De la Dictadura de Stroessner al 20 de abril de 2008

La brecha y Lugo

22/04/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 443: América Latina en Movimiento No 443-444 06/02/2014
El 20 de abril de 2008, Fernando Lugo Méndez, ex obispo de la Iglesia Católica, triunfa en las elecciones presidenciales del Paraguay. Fue un caso inédito en la turbulenta historia política del Paraguay, que sucediera una alternancia en el gobierno, sin balas de por medio. Él no había surgido de movimientos sociales ni había hecho una trayectoria partidaria, en un país donde la afiliación política alcanza casi la significación de pertenencia religiosa.
 
La carrera que emprendió hasta la victoria electoral fue meteórica, liderando una heterogénea Alianza Patriótica para el Cambio (APC, hegemonizada por el Partido Liberal (PLRA) que quedó con el cupo de la vicepresidencia; el resto de los partidos es variado, incluyendo agrupaciones de izquierda), y apoyado por decenas de organizaciones políticas y sociales.
 
Hablar de esta posibilidad, tres años antes, era no solo poco creíble sino inimaginable. Además del Partido Colorado, los demás partidos tradicionales (o conservadores) opositores carecían de proyectos aglutinantes y la izquierda todavía estaba lejos de alcanzar una proyección política protagónica. La hegemonía colorada de más de seis décadas de sucesivos gobiernos parecía que continuaría para rato. ¿Qué fue lo que sucedió entonces ese 20 de abril, que termina marcando la historia política nacional? ¿Qué elementos podemos encontrar en los casi 20 años de apertura política que vive el país, tras la caída de Stroessner en 1989?
 
1989. Fin de 35 años de Dictadura ¿Llega La Democracia?
 
En 1989, el país entra en un proceso que muchos llaman “transición democrática”. Un golpe de Estado había terminado con la dictadura del General Alfredo Stroessner. El “Rubio” había establecido su régimen despótico en 1954, antes que sus pares del Cono Sur, y continuaría hasta años después que esas dictaduras, con excepción del caso chileno. Comprender al régimen dictatorial y sus mecanismos de prolongación en el poder es una de las tareas necesarias para poder dilucidar importantes aspectos del proceso paraguayo post dictatorial.
 
El Golpe de Estado de 1989 terminó con una dictadura que –como todas las dictaduras- sirvió para consolidar la dominación de las clases hegemónicas en la sociedad, aplastando a las fuerzas transformadoras en base a la violencia del terrorismo de Estado y del estado permanente de terrorismo ideológico.
 
Así, por 35 años, los sectores dominantes construyeron sus pilares en el terreno económico en algunos puntos claves: los latifundios, la triangulación económica de importación y exportación legal e ilegal, el tráfico de drogas y armas, la penetración del capital transnacional en varios rubros estratégicos, y los negocios dependientes del Estado.
 
El aparato estatal autoritario, excluyente, explotador y sumamente violento, fue el “Estado perfecto” para las diversas formas de “fascismos sociales” presentes en la sociedad, las cuales, para el intelectual Boaventura De Souza Santos, son las diversas formas de dominación social expresadas políticamente y sostenidas con complicidad estatal[1].
 
La dictadura fusionó al Partido Colorado[2] con el Estado y la figura del General Stroessner. El partido propagó su radio de influencia a otras esferas de la sociedad, como la familiar, cultural, laboral y otras, constituyéndose no solamente en una maquinaria de control político y de apropiación del Estado, sino en un formidable instrumento de penetración “capilar” en la sociedad[3], lo que sumado a la fuerza bruta de la represión, resultaron claves para la larga hegemonía del partido y las clases dominantes.
 
Otra de las características importantes del “complejo edilicio” dictatorial paraguayo es que guardó las formas democráticas: división de poderes públicos, procesos electorales regulares para elegir al presidente y a parlamentarios, participación de ciertos partidos de oposición y otros. Como veremos, el “viejo Estado” y su base económica y social, sobrevive en su esencia en el periodo pos 1989[4], a pesar de los cambios importantes.
 
Los 90: Apertura política y continuación de la hegemonía colorada
 
Resulta un símbolo de lo que significó la apertura política, que el golpe de Estado contra la dictadura haya sido dirigido por el General Andrés Rodríguez, amigo, consuegro, correligionario de partido, camarada militar y, sobre todo, socio de negocios del General Stroessner.
 
En las primeras elecciones presidenciales de 1989, Rodríguez resultó electo presidente del país hasta 1993. Las FFAA seguían teniendo una importante preponderancia dentro del espacio político. La convocatoria y deliberación de la Asamblea Nacional Constituyente de 1992, que iba a decidir el nuevo marco normativo de la democracia paraguaya –y, por supuesto, condicionarla-, se hizo en un contexto en que el aparato estatal todavía movilizaba recursos al partido mayoritario y las FFAA miraban desde cerca al actuar político.
 
La nueva Constitución, a pesar de los logros importantes en cuanto a libertades públicas, demostraría con el tiempo la violenta contradicción entre la apariencia y esencia de las cosas. Por ejemplo, se cerraron las posibilidades reales de un cambio en la estructura desigual de la propiedad de la tierra[5], no se crearon instrumentos para la aplicación de la proclamada “democracia participativa”, y los “fascismos sociales” continuaron predominando a pesar de los avances en materia de derechos humanos.
 
Lo cierto es que, durante los 90, se dio una creciente violencia en el campo resultante de la intensificación y concentración de la producción agropecuaria, la represión policial y parapolicial[6], el aumento del hambre, la pobreza y el abandono público, que derivaron en el desplazamiento de centenas de miles de personas a la vida periurbana, especialmente en torno a Asunción, cambiando la configuración demográfica y social del país, con un aumento enorme de las condiciones de hacinamiento, servicios básicos deficientes, hospitales desabastecidos, alta deserción escolar, altísimos niveles de violencia en las calles y en las familias, y una altísima precariedad laboral y desempleo, que hoy alcanzan juntas a 2/3 del país.
 
Esta creciente emergencia social fue produciendo efectos que de tanto en tanto alteraron el mapa político nacional, pues aumentaban las demandas populares a los partidos tradicionales, especialmente la ANR (y también del Partido Liberal, que ya iba teniendo gobiernos en los departamentos y municipios) por la solución de problemas que debían ser resueltos por el Estado.


 
Esto no generó una crisis grave del sistema político dominante, aunque sí fricciones e inestabilidades políticas internas entre personajes del ámbito colorado como Rodríguez, Wasmosy, Argaña y Oviedo, en una historia que atravesó la década y llegó a su punto más álgido con el “Marzo Paraguayo” de 1999, que tumbó al gobierno y luego derivó en la fractura del partido hegemónico.
 
En efecto, tras el asesinato de Argaña, se generó una conmoción social ante la posible instalación de un gobierno de carácter fascista bajo el mando de Oviedo. Aumentó la presión política contra el presidente Cubas. Ocurren grandes conflictos entre manifestantes y la policía, con varios jóvenes asesinados. El 28 de marzo renuncia Cubas Grau.
 
*** especie de recuadro
Juan Carlos Wasmosy, empresario, fue Presidente entre 1993 y 1998, periodo del auge del neoliberalismo en Latinoamérica. Durante su gobierno se privatizan varias empresas públicas y quiebra la banca nacional (con especial énfasis en el Banco Nacional de los Trabajadores, golpe fulminante al movimiento sindical).
Luis María Argaña, abogado y caudillo colorado, fue presidente de la Corte Suprema de Justicia en la dictadura. Atraviesa a la vida democrática como gran referente civil. En el 92 derrota a Wasmosy en las internas presidenciales coloradas, pero Rodríguez y Oviedo manipulan el resultado electoral y dan la victoria a Wasmosy.
Gral. Lino Oviedo,.militar, considerado como número 2 de Andrés Rodríguez en la dictadura y la democracia, participa en el robo de las elecciones a Argaña y el posicionamiento de Wasmosy como presidente. En 1996 entra en conflicto con Wasmosy y es pasado a retiro. Inicia una campaña electoral que lo va llevar a la presidencia en 1998, pero es desplazado por Wasmosy y Argaña. El número 2 de Oviedo, Raúl Cubas Grau, va como candidato a presidente, y Argaña, su principal enemigo político, como vicepresidente, y ganan el gobierno (1998-2003). Tras 6 meses, Argaña es asesinado en un atentado el 23 de marzo de 1999, adjudicado políticamente al oviedismo, generando una revuelta popular que termina con la renuncia de Cubas Grau. Posteriormente funda otro partido, de derecha, desde un desprendimiento del Partido Colorado. Tiene amplia relevancia política actualmente.
***
 
Post-Marzo Paraguayo: máxima corrupción política, liderazgo fuerte y breve crisis de la hegemonía política
 
A pesar del resultado satisfactorio de un levantamiento popular que puso freno a un gobierno autoritario, la resultante del Marzo Paraguayo fue el reacomodo del poder político colorado, con participación de otros partidos, hecho básicamente desde la lógica de la repartija de la torta estatal. No había un proyecto político desde los sectores populares que pudiera superar las limitaciones impuestas por los partidos políticos tradicionales, a pesar de la grandísima movilización social.
 
El gobierno que completó el periodo hasta el 2003 alcanzó los niveles de corrupción más elevados, los niveles de desarrollo socioeconómico más bajos, los cuales sumados a la crisis sudamericana del 2001-2002, llevaron al peor desastre social en la historia reciente: un 48, 8% de la población era pobre para finales del 2002. Según un intelectual-bohemio comentara en esos días, “la debilidad de este gobierno lo hace sentar armónicamente sobre las mafias que le sirven de soporte. Este ´desorden´ que vemos, en verdad, expresa el funcionamiento real del orden, como nunca antes”.
 
Esta situación abrió paso a una crisis en el consenso social, acentuada por enormes movilizaciones campesinas que frenaron intentos de privatizar empresas públicas y de aprobar leyes “antiterroristas”, que terminaron con grandes represiones[7].
 
El periodo posterior al Marzo Paraguayo se caracterizó por la crisis de liderazgo en el Partido Colorado –y la oposición-, que fue resuelta con la emergencia de Nicanor Duarte Frutos como líder colorado casi indiscutido, y que llegó al gobierno en el periodo 2003-2008. Su discurso manifestaba la dinámica que vivían las bases populares coloradas y la polarización social: era “firme”, “antioligarca” y hasta “anticapitalista”, en contradicción total con la realidad. Con ropaje “progresista” su gobierno fue el que desató la mayor represión al movimiento campesino tras la dictadura, esta vez, utilizando el aparato judicial[8] como arma principal.
 
Usando frases tipo “El Estado soy yo”, Duarte Frutos se posicionó como el único líder capaz de llevar al coloradismo por más décadas de gobierno. El crecimiento de su liderazgo tapó la emergencia de otros. Lo llevó a forzar maneras de continuar gobernando a pesar de los propios límites constitucionales que se habían puesto en 1992, como la prohibición de la reelección. Generó abruptas peleas con los sectores opositores en su partido y en los demás. Aumentó el descontento general, que alcanzó su auge en el 2006, cuando se candidatizó él mismo a la presidencia de su partido, siendo ya presidente de la República, en abierta violación a la Constitución Nacional. El hecho terminó siendo legitimado por la propia Corte Suprema de Justicia, generando un escándalo ciudadano ante la aparición de un nuevo proyecto autoritario.
 
El 29 de marzo de 2006, 40 mil personas se reunieron en una plaza para gritar “¡Dictadura Nunca Más!”, contra las intenciones de Duarte Frutos. En el palco central de la concentración apareció Fernando Lugo como protagonista, proyectándose con fuerza en el escenario político nacional.
 
La brecha hacia el Estado
 
La crisis socioeconómica que vive hace décadas la gran mayoría del país, el descontento generalizado con las cúpulas de los partidos tradicionales, la corrupción e inoperancia del Estado para satisfacer las demandas mínimas, abrieron las chances a Fernando Lugo para consolidarse como alternativa para el siguiente periodo de gobierno 2008-2013. Su figura religiosa -en un país católico-, su discurso suave y abarcante, su llamado a la recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales, la institucionalización del Estado, la renovación del Poder Judicial y la superación de la pobreza, conjugaron aspiraciones ampliamente consensuadas por la mayoría del país.
 
Pero Lugo también levantó reivindicaciones históricas de los sectores populares, como la Reforma Agraria y la democratización del Estado, lo que generó el apoyo de organizaciones campesinas, sindicales y políticas de izquierda, confrontándole con la oligarquía. Su trayectoria personal de apoyo a luchas sociales, de denuncia a la desigualdad en el país, generó una credibilidad importante como obispo de los pobres, que desató un proceso de trabajo de base –silencioso o abierto- que atravesó diversos espacios de la sociedad, como los eclesiales, académicos, profesionales, culturales y hasta en las bases de los partidos tradicionales, que terminaron por proyectar la figura de Lugo al campo político[9].
 
A pesar de este apoyo masivo, éste fue disperso, y no se puede afirmar que el 20 de abril fue el resultado directo de un proyecto contrahegemónico cohesionado[10], como el caso de Bolivia, de un liderazgo movilizante y con experiencia dentro del aparato estatal, como Chávez o Correa, o de una larga construcción de un proyecto político con una organización o alianza relativamente cohesionada, como en Brasil o Uruguay.
 
El breve recuento histórico del escenario político-institucional, indica que para la victoria de Lugo tuvo gran peso una brecha abierta entre el sistema político tradicional, los grupos de poder y el Estado. Por eso, encarna realmente el significado de “outsider” de la política. No es la prolongación de “una” organización dentro del Estado. Es un “cuerpo extraño” que, mediante una coyuntura dada y no calculada por los grupos de poder, logró posicionarse con un respaldo masivo para meterse dentro del “Estado viejo”.
 
Lo que ocurra en su gobierno será, como siempre lo es, resultado de la correlación de fuerzas entre las clases sociales antagónicas. Sin embargo, lo que está por verse es hasta qué punto cambiarán las relaciones de poder, cuánto poder de articulación tendrán los movimientos sociales y partidos de izquierda, cuán rápido se rearticularán los sectores dominantes y qué estrategias utilizarán para englobar o remover al “cuerpo extraño”.
 
El 20 de abril de 2008 ha acelerado la dinámica de estos procesos, en las calles y en el Estado, y en esa administración de conflictos, el nuevo gobierno será importante pero no determinante. No superará el rol de las organizaciones sociales y políticas para construir un proyecto alternativo real, ni de la propia conciencia colectiva de los sectores populares y mayoritarios que, con la caída del poder colorado tras 61 años, puede desatar fuerzas que hasta ahora permanecían invisibilizadas y potenciar otras que ya estaban desarrollándose. El corto plazo histórico en Paraguay está, más que nunca, con pronóstico abierto.
 
- José Tomás Sánchez es Comunicador Social.


[1] Por ejemplo, el dominio basado en la concentración de la tierra que ejerce un puñado de terratenientes sobre comunidades campesinas, no es solamente una relación desigual en “el campo económico”, sino que el poder consecuente es también dominante en lo cultural, político, y en campos como la alimentación, vivienda, salubridad, por lo que el poder que ejercen los terratenientes, en este caso, es un “poder de veto” sobre varios aspectos de la vida de miles de personas. Para De Souza, este sería un caso de “fascismo social”.
ver: "¿Por qué Cuba se ha vuelto un problema difícil para la izquierda?", Rebelión, 8 de abril de 2009, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=83540
[2] El Partido Colorado o Asociación Nacional Republicana (ANR) fue fundado en 1886, el mismo año en que se funda el otro partido tradicional, el PLRA, con quien va a disputar históricamente el poder político. A pesar de algunas diferencias, ambos partidos tienen una amplísima base social-popular, promueven el clientelismo y están en función de las oligarquías del país. El PLRA gobernó el país por 36 años, entre 1904 y 1940. 
[3] Un indicador de la “penetración” del Partido Colorado (y del PLRA), es que en un país de 6 millones de habitantes, la ANR tiene 1.200.000 afiliados y el PLRA más de 800 mil. A modo de comparar, el PT de Brasil, considerado partido de masas, tiene también 800 mil afiliados, pero en un país de 200 millones de habitantes.
[4] Muchos análisis se realizaron sobre las causas de la caída de la dictadura, y no es el objeto de este artículo. Pero puede mencionarse que tienen un índole económico, pues existe una decadencia que no para desde 1982; crisis de representación interna, con las conformaciones de facciones que van corroyendo la otrora orgullosa “unidad granítica” del Partido Colorado; escaso apoyo internacional, con las aperturas políticas de los países vecinos y el cese del apoyo norteamericano; y, por supuesto, la creciente movilización social, que comenzaba a amenazar con un cambio más profundo, lo cual fue advertido por los líderes político-militares del régimen, e impulsan el golpe a Stroessner. 
[5] Según el Censo Agropecuario Nacional (1991), el 1% de la población paraguaya era propietaria del 77% de las tierras del país. Con la nueva Constitución, cada latifundio improductivo debe ser expropiado por Ley de la Nación, prácticamente haciendo prohibitiva la reforma agraria.
[6] Existen extensos estudios que analizan la represión estatal y paraestatal contra las organizaciones campesinas en el periodo 1989 a 2008, en el marco de la lucha por la tierra. Según el Informe Chokokué (2007), entre 1990 y 2004 se produjeron 895 conflictos de tierra, 571 manifestaciones públicas, 7296 campesinos/as fueron detenidos o entraron en procesos judiciales, 75 fueron ejecutados y existen 2 desaparecidos.
[7]A pesar del éxito, este movimiento contrahegemónico no llega a desarrollarse hacia una alternativa política consolidada.
[8] Ver referencia 6. La mayor cantidad de procesos judiciales y detención de campesinos, corresponden al gobierno de Duarte Frutos.
[9] Esto generó un interesante fenómeno de emergencia de fracciones que apoyaron a Lugo, dentro de ciertas instituciones cuyas cúpulas no estaban de acuerdo. Ocurrió dentro de la Iglesia y de casi todos los partidos tradicionales (solo en UNACE no se visibilizó esto). Hay que recordar que fueron las bases del PLRA quienes presionaron para apoyar directamente a Lugo, y no sus cúpulas, que finalmente tuvieron que ceder.
[10] Una muestra clara de esto es la composición del Poder Legislativo, en donde de un total de 125 legisladores, sólo dos corresponden a la izquierda, y el resto a partidos tradicionales (42 PLRA, 45 ANR), partido de ultra derecha y de derecha (25 UNACE, 8 PPQ) y de centro (1 PPS, 2 PDP).
https://www.alainet.org/es/active/38104?language=en
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