Centroamérica tras el golpe en Honduras:
Desafiar la geopolítica regional para salvar los procesos de cambio
31/07/2009
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 447: América Latina en Movimiento No 447 06/02/2014 |
“América hoy está golpeada. El golpe de Estado no ha sido contra mí, sino contra los presidentes de América. A mí ya me derrocaron. Ahora están derrocando a los presidentes de América al no poder revertir el golpe”. Manuel Zelaya.
El golpe de Estado contra el presidente constitucional y legítimo de Honduras, Manuel Zelaya, perpetrado el pasado 28 de junio por el ejército y un sector de la clase política encabezado por Roberto Micheletti, y avalado por los tribunales de justicia (esos “templos de encantadores de serpientes”, como cantan los versos del poeta hondureño Roberto Sosa), los empresarios neoliberales y la cúpula de las autoridades religiosas (católicas y protestantes), sienta un nefasto precedente para este país y la región latinoamericana: el de la aparición en escena, nuevamente, de la sombra del terror militar, invocada por los grupos más reaccionarios y conservadores de la sociedad, que han perdido la paciencia frente al cambio de época en nuestra América.
En estas líneas, expondremos tres aspectos claves para comprender los escenarios que van tomando forma a partir del golpe, y que profundizan tendencias de larga data en la región: la influencia inocultable de la geopolítica estadounidense, que ahora coloca a Centroamérica entre los límites de la Mesoamérica ampliada (junto a México y Colombia), última frontera del proyecto imperialista(1); el reposicionamiento estratégico de las élites de la derecha centroamericana, apoyadas en el cada vez más integrado sector empresarial, que responde a intereses regionales y transnacionales, antes que a proyectos políticos de carácter nacional(2), y finalmente, la responsabilidad histórica que asume el movimiento popular hondureño y la solidaridad expresada en toda América Latina.
Honduras y Centroamérica en la geopolítica de Estados Unidos
La crisis hondureña debe ser ubicada en un contexto mayor: el del reposicionamiento de las fuerzas e intereses que, desde la potencia del Norte y sus aliados, dan forma a la geopolítica de Estados Unidos en la Mesoamérica ampliada, configurada a partir de dos procesos más o menos simultáneos: uno, la ampliación del Plan Puebla Panamá (ahora conocido como Proyecto Mesoamérica) hasta las coordenadas del Plan Colombia; y el otro, la firma de tratados de libre comercio (NAFTA y CAFTA) que definieron una zona de exclusivo control económico, político y militar estadounidense, solamente desafiada por las movilizaciones populares y el ascenso al poder ejecutivo de gobiernos identificados con el movimiento histórico que vive América Latina en las tendencias nacional-populares y del llamado “progresismo”, como son los casos del FSLN, en Nicaragua; el FMLN, en El Salvador; el giro socialdemócrata en Guatemala, con Álvaro Colom, y el acercamiento del gobierno liberal de Zelaya con el bloque de países de la Alianza Bolivariana (ALBA).
Esto nos permite plantear la tesis de que, desde Honduras, los intereses del imperialismo –quizá no visibles en el discurso oficial del presidente Barack Obama, pero presentes en los entretelones del conflicto- intentan establecer un nuevo enclave político (y militar, si es preciso) que, a la manera de una onda expansiva, permita articular la contraofensiva de la derecha, a escala mesoamericana, primero, y latinoamericana después.
A Honduras, entonces, se le utiliza como campo de prueba y error para lo que Emir Sader llama la “restauración conservadora”(3): aquí, en nombre de la democracia y la institucionalidad, se pone a prueba la unidad latinoamericana, al tiempo que se miden las posibilidades y límites de la diplomacia internacional, con el doble objetivo de fracturar la ALBA y diseñar un modelo de desestabilización aplicable en otros países “problemáticos”, desde la óptica ideológica norteamericana.
El “ajuste” de la derecha centroamericana
Por lo expuesto antes, resulta evidente que Centroamérica –y más precisamente, Mesoamérica- se ha convertido en el teatro de operaciones de las intensas batallas que, en todos los órdenes, libran los bloques Norte y Sur de América: algunas, veladas y encubiertas; y otras, abiertas y declaradas en medio de la ebullición y la movilización de los pueblos en defensa de sus legítimas aspiraciones.
¿Por qué Centroamérica? Una posible explicación es la que ofrece Ángel Rodríguez Luna, investigador de la Universidad del Mar (Oaxaca, México), quien explica que la expansión estadounidense en la región, a partir de la década de 1990, se vio favorecida “porque durante esos años ascendieron al poder político élites empresariales con intereses económico-regionales, más que nacionales, y vinculadas a élites militares y a corporaciones transnacionales (…) lo cual es una de las modalidades de la geopolítica de ese país”(4).
Es decir, experimentamos un reacomodo histórico de las elites centroamericanasen función de los grandes ejes de la geopolítica y los intereses económicos de los Estados Unidos, lo que viene a confirmar los análisis del sociólogo guatemalteco Edelberto Torres Rivas, formulados en las décadas de 1970 y 1980, sobre el maridaje entre nuestra burguesía nativa y la burguesía metropolitana(5), que progresivamente ha profundizado la condición dependiente y neocolonial de nuestras sociedades.
Son élites progolpistas como las que actúan hoy en Honduras, o las que promueven, en otros países, las “soluciones de diálogo” expresadas en el Acuerdo de San José que, de aceptarse, dejarían maniatadas las posibilidades de transformación social en nuestras “democracias”, porque en adelante serán los poderes militar y económico, y no los ciudadanos, quienes determinen el rumbo y los límites de los procesos sociales y políticos en la región.
Este fenómeno de reacomodo experimenta hoy una fase de “ajuste”, en la cual la derecha centroamericana intenta crear nuevas condiciones de “estabilidad neoliberal” y control social, luego de un período en que el campo popular conquistó –a partir del año 2001- importantes espacios de poder político formal y no formal (desde los movimientos de resistencia contra el Plan Puebla Panamá o contra el TLC con EE.UU, hasta la reciente victoria del FMLN en las elecciones de El Salvador).
La reciente reunión del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla, celebrada en Liberia, Costa Rica (27 al 29 de julio), ratificó este reacomodo de las élites centroamericanas y mesoamericanas: los gobiernos de Felipe Calderón (México), Oscar Arias (Costa Rica), Ricardo Martinelli (Panamá) y Álvaro Uribe (Colombia), impulsaron una vez más el Proyecto Mesoamérica y la Iniciativa Mérida, componentes vitales de la geopolítica estadounidense en la región. En cambio, los presidentes Álvaro Colom (Guatemala) y Mauricio Funes (El Salvador), ante la ausencia de Manuel Zelaya (Honduras) y la autoexclusión de Daniel Ortega (Nicaragua), tuvieron un margen de acción muy limitado en este espacio de deliberación.
La hora de la ofensiva social y popular
Como se ve, la sucesión de hechos en los últimos meses y la coincidencia de las formas políticasque se invocan para llevar adelante las pretensiones restauradoras, ofrecen argumentos suficientes para afirmar que lo que ocurre en Honduras, y en la Mesoamérica ampliada, no responde a la casualidad: por el contrario, vemos aquí a los gigantes que llevan siete leguas en las botas –al decir de José Martí-, que salen al paso de la marcha de los pueblos de nuestra América y quieren aplastarlos.
Es inevitable concluir que esta asonada militar-oligárquico-empresarial, aunada a la complejidad y fuerza de los factores de la geopolítica internacional, y la cada vez más desfigurada acción de la diplomacia regional –que pasó de la condena enérgica a la ambigüedad cómplice con los golpistas-, tendrá implicaciones negativas sobre los procesos políticos de una Centroamérica que, en los últimos años, desde los gobiernos o desde la sociedad civil organizada, ha emprendido procesos de cambio con distintos niveles de intensidad.
Lo sucedido desde el secuestro brutal de Zelaya, al desenlace de las negociaciones en San José y la cruenta represión ejercida contra el pueblo hondureño, revela la pedagogía del terror de la derecha en nuestros países, cuyo mensaje parece ser: no hay alternativas al sacro orden neoliberal ni lugar para los pueblos.
No obstante, un balance de lo sucedido en Honduras no puede dejar de lado la vigorosa resistencia popular de los estudiantes, trabajadores, maestros y maestras, sindicatos, campesinos, pueblos afrocaribeños y ciudadanos, convertidos en el auténtico bastión de la esperanza hondureña y centroamericana.
Ellos y ellas, que persisten en la lucha por el restablecimiento de la legalidad democrática, y se niegan a renunciar –frente a los poderes terrenales y la manipulación de los poderes divinos- al derecho de los pueblos a emprender transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas, van señalando el camino que han de seguir los demás pueblos nuestroamericanos: el de la ofensiva social y popular para revertir las condiciones históricas de exclusión y marginación social de las grandes mayorías, y que solo en Centroamérica confina a la pobreza a casi la mitad de la población (un 46,5% para 2006, según el Informe Estado de la Región 2008).
No dejaremos de decirlo: en esta hora, los pueblos de nuestra América tienen la palabra. El destino depende de nosotros mismos.
- Andrés Mora Ramírez es periodista costarricense. Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica. Miembro de la Asociación por la Unidad de Nuestra América (AUNA-Costa Rica).
Notas:
1) Al respecto, véase el libro de Luis Suárez Salazar y Tania García Salazar, titulado: Las relaciones interamericanas: continuidades y cambios (2008, Buenos Aires: CLACSO), especialmente el capítulo 9, dedicado a “la primera década de la guerra terrorista contra el terrorismo”, emprendida por los Estados Unidos a partir del año 2001. La publicación está disponible en la siguiente dirección: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/campus/salazar/
2) Alexander Segovia, asesor económico del presidente salvadoreño Mauricio Funes, ha estudiado este fenómeno desde hace varios años. De él puede leerse una valiosa caracterización del proceso de integración real del empresariado centroamericano en: “¿Quién tiene el poder en Centroamérica?”, publicado por la Revista Envío, nº 298-299-300, enero-febrero-marzo (2007). Managua: Universidad Centroamericana. Disponible en: http://www.envio.org.ni/index.es
3) “América Latina: profundización del antineoliberalismo o restauración conservadora”, en La Jornada de México, 6 de julio de 2009. Disponible en:
4) Rodríguez Luna, Ángel (2008). “Seguridad nacional y geopolítica en América del Norte y Centroamérica”. En Revista Enfoques, 8, vol. VI, Santiago de Chile: Universidad Central de Chile.
5) Torres Rivas, Edelberto (1989). La crisis del poder en Centroamérica. San José: EDUCA.
https://www.alainet.org/es/active/38152
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