Los paradigmas neoliberales y la corrupción en Uruguay

El fondo ya no está muy lejos

03/06/2003
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¿De que se trata?¿Porqué los personeros del régimen, cuando tienen oportunidad, llenan sus bolsillos hasta el infinito agobiando a las cada vez más vacías arcas estatales?¿Es que tienen un afán desmedido de lucro y son hasta capaces de recurrir a todas las " malas artes" incluidas en el manual de la corrupción?¿Lo ocurrido con la fijación de sueldos para los directores del Nuevo Banco Comercial no es una demostración de esa trágica alternativa? Estos señores, de cuello, corbata que utilizan un atildado lenguaje tecnocrático, cuando pueden meten la mano hasta el codo como si fuera su última oportunidad de alcanzar el paradigma que buscan afanosamente y hacia el que les orienta el modelo. Obviamente carecen de todo tipo de reparo ético. Los hechos, por su magnitud, asombran. En un país que se ha resquebrajado por los cuatro costados, algunos señores – como estos directores de un banco oficial, nombrados a dedo - se sienten tan importantes como para fijarse sueldos de 30 mil dólares que deberán ser extraídos, seguramente, del dinero que todavía no se ha devuelto a los ahorristas "acorralados" y de los aportes realizados por el propio Estado nacional, con el fin de posibilitar la operativa de una institución que todavía no ha demostrado su viabilidad. El tema es grave, porque algunos defensores criollos del modelo seudo neoliberal que se intenta aplicar, siguen sosteniendo que su fracaso es el reflejo de condiciones coyunturales externas y no (pese a los Rhom, a los Peirano y a otros siniestros personajes) por la constatación de una corrupción desembozada que no escatimó esfuerzos para vaciar arcas, imponiendo una competencia por la distribución del ingreso en que no solo perdió la gente sino también, como todos lo sabemos, el país. Más comprobaciones del desastre Pero hay más elementos de una gravedad inusitada. El balance correspondiente al 2002 establece que el Banco Hipotecario del Uruguay tuvo pérdidas por 890 millones de dólares, mientras que el Banco de la República (más modesto en el deterioro), llegó a los 189 millones de la misma moneda. Las pérdidas del Banco de Seguros, el otro de la trilogía estatal, no se conocen porque todavía esta institución no ha presentado, ni siquiera, el balance del 2001. Por eso, cuando se nos solicita reflexionar sobre el futuro del país, intentando un análisis prospectivo de lo que debiera hacer el próximo gobierno, seguramente progresista, se nos plantean dudas de difícil resolución. Quisiéramos aclarar la mente para poner exponer un camino ideal, en donde un modelo nuevo, que establezca nuevos equilibrios en la distribución del ingreso, contribuya – desde el inicio de la acción del nuevo gobierno – a la felicidad de los uruguayos. Sin embargo la huída hacia delante de la actual administración y de sus personeros, está hipotecando el futuro del país quizás, por generaciones, en una actitud repulsiva desde el punto de vista ético, que debe ser vista con mucha atención por todos y cada uno de los hombres y mujeres que aspiren, en el marco de un gobierno progresista, a levantar piedra sobre piedra lo destruido para, así, lograr un futuro promisorio para nuestros hijos y nietos. Pero, ¿eso será posible luego de conocerse la índole de estos señores capaces de cualquier cosa? Señores que han perdido el rubor y con la frialdad de cirujano, cortan hondo, sacando partido de su momentánea situación de poder, sin importarles que el enfermo se muera en un abrir y cerrar de ojos. Pero ante ello, parece necesario concluir, que existen responsabilidades a varias puntas: las de quienes, en un frenesí delirante, tratan de apropiarse de la mayor tajada del ingreso y de quienes, con responsabilidades de gobierno, permiten tal tropelía. Y pensar que alguna gente pensó y dijo que esos señores, al ponerse al frente de una institución financiera de estas características, encaraban su nueva función con un sentido patriótico, con el fin de salvar algo de lo que sus colegas banqueros habían malversado unos meses antes. Sin embargo, la avaricia los cegó. Nos les alcanzaba a ninguno de ellos cobrar, para poner un sueldo de desmesura para la media nacional, lo mismo que el Presidente de la República. De ninguna manera. Estos señores se sienten tan importantes, o mejor dicho impunes, que resolvieron cobrar casi diez veces lo que Batlle, 18 veces más que el sueldo más alto del Banco de la República, y si comparamos ese estipendio con lo que se le abona a un maestro, o a un policía, o a un médico de Salud Pública, quizás lleguemos a guarismos diferenciales que superen las tres cifras. Un síntoma, no una anécdota En el correr de la pluma, al contar los hechos que se están verificando en este país, en esta misma ciudad de Montevideo, alguien podría pensar que estamos contando un anecdotario insólito, propio de un país en donde un grupo de personajes, a punto de perder sus puntos de referencia dentro del sistema político por el evidente avance de la izquierda que en todas las encuestas aparece como clara vencedora en las elecciones de octubre del 2004, tratan de cubrir su futuro. Sin embargo, lo que realmente importa no es solo la inmoralidad que ello significa sino, por supuesto, la suma de heridas que esas acciones, le están produciendo al tejido social del país. Acciones que, por supuesto, tienen el beneplácito de quienes detentan todavía el gobierno. La "intangibilidad" de los ingresos de estos directores del Nuevo Banco Comercial, más que una anécdota trágica, se convierte en un síntoma más de una enfermedad terminal del modelo que fenece. El seudo neoliberalismo, modelo que se trata todavía de aplicar en nuestro territorio, está siendo llevado adelante por un grupo de tristes personajes, generalmente vinculados al sistema financiero, que no reparan en lo que hacen ni les importa las consecuencias de sus acciones, aunque provoquen marginación, sufrimiento, desocupación y muerte. Por ello, nos parece, que hechos como ese son mucho más graves de lo que parecen en primera instancia y en qué, obviamente, no solo están implicados quienes aparecen montados en la cresta de la ola, usufructuando su parcial y relativamente endeble posición de poder. Si esa dispendiosidad existe y cuando la misma es a costa de los dineros del Estado - que debió capitalizar con 120 millones de dólares en banco que se abría - y de los depósitos de miles de ahorristas a quienes todavía nos se les ha devuelto su dinero, el tema adquiere una profundidad mucho mayor. El que está implicado en el despilfarro es el régimen en su conjunto, representado por los mismos señores que apostaron a que estos tecnócratas que repiten los esquemas fondomonetaristas, estarían en condiciones de salvar un banco que fue la resultante sintetizada de tres bancos que fueron liquidados luego de un vaciamiento urgente y sistemático protagonizado por banqueros que, además, se llevaron todo el dinero colocado por el gobierno y extraído hasta de los fondos destinados al presupuesto nacional. Habría que decir tres bancos más uno, porque también podríamos hablar de lo ocurrido con otra institución, el Banco de Crédito, que desde una crisis anterior tenía una mayoría de acciones de la Corporación para el Desarrollo, o sea que pertenecía al Estado nacional. Sin embargo, allí también, nadie puso freno al despilfarro del socio menor, que se llevó la parte del león mientras el Estado uruguayo, nuevamente, quedaba desairado, pagando. Pero, ¿a quien le importó que la secta Moon, a través de sus empresas, vaciara las arcas de este banco? ¿No estaba la institución en manos, en alguna medida, de personeros del propio Partido Colorado, a quienes poco les importó el destino del dinero, siempre que las cuotas del reparto se respetaran? Por eso, decimos, que no se trata de otra anécdota de las tantas que existen en la historia de nuestro sistema financiero. Es otro síntoma de una enfermedad más honda, que también se verifica a nivel planetario, que está dominada por una lucha brutal por la apropiación del ingreso y que se expresa de mil maneras. A Bush y sus halcones no les importó quedar en evidencia ante el mundo y siguieron sosteniendo sus mentiras inconmensurables sobre supuestas armas de destrucción masiva escondidas en mezquitas, pozos inexpugnables del desierto, etc. para justificar hacerse de Irak y de sus reservas petrolíferas. La ética del despojo Las reservas éticas en alguna gente parecen haber caducado. Como se acerca un evidente desalojo de toda una clase de burócratas que por décadas han usufructuado el gobierno, como decíamos en una nota anterior, ha llegado el momento de gritar: "sálvese quién pueda" Y ello, además, porque han deteriorado tanto la base social que los sustentaba, que han perdido para el futuro todo tipo de viabilidad política. Tampoco podrían hacer pie, si recurrieran, como hicieron alguna otra vez, a sus "amigos" militares que, a raíz de escuchar esos cantos de sirena, lograron casi a tres décadas del la trapisonda – también por méritos propios – ser el centro de una repulsa popular que hoy sigue expresándose a lo largo y ancho del país. La clase militar fue partiquina en el primer momento, utilizada para reprimir a sangre y fuego al movimiento popular en un período especialmente virulento del país. Sin embargo en un punto de inflexión, los señores de uniforme, entendieron que podían aspirar a un papel de mayor protagonismo, sacando del medio a quienes los habían impulsado a violentar su única función que tenían dentro del marco del país, que es la defensa de sus instituciones. Así lo hicieron. Pero antes y después, imbuidos de un sentido mesiánico, de guerra sin cuartel contra las ideas opositoras de unos y después de otros y de otros más, cometieron tal número de tropelías, violentando los elementos más sagrados y más sentidos de la sociedad uruguaya; así se ganaron una repulsa generalizada. De aquellas lluvias se llegó a estos lodos, que siguen dividiendo a la sociedad en dos bandos irregulares: los pocos, nostálgicos, que quieren refrendar la impunidad y los que reclaman verdad y justicia. Fue una etapa, en donde también decayó la ética de la convivencia, parecida a la actual, en la cual se sortearon todas las vallas de contención. Algo similar a lo que ocurre hoy con los burócratas todavía asidos a sectores de poder. Transferir parte de los ingresos del país hacia sus bolsillos y, además, crear las condiciones para que se sigan aplicando las recetas del FMI, aunque las mismas sean a contrapelo de las verdaderas necesidades del país. Son actividades entrelazadas. Unos se necesitan de otros, en un intercambio de favores que solo funciona en la actual discrecionalidad de un modelo caduco y en crisis. Por ello, estimamos, que este período al igual que el protagonizado por la clase militar, no será olvidado en décadas. Y, por supuesto, también se reclamará que se conozca plenamente la verdad y resplandezca la justicia. Y además se enfrentan a otra contingencia: las carencias del modelo globalizado, unipolar, ya está mostrando su caducidad. La crisis se visualiza, está a la vuelta de la esquina. Y con ella caerán los reaseguros multinacionales que estos burócratas creen todavía tener. * Carlos Santiago es periodista uruguayo, secretario de redacción de Bitácora (www.bitacora.com.uy)
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