En búsqueda de una Ley que desarrolle una comunicación democrática
13/09/2009
- Opinión
Auspiciamos la ocasión para debatir un proyecto de Ley de Servicios Audiovisuales para el que tantos organismos no gubernamentales han hecho su aporte. Esperamos que su tratamiento se haga en el marco de una discusión franca donde el interés de la comunidad toda esté por encima de los intereses particulares -ya sean políticos o económicos- y que los fundamentos de las decisiones reflejen la búsqueda de una auténtica comunicación democrática.
Compartimos aquí los postulados básicos a partir de los cuales apoyamos el establecimiento de una nueva Ley de Servicios Audiovisuales. Representamos a una organización ecuménica, la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC), con más de 60 años operando a nivel mundial, que trabaja en la búsqueda de una comunicación que permita el desarrollo de la comunidad toda en paz y justicia, donde la voz de todos pueda ser oída y compartida. Nuestros principios tienen su raigambre en la fe cristiana que nos mueve a trabajar así por la comunidad toda. Es nuestro entender que las siguientes consideraciones deberían primar en su tratamiento.
1. En las sociedades modernas los medios masivos de comunicación se han ido convirtiendo no solo en la fuente de información sino, además, en la creación de valores. Ya hace unos cuantos años atrás reclamaba Antonio Pasquali que: “La aberrante reducción del fenómeno comunicación humana al fenómeno medios de comunicación constituye un caso de perversión intencional de la razón, de tosco artificio ideológico.” Esto ha provocado que -al desplegarse en toda su crudeza la ideología de un mundo que está siendo regido por el mercado- las utopías se hayan tornado en desencanto y el optimismo de décadas pasadas se haya desvanecido como un sueño imposible.
2. La gran tentación, que representan los medios para quienes los poseen o tienen acceso a su uso, es el ejercicio del poder sobre la audiencia a través del manejo del conocimiento y la información. Esta tentación se presenta tanto para quienes quieren promover sus productos, como para los que gobiernan y también para los responsables religiosos.
El acelerado desarrollo tecnológico, la concentración de poder de los medios y su globalización, el nuevo mundo de las supercarreteras de la información aparece como una tentadora herramienta para dominar buena parte de la vida de nuestro mundo e incidir vigorosamente en la configuración de las relaciones humanas.
3. ¿Qué significa este nuevo mundo? ¿Promueve el desarrollo de la vida humana y la comunidad de los pueblos o, por el contrario, nos degrada y deteriora? Los medios poco a poco se han instalado en nuestras vidas, ¿ahora, empiezan a dominarlas? ¿Sabemos a dónde nos lleva? ¿Queremos ir en esa dirección? Vivimos en un mundo que procura alinearnos detrás de un pensamiento monocorde. Pero, como nunca antes, este mundo ha llegado a ser un mundo transcultural y multirreligioso. Hay que iniciar un proceso de comunicación a partir del cual el respeto de las diversas religiones y culturas en el marco del diálogo sea el fundamento del desarrollo de una nueva forma de convivencia en el mundo. Se trata de abrirse a un ejercicio comunicacional, una oportunidad de romper moldes que dominan la visión de la realidad.
4. Conjugar medios masivos con comunicación democrática significa, sin lugar a dudas, un cambio de mentalidad. Como se ha dicho, este mundo de comunicaciones globales presencia al mismo tiempo el surgimiento de las culturas locales. El sueño de la homogeneización de la cultura ha desembocado en una pluralidad de perspectivas.
Cada vez más se presencia la búsqueda de expresiones locales, el rescate de las culturas indígenas, el fin de las discriminaciones de todo tipo, la necesidad de definir la propia identidad y sus raíces. Sin embargo, trabajar a favor de una pluralidad de perspectivas no significa impulsar la estratificación, la segmentación o la división de los pueblos. El líder sudafricano Biko solía decir que no hay mayorías o minorías, sino solo pueblo.
5. Como lo afirma uno de los documentos base de nuestra organización (WACC): “uno de los objetivos que se nos reclama es derribar las barreras de toda clase que impiden el desarrollo de comunidades con derechos y justicia para todos- en particular las barreras de raza, sexo, clase, nación, poder y riqueza. …La comunicación verdadera se ve facilitada cuando la gente se une sin tener en cuenta las diferencias de raza, color o convicción religiosa, y cuando hay una aceptación y un compromiso mutuos.”
6. Las estructuras comunicativas de muchos países responden a los grandes conglomerados económicos, ya sea porque son sus propietarios o sus sostenedores. De manera que, los criterios de la información que proveen se definen en función de su preservación y la obtención de sus beneficios. ¿Cómo es posible que los marginados de este mundo, indígenas, minorías étnicas, los grupos más pobres encuentren un lugar en los medios? ¿En qué momento logran ser noticia? Para responder a estas y otras preguntas habrá que pensar cómo se estructura una sociedad cuya autoridad esté al servicio de la gente, y cómo se redistribuye el poder para lograr una verdadera participación y una auténtica comunicación.
7. Por eso hay que seguir remarcando que la comunicación es un derecho humano. El derecho de los individuos y de las comunidades a ser sujetos y no objetos de la comunicación.
Derecho humano de los grupos populares a participar en la producción y distribución de sus mensajes. Derecho humano a la formación y el desarrollo de las capacidades de comunicación. Derecho humano al respeto por la integridad y dignidad de las mujeres, rechazando estereotipos y reconociendo su creatividad. Derecho humano a que se proteja la cultura local, la producida por el pueblo, y que ésta no sea avasallada por los intereses comerciales o de las grandes potencias. Derecho humano a la libre expresión de las ideas, favoreciendo el uso de los medios por parte de los que no los poseen. Derecho humano que los sistemas de comunicación estén al servicio del desarrollo integral de la comunidad, con un sentido de participación y crecimiento de la vida comunitaria, lo que indefectiblemente debe en una distribución más justa y participativa de la propiedad de los medios.
8. Estos y otros son los desafíos que llaman a la sociedad toda a trabajar por una comunicación que cree una verdadera comunidad justa, libre y solidaria. Hay aquí una ineludible responsabilidad de aquellos que han sido elegidos por el pueblo para aprobar las leyes que hagan efectiva la democratización de la comunicación.
Eduardo Galeano suele decir que si uno puede producir, aunque más no sea, un pequeño cambio eso significa que la realidad puede ser cambiada. En la Divina Comedia, Dante señala que lo que distingue al purgatorio del infierno no es el sufrimiento, sino algo más importante: la esperanza. Esto es lo que esperamos de nuestro Congreso: cambio con la esperanza de una ley que abra las puertas a una nueva comunicación porque lo requiere la libertad, la democracia, la justicia y porque es el fundamento para construir una verdadera comunidad.
- Carlos A. Valle es pastor metodista, ex Secretario General de la WACC (Asociación Mundial para las Comunicación Cristiana). Ponencia presentada en la Audiencia Pública organizada por la Cámara de Diputados sobre la Ley de Servicios Audiovisuales, 11-09-09.
Fuente: Agencia de Noticias Prensa Ecuménica
https://www.alainet.org/es/active/33009
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