La política de cinco tapones
19/03/2003
- Opinión
El gobierno uruguayo, dentro de sus acotados lineamientos ideológicos,
ha optado por aplicar la política de los cinco tapones para los diez
orificios. Los cambia rápidamente de lugar, intentando tapar el
derrame, algo que solo puede imaginarse. Porque, en realidad, no
detiene nada. La sangría continúa.
Esa imagen es adecuada para caracterizar la situación que está
viviendo el país, ahora convulsionado con la negociación "amigable"
con los tenedores de bonos, quienes están sopesando, obviamente, sus
alternativas. O aceptan la propuesta del gobierno, aceptando el canje
y alargando el plazo para el cobro de los bonos emitidos o,
sencillamente, no cobrar nada, debiendo iniciar un engorroso juicio
contra el Estado uruguayo en los tribunales de Nueva York. Ello sería
otro dramático correlato de la crisis que todavía sigue
profundizándose
El ministro de Economía Alejandro Atchugarry, con su innegable
capacidad para la negociación, logró apaciguar algo la tormenta,
especialmente a nivel político. La oposición a partir de lo afirmado
por algunos sectores, "comprende" que la solución de la crisis debe
ser un camino recorrido paso a paso, pese a que toda la operación de
repago se haya emprendido no en base a planes de reactivación
productiva, sino de abierta rebaja salarial.
Por supuesto que a esta altura de los acontecimientos y a la vista de
que la recaudación que, como era lógico suponer, se cayó, es que hay
que reafirmar algunos conceptos. Por más que con el incremento de las
tarifas y la caída del salario se buscara el efecto contrario en
materia de recaudación, parece evidente que la única opción real que
le queda al país es intentar su reactivación económica. Por más que
caiga el salario, destruyendo de paso lo que queda en pie del aparato
productivo, el gobierno no podrá lograr sus objetivos ya que el
deterioro provocado por sus errores ya se extiende a toda la economía.
Veamos la realidad de las empresas públicas. Parecería que el defasaje
presupuestario de ANCAP, en razón de la caída del consumo de
combustibles, este ejercicio será de alrededor de 300 millones de
dólares. A ello se le debe sumar la sangría permanente que tiene esta
empresa pública en razón de los negocios ruinosos concretados en su
actividad en asociación con empresas privadas, donde han predominado
hechos de presunta corrupción, que han sido reconocidos por el propio
directorio.
ANTEL, también, se encuentra en un evidente retroceso, sin
existir planes de desarrollo o inversiones. Hay que reconocer que en
materia de comunicaciones Uruguay tuvo en el pasado uno de los
sectores de desarrollo más dinámico, sin duda de punta en el
continente. Hoy ANTEL por el empobrecimiento de la población, ha visto
retraído el tráfico telefónico, con una caída aguda en lo referente a
la telefonía celular y a llamadas de larga distancia. Por otra parte
también ha sentido un fuerte cimbronazo en lo que tiene referencia con
la telefonía básica..
Podríamos seguir con UTE, OSE, donde existen también algunas
variantes. La demanda de sus servicios es más rígida, sin embargo las
dos empresas se encuentran enfrentadas a problemas irresolubles en
materia financiera, pues además de que sus insumos en dólares se han
encarecido devaluación mediante deben enfrentar a una creciente
morosidad que tratan de resolver hasta con sorteos. Claro está, la
gente que no paga – especialmente cuando se trata de provisión de
energía y agua – es porque no puede hacerlo y por más que se realice
una política punitoria, con multas, suspensiones de servicio, etc.,
el tema no se puede resolver.
Las empresas públicas están sufriendo en carne propia lo que hemos
descrito más de una vez. Para el funcionamiento a pleno de la economía
es necesaria que esté en circulación una masa de dinero determinada.
Si la misma se reduce, el aparato productivo comienza a vivir las
consecuencias de ese achique. Si tomamos en cuenta que en el año 2002
se ha producido lo que llamamos "descomunal destrucción de riqueza",
la que es una denominación del fenómeno más globalizadora que "caída
del Producto Bruto Interno" (PBI). Y qué esta destrucción de riqueza
fue durante ese período de 10 mil millones de dólares, lo que se
acompasa simétricamente con la reducción de la actividad. Cifra
gigantesca, cuya progresión es responsabilidad, en buena medida, de la
onerosa y fallida solución aplicada por el gobierno a la crisis del
sistema financiero. Política nefasta tras la cual el país quedó
endeudado con los organismos de crédito en miles de millones de
dólares.
Para tapar el orificio de la iliquidez, en acciones previas al
descalabro irracional de la obtención sin medida de créditos del FMI,
BID y Banco Mundial, el gobierno acentuó la utilización del salario
como mecanismo de ajuste. Se sumaron varias leyes conteniendo
incrementos del Impuesto a las Retribuciones Personales (IRP) hasta
llegar, en algunos casos, a crear situaciones sociales que aparecen
hoy como "insoportables" hasta para el propio FMI. Si sumamos a ello
la devaluación, podemos llegar a calcular cual es el defasaje
monetario entre la situación anterior y la actual. También tener en
cuenta la caída abrumadora de las exportaciones, resultado de una
política artificial, de mantenimiento de un dólar barato que le restó
toda competitividad al país, especialmente luego de la devaluación
brasileña de 1998.
La conclusión hoy es simple. Seguir castigando sueldos y jubilaciones
es una política suicida. El gobierno logró rápidamente, por un lado,
que el ahorro que tenían los uruguayos depositado en el sistema
financiero, quedara paralizado. Pero además, vía aplicación del IRP,
hizo desaparecer no solo la posibilidad de nuevos niveles de ahorro,
sino que provocó un proceso de empobrecimiento generalizado.
Como resultado de esa política que recurrió al incremento impositivo
y al aumento de las tarifas, el peso del Estado se multiplicó, siendo
hoy no solo insoportable sino "liquidacionista" para cualquier
actividad. Es que se intenta recaudar más en una sociedad que está 10
mil millones de dólares más pobre.
Pero hay más. Podríamos mencionar para ello el cambio de signo del
peso de la deuda. Hasta la finalización del gobierno de Sanguinetti,
la política de endeudamiento se aplicaba para suplir al reducido
ahorro nacional. Se colocaban bonos o títulos y se financiaba, así,
una situación de relativa bonanza en que el Uruguay fue récord, por
ejemplo, en la compra de automóviles cero kilómetro.
El gobierno de Batlle, para tratar de sortear la crisis financiera del
año pasado, no solo utilizó las reservas del país, además vía "ordenes
verbales", la recaudación depositada en la Tesorería (provocando el
dafault interno), sino que determinó que el país se endeudara con los
organismos financieros multinacionales en cifras nunca antes
registradas. Los resultados del esfuerzo fueron inútiles. Los bancos
no se salvaron y los uruguayos somos más pobres.
Ese endeudamiento que es similar al PBI de un año, está siendo
renegociado, tanto con los inversionistas privados, como con los
organismos multinacionales de crédito, adelantándose que la solución
para poder cumplir con los segundos, será recibir entre este año y el
2003 de nuevas partidas que superarían los 2.500 millones de dólares.
El gobierno sigue tirando la pelota hacia adelante, sin entender que
si el país no comienza a crear nueva riqueza será imposible el
cumplimiento de las enormes obligaciones. No existe una sola medida,
una sola palabra, que muestre alguna idea novedosa y menos, una
alternativa que determine una reactivación del mercado interno, que
sería un primer paso. Parece que se prefiere continuar intentando
tapar los diez orificios con cinco tapones.
Así, la dramática sangría no se reducirá
* Carlos Santiago es Secretario de redacción de Bitácora.
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