La luz o la vida

07/12/2009
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La sonada asonada sucedida en San Andrés de Sotavento la noche del pasado domingo, que arrojó tres muertos, varios heridos y edificaciones incendiadas y destruidas, debe servir a los colombianos para comprender que no podemos continuar cayendo en la trampa doble que unos y otros nos acostumbran tender: primero, que como no aguantamos más la inoperancia de varias de las funciones que corresponden al Estado, debemos protestar como sea y por encima de lo que sea; y, segundo, que las manifestaciones violentas y de hecho no pueden seguir siendo la manera de reclamar eficiencia del Estado o de quienes se encargan en su nombre de mantener las cosas funcionando.
 
Con ese planteamiento formalmente lógico todos siguen felices comiendo perdices, pues el apoyo que le demos al uno queda como condena al otro y viceversa: empate. No señores, ni lo uno ni lo otro. En esa trampa no podemos caer porque los únicos que ganan con ella son, o los funcionarios incompetentes o los vándalos o ambos al tiempo, y no queremos, no tenemos por qué aguantarnos ni ese tipo de situaciones de perverso equilibrio ni a ninguno de los dos por su lado. Ni más faltaba.
 
Es que luego de tan nefastos hechos, esta semana escuchamos y leímos decenas de explicaciones y comentarios de uno y otro lado, unos culpando a las ineptas empresas de energía de la Costa y otros a los atarbanes que causaron la noche de terror en ese pueblo del Caribe, de rancias raíces zenúes, situado al Nororiente del departamento de Córdoba.
 
Seamos claros: ya es hora de que los colombianos le apostemos a lo grande (que tampoco es mucho en este caso) y exijamos con justicia ambas cosas y muchas otras al tiempo, porque para eso pagamos impuestos, para eso votamos y para eso tenemos una Constitución y unas leyes, todos al tiempo. De ese discursito siempre se ha alimentado la guerrilla y también los gobernantes ineficientes, y miren como están de gordos y rozagantes, mientras el pueblo está escuálido, si es que sobrevive a los ataques de la delincuencia general o a las malas atenciones del Estado.
 
La trampa es sencilla y se volvió común, y reincidir en ella es una de las causas de la paradoja que nos mantiene empantanados: si reprobamos a los violentos como dice el Gobierno y lo pensamos la gran mayoría, las entidades incompetentes se seguirán recostando y jugando a los contratos; si como lo hacemos también la gran mayoría censuramos la desidia de esas entidades, los bárbaros criminales se sienten justificados para seguir usando sus métodos salvajes.
 
No. Ni violencia ciudadana ni desidia estatal. No hay lugar a escoger, y tampoco nos podemos perder en los vericuetos de quién es más culpable y más malo. Eso ya lo graduarán los estrados judiciales, pero el discurso oficial y unificado por parte de Estado, empresas y ciudadanos debe ser claro y responsable de cara a la opinión pública nacional: no aceptamos ni justificamos a ninguno.
 
Ni violencia ni muertos ni terrorismo, ni tampoco Estado ladrón o incompetente. Y si bien los ciudadanos debemos poner nuestro aporte de tolerancia y convivencia, el Estado es el principal obligado, tanto a cumplir sus funciones, como a impedir el terrorismo y el delito, a buscar la paz total de Colombia, y a garantizar la seguridad en zonas urbanas, rurales, en pueblos y ciudades, en troncales y caminos; a ricos y pobres. Gobierno que no cumpla esos deberes no sirve y punto. Al margen de las pomposas estrategias usadas de las ideologías, odios y ambiciones personales de cualquier lado.
 
¡La bolsa o la vida!, gritaban los antiguos salteadores de caminos. ¡La luz (la energía, la educación, la equidad y lo que sea) o la vida!, gritan los modernos salteadores de la paz. Nada. Queremos la bolsa y también la vida, sin concesiones; queremos la luz, la energía, el acueducto, la equidad, el cumplimiento de las obligaciones estatales, y también la vida y la paz, sin concesiones.
 
- Álvaro González Uribe es Abogado y Columnista
 

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 186, Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org

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