El gobierno, las usinas ideológicas y el abrumador costo social
Enterraron la calidad de vida
20/05/2003
- Opinión
El gobierno debió rebobinar su convicción que con los pesados
aumentos en las tarifas públicas que impuso reiteradamente
podría recaudar millones de dólares. Se equivocó feo, así
como también quienes desaprensivamente lo impulsaron a esa
política, estampada incluso en las cartas de intención
firmadas con el FMI. No les entró en la cabeza lo que la más
elemental ciencia económica indica que nadie puede gastar más
de lo que tiene.
Ese revolcón, parecería, que ha hecho recapacitar a algunos
planteen para que buscar otras fuentes de financiamiento,
como por ejemplo un efectivo achicamiento de los gastos,
aunque parece difícil que en el actual marco de los sectores
políticos gobernantes, se avente privilegios, se reduzcan
funcionamiento aberrantes y costosos, se supere la insólita
ineficiencia estatal que determina que el Estado uruguayo sea
excesivamente pesado, a tal nivel, que no puede ser soportado
hoy por el resto de la economía.
Pero, pese a ello, no estamos seguros de que alguien adopte
la decisión política, ejemplarizante, se limitar, por
ejemplo, los gastos en el servicio exterior, de terminar de
una vez por todas con al canonjía política que significa,
para muchos, la utilización a mansalva de los contrarios de
obra y de servicio. Tampoco es obviamente posible que las
empresas públicas pretenden ser superavitarias, actuando en
el marco del un mercado castigado por monopolios de hecho, o
"naturales" como llaman algunos, que solo sirven para hacer
pagar a la gente ineficiencias, los costos de producciones
fuera de escala, errores grandilocuentes e irresponsables,
como la construcción de edificios faraónicos, o las perdidas
constantes y bochornosas para la dignidad nacional, que han
determinado los negocios de ANCAP en la Argentina.
Pero todo ello no es nada comparado con la política del
gobierno del doctor Jorge Batlle, favoreciendo de manera
ostensible al sistema financiero, que durante el año 2002 le
costó al país una cifra superior a los 6 mil millones de
dólares, que fueron tirados para el manejo dispendioso de
algunos banqueros, con el fin manifiesto de "honrar" una
tradición nacional, la de pagar sus cuentas.
Claro, con el dinero de los uruguayos se pagó las deudas de
los banqueros. Dinero irrecuperable, que empobreció al país y
que se extrajo de las arcas comunes, la de todos los
uruguayos. Un manejo ligero y dispendioso que, obviamente,
debería determinar una muy dura acción parlamentaria para
exigir responsabilidades políticas. Las otras
responsabilidades, penales que seguramente las habrá que
establecer, deberían ser el correlato en la justicia de la
acción anterior. Por ello es bueno atender la acción que está
llevando adelante la Comisión Investigadora del Sistema
Financiero que, determinará – seguramente - acciones en los
dos campos mencionados.
El límite del empobrecimiento
Mayoritariamente la población uruguaya, hablamos de las
clases medias integradas por empresarios de la ciudad y el
campo, funcionarios públicos, privados, obreros
especializados de distintas ramas de la producción y pasivos,
perdieron en la mayoría de los casos su relativa capacidad de
ahorro, ingresando muchos de esos sectores en un proceso de
empobrecimiento y marginación. Entonces, ¿como se pretendía
que esos sectores siguieran soportando un incrementado peso
del Estado, expresado en esos incrementos de tarifas?
Además son los mismos sectores que viven el "corralito"
uruguayo, que está produciendo dramas de distinta
significación y contenido.
Observemos otra cosa que ocurrió en la realidad uruguaya
donde se está produciendo otro efecto pernicioso: dada la
rigidez del gasto en algunos imprescindibles servicios
públicos, de primera necesidad, como energía y agua
corriente. El efecto del incremento de las tarifas determinó
un explosivo incremento en la morosidad. UTE, OSE, ANTEL y
ANCAP, seguramente, sufrieron los embates de este proceso,
verificando menores ingresos. Claro, en materia de servicios
imprescindibles, como los que brindan UTE y OSE la reducción
se debe haber sentido en forma distinta a lo ocurrido en
otros servicios, más prescindibles, como las comunicaciones.
Los teléfonos celulares, para muchos sectores son ya un
recuerdo del pasado, como también los servicios de
vinculación rápida con Internet, que pese a tener un costo
relativamente adecuado, también han sufrido un achicamiento
notable. Las familias siguen tratando de recortar a un mínimo
otros gastos, trasladando también ese achique – lo que es
ostensible – a sectores privados, como los que administran la
televisión por cable. El consumo de combustibles – fue
ostensible en la calle la notoria desaparición de automóviles
– bajó a la mínima expresión.
Ello fue la determinante de la rebaja de las naftas, producto
de un sorprendente realismo económico, no habitual en el
marco de un gobierno absolutamente obnubilado en el marco de
una realidad que no comprendió. Sería redundante hablar
del efecto producido por todo este proceso de empobrecimiento
para el resto de la economía. Esquemáticamente hay que
razonar teniendo en claro que la capacidad de compra en el
mercado interno se redujo a fines de año anterior, para los
funcionarios públicos, en más de un 22 por ciento (teniendo
el cuenta la recuperación del 3 por ciento desde el 1ro de
enero), en un 25 por ciento para los trabajadores de la
actividad privada y el sector pasivo, proceso que se mantiene
en la actualidad.
Se mantiene la rigidez salarial
Podemos fácilmente establecer, de acuerdo a esta reducción
del poder de compra, algunas de las razones de la destrucción
de riqueza (10 mil millones de dólares en el año 2002)
En este panorama, ¿cree el gobierno que con la política
salarial y de tarifas que está aplicando mejorará el perfil
del déficit? Es justo, por lo tanto, que líderes de la
oposición se pregunten que pasará en adelante, especialmente,
luego de el canje de deuda, en que el país pudo refinanciar
parte de deuda soberana, cuando se deba hacer frente a los
voluminosos vencimientos. ¿Con qué recaudación se hará frente
a los vencimientos del 2005 y 2006? ¿O es que se estima que
el actual "incipiente veranillo" exportador, que es
resultante del atraso cambiario de Argentina y Brasil, se
mantendrá en el tiempo?
Solo viviendo una más que evidente irrealidad se puede pensar
que de persistir el actual estado de cosas se cumplirán los
compromisos y que el país, luego de ello, podrá iniciar un
camino de recuperación. ¿A quién se le debe atribuir estos
cantos de sirena que ni siquiera pudieron hipnotizar a los
negociadores del FMI que volvieron a Washington con la peor
opinión de la política económica uruguaya.
Usinas ideológicas de la derecha uruguaya han establecido,
manejando su arrevesado lenguaje, que ello es posible aunque
sus análisis no tengan en cuenta los aspectos fundamentales
de la realidad uruguaya, como el empobrecimiento sistemático
de la población.
Ni los soldados que ganan 1.200 pesos, ni los maestros, ni
los policías, ni los funcionarios de Salud Pública, ni otros
miles de trabajadores de la actividad privada, además de los
jubilados y pensionistas, tienen otro destino para subsistir
que aplicar una economía de guerra, cuya dramática
explicitación determina la supresión de servicios
fundamentales, en un achique impuesto por la absurda realidad
en que nos ha colocado este gobierno. Economía de guerra que
igualmente no alcanzará para permitir que las familias puedan
mantenerse por encima de mínimos vitales medidos por la
llamada línea de pobreza...
Son cientos de miles los trabajadores y pasivos (no hablamos
ya de los 240 mil desocupados), que ya están viviendo por
debajo fatídico nivel. El gobierno, en lugar de tratar de
recuperar la economía, continúa con el objetivo de mantener
constantes reducciones salariales que provocan más y más
recesión. Anuncia un 2 por ciento de incremento en los
salarios públicos, una verdadera gota en el mar, que
justificó el presidente del Banco Central, el economista
Julio de Brun, mencionando un proceso inflacionario pretérito
en el que caería el país, como arrastre de la inflación de
los países vecinos. Ello, como si ese proceso alcista solo
tuviera motivaciones exógenas. Nada dijo de que los uruguayos
están empobrecidos al máximo y que el aumento de los precios
determinaría un efecto que ningún comerciante quiere, que es
otro empuje en la caída de las ventas.
El otro elemento de la política de empobrecimiento y de
destrucción de la economía, es el aumento de las tarifas de
los servicios públicos, que alejaron a los mismos de las
posibilidades económicas de cientos de miles de uruguayos.
¿Cree acaso el gobierno que ello no se verá reflejado en las
valoraciones sobre la calidad de vida de la población, de las
que tanto se enorgullecía Julio María Sanguinetti?
¿Cómo va a mejorar el perfil del déficit? Sería bueno
conocer alguna respuesta valida, basada en la técnica
económica y no en palabrería producto de expresiones de
deseo, que intentara explicar este desatino que asombró, por
su profundidad, hasta a los técnicos del FMI. ¿Es de esperar
que no gane terreno la irrealidad de mostrar el leve
incremento de la recaudación, en el último trimestre, como un
signo de que los tiempos del desastre han cambiado?
Es hora de que se derrumben las imposturas y, obviamente, que
se comiencen a señalar, cosa que intentaremos
sistemáticamente, cuales son las usinas ideológicas que han
impulsado la implementación de todo lo que ocurre, que han
cooptado a la mayoría de los jerarcas estatales, logrando
que se profundizara esta línea de acción.
¿Saber cómo es posible que todavía haya quienes insistan en
mantener esas políticas asombrosas por lo torpes?
Para los que creen en la democracia la respuesta será dada
por la gente en octubre del 2004, barriendo del gobierno a
quienes, en una acción política concertada, han sido
coautores de toda esta debacle.
Sin embargo el país tendrá que comenzar a trepar una larga
cuesta, difícil y llena de obstáculos. Resolver temas
fundamentales, como su inserción en la región, ahondando los
acuerdos en el MERCOSUR, resolviendo además las ineficiencias
del propio Estado, que debe dejar de mirarse con una visión
paternalista. Se debe lograr que su funcionamiento armónico
determine el comienzo del fin del pesado costo que abruma a
toda la sociedad.
Y explicitar sobre los responsables de la debacle, en cada
caso, los intereses que representan que, obviamente, no son
los del país.
* Carlos Santiago. Secretario de redacción de Bitácora.
Uruguay.
https://www.alainet.org/es/active/3763
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