Menem marca el camino...
01/04/2003
- Opinión
Menem despliega su desparpajo una vez más, a sabiendas de que
la capacidad de indignación de los argentinos, está en
apariencia baja. Su último hallazgo, recogido por las
crónicas periodísticas es una propuesta de suprimir la Cámara
de Senadores, que en realidad termina convirtiendo a la de
Diputados en... un Senado. Toma así el desprestigio
flagrante de una de las sedes notorias de la corrupción de la
dirigencia política para dar nombre a su propuesta, mientras
el contenido real remite exactamente a lo contrario. Truco
que durante su gobierno se practicó hasta el hartazgo, como
cuando Cavallo bautizó de 'solidaridad previsional' a una
norma que instauraba el desamparo de los jubilados.
La reforma constitucional necesaria para concretar el cambio,
consistiría principalmente en suprimir la Cámara de Senadores,
al mismo tiempo que se reforma la Cámara de Diputados,
liquidando la base poblacional como modo de fijar el número de
representantes (lo que permite que Buenos Aires tenga
alrededor de setenta diputados mientras las provincias menos
pobladas tienen unos pocos, pero de todas maneras más que los
que les corresponderían de aplicar un criterio aritmético
estricto, al existir un número mínimo de diputados por
provincia). Esto permitiría que todas las provincias tuvieran
sólo cinco legisladores, independientemente de que tengan
menos de un centenar de miles de electores o varios millones
(como Buenos Aires). Poco más de un centenar de diputados
conformarían el total del Poder Legislativo Nacional,
conformado con un criterio idéntico al que hoy rige para la
Cámara de Senadores: Representación igualitaria de todas las
provincias.
Menen no está 'hablando pavadas' como una mirada superficial
podría dictaminar. Por un lado, su propuesta apunta a
neutralizar el voto popular, llevando al máximo distorsiones
que ya existen (la sobrerrepresentación de las provincias
pequeñas), al suprimir toda proyección en el número de
legisladores del número total de votos obtenidos. Alguien que
ganara una decena de provincias poco pobladas, al estilo de La
Rioja, Catamarca, Jujuy, etc. tendría muchos más
representantes que quien ganara Buenos Aires, Córdoba o la
Capital, por ejemplo. Es decir, lo mismo que en el actual
Senado, pero sin el contrapeso de otra cámara con número de
legisladores proporcional a la población. Es decir que el
poder de los políticos de las provincias del interior se
maximiza, por una vía que permite acogerse también al costado
reaccionario y neoliberal de la crítica 'antipolítica', que
presenta la reducción del 'costo de la política' como el
problema fundamental: El nuevo sistema legislativo, unicameral
y poco numeroso, sería más barato, y a la vez más 'eficiente'
al suprimir la posibilidad que diputados 'progres' o con
distintos intereses traben las iniciativas caras a los señores
de las provincias norteñas o a los dueños del gran capital (o
a las apetencias coincidentes de ambos). Y además, un 'efecto
colateral' interesante: El corto número total de legisladores,
y la abrumadora sobrerrepresentación de varias provincias con
electorados de comportamiento conservador, permitiría 'borrar'
del mapa parlamentario a las corrientes de izquierda o más
progresistas, generalmente con presencia electoral importante
sólo en los distritos más poblados...
No está claro como esto se completa con la regionalización que
también propone Menem, que podría suprimir provincias para
concentrarlas en regiones. Pero la aparente contradicción
podría llevarse a cabo sin tanta dificultad: que las regiones
concentren funciones estatales, pero las provincias se
mantengan como distrito electoral básico. Y de nuevo el
'costo de la política' supuestamente desciende.
Con un mapa institucional así, políticos del estilo de Menem,
de práctica clientelista asentada en clases subalternas pobres
y de bajo nivel de organización, podrían tener mayoría
legislativa. Y sólo bastaría que alguien inventara luego una
nueva reforma constitucional (que los dos tercios de esa
cámara votarían con toda probabilidad) para que el presidente
no sea electo por voto popular sino por los 'diputados' de las
provincias, para que toda la conformación de los poderes
nacionales quedara independizada del voto popular. De nuevo
el fantasma de la 'liga de gobernadores': El consenso entre
unos pocos jefes políticos provinciales, sería el que
determinara quién ocupe la primera magistratura, con el enorme
poder presidencial no sólo intacto, sino reforzado por la
perspectiva segura de un parlamento del mismo color político:
Decir que es una vuelta al 'orden' del roquismo sería
acertado, sino fuera porque esta versión rediviva tiende a
hacer mucho más invulnerable que entonces al entendimiento
entre la figura presidencial y sus gobernadores aliados...
Cabe señalar que al mismo tiempo, la actual república federal
viraría así a la forma de una virtual 'confederación', es
decir una asociación de estados soberanos que delega
decisiones conjuntas en una 'dieta confederal'. Con una
diferencia fundamental: las verdaderas confederaciones no es
gobernada por los ciudadanos de los distintos estados, sino
por el gobierno de los estados miembros, pero el poder
confederal no puede ejercer potestad directa sobre la
población de sus estados integrantes. En cambio un régimen de
este tipo injertado en el ordenamiento constitucional
argentino, dejaría en pie la intervención federal a las
provincias a iniciativa del gobierno central, la posibilidad
de declarar 'estado de sitio' en todo el territorio nacional,
la existencia de gendarmería y policía nacionales con facultad
de reprimir en ámbitos provinciales, y demás mecanismos que
permiten ejercer el poderío del estado nacional para silenciar
o reprimir los reclamos populares
Mas allá de las formas constitucionales, el proyecto Menem
reproduce las prácticas políticas de la coalición del 'orden
conservador', la 'Liga de Gobernadores' de fines del siglo
XIX, que tomaba las decisiones bajo la égida de un ejecutivo
nacional que podía intervenir las provincias, pero lo
perfecciona al formalizarlo. De nuevo, Menem no está solo,
apenas lleva al extremo planteos extendidos en el
'establishment'. ¿O acaso no es el conjunto de la dirigencia
política nacional el que se complace en presentar el repudio
global a la 'clase política' como un deporte porteño sin
repercusión en el resto del territorio nacional, como una
manifestación más del engreimiento y las 'manías ilustradas'
de los 'ricos' y frívolos habitantes de la metrópoli.? El
riojano, pragmático a ultranza y amigo de las apuestas
extremas, como siempre, propone borrar de un plumazo la
influencia política del electorado porteño y del resto de las
grandes ciudades del país. En realidad, el candidato a
presidente está verbalizando la necesidad de proveer alguna
'solución final', para el espíritu contestatario de los
trabajadores ocupados y desocupados, estudiantes y otros
grupos urbanos, que llegó a su culminación en los primeros
meses de 2002, e inquietó al núcleo del poder bastante más que
lo que confesaron públicamente. A través de su proyecto de
reforma, Menem le da carnadura a esa 'solución', al menos en
el plano político- electoral. Para ello, reproduce una
táctica que ha utilizado hasta el cansancio: Colocarse en el
supuesto lugar de la defensa de los desfavorecidos (en este
caso los habitantes de las provincias periféricas), para hacer
populares causas que sólo pueden favorecer a los sectores más
conservadores y reaccionarios.
La parte político-militar de la misma estará a cargo de la
'saturación' del territorio con fuerzas de seguridad que
también propone el de Anillaco últimamente, con excusas en la
'inseguridad' pero motivo real en el propósito de 'limpiar la
calle' de piqueteros y otros manifestantes . La
socioeconómica provendría de las últimas privatizaciones (el
sistema bancario oficial a la cabeza), la profundización de la
'flexibilización' laboral, la vuelta al ajuste fiscal
ortodoxo, y si es posible, la 'dolarización' o alguna variante
cercana, todas políticas integrantes del arsenal programático
del candidato al tercer mandato.
En las viejas películas de vampiros, nunca faltaba el cazador
de vampiros que decía algo así como 'la fuerza de los vampiros
radica en que mucha gente no cree en ellos'. Algo parecido
podría decirse de la capacidad de daño de Carlos Menem.
Muchos analistas aseguran con excesiva certeza que 'los
grandes empresarios y EE.UU le soltaron la mano', sin tomarse
el trabajo de demostrar que es así. Otros lo piensan como un
anciano decadente que quema sus últimas cargas en la política
sin saber ya demasiado lo que hace... Sus propuestas
recientes suelen no merecer ni la respuesta indignada, porque
parece pensarse que son sólo hijas del oportunismo electoral.
Sin embargo, el ex presidente conserva intacta, sino
agudizada, una de sus facultades: La de oler las orientaciones
del gran capital y el poder mundial y caminar hacia ese lado.
A la que últimamente le ha añadido la propensión a expresar a
voz en cuello propósitos que otros comparten, pero aún no
seatreven a hacer públicos. El hombre de Anillaco opera así
de 'adelantado' del programa aun no explícito de la derecha,
mientras se ponen en marcha las medidas económicas, políticas
y culturales necesarias para tratar de hacerlo realmente
viable.
Tal como la intervención norteamericana proclama la necesidad
de 'rediseñar' Irak y todo el Medio Oriente , Menem está
proponiendo una nueva etapa del 'rediseño' de Argentina que él
encabezó en los primeros años 90'. Desdichados los que crean
que están escuchando sólo el delirio de un dirigente en
declive...
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