Hablar y escribir para no morir

28/09/2009
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Nos dice María Inés García Canal en un análisis sobre la obra de Foucault que “hablamos y escribimos para no morir: en tanto estemos en relación con el lenguaje, en tanto se hable o se escriba, se está inmerso en la vida. Hablamos y escribimos para sabernos vivos, para enfrentar la muerte”. (García Canal: 2005) El hablar y el escribir se dan en un tiempo y en un espacio determinado, es decir que al hacerlo le estamos robando tiempo a la muerte. Si no escribimos y hablamos imponemos nuestro propio silencio, el silencio de la muerte.

Hablar y escribir para transgredir la muerte, como lo han hecho nuestros pueblos étnicos creativamente durante siglos para mantener vivas sus tradiciones transmitidas a través del lenguaje oral.

En esta lucha de resistencia contra el Golpe de Estado el lenguaje ha sido parte impresindible para la expresión que se ha volcado hacia dos corrientes: Una la respuesta inmediata de una comunidad de creadores profesionales e intelectuales y dos la respuesta del pueblo a través de la creatividad popular y el testimonio de la ignominia.

Las paredes, el suelo son la paradoja de la hoja de papel porque el pueblo no tiene donde escribir su furor; el lenguaje ha buscado nuevos soportes no tradicionales, el cuerpo también sirve para la protesta; a través del lenguaje escrito y oral hemos tomado posesión de paredes, calles, el ciberespacio, espacios abiertos, el papel y la radio.

El lenguaje se ha convertido en una emergencia inmediata, que como bien expresa Helen Umaña, ampliándolo a toda la expresión artística surgida “es parte del testimonio de lo vivido, que conforman ya un riquísimo e incuestionable testimonio que permitirá conocer, en un inmediato futuro, tanto la magnitud de la perfidia con que se ha actuado en Honduras como la heroica e inesperada respuesta del pueblo hondureño” (Helen Umaña: El arte: reflejo de la vida: 2009).

Afuera del lenguaje utilizado por el pueblo está la realidad política, el terror, la realidad que nos impone el gobierno de facto, el discurso que a costa de todo y a través de los medios de comunicación falsean la realidad. Adentro de las palabras que emanan del pueblo está la esperanza, el dolor, la catarsis, la transformación porque el escribir cambia, modifica, transforma al que lo hace y si el pueblo ha tomado como suyo el lenguaje como forma de expresión está sufriendo una transformación hacia lo consciente.

En los procesos revolucionarios al pueblo le pertenece un destacado papel en la cultura…es el pueblo el que crea las bases de la producción espiritual y las condiciones para su progreso. El pensamiento y el lenguaje, el conocimiento y la escritura están (íntimamente relacionados con su actividad revolucionaria). El pueblo es el creador del elemento más importante de la cultura, es decir, del lenguaje. (A. Sertsova y otros: 1988)

El lenguaje nos ha alejado de los que nos hacen daño a través de poemas, canciones, acrósticos, consignas, denuncias por la radio y la televisión, testimonios escritos, chistes, oraciones, misas convirtiéndose en un elemento de cohesión en la lucha de resistencia; acercándonos a los que compartimos: el sufrimiento, la alegría, el cansancio, el hambre, la represión, la tortura y la muerte.

Lenin afirma que las revoluciones son las fiestas de los oprimidos y explotados y es cuando la creatividad alcanza su mayor fuerza y presencia; por lo tanto el proceso del momento histórico es un proceso creativo; de ahí que el proceso revolucionario iniciado en Honduras, a pesar del sufrimiento, es un proceso creativo divergente de quienes nos oprimen, nos desdeñan, nos asesinan, de los que solamente pueden crear muerte.

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