Presiones por cambios
26/06/2003
- Opinión
Tras cinco meses de haber gobernado prácticamente sin
oposición, el presidente Lucio Gutiérrez comienza a
enfrentar las primeras expresiones de protesta social ante
una conducción económica que va en dirección opuesta a las
promesas electorales, al tiempo que se agita el ambiente
político, incluso con amenazantes vientos de inestabilidad,
por la reacción de poderosos sectores económicos que de un
momento a otro se han visto presionados a pagar las deudas
contraídas con la banca quebrada, hoy en manos de la AGD;
pero el mandatario, en tanto, ha logrado nuevos puntos en el
frente militar y policial con los cambios de sus respectivas
cúpulas.
Durante la campaña electoral, Gutiérrez prometió una
transformación profunda del país para mejorar las
condiciones de vida de las mayorías, en consonancia con los
postulados levantados el 21 de enero de 2000, cuando se dio
el levantamiento popular que derrocó al ex-presidente
Mahuad. Bajo esa perspectiva se articuló la alianza entre
su partido, Sociedad Patriótica (PSP), y el Movimiento
Plurinacional Pachakutik (PK) -que tiene como columna
vertebral a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del
Ecuador (CONAIE)- y, a la vez, su candidatura recibió el
respaldo del Movimiento Popular Democrático (MPD) y de una
amplia gama de organizaciones sociales.
Sus permanentes marchas y contramarchas, en ese vano intento
de satisfacer a todos, desde un primer momento dejaron en
claro que con el actual mandatario no llegarían los cambios
profundos anunciados, pero se estimaba que al menos se
produciría una mayor atención a lo social. Posibilidad
circuitada tempranamente con la firma de la carta de
intención con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que
ante todo busca asegurar el pago de la deuda externa y la
continuidad de las políticas de ajuste estructural,
postergando las políticas sociales.
Sube el tono
Desde entonces, no han cesado los pedidos al Presidente para
que rectifique rumbos, tanto por parte de las fuerzas
políticas aliadas (PK y MPD) como de los diversos sectores
sociales que contribuyeron a su triunfo. A mediados de
mayo, las presiones subieron de tono con el inicio del paro
decretado por la Unión Nacional de Educadores (UNE) en
demanda del presupuesto para la educación y un incremento
salarial para los maestros cuya solución se dilató casi por
un mes debido a que el ministro de Finanzas, Mauricio Pozo,
no quería "quedar mal" ante el FMI aflojando la mano de la
"austeridad fiscal". A esta acción se encadenaron la huelga
de los trabajadores de la compañía estatal de petróleos
(Petroecuador) y de otros gremios del sector público (salud,
eléctricos, judiciales, entre otros).
De estas paralizaciones, particular relevancia adquirió la
emprendida por los trabajadores petroleros no solo porque
estuvo orientada a denunciar y frenar la política
privatizadora delineada por el Ministro del ramo -punto
también contemplado en el acuerdo con el FMI-, sino por las
secuelas que está teniendo para el sindicalismo público.
En lo que se ha considerado como un virtual "golpe de
estado", el Ministro de Energía, Crnl. (r) Carlos Arboleda
(PSP), inicia su acción precipitando la salida del Consejo
de Administración de Petroecuador, aduciendo que éste no
responde a los planes gubernamentales de apertura a la
inversión privada en el sector. Los miembros de ese Consejo
habían señalado que no se oponen a la inversión externa,
pero que es necesario establecer regulaciones claras para
tales inversiones. Más todavía, habían propuesto la
eliminación de intermediarios en los negocios de gas y
combustibles para ahorrar dinero. Un contrato con la
empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) para la importación
directa de gas anticipaba ahorrar al Estado el 30% del
costo.
Dentro de sus planes, el Ministro se aprestaba a dar paso a
la suscripción de contratos de Asociación con compañías
extranjeras, incluyendo los cinco grandes campos petroleros,
refinerías, terminales, oleoductos y poliductos, cuando tal
modalidad solo está prevista para proyectos de riesgo. Con
tales contratos el Estado pasaría a recibir una
participación del 40%, siendo que actualmente Petroecuador
entrega al Estado el 99.3%. Ante estos hechos, los
trabajadores se declaran en paro y suspenden la entrega de
combustibles. Como esta medida genera malestar en varios
estratos de la población, el ministro Arboleda -en tandem
con el sector empresarial y medios de difusión- aprovecha la
ocasión para desplegar una intensa campaña para descalificar
y condenar la medida, aduciendo que ésta estaba orientada a
lograr la firma de un contrato colectivo plagado de
canonjías. Con la opinión pública a su favor, bloquea toda
negociación para dar paso a una respuesta autoritaria que
apunta a descabezar a la dirigencia sindical -acusándola de
"terrorista", "delincuente" y otros términos afines-, con
despidos, allanamientos de domicilios, detenciones, que se
realizan atropellando procedimientos jurídicos y
constitucionales.
Si bien el gobierno ha aceptado que no se privatizará
petróleo, no se licitaran los cinco grandes campos y que
Petrocomerical continuará envasando y comercializando gas,
que eran las principales demandas del paro en Petroecuador,
la arremetida contra los sindicatos petroleros parece que se
mantendrá no solo para sacarse de en medio a una dirigencia
crítica, sino como ejemplo disuasivo para el resto del
sindicalismo público.
En este contexto, la CONAIE llevó a cabo, el 16 de junio, la
I Cumbre de las Nacionalidades, Pueblos y Autoridades
Alternativas que concluyó con la elaboración de un "Mandato"
de 82 puntos para que el gobierno rectifique sus políticas
económica y social. El documento, que fue entregado al
presidente Gutiérrez al día siguiente, entre sus principales
exigencias señala la reorientación de la política económica
y la salida del frente económico, la no privatización de las
áreas y recursos estratégicos del Estado, la realización de
una auditoria del pago de la deuda externa, la no
intervención en el Plan Colombia, el financiamiento de las
políticas agrarias planificadas por el Ministerio de
Agricultura y mayores recursos para el área social en
general. La organización indígena ha manifestado que de no
ser escuchada, se abre la posibilidad de un levantamiento.
Por presión de las organizaciones de base, la CONAIE ha
venido tomando distancias del régimen y afirmando su
autonomía respecto al movimiento Pachakutik, del cual es un
componente central. PK, por su parte, libra una contienda a
aparte con su aliado PSP. Una de sus cuotas en el régimen,
Virgilio Hernández renunció el pasado 13 de junio a su cargo
de subsecretario del Ministerio de Gobierno, denunciando que
alrededor del Presidente existe un "círculo oscuro"
conformado por familiares íntimos y dirigentes de SP. El
Montesinos criollo de este círculo sería el Crnl. (r)
Patricio Acosta, Secretario de la Administración, quien
además estaría conformando un cuerpo especial de seguridad y
vigilancia.
Aunque posteriormente Gutiérrez dispuso que se regularicen
consultas entre las dos colectividades para bajar las
tensiones, las diferencias que les contraponen son de
magnitud: SP es un partido comandado por militares, con
marcados rasgos autoritarios y sin definición ideológica
clara, donde lo que cuenta es la lealtad al caudillo, el
presidente; mientras PK es un movimiento forjado en las
luchas sociales e indígenas de los últimos tiempos, que
demanda una profundización y ampliación de la democracia.
En todo caso, lo evidente es que la línea de los coroneles
se afianza de más en más.
Desestabilizaciones
El 17 de junio, el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas
Armadas, Gral. Oswaldo Jarrín, presenta su renuncia -
aparentemente por haberse negado al pedido del ministro
Arboleda de militarizar los campos petroleros, por no
existir mandato legal- y a reglón seguido Gutiérrez remueve
a la cúpula de las FF.AA. y de la Policía. Todo parece
indicar que esta fórmula se mantendrá hasta que llegue el
turno de oficiales incondicionales al coronel presidente.
Paralelamente, trasciende a la opinión pública el pedido del
mandatario al cuerpo castrense para que se "limpie la hoja
de vida" de los militares que -junto con él- participaron en
las acciones del 21 de enero de 2000, punto al que también
se habría opuesto el Gral. Jarrín. El tema ha pasado a
ocupar un espacio importante en el debate público entre
quienes consideran que se trata de un acto de justicia y
quienes temen por la politización de la institución armada y
la consiguiente desestabilización.
De hecho, "desestabilización" es una palabra que se ha
puesto de moda. La propia presidencia se ha encargado de
ello al denunciar la existencia de fuerzas
desestabilizadoras en su contra, aupadas por importantes
sectores económicos que súbitamente se han visto presionados
a pagar deudas que consideraban "perdidas", por la acción
emprendida por la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD)
tras la posesión, en marzo, de la nueva gerenta Wilma
Salgado. Aunque el gobierno no ha sustentado tales
denuncias, lo que si se constata es que la presencia de
Salgado en la AGD ha desatado una dinámica arrolladora. La
AGD se constituyó en plena crisis bancaria, supuestamente,
como dice su nombre, para proteger a los depositantes, pero
en su conducción se colocó a personas vinculadas a la misma
banca quebrada. Cuando el actual presidente decide entregar
la conducción de la entidad a Pachakutik, no faltaron los
analistas que vieron en esta decisión una movida para
sacarse de encima a su socio incómodo, al entregarle una
institución prácticamente agonizante. PK propone el nombre
de Salgado, una académica meritoria, quien en poco tiempo,
desenredando un complejo y hermético mecanismo de
encubrimiento, pasa a la ofensiva con medidas cautelares
para forzar el pago a los morosos de la banca quebrada. Es
tal el impacto, que el respaldo ciudadano no se deja esperar
y esto acarrea a que el ejecutivo asuma una posición
similar.
Es en este estado de cosas que se activan los partidos
vinculados a esos grupos económicos. Es así como el
derechista Partido Social Cristiano del ex-presidente León
Febres Cordero -quien hasta hace poco sostenía que no es
necesario hacer oposición, sino dejar que el gobierno caiga
por sus propios errores- irrumpe en escena, y de un día para
otro pueden rodar las cabezas de los presidentes del Poder
Legislativo y Judicial, habida cuenta del peso que significa
ser partido mayoritario en parlamento atomizado y de
alianzas precarias.
Por lo pronto, parece que la prioridad es la destitución del
presidente de la Corte Suprema de Justicia, Armando Bermeo,
quien tiene en sus manos casos claves, incluyendo el juicio
a los ex-propietarios del Filanbanco. El pasado 18 de
junio, Bermeo denunció que es objeto de presiones por parte
de un poderoso dirigente político, no dio el nombre pero
todos miran en dirección de Febres Cordero.
De primar la lógica que hasta ahora ha prevalecido en el
gobierno: ceder ante las élites, con el supuesto de
neutralizarlas, aunque ello implique atarse de manos, nada
sorprendente sería -como anticipan varios analistas- que en
poco se configure una nueva mayoría parlamentaria con
partidos de derecha y SP, teniendo como elemento común la
subordinación a los lineamientos del FMI y a las políticas
de Washington.
https://www.alainet.org/es/active/3960
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