internacional se encuentra por debajo del agroexportador.
Las diferencias en el nivel de productividad de uno y otro sector se traslada a su capacidad para enfrentar la competencia externa y consecuentemente la política económica debería, según lo recomendaba en los ´80 el propio Diamand “desdoblar”, “diferenciar” la cotización del dólar estableciendo un tipo de cambio para el campo y otro para la industria, siendo el primero mas bajo que el segundo.
Lo cierto es que esta realidad, no se ha modificado desde aquel entonces hasta el presente y requerirá de un período lo suficientemente largo implementar políticas de desarrollo para que este ultimo sector, el manufacturero, que en la actualidad absorbe junto al de servicios las 2/3 partes del empleo, logre avances significativos en su evolución tecnológica, para lograr niveles de productividad asequiblemente superiores.
El actual modelo económico no hizo otra cosa que reconocer realidades distintas dentro de la matriz productiva nacional, con un sector primario de alta competitividad internacionales y por otro, al sector industrial con falencias estructurales de inversión e innovación, que presenta un nivel de competitividad en varias de sus ramas inferior a la de los países industrializados.
Entonces sólo se trata de aplicar políticas distintas a quienes económicamente son distintos, estableciéndose por medio de retenciones a la exportación de la producción primaria un tipo de cambio bajo y compatible con la enorme competitividad internacional de este sector y un tipo de cambio alto ó dólar competitivo que no tributa derechos de exportación para el resto de la economía.
De esta forma el actual modelo económico diferencia los tipos de cambio para los distintos sectores de la economía, y lo hace de manera eficiente mediante el tributo en aduana, lejos de viejas recetas de desdoblamientos entre dólar agropecuario, comercial y turístico, entre otros, que han creado en muchos momentos de la historia argentina toda forma de mercados paralelos y nichos de corrupción financiera.
Además deberían incorporarse otros componentes en la discusión propuesta, y en tal caso el profesor Aldo Ferrer suele ser muy gráfico al explicar cuan estratégicas son las retenciones en términos de sostener un equilibrio hacia el interior de la producción, planteando con claridad que las potenciales ganancias extraordinarias de un sector de la economía, tal el caso de la espectacular suba en la cotización de los alimentos que proporciona ingresos excepcionalmente elevados al campo, pueden poner en peligro al resto de los sectores cuando estos ingresos extraordinarios de un sector generan desequilibrios en los precios internos y estos esmerilan la competitividad del conjunto.
Este proceso no es nuevo, se lo llamó en la década del 60 “enfermedad holandesa”, por los problemas que ocasionó en los Países Bajos la apreciación del tipo de cambio por el descubrimiento de enormes yacimientos de petróleo en el Mar del Norte. Esto también se evidencio luego en Colombia con el aumento del precio internacional del café, y se registra cuando un sector de la economía en poco tiempo y por factores externos obtiene una extraordinaria fuente de ingreso de divisas, ya sea como dijimos por el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo o la suba en la cotización de la producción que es exportada, y la afluencia de divisas junto con el gasto producido por este sector en particular producen apreciación cambiaria y presiones inflacionarias que se combinan, para introducir al conjunto de la economía en serias dificultades de competitividad.
En Argentina, además de registrarse buenas cotizaciones en promedio para los granos, y se prevé un nuevo “rally” alcista en algún tiempo mas, también existe un dólar alto y competitivo para la economía, el ejemplo es nuestro principal socio comercial, Brasil, con el que nos encontramos prácticamente en una relación de dos a uno.
Esta situación generaría entonces una rentabilidad extraordinaria que el gobierno en este caso corrige mediante la aplicación de derechos de exportación, y las retenciones son sumamente eficientes para evitar situaciones como las descriptas, ya que equilibran las rentabilidades tanto del sector primario exportador con las demás área.
Entonces, lo que se discute en el Parlamente no sólo es la rentabilidad del campo, no sólo es desacoplar el precio interno de los alimentos de las fluctuaciones en el mercado internacional, tampoco se trata sólo de la necesidad de sostener la recaudación tributaria ni la consecuente fase distributiva del ingreso mediante el gasto del Estado, sino que la discusión es mas profunda y es estratégica; tiene que ver con la definición de cuales serán en los próximo años las posibilidades de armonización del desarrollo de los distintos sectores de la economía argentina, y la garantía del empleo para un proporción significativa de población urbana, que lejos del campo necesita ser absorbida laboralmente por el resto de los sectores.
APM | Agencia Periodística del Mercosur | http://www.prensamercosur.com.ar/apm
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
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