Instantáneas de una marcha indígena y campesina

09/10/2009
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
(Jorge Ventocilla tuvo la oportunidad de participar tres días, en dos ocasiones, en la Marcha que recientemente llegó a la capital. Conversó con los caminantes, tomó alguna foto, anotó detalles. En sus palabras fue “un diplomado en gallardía y dignidad, dictado por indígenas y campesinos”. Aquí sus reflexiones)
 
Toribio Jiménez nació en 1954 y desde hace añales es dirigente del pueblo ngäbe, el de mayor población entre las siete culturas indígenas nacionales. Durante largo tiempo ha sido jefe inmediato del corregimiento Alto de Jesús. Don Toribio es el decano de los caminantes: estuvo en la marcha de 1986, en la de 1996 y nuevamente camina ahora.
 
“La primera vez partimos desde Sitio Prado, en marzo de 1986”, me contó. “Los militares hicieron una Ley que dividió al Congreso General Ngobe. Estaba aprobado por nosotros reunirnos en Sitio Prado y el gobierno organizó otro Congreso General paralelo, en Buenos Aires. Después de reunirnos en Sitio Prado, partimos a la ciudad; yo no me quería quedar en la casa. Y tuvimos éxito: esa Ley que hicieron para dividirnos fue eliminada. La segunda marcha (1996) partió de Cerro Colorado a mediados de octubre y fue para demandar la creación de la Comarca. Lo logramos, aunque no fue todo lo que el pueblo quería. Quedaron fuera comunidades, como la mayoría de las comunidades del Calobevora. Por eso esta marchando ese compañero con su pancarta que dice ‘!Santa Fe, Presente!'. También lo logramos: la Ley 10 que crea la Comarca Ngobe-Bugle fue aprobada en tercer debate en 1997.
 
Ahora marcha hacia la esquiva capital, que parece que es sorda: no oye bien de lejos y hay que venir a hablarle de cerca y a gritos. “Como dirigente y voluntariamente lo hago”, me dice. “Los dirigentes que están aquí son los que defienden los intereses de la Comarca. Los otros se quedaron”. ¿Volvería usted a participar en una cuarta marcha don Toribio? pregunto. “Si es antes de 10 años, sí. Si es más, no lo puedo ofrecer con seguridad”, me responde sonriendo.
 
Para Ceferino Montezuma, también dirigente ngäbe, es su segunda marcha. Estuvo en la de 1996. Ayer se puso frío y se desmayó; pero hoy ya está bien y sigue marchando. Los que se enferman o les salen heridas insoportables en los pies, son asignados a labores como cuidar las mochilas en el sitio de destino del día o ayudar en la cocina.
 
Hoy al medio día le dieron atención a Samuel Pedrol, el infatigable locutor de la radio alternativa que se han montado dentro de la marcha. A través de un altoparlante lee las noticias del periódico del día en el almuerzo, repite grabaciones de entrevistas a dirigentes, manda mensajes de saludo - reales o imaginarios - a las delegaciones mientras marchan …todo con fino humor, que alienta y anima a los caminantes.
 
No podía creer que el mismo Samuel que estaba dale que dale todo el día con sus bromas en las emisiones “de la radio”, es el mismo que ahora sale cojeando después de que le vendaron una tremenda llaga en la planta del pie. “¡Estoy marchando de puro varón!” dice medio en serio medio en chacota, mientras pasa delante nuestro saltando en un solo pie.
 
La policía ha estado dando vueltas y sé que algo quieren saber. Finalmente se me acercan y preguntan por el dirigente de esta marcha. Ingenuamente doy un nombre y los mando adelante a buscar a la persona. Se acerca Ceferino y me da tremenda regañada: “¡No tienes porque dar nombres. ‘Aquí todos somos dirigentes' debes contestar!” Aprendo las dos lecciones.
 
Martín Rodríguez, presidente de la Asociación Rey Quibién, de Coclé del Norte supo de la Marcha y bajó a darle encuentro en Penonomé. La empresa minera canadiense Petaquilla Gold les está envenenando sus aguas y pudriendo sus tierras y ya no aguantan más. Rey Quibién, me explica Martín, fue un cacique de los tiempos de antes que defendió a los ngäbes. En las noches veo a Martín escribir en un cuaderno. Así he visto a algunos otros, hombres y mujeres. ¡Cómo me gustaría poder leer lo que escriben al final de cada día!
 
Reynaldo González tiene 21 años. Es uno de los pocos indígenas naso que ha podido cursar estudios universitarios. Es técnico en enfermería por la Universidad de Panamá. Desde hace un año esta en la lucha de su pueblo: “Tenemos bosques, los cuidamos. Sin recursos naturales nos acabamos como cultura”. El padre de Reynaldo es botánico, su abuelo también. El tiene la opción de seguir medicina en Estados Unidos pero – insiste - su verdadera vocación es la biología. Va a hablar con los de la beca para ver de reorientarla. Menciona a su novia, con el mismo entusiasmo. Ella también es naso y así como él, está activa en la lucha.
 
Antes de volver a la ciudad le pase mi copia de “Temas de Nuestra América”, con los poemas de Benedetti. Le señalo el “Te quiero” (….en la calle codo a codo somos mucho más que dos… ), para que se lo lea a la novia. Le vuelven a brillar los ojos. Cuando vio la bandera de la Tierra que cargaba me dijo: “El mensaje esta clarito”.
 
Caminábamos entre Santiago y Divisa y vi que lo llamaban aparte para decirle algo; no se por qué me dio mala espina. Al día siguiente, ya en la Terminal de la ciudad, me enteré por un titular que los naso habían sido desalojados de la Plaza Catedral por los antimotines.
 
Ahí estuvieron más de dos lunas con todos sus días con el gobierno anterior y luego volvieron, para quedarse hasta que los botaron con el gobierno actual. Los estuvieron meciendo pero nadie quiso escucharles con seriedad. Reclaman su derecho a tierras ancestrales ocupadas por una ganadera.
 
De las tierras en manos ahora de la ganadera, en Bocas del Toro, también los habían desalojado los antimotines. Pero esa vez los sacaron en la madrugada de sus casas, ellos inermes, los otros armados como van los antimotines en las películas y en la realidad. Les tumbaron la escuela que ellos mismos construyeron y su casa de la cultura, les dispararon bombas lacrimógenas, una pala mecánica abrió un hueco y ahí depositó los materiales de las casas, la ropa, los cuadernos de los niños, el diccionario de su lengua que los naso y otra gente han ido reuniendo durante décadas. La pala tapó el hueco para que no aprovecharan ni las ruinas. Los naso reclaman un territorio oficialmente reconocido. Es decir, quieren un lugar en esta sociedad.
 
Larisa Duarte pertenece a una organización campesina de Río Cobre, Veraguas. Con ese nombre - ¡claro! - a su área ya le cayó encima la maldición de una mina o de cualquier proyecto de explotación y fecunda reproducción de ganancias. “La campesina” le dicen a Larisa sus compañeros indígenas de la marcha. Tiene una alegría desbordante y no para de gritar y animar a los demás. Un día dejó la marcha y se fue a la ciudad y se puso en huelga de hambre con tres de los nasos que habían desalojado de Plaza Catedral. La fui a visitar cuando regresé a la ciudad y la encontré en la Plaza sentada junto con los otros tres frente a la calle por donde alguna vez tendrá que pasar el automóvil del presidente, y verlos. Tenían 72 horas de huelga de hambre y los ojos de Larisa ya no eran los mismos de cuando la conocí en la marcha, y ese agotamiento y ese dolor de cabeza. No me los contó, yo se los vi.
 
Pero de ahí no la mueven. Blas Quintero me contó una hora después mientras recibíamos a la marcha, que el padre de Larisa tiene escrito en la entrada al patio de su casa en Río Cobre: “Los valientes no se rinde, luchan”.
 
Comité Pro-Cierre de Mina Petaquilla; Asociación Rey Quibién, Coordinadora Campesina por la Vida ; Asociación de Productores Agrícolas de La Pintada ; Coordinadora de Pobladores Colonenses por el Derecho a la Vida , la Tierra y la Dignidad ; Comité de Defensa de Colon; Coordinadora Nacional para la Defensa de Tierras y Aguas; Ambientalistas Chiricanos; MED Paz y Justicia, etc… Diecisiete comunidades afectadas por la minería y las hidroeléctricas caminaban cuando yo pude estar en la Marcha ; quién sabe cuántas otras, antes y después, habrán estado presentes.
 
Señor Presidente Martinelli: No se pierda usted la oportunidad de conocer y aprender de estos panameños y panameñas que aman su tierra como pocos y han caminado tantos días para que el gobierno los escuche. Sus maneras dignas y respetuosas serían lo mejor que le podría pasar a usted en una cita con dirigentes - se lo aseguro – dentro o fuera del país.
 
Santiago tiene 23 años y es dirigente de Charco La Pava. Está terminando el sexto año en Changuinola y le gustaría ser abogado, si pudiera -“Pero mis padres no trabajan” me dice. Pienso para mí que probablemente trabajen mucho más que un diputado. Pero aprendemos a decir cosas así por la educación y la costumbre. Tiene tres años, junto a su comunidad, pidiendo respeto a una hidroeléctrica que ha sacado a otros de esa lucha ofreciéndoles un trabajo con salario. El sigue. Toribio Jiménez tiene 32 años más que él y aún sigue. El Rey de los Nasos tendrá unos cuarentaitantos años más que Santiago, y también sigue.
 
He visto a dos o tres de los participantes tirar botellas de plástico. Pero he visto a más de ellos lavar, guardar y reusar los platos y cubiertos de plástico que vienen con la comida que en el camino les brinda gente y organizaciones solidarias. Hay algunos de la marcha que llevan consigo envases de totuma o coco y ahí reciben su ración y su café. Y he escuchado cientos de veces consignas con vivas a los ríos, a los bosques, a la naturaleza, a la tierra. Y hasta a los peces de los ríos.
 
Mientras caminan, a veces hay quien recoge algo tirado en la carretera que aun puede servir. Toribio Pito es un hombre ngäbe joven, de la comunidad de Buenos Aires. Lo vi recoger un pixba, sacarle la pepa y guardarla. Me acerco y confiesa sus planes: “Es para sembrarla (a su regreso), cuando la Luna esté baja: así la palma crece menos y da más”.
 
“Caminar tanto y tanto significa que ustedes quieren mucho a su tierra” dijo una señora cuyo nombre no logre apuntar - quizás la Corregidora – al darnos la bienvenida en el local de la Junta Comunal de El Higo, donde nos brindaron un sancocho con arroz y unas galletas con jugo.
 
Cuando la marcha se reanudó todavía tenia en la cabeza lo que ella dijo. “Caminar tanto y tanto significa que ustedes quieren mucho a su tierra”…
 
No son una tropa de boys scouts, ni es que están aburridos allá en sus casas. Alguien debió quedar cuidando a los niños - ¿No cree? - las siembras, las gallinas, los animales. Y había que dejar algo para la comida en la casa, en estos muchos días que van a estar fuera.
 
Además el sol pega duro ¿Sabe? Y si cae un aguacero y uno se resfría, uno queda todo jodido ¿Sabe? Y a veces da calambre y a veces salen llagas en los pies. Muy serias deben ser sus motivaciones para tirarse ese viajecito, ¿O no?
 
Si les prestásemos atención nos beneficiaríamos mucho también nosotros. De ahí esa consigna, que deben haber repetido unas 7,000 veces en estos días de marcha: “!Esta lucha no es de uno, esta lucha es de todos!”
 
Pero estamos dormidos. Mientras más dormidos mejor para quien lucra con ello.
 
O atónitos: pasmados mirando los edificiotes que se construyen en nuestra babilónica capital, creyendo que somos los más vivos de la región.
 
Al fin del día hay reunión. Para discutir noticias, afinar la redacción del pliego a presentar, diseñar estrategias para el almuerzo de mañana. Tomo estas notas de lo que un dirigente menciona: “Hay interés del gobierno actual de modificar la Ley 10 (de la Comarca Ngobe-Bugle ) y pasar de propiedad comunal a privada, cambiando la denominación de comarca a reserva. Y cambiar el régimen en los 1,000 metros desde la playa hacia dentro de las costas, para meter desarrollo turístico. Y cambiar la autoridad reconocida: de Cacique a Gobernador. Este no es momento para cambiar la Ley 10” , dice enfáticamente la persona y se despide. Solo esto seria suficiente razón para caminar hasta la ciudad. Pero hay más razones.
 
Quien esté realmente interesado/a en las razones de la Marcha Indígena y Campesina las conseguirá. Por ejemplo en www.caminatapanama.org Aquí solo quiero señalar otra razón, menos táctica pero más estratégica de esta marcha: despertarnos el cariño social, la solidaridad.
 
Con esta marcha los indígenas y los campesinos nos vienen a recordar los valores que todavía andan bajo la tierra panameña, haciéndola temblar, enorgulleciéndola, fertilizándola, dándole vitalidad. A ellos y ellas, los de la marcha, pero también a todos los que de alguna manera han sido y son solidarios - con un poco de agua, con un almuerzo para 70 personas cansadas, con un aplauso, un pulgar hacia arriba, un repique de la bocina del camión, o una mirada atenta y cómplice -, esta marcha ha enseñado cuánto somos capaces de hacer y ofrecer cuando nos miramos con dignidad y con respeto, a nosotros mismos y a nuestra ecología. Y nos incorporamos y nos echamos a andar.
 
 
Fuente: Colectivo Panamá profundo
https://www.alainet.org/es/active/33643

Del mismo autor

Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS