Mexicanos: ¿bienvenidos a Canadá?

16/07/2009
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Canadá es el segundo país más extenso del mundo con 9 millones 984 mil 670 kilómetros cuadrados (o bien, cinco veces más grande que la República Mexicana), con una población de apenas 33 millones 714 mil habitantes. Debido a sus características geográficas, la mayor parte de la población se concentra en el sur, a dos horas o menos de distancia de la frontera con Estados Unidos. En un territorio tan extenso, existe una amplia variedad de recursos naturales y de actividades económicas para las que, históricamente, ha hecho falta mano de obra. Por eso la inmigración forma parte de la historia misma de Canadá y el futuro de ese país depende, como lo decía David Crane en 1992, de que, la inmigración no sólo continúe, sino que, inclusive, se incremente sustancialmente –Crane sostenía en su libro The Next Canadian Century que los canadienses, como tales, podrían desaparecer en el transcurso del presente siglo, debido a las bajas tasas de natalidad imperantes.
 
Hay también otras razones por las que la inmigración es importante para Canadá. A nivel interno, según el censo de 2006, Quebec es la segunda provincia más poblada del país, con 7 546 131 habitantes (o bien, el 23. 87 por ciento de la población total), sólo superada por su vecino Ontario, que cuenta con 12 160 282 habitantes (38. 47 por ciento de la población), el cual, por cierto, históricamente es el destino de la mitad de todos los inmigrantes que recibe Canadá. Por lo tanto, la ecuación demográfica es fundamental para que Quebec pueda defender sus intereses en el seno de la federación, sea para gestionar el presupuesto y los subsidios que se le otorgan, sea para influir en el terreno electoral. Quebec pasó, en la segunda mitad del siglo pasado, de tener una de las tasas de natalidad más altas del mundo a una de las más bajas (1.4%), por lo que la inmigración, ante una federación masivamente dominada por anglocanadienses, constituye, desde su óptica, una solución.

En Canadá, la inmigración es un asunto que comparten tanto la federación como las provincias. Sin embargo, Quebec, ante la situación descrita, es la única provincia que asume plenamente esta responsabilidad, buscando equilibrar su perfil demográfico y lingüístico de cara a la federación. Por ello, Quebec ha desarrollado con el gobierno central, negociaciones que derivaron en un acuerdo de tipo administrativo denominado Acuerdo Gagnon-Tremblay/McDougall, o bien Acuerdo Canadá-Quebec que le permite a la provincia francófona decidir la suerte de aquellos inmigrantes que desean establecerse específicamente en Quebec, en tanto las otras dos categorías que prevé la legislación canadiense en el terreno de la inmigración (reunificación familiar e inmigración por razones humanitarias) seguirían siendo exclusivamente de la jurisdicción federal, aunque el acuerdo dispone que las autoridades federales consulten a las autoridades quebequenses sobre el particular. Con todo, cualquier decisión que tome la federación en materia de inmigración, provocará tensiones con Quebec, aunque este tema merece un análisis a detalle que no es el objetivo de la presente reflexión.

Características de la inmigración en Canadá

Canadá afirma que tiene la tasa per cápita más alta de inmigrantes a nivel mundial, situación que es visible en su diversidad étnica. Los canadienses, además, tienen una postura favorable a la inmigración. En 2007 el país de la hoja de maple recibió 236 mil 760 personas como inmigrantes, siendo las diez principales naciones de origen la República Popular China (28 mil 896 personas), India (28 mil 520), Filipinas (19 mil 718), Paquistán (9 mil 808), Estados Unidos (8 mil 750), Gran Bretaña (7 mil 324), Irán (7 mil 195), Corea del Sur (5 mil 909), Colombia (5 mil 382), y Sri Lanka (4 mil 68). La edad de los inmigrantes oscila entre los 25 y los 44 años, es decir, que son económicamente productivos (y reproductivos). Otro dato importante es que ocho de cada diez inmigrantes, elige como lugar de residencia una de las tres grandes metrópolis canadienses, i. e. Vancouver, Toronto o Montréal. La cifra de inmigrantes de 2007 es inferior a la sugerida en un documento del Royal Bank of Canada, que sugiere que a menos que este pais incremente la cifra a 400 mil 000 por año, comprometerá su bienestar y desarrollo económicos.
 
Como se sugería líneas arriba, la legislación canadiense prevé tres categorías principales de inmigrantes: los económicos (categoría que se subdivide en varios grupos, pero que en general se centra en mano de obra calificada que puede contribuir al desarrollo económico de Canadá), los refugiados (en función a consideraciones humanitarias), y la reunificación familiar (donde una persona que ya se estableció en el país norteamericano, puede mandar por su familia).
 
Desde los años 50, la tasa de inmigrantes económicos per cápita de Canadá ha sido más o menos constante. Los recién llegados a Canadá suelen ser recursos humanos calificados, con grados universitarios e inclusive con mayor educación que la media imperante en la población canadiense, dado que las autoridades federales han privilegiado dicho perfil en los inmigrantes, lo que marca una diferencia importante con Estados Unidos, donde muchos de los recién llegados carecen de calificación o ésta es muy baja. Canadá enfrenta, por lo tanto, un problema de validación de calificaciones y grados académicos, pero ése no es el desafío más serio para los recién llegados. Los profesionistas inmigrados compiten con los profesionistas canadienses en materia salarial y en muchos casos, los primeros deben aceptar empleos peor remunerados y por debajo de la experiencia profesional que poseen. Otro problema es el desempleo. Los inmigrados presentan una tasa de desempleo del 11.5%, que equivale a más del doble que la que existe para los canadienses (4.9 %).
 
El deterioro de la calidad de vida de los inmigrantes económicos en Canadá se ha acentuado en los últimos años, y se le atribuye a diversos factores como deficiencias en el proceso de selección por parte de las autoridades; el reclutamiento de trabajadores para tareas peligrosas y difíciles pobremente remuneradas (por ejemplo en sectores como el de los hidrocarburos y la agricultura); la discriminación y el racismo; los incentivos de los programas sociales de Canadá, mismos que entran en conflicto con los objetivos de los programas de inmigración, etcétera.
 
La legislación canadiense en materia de inmigración
 
Antes de 1947 no existía, legalmente, la ciudadanía canadiense como tal, debido a que Canadá forma parte de la Comunidad Británica de Naciones y sus residentes eran considerados british subjects. Lo que había antes de la ley de ciudadanía era un conjunto de normas, como el Acta de Inmigración de 1910, el Acta de Naturalización de 1914, y el Acta de Nacionalidades Canadienses, siendo ésta última muy importante porque sentó las bases para que Canadá participara en la Sociedad de las Naciones y en la Corte Permanente de Justicia Internacional como miembro pleno.
 
El Acta de Ciudadanía Canadiense de 1946 que entró en vigor el 1 de enero del siguiente año, define al canadiense. Esta norma estuvo en vigor por espacio de tres décadas hasta que en 1976 se dio a conocer el Acta de Inmigración, durante el gobierno de Pierre Trudeau, abocada a definir quiénes podían ingresar a Canadá, eliminando categorías de exclusión específicas de personas –homosexuales, discapacitados, etcétera– y creando en su lugar tipos de inmigrantes, esto es, refugiados, familiares, y migrantes independientes. Esta ley posibilitó la doble nacionalidad con muy pocas excepciones.
 
De manera más reciente, el parlamento canadiense aprobó la Bill C-11 mejor conocida como Acta de Inmigración y Protección de Refugiados, en vigor, en su mayor parte, desde el 28 de junio de 2002. Esta ley sustituye al Acta de Inmigración de 1976 y constituye la principal norma a cargo de regular la inmigración a Canadá. En 2008, las autoridades canadienses aprobaron una ley encaminada a que el Ministro de Inmigración cuente con atribuciones para determinar los criterios de selección de los inmigrantes, ello en aras de favorecer el ingreso de personas calificadas en aquellas esferas en que más se requieren, económicamente hablando, en lugar de basarse exclusivamente en el sistema de puntaje y el perfil profesional que han sido las normas preferidas hasta ahora.
 
Decisión de Canadá de imponer visas a mexicanos
 
De las tres categorías principales que establece la legislación canadiense en materia de inmigración, una en particular, ha sido invocada para justificar la decisión, dada a conocer el pasado 13 de julio, de imponer visas a ciudadanos mexicanos y checos que desean viajar al país norteamericano: se trata de la categoría referida a los refugiados.
 
Cada año, Canadá recibe entre 20 mil y 30 mil refugiados, de los cuales la mitad son seleccionados para residir en el país norteamericano –por consideraciones humanitarias, siendo llevados de zonas conflictivas a territorio canadiense– y el resto son personas que solicitan refugio directamente, de conformidad con las disposiciones canadienses en la materia. Alrededor del 50% de las solicitudes para recibir el estatus de refugiado son rechazadas por las autoridades canadienses. El sistema canadiense para otorgar refugio es distinto del de Estados Unidos y otras naciones. En la Unión Americana, los solicitantes de asilo son detenidos y en esas condiciones deben esperar el veredicto de las autoridades respecto a si se les da o no refugio. En Australia existen campos de detención donde los solicitantes de asilo pueden estar por varios años, antes de que el gobierno decida su situación. Ambas naciones han sido fuertemente criticadas por la comunidad internacional, por considerar que deberían prevalecer criterios más humanitarios en el otorgamiento de refugio a quienes lo solicitan. Tanto los estadunidenses como los australianos argumentan que los sistemas que poseen son efectivos y que se garantiza que los beneficiarios de refugio sean quienes genuinamente lo necesitan.
 
En 2008, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Canadá recibió unas 36 mil 900 solicitudes de parte de personas que buscaban refugio. Estados Unidos, con una población casi diez veces superior a la canadiense recibió 49 mil solicitudes en el mismo año. Estas cifras revelan diferencias importantes en las legislaciones imperantes en materia de refugio y asilo en cada una de esas naciones y parecerían sugerir que es más factible obtener ese estatus en Canadá que en Estados Unidos, de otra manera no habría explicación de por qué hay tantas solicitudes que deben atender las autoridades canadienses.
 
En el sistema canadiense, los solicitantes de asilo reciben un apoyo gubernamental mientras se resuelve su caso –el tiempo de espera puede ser de hasta dos años–, además de que el interesado puede solicitar empleo en ese lapso. Esto, a todas luces, es atractivo para cualquier persona, porque además la decisión de las autoridades canadienses es lenta, y encima de todo existen evidencias de que aun cuando se resuelva negativamente un caso, hay numerosos canales para que el solicitante, al final, se quede en Canadá. Por lo tanto aquí hay un doble problema: el sistema canadiense es permisivo y tolerante, y por el otro lado hay personas que lejos de tener un justificante para solicitar asilo, se aprovechan de la situación. Pero no hay que olvidar que Canadá posee uno de los sistemas de asilo y refugio más importantes del mundo, y asumir que todos los que solicitan entrar a ese país, argumentando razones humanitarias o compasivas, mienten, es irreal. Por otra parte, si Canadá se toma tanto tiempo para tomar una decisión, es porque intenta que sea lo más justa posible. El problema es que el mundo ha cambiado mucho. En otras épocas, Canadá no era el primer puerto de entrada para los buscadores de asilo y refugio y existen numerosos estudios que documentan que, de hecho, Canadá era una “segunda opción” para aquellas personas que, habiendo intentado obtener ese estatus en Estados Unidos, no lo consiguieron. Hoy Canadá es primer puerto de entrada para nacionales de gran parte de los países del mundo, y ello lleva a que Citizenship and Immigration Canada, que es el ministerio responsable de las políticas migratorias, se vea desbordado por tantas solicitudes. Sin ir más lejos: cada día hay 15 vuelos directos entre la ciudad de México y diversas ciudades canadienses, lo cual es una buena noticia, dado que los contactos entre las dos naciones crecen con fines de negocios, turismo, educación, etcétera, pero ello también le facilita el arribo, como primer puerto de entrada, a quienes buscan refugio por razones lícitas e ilícitas en el país norteamericano.
 
En el caso de los mexicanos que solicitan su ingreso a Canadá como refugiados, las tendencias también han cambiado. En un estudio efectuado por Sebastián Escalante hace una década, se encontró que México ya era el principal solicitante de refugio en Canadá. Los principales argumentos de los mexicanos que buscaban ese estatus en el país norteamericano, eran principalmente la violencia doméstica y la discriminación por su orientación sexual. Muchas de esas solicitudes fueron aprobadas, y otras tantas no. Las razones esgrimidas por quienes en la actualidad buscan el ingreso como refugiados a Canadá han variado y entre otros, figuran la violencia imperante y la persecución de que son víctimas por parte de las autoridades mexicanas. La embajada de México en Canadá sostiene que menos del 11% de los mexicanos que solicitan refugio en el país de la hoja de maple, tienen éxito y pide a los posibles interesados considerar que aunque las autoridades canadienses brindan un apoyo económico mientras se procesan sus peticiones de asilo, el costo de vida en esa nación es alto, además de que la crisis económica y el no dominio de los idiomas inglés y/o francés constituyen obstáculos para acceder a un empleo. Ciertamente México podría ser más persuasivo (véase http://www.sre.gob.mx/canada/), dado que, considerando las cifras referidas, prácticamente se estaría hablando de que nueve de cada diez solicitudes de asilo presentadas por ciudadanos mexicanos son fraudulentas, con el consecuente costo que ello tiene para el erario público canadiense.
 
Antes de que el gobierno de Canadá tomara la decisión de imponer visas a todos los mexicanos que pretenden visitar ese país para fines de turismo, negocios y otros, se efectuaron consultas con las autoridades de México. El Ministro de Inmigración de Canadá, Jason Kenney, explica que cada vez que le planteaba el problema a las autoridades mexicanas y a las de la República Checa –a cuyos nacionales también se les impuso la visa por las mismas razones–, recibía, como respuesta que el sistema de asilo y refugio canadiense posibilita estos abusos y que, en todo caso, Canadá tenía que reformar su legislación para lidiar con el problema. Si esto es verdad, constituye una percepción errónea de México y la República Checa, dado que tanto los países generadores de migrantes como el que los recibe –Canadá, en este caso- son corresponsables y deben trabajar de manera coordinada para buscar soluciones viables.
 
Cabe destacar que los nacionales de casi todo el mundo, con la excepción de Europa occidental, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y algunas islas del Caribe, requieren visa de visitantes para ingresar a Canadá, inclusive las personas procedentes de países con los que Ottawa mantiene tratados de libre comercio, como Chile (para consultar la lista completa de países a cuyos nacionales se les exige visa véase http://www.cic.gc.ca/english/visit/visas.asp). Dicho sea de paso, esta lista se parece mucho a la de los países cuyos nacionales requieren visa de visitante para ingresar a Estados Unidos (véase http://www.travel.state.gov/visa/temp/without/without_1990.html#countries
). En el caso de México, se le pide visa a nacionales de 134 países (véase http://www.inm.gob.mx/index.php?page/Paises_visa), incluidas naciones con las que el país mantiene tratados de libre comercio, como las centroamericanas, por razones obvias –el tráfico de personas y los migrantes que intentan ingresar a territorio mexicano, como destino final o en tránsito a EU. Los ciudadanos canadienses que desean visitar México en condición de turistas, no requieren visa (véase http://portal.sre.gob.mx/canada/popups/faqwindow.php?id=1&print=print ).
 
Consecuencias de la imposición de visas a ciudadanos mexicanos
 
Carlo Dade, director ejecutivo de la Fundación Canadiense para las Américas (FOCAL), considera que el problema de los solicitantes de asilo en Canadá no es nuevo, y deplora la decisión de imponer visas a México, sobre todo porque, en su opinión, gran parte del problema reside en la lentitud con la que Ottawa procesa las solicitudes. Piensa que si el proceso fuera más expedito, no habría oportunidad para que se produjeran tantas peticiones fraudulentas (véase http://www.embassymag.ca/page/view/dade-7-15-2009 ). Otro problema no menos importante es que, por lo súbito de la medida, la burocracia encargada de procesar las solicitudes de visa, se verá desbordada, amén del impacto que esto tendrá para sectores como el turismo, especialmente porque en la siguientes semanas se espera una afluencia de unos 15 mil mexicanos que visitarán Canadá por razones de esparcimiento (la cancillería mexicana afirma que anualmente unos 250 mil mexicanos visitan Canadá). Las agencias de viajes canadienses han deplorado la medida, argumentando pérdidas económicas potencialmente millonarias.
 
Pero hay otras consideraciones a ponderar. México es socio de Canadá en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Ambos países han buscado un acercamiento en diversos ámbitos, porque ello conviene a sus intereses. Los dos tienen, en Estados Unidos, a su principal socio comercial, y son economías poco diversificadas. Pero además hay otra gama amplia de temas donde se requiere mayor interacción, como la seguridad regional, las políticas ambientales, la gobernabilidad global, la reforma de Naciones Unidas, el desarme, etcétera. México, además, es la principal puerta de entrada de Canadá a América Latina, y al instaurar el visado para todo aquel que desea visitar el país norteamericano, está imponiendo una barrera que contradice al espíritu mismo del TLCAN.
 
Ante esto es importante manejar la problemática con responsabilidad y en un diálogo constructivo con las autoridades canadienses. Es positivo, por ejemplo, que la administración de Felipe Calderón no impulse la migración, como sí fue el caso durante el gobierno de Vicente Fox. Pero ello no es suficiente. Adicionalmente, hay que erradicar las causas que propician la salida de miles de mexicanos del país, muchas de ellas vinculadas a la crítica situación económica, más la violencia e inseguridad imperantes. No hay soluciones fáciles para estos problemas, y en todo caso, tomarán tiempo antes de generar resultados.
 
Una tarea inmediata, por supuesto, es trabajar en el desmantelamiento de todas las redes de “intermediarios” y traficantes de personas que operan en México y Canadá, que se anuncian por todas partes, y que ofrecen a ciudadanos mexicanos la posibilidad de emigrar a territorio canadiense. Estas organizaciones conocen el sistema canadiense en materia de asilo y se aprovechan del mismo, obteniendo importantes beneficios económicos, privando, al mismo tiempo, a solicitantes legítimos, de la cabal atención a sus peticiones de asilo.
 
Es importante hacer notar que ni la población canadiense, ni organizaciones no gubernamentales, ni los organismos internacionales han presionado al gobierno canadiense para actuar como lo hizo. Carlo Dade considera que la decisión de Canadá de imponer visas a los mexicanos y los ciudadanos de la República Checa tiene tintes políticos y que una de las explicaciones posibles es la homologación de los criterios migratorios canadienses con los estadounidenses. Ojalá no sea el caso, porque si de algo presumen los canadienses, es de ser distintos de los estadounidenses. No está en el interés canadiense ser visto como un país ajeno al sufrimiento humano, o peor, como una nación restrictiva e indiferente al punto de obviar solicitudes legítimas de refugio. Canadá siempre ha pugnado por hacer la diferencia en las relaciones internacionales, pero si lo que lo guía es actuar como lo hacen otros, entonces estará dilapidando buena parte de su capital político en el mundo.
 
México está desarrollando esfuerzos para eliminar trámites engorrosos en materia de migración, reduciendo los tiempos para el otorgamiento de visas, facilitando a través de la tarjeta de negocios del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) el ingreso de nacionales de los países que lo integran –siendo Canadá uno de sus miembros-, y también realiza gestiones con Brasil, Rusia, India y la República Popular China (BRIC) en la misma dirección. Es frustrante, por lo tanto, observar que las acciones de México son respondidas con medidas en el sentido opuesto, en este caso, por parte de un país amigo.
 
La República Checa, a manera de represalia, retiró a su embajador en Ottawa y le pidió a la Unión Europea imponer visas a todos los ciudadanos canadienses que deseen visitar la región. Es una decisión respetable, pero para México no es una solución viable. México enfrenta los estragos de la crisis económica, de la debacle en los precios del petróleo, del declive de las remesas de los conciudadanos que residen sobre todo en EU y, por si fuera poco, tiene que lidiar con el problema de que se le ve en el mundo como un país violento e inseguro por culpa del narcotráfico y el crimen organizado, amén del impacto que la epidemia de la influenza ha tenido en sectores tan importantes como el turismo. México no se puede dar el lujo de imponer visas a los canadienses que desean visitar el país con fines turísticos, de comercio, de inversión, de intercambios profesionales, académicos, estudiantiles, culturales u otros. En este sentido, ni las reacciones del Congreso mexicano, en el sentido de pedir al gobierno de Felipe Calderón medidas “espejo” –es decir, imponiendo como represalia visas a los canadienses–, ni las de la cancillería, al culpar del problema a la legislación canadiense en materia de refugio, parecen los pasos adecuados. Es entendible el malestar imperante en México ante la medida, pero no es con lamentaciones y críticas sino con acciones constructivas, que se podrá encontrar una solución satisfactoria para ambas naciones. México no necesita más problemas en su política exterior. Canadá, por su parte, tiene que ser más sensible en torno al problema, dado que la relación con México puede entrar en una peligrosa fase de deterioro que echará por tierra todo el trabajo realizado a favor de una asociación estratégica que ambos países necesitan.
 
- María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México

http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=734

https://www.alainet.org/es/active/31750?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS