Belén se viste de color combate
01/04/2003
- Opinión
Belén es una apacible población del sur
del Estado Carabobo, en apariencia, sin ninguna contradicción entre sus
habitantes. Sin embargo, este último mes de marzo, por lo demás
caluroso, dejará un recuerdo imborrable en la memoria de los campesinos
de esta zona carabobeña, debido a las persecuciones, detenciones y
amenazas de cárcel con que se les ha premiado su dedicación al cultivo
de la tierra en el Hato "El Caruto".
Es verdad que son ocupantes de unos terrenos propiedad de la nación, es
decir, de ellos mismos, y por eso la vienen cultivando desde hace once
meses; pero esto no le basta al coronel (Ej) Eduardo Cecilio García
Bolívar, director del Centro de Instrucción Cívico Militar de Belén,
quien ordenó la destrucción de sus plantaciones, y no contento con
esto, ahora los acosa valiéndose del poder que le da su grado militar.
La impotencia de los hombres y mujeres del campo belenense se
manifiesta en el rostro de Alberto Valoa y de su hermano Virgilio,
ambos mayores de 50 años y quienes con lagrimas en los ojos relatan su
vivencia: "arremetieron contra nosotros lanzándonos sus perros; nos
vejaron y posteriormente nos llevaron al puesto de policía como
criminales. -Por orden superior- según nos dijo el teniente (Ej)
Richard Rafael Hidalgo", ejecutor del mandato.
¿Qué nos queda? Nos preguntan. Seguir luchando. Les respondemos. Y
enseguida se aloja en nuestra mente la idea de que la historia en
Venezuela, lejos de terminar, apenas comienza. Hoy, al igual que en la
década del cuarenta en tiempos de López Contreras cuando fueron echados
del caserío El Caruto, los campesinos son arrancados de la Pacha Mama.
Pero hoy, en tiempos de Chávez, también como ayer, ronda el espíritu
del Indio Francisco José Rangel por el Valle de Tacasuruma: "libertad o
muerte".
Es poco lo que la revolución bolivariana ha echo y mucho lo que tiene
que hacer por los desheredados de la tierra venezolana. O es, qué
acaso más de setenta muertos no bastan. Con la Ley de Tierras y la
buena voluntad no es suficiente, eso lo sabemos, hace falta, eso si, un
esfuerzo supremo para materializar los beneficios consagrados en el
texto constitucional. Cabe aquí la máxima del maestro Simón Rodríguez:
"la fuerza material está en la masa, y la fuerza moral en el
movimiento".
El Instituto Nacional de Tierras, ente encargado de la entrega de las
llamadas cartas agrarias, después de las expectativas generadas,
prácticamente se está declarando incompetente ante las miles y miles de
solicitudes que hoy duermen apiladas en sus oficinas.
Sabemos que en tiempo de revolución se cometen más errores que en otra
época, pero también es verdad que no se siguen cometiendo los mismos
errores del pasado. Eso es lo revolucionario no volver a tropezar con
la misma piedra una y otra vez. Si el presente es de lucha y el futuro
nos pertenece, entonces profundicemos lo antes posible esta revolución.
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Del mismo autor
- Simón Rodríguez, maestro revolucionario 26/04/2004
- Belén se viste de color combate 01/04/2003
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