La Argentina que viene

19/05/2003
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En Argentina, una época ha terminado, pero aún desconocemos qué la remplazará. Ante la evidencia de que un 70 por ciento de los electores argentinos lo iba a repudiar, Carlos Saúl Menem se retiró de la contienda, privándolos del derecho a votar. Así, con el discreto 22 por ciento de los sufragios obtenidos en la primera vuelta, Néstor Kirchner ocupa la Presidencia que a Fernando de la Rúa se le cayó a pedazos tras haberla obtenido con casi el 50 por ciento de los votos. Lo que demuestra que tales números tienen valores muy relativos. Ahora, los especuladores financieros e ideológicos que lucraron durante el largo y devastador reinado de Menem insisten en que Kirchner inicia un mandato débil y que, supuestamente, debe negociar su gobernabilidad con los intereses tradicionales. Sin embargo, los sencillos comentarios del nuevo presidente son bastante: al evadir la segunda vuelta --dice--, el menemismo pretendió desestabilizar el sistema pero, aunque impedida de votar, "la voluntad de la gente estuvo allí". De hecho, un reciente sondeo dice que ahora 80 por ciento de los argentinos simpatizan con Kirchner y 88 por ciento opina que los partidos políticos deberían darle cooperación. Y en lo que toca a la posibilidad de que las corporaciones económicas quieran presionarlo, el nuevo Presidente añade: será bueno que ellas contribuyan a reconstruir el país, pero si anteponen las especulaciones financieras "no están entendiendo la Argentina que viene". Cierto es que la defenestración de de la Rúa puso a la vista que el sistema político argentino estaba en crisis, que esto pulverizó a su partido --la Unión Cívica Radical (UCR)-- y que el peronismo participó en estos comicios dividido en tres pedazos. Pero esto es sólo el aspecto formal del asunto y no debe interpretarse a la ligera. Desde hace tiempo, el radicalismo había quedado sin identidad, como lo probó el hecho de que dos de los cinco finalistas en la contienda electoral representaban escisiones del tronco radical: la centroizquierdista Elisa Carrió y el centroderechista Ricardo López Murphy, quienes aventajaron ampliamente al candidato oficial de su viejo partido. Mientras la socialcristiana Carrió recibió el voto del radicalismo progresista y de una parte de la extinta coalición de izquierdas --el Frente Para un País Solidario (FREPASO)--, el neoliberal López Murphy heredó el de quienes antes secundaron la política económica de la dictadura militar y del gobierno de Menem. Obviamente, el radicalismo ya no tenía como seguir albergando ambas perspectivas. A su vez, el peronismo fue largamente secuestrado por el oportunismo, la corrupción y el clientelismo entronizados en la década de Menem, pero conservaba huestes aún latentes bajo la superficie. Al cabo, con la frustración del intento de articular una coalición que conjugara a las izquierdas y los peronistas inconformes, más la crisis de la cultura política argentina revelada durante la caótica caída y sustitución de de la Rúa, así como el fracaso de los exaltados incompetentes que pretendieron desinflar las elecciones con la consigna de "que se vayan todos", finalmente el campo quedó despejado para iniciar un reagrupamiento de los peronistas descontentos con el menemismo. Mientras la Carrió y López Murphy expresaron una divergencia --despegaron en sentidos opuestos--, en cambio los votos recogidos por Duhalde, Kirchner y Rodríguez Saa sumaron la convergencia de fracciones peronistas distintas pero coincidentes en oponerse a que el menemismo pueda regresar. ¿Avala esto el apelativo de "peronismo progresista" que algunos esperanzados ingenuos ya le quieren endilgar a Kirchner? Lo dudo. Lo que hoy tenemos es simple y llanamente la reaparición del peronismo --aquel que por dos lustros los menemistas habían marginado--, no su desaparición. Y ese peronismo ahora deberá enfrentar otras tareas, en un país donde las circunstancias cambiaron de forma irreversible, aunque no como ciertas izquierdas se lo habían figurado. En estos nuevos tiempos, la Argentina que viene tiene bastante que ver con la del peronismo originario. Tras los experimentos económicos de Martínez de la Hoz, los cuales Cavallo prosiguió y López Murphy esperaba continuar, la mitad del pueblo argentino es pobre y la quinta parte de los trabajadores están desempleados. Es hora de hacer otra cosa. Y la posibilidad que enmarca la alternativa de hacerlo no está en el mito menemista de llegar al primer mundo por vía de unas "relaciones carnales" con el ALCA, sino a este lado de la realidad. Está en el MERCOSUR y particularmente en la asociación con dos vecinos fuertes: Brasil y Chile. Los gobiernos de ambos vecinos aplauden la opción de que Buenos Aires emprenda este otro rumbo, y la derrota de Menem se asume como una contribución al éxito del nuevo proyecto subregional brasileño. Ahora bien: ¿puede Kirchner liderizar la reagrupación política interna capaz de reconstruir su país? Todavía es muy temprano para pronosticarlo. Sin embargo, él tiene la oportunidad de hacerlo y, sobre todo, su pueblo necesita que él logre aprovecharla.
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