Avances y retos de la economía solidaria

01/12/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 450: Lecturas desde los movimientos: Qué ha cambiado con los gobiernos de cambio? 06/02/2014
El movimiento de economía solidaria y comercio justo en Latinoamérica se viene afirmando y articulando como una incipiente, pero, importante fuerza de cambio, con perspectiva de transformación del modelo económico vigente. Sus principales retos son: demostrar que es posible construir relaciones económicas y sociales justas con respeto a la dignidad de las personas y al cuidado de la naturaleza; tener capacidad de incidencia en las decisiones políticas; y demostrar que es posible la integración y unidad con otros en la construcción de un mundo inclusivo y solidario.
 
Otra manera de hacer economía es posible
 
La existencia, en toda la región de América Latina y el Caribe (ALC), de experiencias económicas solidarias y de enfoques teóricos que la sustentan ha puesto en evidencia otras maneras de hacer economía, distinta a la del modelo hegemónico neoliberal, con lógica de generación de ingresos y empleo y no con la lógica de pura rentabilización económica. Son experiencias de resistencia y construcción de nuevas relaciones económicas orientadas a mejorar las condiciones de vida de las personas, recreando prácticas ancestrales de reciprocidad, cooperación y ayuda mutua. Experiencias que se desarrollan sin mercado/con mercado y sin Estado/con Estado[1] Tratando de potenciar el factor solidario presente en sus unidades económicas para que, junto a los otros factores, desarrollen productividad y eficiencia. El ser humano es el fin de la economía solidaria, pero un ser humano capaz de realizarse como individuo y colectivo social, de manera integral y en armonía con la naturaleza.
 
Estas experiencias han adquirido, a lo largo de nuestra historia, diversas y variadas formas organizativas, entre las que destacan: las prácticas económicas comunitarias, presentes en comunidades nativas, indígenas y campesinas, y que han sido recreadas en las zonas urbanas populares; las cooperativas; las asociaciones; las organizaciones no gubernamentales (ONGs); y otras formas de organización económica social solidaria, que trabajan en base a la cooperación y ayuda mutua. Aunque la mayoría de estas experiencias no se reconocen aún como economía solidaria, practican la solidaridad (en diverso grado) en su actividad práctica y en su filosofía de trabajo.
 
La vastedad de estas prácticas económicas solidarias muestran el enorme potencial que tendrían para reorientar los procesos económicos y políticos de la región, pero lamentablemente se encuentran dispersas y aisladas, muchas sin siquiera reconocerse como expresión de nuevas relaciones económicas, y con poca proyección para enfrentar los procesos subnacionales, nacionales y regionales. El esfuerzo teórico para expresar la realidad y propuesta de la economía solidaria es aún limitada y requiere de mayores esfuerzos en investigación/sistematización y un mayor encuentro/diálogo con las prácticas económicas solidarias para construir juntos el proyecto de verdadera transformación económica y social en cada uno de los países y en la región. Propuestas que sean capaces de enfrentar la creciente inequidad social, el deterioro del medio ambiente y la sobre-explotación de los recursos naturales, así como la crisis de valores, en la búsqueda de una convivencia fraterna y en paz.
 
Entretejiendo la red de la economía solidaria
 
Recién a fines de los años 90 algunas de estas experiencias han iniciado procesos de interrelación y articulación entre ellas, constituyendo redes de carácter sectorial y territorial a nivel local, nacional y regional, formando parte de un amplio movimiento social que se viene gestando en la región. Esta articulación de iniciativas de economía solidaria, en el ámbito internacional, tuvo su hito en julio de 1997, cuando en la ciudad de Lima se reunieron más de 200 experiencias provenientes de 32 países de los cinco continentes, en el Primer Simposio de Globalización de la Solidaridad, emitiendo una declaración conjunta que cuestiona la hegemonía del modelo de desarrollo neoliberal y propone reconocer y desarrollar la solidaridad en la economía[2], además de comprometerse en construir redes de economía solidaria en cada uno de sus países.
 
Desde esa fecha se han formado redes y plataformas de economía solidaria en Perú, Brasil, Chile, México, Bolivia, y coordinaciones diversas en Argentina, Uruguay, Ecuador, Colombia, y en algunos países de Centro América y el Caribe. Luego del Segundo Simposio Globalización de la Solidaridad (Québec, 2001) se acordó constituir la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social Solidaria (RIPESS). Actualmente, las redes y coordinaciones nacionales de economía solidaria y comercio justo y algunas redes temáticas de carácter regional como: la Mesa de Coordinación Latinoamericana de Comercio Justo, la Coordinadora Latinoamericana de Pequeños Productores de Comercio Justo, la Rel UITA; forman parte de RIPESS en Latinoamérica y el Caribe. También existen otras redes como la Red de Intelectuales Latinoamericanos de Economía Social Solidaria, la Red Latinoamericana de Comercio Comunitario, Latindad, etc.
 
Este proceso de articulación no se queda en lo organizativo y avanza hacia la confluencia de intereses en una agenda común. Luego de tres encuentros latinoamericanos de economía solidaria y comercio justo (Cochabamba 2005, La Habana 2007y Montevideo 2008), en las que además de evaluar el contexto y tomar posición sobre los grandes problemas a enfrentar, se formularon temas y delinearon acciones conjuntas: trabajar por el desarrollo de mercados alternativos en la búsqueda de relaciones armoniosas entre el productor, el consumidor y la naturaleza (Comercio Justo); impulsar y fortalecer experiencias de ahorro y crédito adecuados a los intereses de las familias y la comunidad (Finanzas Solidarias); promover la articulación y eslabonamiento de las actividades económicas en los ámbitos locales (Desarrollo Económico Local); el involucramiento en el diálogo/debate con el Estado en la búsqueda de políticas públicas que favorezcan al sector de economía solidaria (Incidencia política); trabajar por una mayor visibilización y reconocimiento del papel de la mujer en la economía (Equidad de Género); articulaciones y alianzas con el conjunto del movimiento social que luchan por soberanía alimentaria, respeto a los derechos humanos, preservación y defensa de los recursos naturales, entre otros.
 
Incidencia en el espacio público
 
En algunos países, estas experiencias logran reconocimiento social y público de manera creciente, lo que muestra la viabilidad de una acción promotora de parte del Estado y de una clase política comprometida con ese proceso, aunque eventualmente bajo diferentes perspectivas, a pesar del predominio del modelo neoliberal como rectora de sus políticas económicas y hegemónica ideológicamente en su relación con el mercado y los diversos sectores sociales.
 
En Colombia, crearon el Consejo Nacional de Economía Solidaria de Colombia (CONES), la Superintendencia de la Economía Solidaria, y el Departamento Administrativo Nacional de la Economía Solidaria (DANSOCIAL). En Venezuela, crearon el Ministerio del Poder Popular para la Economía Comunal. En Brasil, crearon la Secretaría Nacional de Economía Solidaria (SENAES), en el ámbito del Ministerio de Trabajo y Empleo, y dieron nacimiento al Foro Brasileño de Economía Solidaria (FBES) y al Consejo Nacional de Economía Solidaria (CNES). En Bolivia, crearon normas favorables a la economía solidaria en el Plan Nacional de Desarrollo, la nueva Constitución del Estado, y programas de compras estatales. En Ecuador, la economía solidaria fue incorporada en la nueva Constitución, y crearon el Instituto de Economía popular y Solidaria. En México, a la Ley de Promoción del Cooperativismo, se ha sumado la propuesta de una Ley de promoción de la economía social. En Argentina, la Secretaría de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa, el Ministerio de Desarrollo Social, el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), el Fondo de Capitalización Social (FONCAP), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y una Comisión de Economía Solidaria, Comercio Justo y Desarrollo Regional en el Consejo Consultivo de la Sociedad Civil de la Cancillería Argentina. En Perú, leyes de reconocimiento de las organizaciones sociales de base; ley del Artesano, ley del cooperativismo, y la reciente creación del Grupo de Trabajo Parlamentario “Cooperativismo y Economía Solidaria”.
 
Como puede apreciarse, las iniciativas estatales de fomento de la economía solidaria en América Latina se han registrado tanto en el contexto de gobiernos conservadores como progresistas, y se traducen en marcos normativos institucionales constituidos expresamente para promover la economía solidaria, al igual que en medidas puntuales y aisladas, pero que repercuten a favor de estas iniciativas económicas. Asimismo, en algunos casos, tales intervenciones obedecen a una voluntad política favorable de la clase gobernante, y a opciones expresas de empoderamiento de los sectores populares, mientras que en otros se dan por acción de los sujetos sociales de la economía solidaria organizados que logran incidir en la esfera pública estatal para el reconocimiento y apoyo de sus iniciativas económicas específicas.
 
Articulando la economía solidaria con el movimiento social
 
Diversas iniciativas de economía solidaria en cada país han avanzado en la creación de espacios de actuación conjunta con sus respectivos movimientos sociales, logrando en algunos casos incorporar la propuesta de economía solidaria en la agenda social. Ejemplos relevantes al respecto son: el concepto del Buen Vivir expresadas por las comunidades indígenas y asimiladas por los Estados de Bolivia y Ecuador en sus respectivas constituciones; el enfoque de la Soberanía Alimentaria que los movimientos agrarios han levantado en todos los países; la apuesta por Una Economía al Servicio de las Personas, incorporado en el movimiento social peruano; la lucha por un Comercio Justo/Comercio con Justicia, expresada como respuesta a los tratados de libre comercio (TLCs) negociados y adoptados por los gobiernos.
 
 A todo ello, se suma la presencia activa de las redes y organizaciones de economía solidaria en los Foros Sociales Mundiales y Continentales, que se han gestado en los últimos 10 años como espacios de encuentro del movimiento social mundial para intercambiar agendas, experiencias y sentimientos en la lucha contra la hegemonía del neoliberalismo en el planeta.
 
Por último, podemos sintetizar algunos de los retos actuales para el movimiento de economía solidaria en la región, en los siguientes: Profundizar en el papel transformador de estas prácticas económicas solidarias, apoyando en la sistematización e investigación, así como en la reflexión y formulación de propuestas de desarrollo a todo nivel; Continuar con el proceso de encuentro entre los actores de estas experiencias y proponer procesos de articulación en todos los ámbitos, fortaleciendo las actuales redes; Vincularse más activamente al conjunto del movimiento social que viene luchando por recuperar y conquistar derechos que les han sido expoliados; y Levantar propuestas de transformación radical del sistema económico y político, “desde abajo y desde adentro”, reconstruyendo los proyectos de desarrollo nacional, articulando las iniciativas solidarias sur-sur y sur-norte, en una perspectiva de globalización solidaria que confronte la visión colonial/moderna eurocéntrica sobre el manejo del poder y el modelo neoliberal que la sustenta. Menuda y, a la vez, hermosa tarea que se tiene hacia adelante: continuar incorporando solidaridad a la economía y a la vida.
 
- Alfonso Cotera Fretel es Director Ejecutivo del Grupo Red de Economía Solidaria del Perú y Responsable de la Mesa de Coordinación Latinoamericana de Comercio Justo.


[1] Quijano, Aníbal, “Solidaridad” y capitalismo colonial/moderno, artículo en la revista Otra Economía, Volumen II – N° 2, 2008.
https://www.alainet.org/es/active/38210

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