Una gran victoria
15/05/2010
- Opinión
Dicen que la derrota tiene un solo padre y la victoria muchos. En las escenas inmediatas a la derrota de la moción de Fernando Cordero se pudo ver el alborozo y los gritos estridentes de asambleístas de la oposición de derecha.
Pero, nadie se llame a engaño. El conflicto en torno a la Ley del agua tuvo dos contendientes claros: el gobierno y los pueblos indios. La euforia de los manifestantes del Parque del Arbolito y sus dirigentes era la reacción natural a la victoria conseguida por los pueblos indios luego de la tenaz lucha de los últimos días que expresaba semanas y meses de resistencia. No ha sido dable contemplar las reacciones del otro contendiente en la soledad de Palacio: caras largas, ceño fruncido, quizá alguna lágrima por aquello de que los Presidentes también lloran.
En una entrevista reciente a TV Sur, Rafael Correa estuvo preciso. Desestimó a la oposición de derecha, de la cual dijo que está derrotada, sin perspectiva alguna más allá de un “alcalde cantonal”. Y señaló que los peligros para su “proyecto” partían de sus “contradicciones internas” a las que describió como el etnicismo, el ecologismo y el izquierdismo infantiles.
Lo de “contradicciones internas” era y es una falacia destinada a los oídos de sus interlocutores venezolanos y bolivianos. Los pueblos indios, los trabajadores, los ecologistas nunca formaron parte del “proyecto” de Alianza País: fueron siempre adversarios que progresivamente devinieron en enemigos. Hoy, los enemigos centrales.
Durante la Asamblea Constituyente y la expedición de la Ley Minera se dieron las primeras batallas en torno al carácter del Estado Multinacional, la minería, el consentimiento previo, los derechos de los trabajadores, en particular el de la huelga solidaria y de los servicios públicos. Sin embargo, fueron contiendas en la fase de ascenso del Correa y en la que la oposición de derecha tenía importancia y condicionaba el desarrollo de los acontecimientos que tendía a ser favorables al Presidente.
Hoy nos encontramos frente a una situación distinta: el enfrentamiento del Gobierno con la derecha ha disminuido de intensidad e importancia y la fase de reformas desarrollistas ha concluido y se inicia una nueva era económica y política.
Los avatares de las nuevas relaciones del Gobierno con la derecha son conocidos: se aliaron para apoyar a Pesantez y para el primer Informe de la Ley de Aguas; se distanciaron en la votación por la llamada consulta prelegistatva. Son intentos desesperados de la derecha por ganar cierto espacio de maniobra pero como afirma Correa no tienen futuro.
La segunda característica de la situación actual es la fundamental. El Gobierno ha agotado su fase reformista y se encuentra enfrentado a la definición de un proyecto general de economía y de poder. Se ha inclinado por una economía fundada en el petróleo y la minería para el mercado mundial, en relación con viejas y nuevas corporaciones trasnacionales, por un Estado dependiente y por una política clientelar. Es ese proyecto el que abre el enfrentamiento con los pueblos indios, trabajadores, ecologistas … Está en juego el Ecuador del futuro en el marco de la presencia y eventual integración de América Latina y del Sur y de la reorganización de la economía y del poder mundiales.
La batalla por la Ley de aguas es la primera de esta nueva fase. Y la victoria inicial de los pueblos indios es una victoria histórica.
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