Elecciones en Paraguay: la desilusión infinita
22/04/2003
- Opinión
'Yo antes era feliz, pero no lo sabía', reza la
calcomanía que Oscar Boff lleva en el vidrio trasero de
su taxi. La felicidad que añora se refiere a la época de
la dictadura de Alfredo Stroessner, y la multiplicación
de estas calcomanías por toda la ciudad responde a la
campaña que, en plena época electoral, los simpatizantes
del general han intensificado para clamar por su regreso.
'Antes por lo menos no había tanta pobreza', explica
Oscar, armado con el trapo y la cubeta con los que lava
su taxi en una típica, húmeda y calurosa tarde veraniega
de Asunción. Es el mismo argumento que, por ejemplo, dan
en Argentina quienes ven con buenos ojos el regreso del
ex presidente Carlos Menem a la Casa Rosada.
¿Cómo explicar el anhelo de algunos ciudadanos por el
regreso de la dictadura? Carlos Martini, uno de los
sociólogos y analistas políticos más reconocidos del
país, explica a Masiosare: 'La transición democrática
iniciada con el derrocamiento del dictador Stroessner
abrió un amplio escenario de libertades pero sin
resultados económicos ni sociales. Tampoco se combatió
la corrupción. Hasta el presidente de la República, Luis
González Macchi, es sospechoso de haber participado en un
desvío de 16 millones de dólares al extranjero'.
Un golpe de Estado colocó a Stroessner en la cúspide del
poder en 1954 y otro golpe lo derrocó en 1989. Fueron 35
años marcados por torturas para cualquier opositor, la
multiplicación de presos políticos y un sistema de
control sistemático de la ciudadanía. Para evadir
cualquier tipo de juicio en su contra, el dictador se
refugió en Brasil, y de ahí no ha salido en los últimos
13 años. La decepción es que su caída no redundó en
beneficios tangibles para los paraguayos. Víctor
Benítez, miembro de una ONG, dice que la dictadura, como
régimen instalado en el imaginario social, no ha sido
remplazada. 'Al contrario, aún goza de muy buena salud'.
Explica: 'En estos 13 años sin dictadura el trabajo
político tendiente al desarrollo y profundización
democrática no ha sido realizado entre las grandes masas
de la población. Las organizaciones políticas y
sociales, muchos liderazgos que durante la lucha
antidictatorial podían ser caracterizadas como
democráticas o progresistas, y que al inicio de la
transición operaron toda una eclosión en los procesos de
organización y movilización ciudadana, fueron coptadas,
abiertamente corrompidas o simplemente quedaron sin
aliento, presas de la impotencia. Esto parece muy
oscuro, pesimista, pero es mejor reconocerlo antes que
cerrar los ojos o intentar disimularlo. Esta carencia
puede explicar en cierta forma la continuidad y el peso
que aún poseen figuras tan nefastas como Stroessner u
Oviedo'.
En suma, dice Benítez, la sociedad civil y la
institucionalidad democrática en Paraguay es débil en
extremo como para influir efectivamente sobre el proceso
electoral. 'No hay Lulas en el horizonte cercano',
lamenta, en el mismo tono en el que lo hacen los
argentinos ante la falta de una figura política que
encarne la esperanza de un cambio real como el ocurrido
recientemente en Brasil.
Las razones de la decepción
El desencanto ciudadano se refleja en los resultados del
último Latinobarómetro (una medición de la opinión
pública a escala regional), que ubicó a Paraguay como uno
de los países cuyos ciudadanos están menos satisfechos
con el desarrollo de la democracia, ya que únicamente 7%
de los entrevistados se mostró conforme con el desempeño
de su sistema político. La decepción se entiende.
Después de la dictadura, el derecho al voto arribó a este
país de la mano del empeoramiento de las condiciones de
vida. Tan sólo el año pasado, el PIB nacional se redujo
en un 2.2%, en tanto que el crecimiento poblacional fue
de 2.5%.
También el año pasado, el guaraní, la moneda nacional,
tuvo una devaluación de 51%, la inflación llegó a un
14.6% y cada dos días se cerró definitiva o temporalmente
una empresa. Las cifras se traducen, inevitablemente, en
el aumento de pobreza que hoy afecta a 34% de la
población. A ello se suma, además, la inequidad. Por
niveles de consumo, Paraguay es hoy uno de los países más
inequitativos del planeta, porque el 10% que conforma la
burbuja de los más ricos consume 91 veces más que el 10%
más pobre.
Las elecciones se llevarán a cabo en medio de un complejo
panorama económico, afectado, por supuesto, por la crisis
argentina, que ya ha durado más de un año. Parte del
impacto se refleja en la reducción de las remesas que los
migrantes paraguayos que viven en ese país solían enviar
a sus familiares -de la misma manera que ocurre con los
mexicanos que se van a Estados Unidos. En los últimos 12
meses, estas divisas se redujeron de 67 a 24 millones de
dólares.
El PRI paraguayo
Las elecciones presidenciales están programadas para el
27 de abril, igual que en Argentina. De manera semejante
a su vecino país, los paraguayos no apuestan a la
sustitución de la clase política. Si allá se da como un
hecho que el próximo presidente provendrá de las filas
del partido peronista, aquí llegará vía la Asociación
Nacional Republicana, organización política mejor
conocida como el Partido Colorado, con su roja bandera
marcada con una estrella amarilla al centro. Es una
especie de PRI. Con 59 años en el poder -el dictador
Stroessner vino de las filas de este partido hegemónico-,
los colorados no tienen rival a la vista. Es una familia
política que se despedaza, que carga con un fuerte
estigma de corrupción, y que eligió a su presidente de
partido, Nicanor Duarte Frutos, como su candidato a
suceder a Luis González Macchi en la presidencia.
Como lo ha hecho cada uno de los candidatos colorados en
los procesos electorales que siguieron a la caída de
Stroessner, Duarte prometió cárcel a los ladrones y ganó
la candidatura interna en un proceso en el que se le
opuso el prominente empresario de medios de comunicación
Osvaldo Domínguez Dibb.
'Yo no tengo compromiso con el pasado, ni con el régimen
autoritario, ni con las banderas del odio de otras
generaciones. Yo vengo del campo. Mi padre fue un
colorado rural, mi madre una trabajadora. Ellos nunca
tuvieron enemigos. Yo tampoco. Mi deseo es darle
combate a este presente de enfrentamiento, egoísmo,
pobreza y corrupción', dijo Duarte Frutos en un afán de
deslinde.
Las disputas internas del Partido Colorado hacen que, lo
que verdaderamente esté en juego en estas elecciones, sea
su permanencia en el poder, advierte el politólogo
Martini.'Lo novedoso es que tanto por el desgaste del
gobierno del presidente Luis González Macchi, como por la
pésima situación económica -el PIB per cápita es de 940
dólares, el más bajo en 17 años-, el deterioro social -
entre el desempleo y el subempleo se llega a 40% de la
población económicamente activa-, una elevada percepción
de inseguridad, y las divisiones coloradas, existe por
primera vez la posibilidad de una derrota electoral
oficialista'.
Un presidente cuestionado
'¡No a la corrupción, no a la impunidad!', fue el lema,
casi grito, con el que Luis González Macchi inició su
gestión presidencial el 28 de marzo de 1999. Apenas este
mes alcanzó a evadir un juicio político en su contra, en
el que se le acusaba de desvío ilegal de fondos de bancos
en liquidación, promoción fraudulenta de inversiones y
lavado de dinero.
El presidente le debe el cargo al sangriento 'marzo
paraguayo', aquel mes de 1999 cuando el asesinato del
vicepresidente Luis María Argaña derivó en una protesta
popular masiva que sacó a Raúl Cubas de la presidencia.
Algo así como lo que le ocurrió a Fernando de la Rúa en
Argentina.
En ese entonces, González Macchi era presidente del
Senado y como tal le correspondió ocupar la primera
magistratura de un país al que prometió conducir con
honestidad y transparencia.
Apenas si se salvó de la destitución. El 12 de febrero,
25 de los 45 senadores paraguayos votaron a favor de
enjuciarlo, pero se requerían por lo menos 30 votos. 'No
hay condiciones (para mi destitución)', había afirmado el
Presidente cuando estaba en marcha la posibilidad de que
pudiera ser enjuiciado. Su argumentación no se basaba en
el clamor de su inocencia o en el hecho de que faltaran
las pruebas suficientes para procesarlo. Simplemente
estaba seguro de que contaría con el apoyo de la mayoría
de los senadores para impedir que lo sacaran del
gobierno. Feliz, el presidente afirmó un día después de
la sesión en el Senado que se sentía fortalecido 'porque
primó la sensatez, salvándose la dignidad de la
República'.
El juicio no prosperó, pero de cualquier manera González
Macchi carece ya de respaldo popular. Una encuesta
reciente, de la consultora First Análisis y Estudios de
Paraguay reveló un rechazo de 92% a la gestión
presidencial. El año pasado, Transparencia Internacional
ubicó a Paraguay como el tercer país más corrupto del
mundo, después de Bangladesh y Nigeria. Con esa sombra
de corrupción que abraza a cualquier servidor público,
antes de las sesiones en que los senadores decidirían la
destitución del Presidente ya se jugaban apuestas para
adivinar cuánto cobraría cada legislador por su voto.
González Macchi concluirá su mandato en agosto, como
estaba previsto, pero cualquiera de los pasos que dé
seguirán siendo vigilados y cuestionados. En el terreno
político, por ejemplo, en enero el diario Noticias
calificó como un 'ejemplo de torpeza' la ausencia del
presidente paraguayo en la asunción de Luiz Inacio Lula
Da Silva en Brasil, país que compra el 60% de las
exportaciones de Paraguay. Al impugnado presidente
parece no importarle codearse con la nueva dirigencia
regional opositora al neoliberalismo, porque el 15 de
enero tampoco asistió a la toma de posesión del
presidente Lucio Gutiérrez en Ecuador.
Ante tal desprestigio, nadie se pelea por sacarse la foto
con el presidente. Mucho menos el candidato colorado,
aunque ambos son miembros del mismo partido. Duarte
Frutos aprovecha cada ocasión que tiene para recordar que
su candidato de fórmula para ocupar la vicepresidencia,
Luis Alberto Castiglioni, votó, en su calidad de
diputado, a favor de que se iniciara un juicio político
al presidente.
En las urnas, el candidato colorado enfrentará a una
decena de contrincantes, de los cuales sobresalen Julio
César Franco, vicepresidente de González Macchi hasta
noviembre pasado, cuando renunció para lanzar su campaña
amparado en las siglas del eterno opositor Partido
Liberal Radical Auténtico, y Pedro Fadul, abanderado del
movimiento Patria Querida, proveniente del campo
financiero y vinculado a la Iglesia católica.
La encuestas dan por ahora un escaso margen de victoria a
Duarte Frutos, con un 26.8% de intención de voto, frente
al 26% que tiene el opositor Julio César Franco y el 23%
de Fadul. Pero los sondeos revelan, también, que los
ciudadanos creen que el candidato colorado se quedará en
la presidencia sin ninguna duda. Aunque no lo voten.
Un caso aparte lo representa la Unión Nacional de
Colorados Eticos -Unace, una escisión del Partido
Colorado-, partido que apenas a fines de enero desistió
de postular al exiliado general Lino Oviedo y terminó por
nominar a Guillermo Sánchez Guffanti ante la
imposibilidad de que el golpista pudiera regresar de su
exilio brasileño. Oviedo aún tiene pendiente la
acusación de haber sido, junto con el ex presidente Raúl
Cubas, uno de los autores intelectuales del asesinato del
vicepresidente Argaña.
Por decisión de los tribunales, el general exiliado no
puede volver al país para participar en las elecciones,
pero estará presente en el proceso electoral con sus
fieles seguidores. No en balde es el político más
popular en Paraguay, con un 81% de aprobación por parte
del electorado. Por eso los medios locales de
comunicación lo califican como el 'protagonista ausente'
y el 'verdadero gran elector' en los comicios del 27 de
abril.
Si Oviedo participara en las elecciones, las ganaría.
Pero como en lugar de su nombre el que estará impreso en
la boleta es el de Sánchez Guffanti, los sondeos apenas
le dan un 9.9% de expectativas de voto a su partido.
Martini, periodista y conductor del noticiario Primera
Edición de Canal 13, explica el posicionamiento de Oviedo
a partir del clima de desesperanza que viven los
paraguayos. 'Oviedo tiene una retórica populista de
fácil llegada a la población', dice.
Los paraguayos no esconden su desaliento. Una encuesta
nacional realizada en noviembre por la Fundación Centro
de Información y Recursos para el Desarrollo y apoyada
por la estadunidense Agencia para el Desarrollo
Internacional, reveló que uno de cada dos ciudadanos cree
que su situación hoy es peor que la de sus padres. Siete
de cada 10 considera que la situación del país es peor
que en 2001. El 60 % teme perder su empleo. El 84%
considera que el poder de las mafias ha aumentado en el
país. Y ocho de cada 10 paraguayos está convencido de
que la corrupción es mayor que en la época de Stroessner.
(Inprekorr, 23/04/2003)
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