La democracia que se nos continúa ofertando

22/10/2009
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  • Opinión
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Hoy en día, parece ser que el concepto de democracia cada vez expresa menos. Para muchos no deja de ser solo una palabra, una expresión y un término que de andar de boca en boca, se ha quedado afónico, en el mejor de los casos disfónico o simplemente irreconocible, confuso. Al ciudadano común, de tanto percibir el uso y el abuso de la frase “democracia” en distintas prédicas y enfoques, a veces no le permite con claridad identificar políticamente a quien la utiliza, otras veces es empleada como un recurso demagógico para capturar la atención de las sociedades o para camuflajear posturas ideológicas que lejos de favorecer la participación del común del pueblo, limitan o condicionan esa posibilidad, conservando su ejercicio exclusivamente a los grupos de poder. Todos conocemos que el canal para verter esas posturas “democráticas” y permeabilizar a una sociedad como la nuestra, cuya interpretación de la realidad está supeditada -mayormente- a lo que percibe en las emisoras, la televisión y los periódicos, medios que claramente están al servicio de los que quieren ocultar al pueblo nuevas y verdaderas posibilidades de participar como sujetos políticos. A diario escuchamos que organismos internacionales, empresas multinacionales, los Estados más “ricos” del mundo, dirigentes políticos, económicos y sociales y hasta los politiqueros golpistas hacen uso del término democracia para justificar sus ilegítimas acciones o criticar lo que se pretende hacer en el camino hacia nuevos paradigmas democráticos; ahora bien, lo realmente interesante en esto, es que si recuperamos su significado “original”, es decir, la dinámica transformadora que históricamente ha generado, nos daríamos cuenta que esa frase ha sido usurpada, tergiversada y desnaturalizada, por tanto, urge recuperar su profunda acepción.
 
Actualmente esta clase social, económica, política, militar y clerical que se ha instaurado de facto en el gobierno hondureño, pretende hacernos creer que el ejercicio democrático no va más allá de la igualdad de voto y de la libertad de elección de candidatos y partidos políticos que se disputan los caudales públicos, sin lugar a dudas, estas reglas son significativas, pero el verdadero concepto de democracia no se puede minimizar y confundir con esas “normas” que no son más que eso (reglas) dentro de su verdadero significado. Bajo esa falaciosa y malintencionada facundia conceptual en torno a la democracia, no se nos menciona que la democratización no solo tiene que ver con una igualdad jurídica, sino que tiene implicación con una igualdad social y económica que se pretendía comenzar a impulsar con el proceso que irrumpió la oligarquía el día 28 de junio por el temor que les genera escuchar expresiones de reivindicación de la utopía social y la búsqueda de la igualdad verdadera en los seres humanos de toda condición.
 
Ese discurso "democrático" que se nos repite a diario y, que percibe la democracia exclusivamente como “voto y partidismo”, se ha instalado en las escasas concepciones políticas de los hondureños, provocando un profundo vacío y mutilación de nuestras posibilidades de incidencia en los engranajes gubernamentales, pese a ello, nos da una ilusoria sensación y certeza de ciudadanía; percepción irreal, puesto que carecemos de una fehaciente capacidad de influir y convenir en la toma de decisiones que nos competen directamente; tal es el caso de la crisis que atraviesa la denominada democracia representativa, misma que de manera acelerada se deslegitima al evidenciar que los supuestos representantes de los “ciudadanos” no están en función de sus intereses, sino de una clase privilegiada que es a la que verdaderamente representan; un claro ejemplo, la actitud del Congreso Nacional que se atribuyó en nombre de un supuesto “pueblo” "que representa", nombrar arbitrariamente a un "Presidente de la República" que el verdadero pueblo, no avala y demanda su destitución.
 
Ahora bien, como dice Joan Subirats: “la democracia no tiene porque verse como un fin en sí misma”, en todo caso, no albergaría tanta importancia; el gran desafío de la democracia es como nos alumbra la senda para la consecución de una sociedad justa, donde la libertad y la igualdad no sean solo enunciados idealísticos, sino que nos conduzca a desaprender los vicios restrictivos y formalistas heredados de éste anticuado modelo de democracia que ha germinado y robustecido en este sistema económico capitalista. Esta nueva tendencia democrática nos debe permitir consolidar un sentido crítico de la realidad a tal punto que nos convenza que somos entes que podemos modificarla favorablemente en función del bien común, un espacio societal, donde el ser humano y nuestro universo sea visto y entendido como un todo, que soslayemos lo material ante los pequeños detalles que nos da la vida, donde el nosotros impere sobre el yo y, por ende, la acumulación desmedida no sea la prioridad humana; una democracia que nos lleve a un punto de encuentro, donde las relaciones humanas, no sean necesariamente mercantiles, pues al fin y al cabo, la economía solo es un artilugio humano a favor de los seres humanos y no a la inversa, por eso es que esta visión de democracia, mueve los miedos de las oligarquías, porque evidentemente obligaría poner límites a ese enfoque avorazado de la expansión del poder empresarial que han aseverado la injusticia, la desigualdad y nos presenta un borroso hoy, donde el mañana para muchos, sigue pareciendo desesperanzador.
 
- Alex Darío Rivera M: Educador y Promotor Cultural Santabarbarense, Licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”, autor del libro de poesía Introspecciones Extintas.
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