Por qué luchamos
08/07/2003
- Opinión
De pronto el país se llenó de gritos estridentes. Las cúpulas de
las cámaras patronales y el estado mayor mediático de la
oligarquía político-financiera, descubrieron que terribles
sindicatos y siniestros agitadores conspiraban contra la
democracia y pretendían asaltar el poder(1). Bastaron dos
huelgas: la del ICE y la del Magisterio, y una amenaza más
virtual que real de huelga general, para que cundiera la
histeria, que ni siquiera en los días del Combo se manifestó con
este grado de virulencia verbal, que al mismo tiempo reclamaba al
Gobierno mano dura para restablecer el orden, su orden. Hay en
este comportamiento nervioso y violento de la plutocracia
nacional, elementos de una nueva situación que debe analizarse y
discutirse para tratar de entender las claves de una
confrontación que globalmente enfrenta a la barbarie con el bien
común, y que nacionalmente podríamos sintetizar en la pugna que
ya está en curso entre una democracia autoritaria de baja
intensidad por la que combate el bloque oligárquico-neoliberal, y
la democracia avanzada por la que luchamos las fuerzas populares
y patrióticas.
¿Cómo entender la índole profunda del conflicto que tenemos ante
nuestros ojos? Tal vez el hecho más importante del siglo que
acaba de comenzar, se produjo con la imposición de G. Bush como
presidente de Estados Unidos, a pesar de que había perdido las
elecciones. Ese golpe de Estado, como en su momento lo definió
el propio Al Gore, expresó la decidida voluntad de fuerzas
imperialistas extremistas de imponer un presidente que asumiera
el unilateralismo norteamericano, para asaltar el poder mundial
por medio de la superioridad militar absoluta. Aquí lo
fundamental es desvelar el nexo entre la guerra de la
globalización y el modelo económico-social del capitalismo
neoliberal, como estrategia general del imperio bajo George W.
Bush. El derrumbe de las torres aceleró el proceso, pero la
estrategia ya estaba diseñada y decidida. La administración Bush
anuncia la guerra global sin fin, es una guerra sin victoria y
sin paz, es permanente, el plan militar está al servicio del
modelo neoliberal salvaje de la empresa transnacional, hay una
mezcla compleja de razones geopolíticas y económicas.
Como dice el egipcio Samir Amin, es necesario que tengamos el
coraje de decir esas verdades: «Hoy Estados Unidos está gobernado
por una junta de criminales de guerra que llegaron al poder a
través de una especie de golpe de Estado»(2). Hay en este poder
una pulsión de muerte únicamente comparable a la política nazi;
igual que los nazis, Bush plantea que los Estados Unidos deben ir
tan lejos como su fuerza lo permita. Ya Thomas Mann había
advertido en 1948 que Estados Unidos mientras que de puertas
adentro era aún una democracia, en las relaciones con el exterior
defendía y protegía el fascismo. Cuando se habla hoy de la
posibilidad de un fascismo americano, no hay que homologarlo
necesariamente con todas las características brutales del
nazismo, Bertolt Brecht planteó el problema con una visión
anticipadora: «Si se diera un fascismo americano sería
«democrático». Como señala el italiano Luciano Canfora(3) hoy,
cuando la política mundial se ha convertido en un fenómeno único,
el carácter fascista de un sistema político ya no se distingue
aislando el contexto nacional, sino a escala de todo el «campo».
Lo dice Bush en el documento de su gobierno sobre la Estrategia
de Seguridad Nacional: «Somos una fuerza militar sin paralelo,
tenemos el derecho de actuar en todo el mundo para imponer la
economía de mercado y garantizar la seguridad energética, y
podemos atacar a quien consideremos una amenaza o a cualquier
país que pueda convertirse en una competencia militar»(4). Lo
sabíamos, y los hechos lo confirmaron, que el objetivo de la
guerra contra Irak, no era propiamente Irak. El objetivo es el
orden mundial, la tentativa en curso de redefinir el mundo
mediante la fuerza (invasión y ocupación militar), la mentira (no
hay armas de destrucción masiva en Irak) y el asalto frontal al
concepto de democracia (comenzando por la demolición del derecho
internacional).
Está claro que la estrategia general apunta a mantener la
supremacía geopolítica global de los Estados Unidos y a imponer
el modelo americano de mercados libres y libre comercio. Son las
dos caras de una única política de seguridad. El economista Paul
Krugman(5) reconoció que el mundo ha vuelto a las desigualdades
de los años veinte del siglo pasado en la distribución de la
riqueza. Se trata de una salvaje expropiación de rentas
populares y nacionales, que sólo podrá mantenerse con el uso de
la fuerza.
En América Latina estamos presenciando el derrumbe del modelo
neoliberal y un reordenamiento de las fuerzas sociales y
políticas. El neoliberalismo convirtió a nuestro continente en
una fábrica de pobreza y de desigualdad. Ante la irrupción de la
protesta, Estados Unidos está reaccionando con una mezcla de
guerra y de libre comercio. No podemos predecir cómo se
desenvolverá en detalle esta crisis del neoliberalismo, pero sí
podemos esperar que el imperio intervendrá política, económica y
militarmente para tratar de evitar rupturas democráticas
protagonizadas por las fuerzas populares y antiimperialistas. La
confrontación política y social hoy en nuestro país, tiene como
telón de fondo ese contexto. El Tratado de Libre Comercio con
los Estados Unidos, en el marco del Area de Libre Comercio de las
Américas y del Plan Puebla Panamá, se orienta a apuntalar el
modelo neoliberal mediante una especie de anexión neocolonial de
las economías y sociedades centroamericanas. La estrategia de
dominación económica, tiene su brazo armado en el Plan Colombia,
que es el plan piloto de la remilitarización y pentagonización de
América Latina. El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, ha
pedido que Washington haga en nuestro Continente «lo mismo que en
Irak»(6). Costa Rica es así vista como campo de operaciones del
doble ejercicio estratégico del imperio: en lo económico el TLC,
en lo geopolítico la Academia Militar, bajo el disfraz de
academia policial para el cumplimiento de la ley(7) .
Esa estrategia choca con la resistencia popular que se expresa
tanto en el rechazo a las políticas neoliberales de
desmantelamiento del Estado social, como en el fuerte repudio a
la guerra y a la integración del país en la política militarista
de Bush.
Los intentos del bipartidismo cogobernante de Liberación Nacional
y de la Unidad Socialcristiana, de radicalizar la política de
privatizaciones, desregulación y liberalización, se saldó
temporalmente con la derrota que sufrieron en las jornadas de
lucha contra el Combo del ICE. Ante la crisis galopante de las
tradicionales formaciones políticas del capital, carcomidas por
la corrupción, un periódico asumió la función política de estado
mayor de la oligarquía. Hay que recordar que en medio de la
crisis del PLUSC, fue desde el periódico La Nación que surgió el
proyecto de eliminar la prohibición constitucional de la
reelección presidencial, para aupar a Oscar Arias al poder. El
primer intento resultó fallido, al no encontrar suficientes
apoyos ni en la Asamblea Legislativa ni en la Sala
constitucional. Entonces se inventaron a Abel Pacheco, que de la
noche a la mañana pasó de apacible y disciplinado diputado
oficialista, a encabezar las encuestas de opinión para la
presidencia de la República. No fue Fishman el que se inventó a
Pacheco, fue el señor Jiménez-dueño de La Nación- el hacedor del
«milagro», al incluir, sin que el interesado lo solicitara, el
nombre de Pacheco en las encuestas de UNIMER. A sabiendas de que
el gobierno de Pacheco no puede ir más allá de un parche de
transición, continuaron con la maniobra reeleccionista que al
final consiguieron, mediante un cambio de composición de la Sala
constitucional que permitió dar un cuartelazo, como lo ha
denominado el exdiputado Alberto Cañas. ¿De qué se trata?
Piensan que Arias puede lograr conjugar la unidad oligárquica en
la cúspide, con la creación de un consenso social en torno a ese
predominio oligárquico. La construcción de ese consenso, que
está en marcha, es necesario ratificarlo con una holgada victoria
en las urnas. El sociólogo brasileño Theotonio Dos Santos llama
«golpes de Estados electorales», a las nuevas formas de
legitimación de la gestión estatal que están poniendo en
funciones los neoliberales, para evitar ser desalojados del
poder8 . No es una situación nueva, el modelo de democracia
oligárquica ya estaba presente en la democracia ateniense: una
élite dirige los asuntos públicos y pide periódicamente la
legitimación de las masas. Lo que ocurre es que el modelo entró
en crisis y necesitan a una figura como Arias para recomponerlo.
Pero la reagrupación política del bipartismo mediante la
candidatura de Arias y la «reconciliación» de Pacheco con
Calderón, no es suficiente. Han puesto a decir al Presidente que
lo que el país necesita es otra Constitución. Con todas sus
severas limitaciones, la Constitución vigente es la de las
garantías sociales y la intervención del Estado en áreas
estratégicas de la vida nacional, precisamente lo que los
neoliberales quieren eliminar. Los presidentes del período
neoliberal llaman ingobernabilidad a las garantías sociales y
democráticas, que frenan y obstaculizan el asalto total al Estado
social y de derecho. Necesitan una Constitución que consagre ese
nuevo orden, autoritario en el campo democrático y neoliberal en
el terreno económico, social, cultural y ambiental.
Cuando el bloque oligárquico neoliberal pide mano dura contra los
sindicatos y orquesta una millonaria campaña de difamación contra
las organizaciones sociales populares y sus dirigencias, sabe lo
que está haciendo, no se trata de un berrinche de circunstancias.
Esa fuerza sociopolítica popular les impide aplicar el programa
de privatizaciones y de liberalización y desregulación del
mercado nacional, especialmente del mercado de trabajo. No es
todo el empresariado, ni tampoco toda la clase política
dominante, ni todas las empresas de comunicación, los que están
en el bloque de la agresión al movimiento popular; se trata de la
fracción hegemónica (poco numerosa pero con gran poder),
fundamentalmente del sector financiero, maquilador y comercial,
altamente transnacionalizado, apadrinados por la AID
estadounidense que sembró una «donación» de mil millones de
dólares para contribuir a la articulación del bloque, vinculados
algunos de ellos a mafias internacionales de la economía
sumergida y que han aglutinado en su entorno a los sectores más
corruptos y entreguistas de la clase político-empresarial, los
que no pagan impuestos y se han beneficiado de conocidos asaltos
a los dineros públicos. Este bloque transnacional no tiene
proyecto de país, piensan en una Costa Rica enclavada en los
dominios estadounidenses, una especie de factoria-protectorado
vigilada, donde puedan vivir sin sobresaltos de un rentismo
especulador propio de un Estado-vasallo. Si su estrategia
general ya sabemos que se orienta a las «relaciones carnales» con
los Estados Unidos, para usar la expresión que popularizó Menem
en la Argentina y que con tanta admiración fue recibida por
nuestros neoliberales, a corto plazo la batalla la plantean en
los siguientes terrenos:
En el político. Recomponer el cogobierno bipartidista, Arias
reagrupando al PLN y Calderón haciendo lo mismo en el PUSC.
Aislar y quebrar a las fuerzas sociales organizadas que oponen
resistencia y presentan alternativas. Abortar cualquier intento
de radicalizar la democracia, que pretenda instalar nuevos
instrumentos de participación y de construcción de verdaderos
consensos demo-cráticos. Instaurar la democracia de baja
intensidad con respuestas de orden, seguridad, control y
penalización de las protestas populares, y con la reducción de la
democracia representativa a los meros procedimientos técnicos que
les permita, mediante el fraude de la financiación, la hegemonía
en el mercado electoral. En el financiero. Acelerar las
reformas que están en la Asamblea Legislativa, para fortalecer la
autonomía del Banco Central y otorgarle así un poder político
desmesurado, enmascarado en competencias técnicas. Es una
reforma de enorme impacto en la vida democrática, una cuestión
vital de nuestro tiempo: el traspaso de la autoridad de decisión
política a los expertos monetarios y, por tanto, a las
instituciones financieras que no tienen ninguna legitimación
electoral. Trátase de una especie de dictadura de los técnicos
al servicio de los poderes económicos más fuertes, que en América
Latina ha dado origen a una etapa de corrupción pública y
corporativa colosal. Así las decisiones cruciales sobre política
económica las toman «expertos» del Banco Central, mientras en el
parlamento se llevan a cabo discusiones apasionadas sobre la
fecundación asistida y la distribución de oficinas. Además, esas
reformas pretenden ahogar a la banca pública y establecer el
reino de la banca privada.
En el tributario. Se libra aquí una fiera y silenciosa lucha
para evitar que los ricos paguen impuestos. Se habla ya de la
«rebelión de los mercedes benz», si la Asamblea Legislativa se
atreve a aprobar impuestos que graven las rentas de los
poderosos. Ante la evidencia de la pequeña carga tributaria,
como porcentaje del PIB, que hay en el país en relación con otros
países de nivel medio o alto de desarrollo, los neoliberales
presionan para que sean los trabajadores lo que asuman nuevas
cargas fiscales y que el Estado reduzca los gastos, naturalmente
empezando por el gasto social y la inversión pública. Las
huelgas del ICE y del Magisterio, tienen mucho que ver con este
debate; los neoliberales dicen que tanto las inversiones del ICE
como las pensiones son insostenibles, porque alimentan una
dinámica imparable del crecimiento del déficit público. Pero el
déficit se alimenta fundamentalmente de otras fuentes, comenzando
por la rebelión tributaria de los poderosos, la corrupción y las
diversas formas de criminalidad fiscal.
En el económico. El debate alrededor de la ley de
fortalecimiento del ICE, es una piedra de toque de la correlación
de fuerzas que en el espacio parlamentario se puede dar en cuanto
a la visión del papel de las empresas públicas en el desarrollo
nacional, un aviso también de cara a la suerte del TLC en la
Asamblea Legislativa. Los neoliberales, después de la sacudida
del Combo, no se atreven a plantear abiertamente la
privatización, pero en los subterráneos del poder se conspira
todos los días para estrangular a las empresas estatales de
energía, telecomunicaciones, seguros, combustibles, banca. Como
privatización se ha convertido en palabra maldita, se recurre a
términos más neutrales o engañosos, tales como apertura,
concesión, gestión interesada. Con esas figuras se ha
privatizado de hecho la revisión técnica de vehículos y el
aeropuerto, ahora van a por las cárceles, los puertos, el agua.
En el social. El crecimiento patente de la desigualdad y el
proceso imparable de concentración de la riqueza, está siendo
agravado por el ataque sistemático a los derechos de educación,
salud y jubilación. Se discute en el parlamento una reforma al
Código de Trabajo para desregular la legislación laboral que
lesiona los intereses de toda la clase trabajadora, mientras hay
una fuerte resistencia para ratificar o aprobar legislación para
respetar y fortalecer los derechos de sindicalización, huelga y
negociación colectiva. La tendencia decreciente de los salarios,
el aumento del desempleo y el fracaso de la lucha contra la
pobreza, es una agresión que sufren cotidianamente las mayorías
populares. La situación es especialmente preocupante en el
campo, donde mientras cae la producción para la seguridad
alimentaria nacional, crece alarmantemente la pobreza y la
marginación.
En el ambiental. La más grave amenaza que enfrentamos como
nación es la intensa campaña en curso para privatizar el agua,
que ya está dando algunos frutos a los enemigos del país, además
de toda la ofensiva sobre propiedad intelectual para robarnos
nuestra biodiversidad. En el gobierno empiezan también a
escucharse las voces del «equipo económico» para revisar la
prohibición de la explotación del petróleo y la minería a cielo
abierto.
Todo está cubierto bajo el paraguas del TLC. Nos encontramos
ahora en una especie de pulso, en el que los sectores ultras del
gobierno y del bloque empresarial-financiero-mediático buscan
asestar golpes políticos a los sectores populares mejor
organizados y más combativos, con el fin de minar la resistencia
del pueblo al TLC y a la Academia Militar. No es por casualidad
que el combo neoliberal reaccionara tan visceralmente ante el
acuerdo de un sector del gobierno con diversos grupos sindicales
y sociales, para instalar mesas de diálogo y de participación
alrededor de diversos temas nacionales, lo que más les irritó fue
que se mencionara el TLC, secuestrado por un grupo de
negociadores financiados, ¡qué vergüenza!, por los Estados
Unidos.
El mencionado «pulso», que algunos llaman «empate político», se
lleva a cabo en condiciones complejas y duras, pero también
cargadas de esperanza para la clase trabajadora y el movimiento
popular y democrático. Es cierto que luchamos contra poderes
descomunales y muy agresivos, pero existe un estado de conciencia
avanzada como se ha visto en las luchas del ICE y del Magisterio
que puede traducirse en una gran fuerza de la resistencia y de la
alternativa, si logramos vencer la dispersión, la desconfianza y
el escepticismo que todavía impera en amplios sectores, tanto de
las dirigencias como de las bases. No es verdad que la lucha de
los trabajadores del ICE fue únicamente por obtener los recursos
para el financiamiento de la institución, como tampoco es cierto
que la lucha del Magisterio sea exclusivamente por la defensa de
las pensiones, claro que son dos razones suficientes para
justificar una lucha, pero es miopía unas veces, y otras simple
mezquindad, no ver y reconocer el profundo sentido ideológico,
social y democrático de estas confrontaciones. Lo que subyace en
estas luchas parciales es el enfrentamiento entre dos líneas de
acción política, radicalmente opuestas, cuyo desenlace va a
configurar el rostro de Costa Rica probablemente para muchos
años: profundización y acentuación del modelo neoliberal, con su
dinámica orientada a la desigualdad, la exclusión y el vasallaje
del Estado costarricense, o transición hacia un proceso de
ruptura con ese modelo, fortaleciendo compromisos de solidaridad,
inclusión y soberanía en un proyecto histórico de integración
latinoamericana.
La lucha por otra Costa Rica posible se está librando aquí y
ahora. Estamos viviendo un proceso donde un sector de nuestro
pueblo, todavía numéricamente pequeño pero que gravita con
posibilidades de influencia creciente, lucha por afirmar y
radicalizar la democracia frente a los intentos de la plutocracia
de recortarla y secuestrarla. En la crítica y en la alternativa
ante cada paso que quiera dar esa oligarquía vendepatria, reside
nuestra posibilidad de acumulación de fuerzas y el avance hacia
la reforma democrática profunda del sistema político y del modelo
económico, social, cultural y ambiental predominante. Hemos
dicho que transitar del país que tenemos con su realidad de
pobreza y de exclusión sociales, de corrupción, de precarización
del trabajo, de destrucción del tejido productivo nacional, de
creciente desigualdad, de intolerable violencia patriarcal y
sexista, de depredación de la naturaleza, de incertidumbre y
desesperanza para la juventud, de ascenso del autoritarismo, de
ataque sistemático a los derechos, garantías sociales y servicios
públicos, al país que queremos, necesitará un gran esfuerzo de
análisis, deliberación y convergencia democrática de diversas
luchas y movimientos.
La oposición al neoliberalismo es muy heterogénea desde el punto
de vista ideológico, político y social. Por eso es necesario
articular una política de frente único, que reuna a fuerzas
políticas diversas en torno a un objetivo común, que hoy sería,
fundamentalmente, impedir que un TLC anexionista sea aprobado por
la Asamblea Legislativa y derrotar el proyecto de democracia de
baja intensidad que combina medidas autoritarias, con el rearme
político-ideológico para radicalizar el modelo neoliberal. Esa
política de frente amplio, debe vincularse al esfuerzo de unidad
y lucha de los socialistas por una democracia avanzada. Con su
habitual agudeza, Franz Hinkelammert nos alertaba, en uno de los
foros contra la guerra que se celebró en la Universidad de Costa
Rica, que ninguna resistencia será posible si el discurso de la
paz no resulta exitoso, entonces un nuevo totalitarismo ahogará a
la humanidad. Quitar al poder de las armas y de la opresión su
legitimidad, desnudarlo, hacer visible su brutalidad, su cinismo
antihumano y su desprecio de los valores de la humanidad
desarrollados en milenios, es vital, si lo logramos podemos hacer
algo por esa Costa Rica y ese mundo posibles.
NOTAS:
1. «...los sindicatos deben dar cuentas claras al pueblo
costarricense por sus actos...¿se le metió al ICE la gradería de
sol y las cucarachas». Campo pagado de la Unión Costarricense de
Cámaras y Asociaciones de la Emprtesa Privada(UCCAEP), en
diversos medios de prensa. «...La ciudadanía debe pronunciarse
ante la amenaza que para la paz social del país significan los
movimientos injustificados de paros y huelgas, manejados siempre
por dirigentes sindicales a quienes parece no importarles la
suerte que corran las instituciones patrias mientras ellos
conserven, y aumenten, sus privilegios políticos y laborales».
Campo pagado del Instituto Costarricense del Sector de la Empresa
Libre(INCOSEL), en diversos medios de prensa. «Costarricenses,
ha llegado el momento de rechazar frontalmente las pretensiones
totalitarias de un grupo de dirigentes sindicales». Campo pagado
de la Cámara de Comercio de Costa Rica, en diversos medios de
prensa. «La Unión de Cámaras propone...Intervención inmediata
del ICE...Suspensión inmediata de la huelga y aplicación de las
sanciones que correspondan». Campo pagado de la UCCAEP , en
diversos medios de prensa. «No son los dirigentes sindicales
extremistas...quienes representan al pueblo costarricense».
Campo pagado de la Coalición Costarricense de Iniciativas de
Desarrollo(CINDE), en diversos medios de prensa. «No podemos
tolerar ya más que unos dirigentes sindicales prosigan en este
entretenimiento indigno contra los valores fundamentales de
nuestra sociedad», tomado de uno de los muchos editoriales de La
Nación contra las huelgas en el ICE y en la educación.
2. Samir Amin es actualmente director del Foro del Tercer Mundo
de la Universidad de Naciones Unidas en Dakar. Véase en CSCAweb
sus ensayos «La ideología estadounidense» y «Estados Unidos: el
control militar del planeta".
3. Canfora, Luciano. Crítica de la retórica democrática.
Editorial Crítica, Barcelona, 2002.
4. Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos,
documento presentado por el presidente Bush el 17 de septiembre
de 2002. Puede consultarse en:
http://usinfo.state.gov/espanol/terror/02093001.htm
5. Véase El País, España, 28/5/2003.
6. Véase el artículo de Luis Bilbao, «El enemigo principal de
Lula», en la edición española de Le Monde diplomatique, de
febrero de 2003.
7. El proyecto se encuentra ya en la Asamblea Legislativa, y ha
sido colocado en el primer lugar de la Comisión de Asuntos
Internacionales, que preside el socialcristiano Rolando Laclé.
8. Dos Santos, Theotonio. «La guerra y la democracia».
http://www.alainet.org 2003-04-07.
* José Merino del Río es Coordinador del Foro de Acción Política
"Otra Costa Rica es posible, otro mundo es posible"
https://www.alainet.org/es/active/4038
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