Movimiento campesino e indígena:

Una agenda inquietante pero esperanzadora para el nuevo milenio

24/03/1997
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El neoliberalismo, la modalidad más perversa y devastadora del capitalismo mundial, ha encontrado sus mayores resistencias en el mundo rural y en los pueblos indios del Continente. Desde principios de la década de los noventa, a través de diversos eventos de intercambio y de análisis, se consensaron y llevaron a cabo diversas acciones por parte de la organizaciones campesinas e indígenas, para resistir los embates de la \"modernización\" salvaje diseñada desde Washington. Entre los eventos internacionales más importantes por su impacto y por la magnitud de las convergencias, que han enfrentado lo que varios intelectuales llaman la IV Guerra Mundial (de baja intensidad), destacan la Campaña Continental 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular, que movilizó a centenares de organizaciones de la gran mayoría de países latinoamericanos y del Caribe, entre 1989 y 1993; el I Congreso Latinoamericano de Organizaciones del Campo (I CLOC), realizado en Perú, en 1994, que congregó a 84 organizaciones campesinas de 21 países; y en ese mismo año, el levantamiento del EZLN en el estado de Chiapas, México, con sus convenciones democráticas, el diálogo nacional y el Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Todos estos acontecimientos y acciones hicieron abortar o al menos frenaron una serie de políticas neoliberales de los gobiernos adictos a los mandatos del capital financiero con sede en Washington. Uno de los golpes más contundentes a los afanes de la globalización excluyente y empobrecedora, es la reciente caída de Abdalá Bucaram, quien además de modernizador quiso ser showman. La gran movilización del pueblo ecuatoriano y en especial de la Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS), la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE) y otras fuerzas democráticas, representa una de las grandes lecciones para el Continente y para todos los pueblos de mundo que luchan contra regímenes instalados en la frivolidad neoliberal. Ya puede \"poner sus barbas a remojar\" Carlos Menem y varios presidentes más de América Latina. Si quisiéramos resumir en unas cuantas líneas el actual escenario latinoamericano, anotaríamos que frente a los \"desiguales\", \"limitados\" y \"fragiles\" avances en democracia y economía, reconocidos por especialistas norteamericanos, existe un creciente descontento y movilizaciones en la mayoría de los países del continente: grandes movilizaciones, masacres y persecución de dirigentes campesinos en Brasil; movilización campesina y represión en Bolivia, tensión electoral en El Salvador, violencia en Haití, choques armados y secuestros en Colombia, inciertos resultados de los Acuerdos de Paz en Guatemala, represión a campesinos en Paraguay, agitación popular y huelgas en Argentina y Venezuela; nuevo gobierno, vigilado por una comisión anticorrupción en Ecuador, tensión en Chiapas por la suspensión del diálogo para la paz y la negativa del gobierno de Zedillo a cumplir los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígenas; en tanto que en el Perú de Fujimori, la suerte de los 72 rehenes de la prolongada toma de la residencia del embajador japonés por un comando del MRTA, depende de la voluntad y capacidad de negociación del gobierno. Por si esto fuera poco, en México y otros países se viven escándalos derivados de la corrupción y la narcopolítica. ¿La cuarta Guerra Mundial? En el Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, celebrado en la Selva Lacandona en julio de 1996, varios científicos sociales afirmaron que el neoliberalismo es una nueva guerra que cobra sus más numerosas víctimas entre los pobres del mundo, los empobrecidos clasemedieros y los obreros desechables del Norte y del Sur. Si se hiciera un recuento de las víctimas de la ofensiva neoliberal de los últimos diez años, las pérdidas humanas y los estragos de la primera y segunda guerras mundiales juntas se quedan cortos, pues las políticas modernizadoras han causado y siguen causando millones de víctimas, y sus formas de exterminio van desde la muerte violenta por la represión, el hambre, la insalubridad, la expulsión, la exclusión, la corrupción, hasta la compra de conciencias. En esta guerra de baja intensidad, por un nuevo reparto del mundo y en especial del mercado, muchos países de América Latina han acrecentado su deuda externa, haciendo recaer el pago de ésta en un mayor sacrificio de su depauperada población. De los 607 mil millones de dólares que debe América Latina, más del 50% corresponde a las deudas externas de Brasil y México, países con el mayor número de habitantes en la extrema pobreza y los más altos niveles de desempleo. Nuestros países también se han atado a compromisos, como el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos, Canadá y México, que lo único que han logrado es beneficiar a un reducido grupo de agroexportadores, a cambio del desmantelamiento de la producción de granos básicos en el país y una mayor ruina de los pequeños y medianos productores rurales. A esto hay que agregar que los créditos de las instituciones financieras multilaterales, privilegian la reforma del Estado, inversiones sociales (coyunturales), ajustes estructurales de la seguridad social; en tanto que el fomento de actividades agrícolas es uno de los porcentajes más bajos. El BID, destinó en 1996, apenas el 8% de sus créditos al rubro de \"agricultura y otros sectores productivos\". El ajuste estructural en Latinoamérica ha traído aparejados desajustes sociales (desempleo y pobreza), pérdida del poder adquisitivo de los salarios en más de un 60% en los últimos diez años, retroceso de los actuales niveles de ingreso a los de 1.980 y en algunos casos hasta de los años setenta. Los 20 millones de mexicanos en la extrema pobreza o los más de 40 millones de Brasil, viven con una desnutrición crónica, con las más altas tasas de mortalidad infantil y con severos retrocesos en materia de salud, educación, vestido y vivienda. Mientras tanto los gobiernos de corte neoliberal seguirán llamando a un mayor sacrificio de la población para salir de la crisis. ¿Cuántos geniales programas de exclusión participativa como los FIS, FES y PRONASOL se requerirán para paliar la pobreza en América Latina? Un nuevo poder contra la globalización Ante la globalización, el libre mercado, las políticas de ajuste, la privatización, la subasta de empresas estatales y la pérdida de soberanía de nuestras naciones, la sociedad civil, las organizaciones sociales, los pueblos indios, los partidos políticos y las iglesias progresistas en América Latina, han venido construyendo un nuevo poder. Por ejemplo, los zapatistas y otras organizaciones latinoamericanas llaman a construir una nueva democracia, \"un poder con otras relaciones sociales, con otras relaciones morales y políticas (con) otras prácticas, otro ejercicio del poder\", como el de \"mandar obedeciendo\". Por ello, no se plantean \"tomar el poder\" actual, sino construir un nuevo proyecto de nación y una nueva constitucionalidad. Las movilizaciones indígenas, después de 500 años de opresión y olvido, nos han enseñado a construir la democracia desde la comunidad, desde los pequeños pueblos, desde el movimiento social. En otras palabras, desde la sociedad civil, entendida como todos aquellos grupos, comunidades y organizaciones que han surgido y se han construido con independencia del poder del Estado y que han sostenido ante él sus propias reivindicaciones. Para enfrentar a escala mundial el poder de la globalización, los zapatistas han llamado acertadamente a un \"movimiento de resistencia internacional\", a crear redes nacionales e internacionales contra el neoliberalismo y por la defensa de la humanidad. Para ello, han convocado exitosamente a la inteligencia mundial a \"echar su suerte con los pobres de la tierra\". El poder de las autonomías La lucha por la autonomía de las comunidades y naciones indias del Continente representa un aporte fundamental en la resistencia a la globalización. Y es que la autonomía no es sólo un término que contiene la audeterminación y respeto al territorio de los pueblos y nacionalidades indias, se trata de un concepto con una cada vez más amplia y universal aplicación. Pablo González Casanova sostiene que el concepto de autonomía \"es parte de la construcción de conocimientos y realidades, y el tipo de sistemas sociales, culturales, económicos y políticos más eficaces para adaptarse a los cambios contextuales e internos y generar o crear nuevas relaciones humanas y con el medio ambiente.\" Con este moderno concepto de autonomía, los zapatistas por ejemplo, plantean la solución de los problemas indígenas y el proceso de democratización. Los acuerdos de San Andrés sobre autonomía, abren posibilidades de desarrollo democrático para los pueblos indios y no indios, pero también para el avance del sistema federal mexicano. Los pueblos indígenas, sostiene el investigador alemán Oliver Froehling, \"no pueden ni quieren dictar la forma particular de autonomía. Lo que hacen es abrir un espacio dentro del país para el desarrollo de muchas formas diferentes de autonomía.\" Y ante los temores e infundios de separatismo o balcanización expresados por los juristas asesores de Zedillo, el Subcomandante Marcos responde: \"Nosotros los indígenas y mestizos del EZLN, queremos ser parte de México, de un país libre, soberano e independiente. El México actual no lo es, pero lo transformaremos; no lo fragmentaremos.\" La agenda indígena y campesina latinoamericana Para hacer frente a la IV Guerra Mundial del neoliberalismo, en lo que queda del siglo XX y para los inicios del nuevo milenio, la agenda del movimiento indígena y campesino en el Continente es compleja, preocupante, pero a la vez esperanzadora. Las políticas neoliberales seguirán su implacable curso desarticulador de estructuras sociales y productivas en el agro, en aras del libre mercado y la mundialización de la economía, continuarán las reformas a las estructuras de los estados nacionales desde la perspectiva del capital financiero internacional. Sin embargo, los procesos de democratización desde abajo son irreversibles; la lucha contra el neoliberalismo continuará desde lo concreto y cotidiano, pero también desde lo conceptual e ideológico. En México, continuará la batalla por la inclusión de los Acuerdos de San Andrés en la Constitución Política, al igual que la derogación de las reformas salinistas al Art. 27 que distorsionaron el proyecto histórico de nación y cancelaron el derecho de los campesinos a la tierra. Las organizaciones campesinas tienen una gran responsabilidad para la recuperación de la soberanía alimentaria y la producción de básicos, ejes de un desarrollo social sustentable. El triunfo electoral del FMLN en El Salvador, podría revertir la frustración del sandinismo en Nicaragua y dar certidumbre a las fuerzas que se insurreccionaron en Guatemala y que acaban de firmar la paz con el gobierno. Aunque en México han surgido nuevos grupos armados, como el Ejército Popular Revolucionario (EPR), su estrategia no prioriza la acción militar, sino la propaganda y la presión política, como lo hizo con éxitos notables el EZLN. El EPR anunció una tregua unilateral para no entorpecer las elecciones de octubre-noviembre de 1996, en varios Estados, y ha ofrecido no interferir en las elecciones en las federales que se realizarán en julio del presente año. También ha afirmado que su estrategia de lucha tomará en cuenta el desenlace de los Acuerdos de San Andrés en Chiapas. Numerosas organizaciones sociales urbanas, sindicales, indígenas y campesinas han buscado y conquistado espacios en procesos electorales locales y federales. Este fenómeno ha reportado éxitos importantes en la conquista de poderes locales en Ecuador, Brasil, Perú, Chile y México. Organizaciones indígenas y campesinas de esos países cuentan con dirigentes indígenas en alcaldías, cabildos y congresos locales y federales. El PRD, principal partido de centro-izquierda en México, ha fortalecido su presencia electoral en 1996 y 1997, conquistando decenas de alcaldías y diputaciones locales en los estados de México, Coahuila, Guerrero, Hidalgo y, más recientemente, en Morelos. La unidad y articulación del mundo rural que el neoliberalismo pretende destruir, es un imperativo para un desarrollo sostenido en América Latina y el Caribe. Para ello, la agenda del II CLOC, a realizarse en Brasilia en noviembre de 1997, se verá enriquecida sin duda alguna, gracias a las experiencias y aportes de las luchas de los campesinos e indígenas brasileños, a la CONAIE, CMS y FENOCIN del Ecuador; al CNI, EZLN y el movimiento campesino de México, a los indígenas cocaleros de Bolivia, a los campesinos del Paraguay, Perú, Chile y Argentina. La ciudadanización, en un marco plural, de indígenas y campesinos, los coloca como una fuerza social y política estratégica, no como sujetos de una resistencia del pasado que se niega a perecer, \"sino como la continuidad de las luchas históricas que plantean una modernidad alternativa\", como dijera de los zapatistas, el dirigente comunista italiano Fausto Bertinotti. Emilio García es dirigente de la Coordinadora Plan Nacional de Ayala (CNPA) de México.
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