Petróleo Subversivo
08/01/2003
- Opinión
La IV. República, como el régimen político previo a 1998 ha sido
bautizado póstumamente, fue desgarrada por dos movimientos
subversivos, uno dentro de las fuerzas armadas y otro dentro de la
industria petrolera nacional. La historia de la subversión militar
es bien conocida, pero no así la historia de la subversión dentro de
la compañía petrolera nacional, Petróleos de Venezuela, S.A.(PDVSA).
Después de la nacionalización de la industria petrolera en 1976,
PDVSA se convirtió en algo así como un 'Estado dentro del Estado'.
Sus ejecutivos venezolanos compartieron el punto de vista de las
compañías petroleras internacionales, para quienes ellos habían
trabajado durante muchos años. Además, los sucesivos gobiernos de
Acción Democrática (AD) y del Comité Organizativo Pro Elecciones
Independientes (COPEI), durante y después de los años del auge
petrolero de los años 1970, fracasaron en crear un nuevo y eficiente
régimen fiscal y regulatorio, a la vez que implementaban desastrosas
políticas de desarrollo, caracterizadas por una planificación pobre y
por el despilfarro. Esto finalmente llevó, después de 1989, a la
'Política Petrolera de Apertura' (o simplemente 'Apertura'), que
encaminó a la política petrolera venezolana hacia la re-privatización
de la industria. Al mismo tiempo, la encaminó también hacia la
minimización de los ingresos fiscales petroleros. El Presidente Hugo
Chávez se atravesó en este camino, pero la orientación de la política
petrolera sigue siendo una cuestión que no sólo divide a la sociedad
venezolana, sino también al movimiento chavista.
Existen algunos paralelismos notables entre el desarrollo de ambos
movimientos sub-versivos.
Chávez fundó su movimiento alrededor de 1982; los ejecutivos de PDVSA
se embarcaron en su estrategia de internacionalización en 1983. La
internacionalización fue ideada por PDVSA con el fin de crear un
mecanismo para trasladar ganancias fuera del alcance del gobierno por
medio de precios de transferencia (es decir, los precios cargados en
las ventas a sus propias filiales en el exterior). Tanto los
ejecutivos de PDVSA como Chávez y sus seguidores estaban convencidos
de que el régimen político vigente en aquel momento, ya no tenía
arreglo. A juicio de los dos grupos conspiradores, el despilfarro de
los ingresos petroleros jugó un rol crucial en este continuo declive.
Tanto los militares como PDVSA asumieron una actitud moralizante y
culparon a la corrupción de la crisis. Los militares soñaron con
salvar el país; los ejecutivos de PDVSA sólo soñaron con salvar a la
industria petrolera de las manos del país.
Las secuelas de la nacionalización
La nacionalización en Venezuela, en 1976, fue la resulta de una
política sostenida de maximización del ingreso fiscal recaudado por
las exportaciones petroleras. En los dos años previos a la
nacionalización, por cada dólar de exportación petrolera, el gobierno
recaudaba 80 céntimos en rentas, regalías e impuestos. En 1970 el
gobierno hizo valer su derecho a exigir impuestos a las exportaciones
a su sola discreción, dejando efectivamente a las compañías sin más
que con una ganancia regulada. Las compañías extranjeras estaban
perdiendo el control sobre sus negocios. Ya no podían maximizar sus
propias ganancias, porque el gobierno iba a recaudar los ingresos
adicionales por la vía de los impuestos a las exportaciones (por el
mecanismo de los valores fiscales de exportación). Así, apenas
resistieron cuando el Presidente Carlos Andrés Pérez nacionalizó la
industria el 1 0 de enero de 1976. Sin embargo, sólo unos pocos años
después de que Pérez dejó su cargo, su plan de crear una 'Gran
Venezuela' y desarrollar el país, de la noche a la mañana, por un
programa de industrialización forzada, había fallado
estrepitosamente. PDVSA empezó entonces a desarrollar su propia
'agenda secreta' para apartarse del control estatal.
Con la nacionalización cambió el propietario de la industria
petrolera, pero no su tren ejecutivo venezolano. Previo a la
nacionalización, existían tres grandes concesionarias extranjeras
operando en Venezuela: Exxon, Shell y Mobil. A lo largo de los años,
en parte respondiendo a presiones políticas, las compañías
extranjeras habían seleccionado a venezolanos para ocupar las más
altas posiciones ejecutivas. Estos ejecutivos aceptaron la
nacionalización en 1976 sólo porque no tenían otra opción. Una vez
que estuvieron encargados de PDVSA, su primer objetivo fue desplazar
el Ministerio de Energía y Minas (MEM), el tradicional asiento
institucional del Estado terrateniente. La compañía ciertamente no
tenía en mente la maximización de los ingresos fiscales (regalías,
impuestos sobre la renta y a las exportaciones).
Al contrario, una vez que la 'Gran Venezuela' de Pérez se había
estrellado, PDVSA buscó limitar sus propias obligaciones fiscales.
El fracaso de la política de desarrollo sólo reforzó su
determinación. ¿Para qué generar ingresos fiscales que, de todos
modos, se despilfarrarían? ¿Para qué maximizar beneficios cuando
éstos terminarían, inevitablemente, en las arcas del fisco nacional?
Así, la compañía terminó por concentrarse en su propia agenda: el
desarrollo del sector petrolero en términos reales, maximizando
volúmenes, el flujo de caja y ventas - ¡pero no beneficios! - en
todos los segmentos de la industria, tanto a nivel nacional como
internacional, sin consideración alguna para con el fisco nacional.
PDVSA socavó así las bases de la nacionalización y allanó el terreno
para el retorno de los inversionistas privados. En 1989, cuando
Pérez asumió nuevamente la Presidencia e implementó el 'Gran Viraje'
que incluyó la Apertura al capital extranjero, una alianza emergió
entre la compañía petrolera nacional, por un lado, y las compañías
petroleras extranjeras, junto a los países consumidores, por el otro.
Contrariamente a lo que comúnmente se cree, la privatización no era
en absoluto la principal prioridad de esta alianza. Las compañías
internacionales y los países consumidores estaban preocupados, antes
que nada, por desmantelar en primer lugar el marco político e
institucional que había llevado a la nacionalización. Es decir,
querían reducir el poder del Estado de maximizar su participación en
los ingresos petroleros y de controlar los precios y la oferta. Su
estrategia fue poner en juego una nueva estructura regulatoria
diseñada para evitar que el gobierno (a través del MEM) pudiera
volver a seguir una estrategia de maximización de ingresos fiscales.
Sólo después de alcanzar este objetivo, la privatización pasaría a
ocupar el primer lugar en la agenda (Mommer, 2002a). Entretanto, el
capital extranjero en asociación con PDVSA se convirtió nuevamente en
un importante productor en Venezuela.
Actualmente, alrededor de un 25 por ciento del petróleo venezolano es
producido en esta forma. Según los contratos firmados bajo los
términos de los años de Apertura, después de 1989, este porcentaje se
incrementará por encima del 40 por ciento para el año 2010 (Mommer,
1998).
Cuando las compañías extranjeras controlaban la producción petrolera
y fijaban los precios, el Estado vigilaba, de manera natural, sus
operaciones. Después de la nacionalización, esta vigilancia pareció
innecesaria. Peor aún, en respuesta al explosivo crecimiento de los
precios petroleros y, por lo tanto, de los ingresos fiscales en
1973/74, el Congreso recién electo aprobó una Ley Habilitante que dio
al Presidente Pérez completa libertad para gastar el dinero a su
discreción, de acuerdo con su visión de la 'Gran Venezuela'. En
otras palabras, el Congreso rehuyó a su más básica y esencial tarea:
el control de las finanzas públicas. Pérez emprendió una serie de
grandes proyectos de inversión, nacionalizó la industria del hierro,
y forzó la salida del capital extranjero de muchas otras áreas
económicas claves, tales como la banca y las cadenas de comercio al
detal, mientras que surgía un sistema de empresas estatales en el
corazón de la nueva economía. Simultáneamente, las empresas privadas
venezolanas fueron marginadas. Así, FEDECÁMARAS, la mayor
organización empresarial del país, en la víspera de la
nacionalización ya se había convertido en un cuerpo relevante
política, e incluso económicamente; pero una vez que sus miembros
extranjeros dejaron la organización, entre ellos las compañías
petroleras internacionales, lo que quedaba era sólo su sombra.
Durante los años posteriores a la nacionalización, el gobierno - o
más precisamente, el Presidente - parecía tener todas las cartas del
triunfo en sus manos. El ingreso fiscal petrolero aumentó de 1.4
miles de millones de dólares en 1970 (alrededor del 10 por ciento del
PIB), a 9 miles de millones en 1974 (un impresionante 40 por ciento
del PIB). Tal entrada, con relación a la estructura productiva
nacional, fue más allá de la capacidad de absorción de la economía.
Peor aún, por la prisa de construir su 'Gran Venezuela', el gobierno
de Pérez contrató créditos internacionales gastando así, de hecho,
ingresos petroleros futuros, además de los altos ingresos petroleros
corrientes. Pero, en realidad, con la salida de las empresas
extranjeras, la capacidad de absorción de capital de la economía
nacional decayó. Ciertamente, el país no necesitaba el dinero de los
inversores extranjeros en ese momento, pero sí necesitaba sus
capacidades gerenciales, para poder llevar sus ambiciosos planes de
inversión a buen término. Así, finalmente, un gobierno aislado e
indefenso fue ahogándose en su riqueza financiera.
Clientes políticos, no ciudadanos o socios de negocio, rodearon al
Estado, que supuestamente estaba dotado de poderes mágicos para
desarrollar la economía (Coronil, 1997). Ésta fue una fórmula para
el desastre. El Congreso nunca más recobró el control sobre las
finanzas públicas y el sector privado tampoco volvió, hasta el día de
hoy, a recuperar el rol que le corresponde. Sólo los acreedores
extranjeros estarían finalmente en una posición de poder forzar al
gobierno y a las empresas del Estado a cambiar de rumbo, pero
entonces lo harían en función de su agenda particular. Después de
1983, se mantenía en pie una sola institución fuerte y en pleno
funcionamiento en toda la economía nacional: PDVSA. La falta de un
marco regulador apropiado se iba a revelar entonces de mayor
consecuencia para la compañía, pues le permitió seguir desarrollando
su propia agenda.
La política de internacionalización de PDVSA y los precios de
transferencia
La primera repuesta de PDVSA a la implementación de un control de
cambio en 1983, fue la política de internacionalización (Boué, 1997).
En un infructuoso esfuerzo de última hora por contener la crisis de
la deuda externa y financiera, el gobierno recurrió a los fondos de
reserva de la compañía, de aproximadamente US$ 5.5 mil millones, que
ésta había podido acumular durante los años de precios altos con
miras a inversiones futuras. Al mismo tiempo, sin embargo, los altos
precios del petróleo habían llevado a una caída de la demanda y a
unas cuotas de la OPEP cada vez más restrictivas, que dejaron a la
compañía sin oportunidades de nuevas inversiones en Venezuela. Para
impedir que el gobierno volviera a apropiarse de sus activos líquidos
en el futuro, PDVSA decidió no acumular nunca más tales activos. Y
como invertir en el país no era posible, las ganancias acumuladas
tenían que gastarse en el exterior. Pero, ¿dónde podría gastarse el
dinero en momentos en los que la producción se estaba recortando? La
repuesta fue la política de internacionalización de PDVSA. En 1983,
PDVSA compró su primera participación en una refinería extranjera
(VEBA) en Alemania. En esa ocasión, la compañía explicó que esa
refinería proveería un mercado para el petróleo pesado venezolano,
difícil de colocar de otra manera. Pero hasta el día de hoy, sin
embargo, la refinería alemana en cuestión nunca ha procesado un solo
barril de crudo pesado. A lo largo de todos estos años PDVSA ha
suplido a VEBA de crudo liviano el cual, de todos modos, podría haber
sido vendido fácilmente en el mercado mundial. Además, PDVSA vendió
el petróleo a sus filiales europeas a unos precios de transferencia
con descuentos sustanciales, trasladando de este modo una porción de
sus ganancias fuera del alcance del gobierno venezolano (Guevara,
1983).
Algunos políticos de Acción Democrática (AD) - Rafael Guevara y
Celestino Armas - se dieron cuenta de la maniobra y alarmaron al
Congreso, pero fue en vano. Al contrario, la cuestión de los precios
de transferencia se decidió totalmente a favor de PDVSA cuando el
gobierno del Presidente Jaime Lusinchi (1984-1989), siendo él también
miembro de AD, decretó que la compañía podría, en lo sucesivo,
establecer sus propios precios. Este Decreto dio a la política de
internacionalización un nuevo espaldarazo. Posteriormente, PDVSA
volcó su atención hacia el mercado estadounidense, donde opera con el
nombre de CITGO. Una vez más, PDVSA compró sistemáticamente
refinerías allí, suscribiendo contratos de suministro a largo plazo y
garantizando descuentos sustanciales a sus nuevos afiliados con el
propósito de trasladar significativas porciones de sus ganancias
hacia el exterior. Con el fin de asegurar que ese dinero estuviera
definitivamente fuera del alcance del gobierno, los contratos fueron
usados, además, como colaterales para garantizar créditos
extranjeros. Así, antes de que Chávez o cualquier otro futuro
gobierno pueda cambiar los términos contractuales entre PDVSA y sus
propias subsidiarias, habrá que cancelar primero todas las deudas de
PDVSA, que ahora ascienden a una suma cercana a los 10 mil millones
de dólares.
Trasladar ganancias al exterior por medio de precios de
transferencia, éste es el verdadero motivo para la
internacionalización, lo que también explica el incontrolado
crecimiento de la red internacional de refinerías de PDVSA con una
capacidad, en la actualidad, para procesar alrededor de 2 millones de
barriles por día (b/d) y con una red de 14 mil estaciones de servicio
en los Estados Unidos. En la segunda mitad de 1990, PDVSA estuvo
traspasando a través de precios de transferencia, un promedio del
orden de 500 millones de dólares anuales en ganancias, desde sus
cuentas domésticas a sus filiales extranjeras (Mendoza Potellá, 1995;
Boué, 2002). Durante los dieciocho años posteriores al inicio de la
internacionalización, las filiales extranjeras de PDVSA nunca pagaron
dividendos a la compañía matriz en Caracas. En realidad, generar
ingresos para el país nunca fue el objeto de esta política. Pero en
diciembre de 2001 el gobierno de Chávez las constriñó a pagar
dividendos por primera vez.
Las cuotas OPEP y PDVSA
A principios de 1980, después de que la demanda empezó a decaer, la
OPEP creó un sistema de cuotas en un intento de mantener los precios
altos. PDVSA y los gobernantes venezolanos en apuros financieros,
empezaron a buscar vías para minimizar el impacto de esas cuotas.
Así, en 1983, Venezuela empezó a medir la producción, sujeta a las
cuotas OPEP, en las puertas de las refinerías y en los puertos de
exportación, y no más en los campos de producción (como es usual en
cualquier parte del mundo para el cobro de regalías). De modo que la
cuota, aunque sea por una sola vez, se 'incrementó' por unos cuantos
millones de barriles que se encontraban en las tuberías y en los
tanques de almacenamiento. Simultáneamente, PDVSA prometió al MEM
que instalaría medidores modernos automáticos en los campos. Esto
nunca ocurrió, a pesar de las repetidas y formales protestas del
Ministerio durante los siguientes quince años.
Consecuentemente, el efecto más duradero fue que el MEM perdió, de
hecho, su capacidad para monitorear y controlar directamente los
niveles de producción de petróleo crudo y gas natural, dando a PDVSA
un margen de maniobra significativo para minimizar sus pagos de
regalías.
PDVSA empezó a buscar otras maneras de manipular la definición de
petróleo crudo sujeto a las cuotas OPEP: aumentando la producción de
los crudos extra-pesados (es decir, más pesado que el agua) de la
Faja del Orinoco, con creces la mayor reserva de este tipo de crudo
en el mundo. La compañía sostuvo que estos extra-pesados - que se
procesaban, en parte, convirtiéndolos en Orimulsión(TM) - no entraban
dentro de la definición de petróleo crudo (esta afirmación es
técnicamente correcta, ya que estos extra-pesados no son líquidos a
temperaturas ambientales normales). En consecuencia, PDVSA argumentó
que los extra-pesados deberían clasificarse como 'bitúmenes' y, por
lo tanto, no estarían sujetos a las cuotas OPEP. En el 2000, PDVSA
produjo aproximadamente 100 mil b/d de Orimulsión, derivados de
alrededor de 70 mil b/d de petróleo extra-pesado, y planificaba
triplicar esta cifra en el futuro cercano.
Después de 1989, con el inicio de la Apertura, PDVSA entró en cuatro
asociaciones con compañías extranjeras en la Faja del Orinoco, para
el mejoramiento de crudos extra-pesados convirtiéndolos en crudos
sintéticos (syncrude). PDVSA planificaba incrementar la producción
de syncrude a 1.2 millones de b/d (requiriendo alrededor de 1.5
millones b/d de crudos extra-pesados) para el año 2010. Como la
Orimulsión, el crudo sintético está sujeto a bajos niveles de
imposición (uno por ciento de regalías y 34 por ciento de impuesto
sobre la renta). Si este petróleo fuera incluido en la cuota OPEP
correspondiente a Venezuela, desplazaría de las exportaciones de
PDVSA a un volumen proporcional de crudos convencionales que sí están
sujetos a impuestos mucho mayores. Calculado sobre la base de los
precios de la primera mitad del año 2001, la pérdida en ingresos para
el gobierno sería de tanto como 10 dólares por barril.
La entrada acelerada en la Faja del Orinoco se pretendía justificar,
durante los años de la Apertura, conque la producción proveniente de
ella no estaría sujeta a las cuotas OPEP. Un propósito de mayor
alcance fue, sin embargo, provocar que Venezuela entrara en conflicto
con la OPEP, posiblemente forzándola a salirse de la Organización,
para someter al país, de una vez por todas, a una política basada en
altos volúmenes y bajos precios. Esta estrategia es consistente con
los objetivos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) que fue
fundada por los países consumidores a principios de los setenta,
precisamente con la finalidad de hacer frente a la OPEP.
De hecho, Andrés Sosa Pietri, Presidente de PDVSA a comienzos de los
noventa, ha venido abogando sistemáticamente por la salida de
Venezuela de la OPEP y por su incorporación a la AIE.
El gobierno de Chávez tuvo que enfrentar esta situación. El
compromiso práctico ha sido incluir el crudo sintético en la cuota
OPEP, pero no la Orimulsión. No obstante, los recientes recortes de
la producción (2001) están causando muy sustanciales y
desproporcionadas pérdidas de ingresos fiscales. La alternativa a
las cuotas, sin embargo, serían precios mucho más bajos, los que
tendrían un impacto aún peor. Abandonar la OPEP no es una opción que
el gobierno de Chávez esté dispuesto a considerar.
La Apertura en el contexto de la política neo-liberal posterior a
1989
En diciembre de 1988 Pérez fue electo Presidente por segunda vez,
pero se encontró con una situación totalmente diferente a la de
veinticinco años atrás. A pesar de que los precios petroleros
colapsaron en 1986, el gobierno precedente, de Jaime Lusinchi,
mantuvo el ya acostumbrado alto nivel de gasto público. Así, cuando
Pérez asumió la Presidencia en febrero de 1989, tuvo que enfrentarse
al hecho de que el Banco Central se había quedado sin reservas de
divisas. Pérez aceptó inmediatamente un acuerdo con el Fondo
Monetario Internacional y con el Banco Mundial, que incluía un
aumento en los precios de la gasolina en el mercado doméstico. Pérez
entonces anunció un 'Gran Viraje' que le cayó de sorpresa al pueblo
venezolano, al que nadie le había dicho, de entrada, que la economía
nacional estaba en crisis. En efecto, el aumento en los precios de
la gasolina, reflejado en el encarecimiento de los pasajes de
transporte, desencadenó el Caracazo de la semana del 27 de febrero de
1989. Pérez también empezó a permitir el retorno de los
inversionistas privados a la industria petrolera venezolana. Como
parte de la Apertura de la economía venezolana al mundo exterior en
general, PDVSA fue encargada de la Apertura Petrolera. El rol del
MEM, que con anterioridad a la nacionalización había sido responsable
de las relaciones legales, contractuales y fiscales con las compañías
extranjeras, fue reducido a un estatus de organismo refrendatario.
PDVSA predicó el evangelio de la competitividad al gobierno, alegando
que las regalías y los impuestos tenían que reducirse para atraer a
los inversionistas extranjeros. El gobierno siguió este consejo.
Además de las asociaciones en el mejoramiento de crudos extra-
pesados, ya mencionadas, PDVSA abrió a la inversión privada campos
'marginales' productores de crudos convencionales (acuerdos conocidos
como 'Contratos de Servicios Operativos'), los que para 2001 llegaron
a producir alrededor de 500 mil b/d. La mayor parte de esta
producción no está sujeta a la cuota OPEP - es decir, se supone que
PDVSA hace los ajustes del caso - además de estar sometida a bajos
niveles impositivos. En este proceso, de nuevo, se recortó la
producción de PDVSA sujeta a altos niveles impositivos. Aún más, en
estos contratos PDVSA actúa como un 'paraguas' protegiendo al capital
privado contra el Estado, garantizando que la compañía estatal
pagaría una indemnización a sus 'socios' si se produjera algún cambio
legislativo en su 'detrimento'. Estos contratos, por lo demás,
incluyeron el arbitraje internacional, un arreglo que Venezuela nunca
había aceptado hasta entonces. Por último, pero no menos importante,
en caso de disputas, las exportaciones de PDVSA - renunciando la
compañía nacional contractualmente a sus privilegios de empresa
pública - están sujetas a embargo. No obstante, el Congreso aprobó
todos estos contratos.
Habiendo actuado a favor de los inversionistas extranjeros privados,
PDVSA del mismo modo insistió en una baja imposición también para sí.
Su mejor oportunidad llegó en el caótico año de 1993. El Presidente
Pérez fue destituido de su cargo, principalmente como consecuencia de
los dos intentos de Golpe de Estado en 1992. Un gobierno provisional
muy débil asumió el poder y aceptó una nueva Ley de Impuesto Sobre la
Renta con generosas exenciones por inflación. Además, el poder
discrecional del gobierno sobre el impuesto a las exportaciones, que
había sido creado en 1970 para permitir la recaudación de ganancias
extraordinarias en períodos de altos precios, fue suprimido
progresivamente, para desaparecer por completo en 1996. Estas
medidas contribuyeron a una significativa caída del ingreso fiscal
petrolero.
Gráfico 1 Ingreso fiscal petrolero como porcentaje del ingreso
petrolero bruto
Fuente: Ministerio de Energía y Minas: Petróleo y otros datos
estadísticos. (Caracas: 2001)
Las estadísticas ponen en evidencia la declinación de la
participación del gobierno en el ingreso petrolero. En 1981, el
ingreso bruto por la producción de hidrocarburos, incluyendo la
refinación, ascendió a US$ 19.7 mil millones, un máximo histórico.
En 2000 se alcanzó un nuevo máximo, de US$ 29.3 mil millones. No
obstante, en 1981 PDVSA pagó US$ 13.9 mil millones en ingresos
fiscales, pero solamente US$ 11.3 mil millones en 2000. En otras
palabras, por cada dólar de ingreso bruto, PDVSA pagó en 1981 al
gobierno 71 céntimos en rentas, regalías e impuestos, pero sólo 39
céntimos en 2000. Además, el ingreso gubernamental derivado de la
producción de crudo sintético, que empezará en un futuro próximo,
será sustancialmente más bajo aún. Así, la tendencia a la caída del
ingreso fiscal petrolero continuará con toda seguridad.
El fin de la IV. República
En las elecciones generales de 1998, los dos movimientos subversivos
- uno conducido por ejecutivos de PDVSA y el otro por militares -
llegaron a confrontarse (Arrioja, 1998; véase también el capítulo de
Hellinger en este volumen). PDVSA se había fortalecido lo suficiente
como para asumir ya públicamente un rol político preponderante y sus
dirigentes estaban convencidos de que había llegado el momento para
implementar su agenda liberal. El liberalismo, en el contexto de las
políticas petroleras internacionales, debe entenderse en su
concepción revolucionaria originaria, basada en el reemplazo de las
manos visibles del terrateniente por las manos invisibles del
mercado. Como sus antepasados, los liberales en la actualidad
quisieran debilitar el poder de los 'terratenientes' (es decir, de
los Estados Nacionales Soberanos) de restringir el acceso del capital
(es decir, las compañías petroleras internacionales).
Es este poder de restringir el acceso al yacimiento lo que constituye
la base del terrateniente, privado o público, para poder recaudar una
renta. El objetivo para los liberales es 'la tierra para quien la
trabaja' o, para ser más preciso, 'los minerales para los mineros'.
Ellos desean que los recursos naturales sean considerados no sólo
como un don libre de la naturaleza, sino un don libre de la
naturaleza a las compañías productoras y a los consumidores.
'Libremente' se refiere así a la eliminación de la obligación de
pagar renta.
¿Es el petróleo venezolano un don libre de la naturaleza para las
compañías y los consumidores internacionales? La agenda liberal de
PDVSA responde esta interrogante con un 'Sí' incondicionado. Esta
visión es la antítesis de todo lo que ha logrado el nacionalismo
petrolero en Venezuela, incluyendo la fundación de la OPEP y la
nacionalización. Esto es imperialismo en su más antigua definición:
la conquista de tierras extranjeras y de sus recursos minerales.
Como era de esperar, PDVSA disfrutó de un fuerte respaldo de los
gobiernos de los países desarrollados y de las compañías petroleras
internacionales. Sus expertos diseñaron cambios en el sistema fiscal
venezolano siguiendo el ejemplo del Mar del Norte Británico, la
región productora de petróleo más liberal del mundo en términos de
permitir el libre acceso del capital a los recursos naturales. Así,
PDVSA entró a jugar un rol importante introduciendo al país en un
mundo global donde el Estado territorial está destinado a
desaparecer. Venezuela se unió a la Organización Mundial del
Comercio (OMC) sin reservar ningún derecho especial con respecto a su
petróleo (en contraste con México). De acuerdo a la visión adoptada
por PDVSA, la única ventaja de los recursos naturales consiste en
atraer inversiones, más no en constituir una palanca para la
promoción del desarrollo nacional. En contraste con períodos
anteriores, la nación ya no requirió a los inversionistas extranjeros
la transferencia de tecnología o la compra obligatoria de equipos de
producción nacional.
PDVSA argumentó que cualquier insistencia en medidas de maximización
del ingreso petrolero podría obstruir el libre flujo de la muy
necesitada inversión extranjera. Si la meta principalísima del
Estado, como dueño del recurso natural, era atraer inversión
extranjera, entonces más bajos los niveles impositivos y más
flexibles los regímenes fiscales, mejor.
Consecuentemente, la política fiscal de maximización del pasado fue
remplazada por una política de minimización. En febrero de 1998,
parecía que Irene Sáenz iba a ganar fácilmente las elecciones y que
PDVSA jugaría un rol central en su gobierno. Venezuela estuvo a
punto de convertirse en el pupilo modelo latinoamericano del
liberalismo en materia de recursos naturales y de la globalización.
Una nación que había jugado un papel clave en la fundación de la
OPEP, el epítome de una organización dedicada al fortalecimiento de
la soberanía nacional sobre los recursos naturales agotables, estaba
por convertirse en líder del desmantelamiento de todo lo que se había
logrado dentro del marco de la OPEP.
Es entonces cuando, echando a perder todo, surgió Chávez como un
candidato popular.
Los pequeños grupos políticos que se habían opuesto a la política
petrolera liberal de PDVSA apoyaron a Chávez, aunque éste no tenía
una agenda petrolera específica más allá de un compromiso impreciso
de seguir una política nacionalista. Él y sus seguidores más
cercanos no estaban aún al tanto del petróleo subversivo, pero una
cosa era cierta: su victoria, como mínimo, frenaría la implementación
de la agenda liberal. Y no había nada que pudieran hacer al respecto
los dirigentes de PDVSA y los partidos políticos tradicionales.
Desesperados, AD y COPEI formaron en un último momento un frente
común electoral, pero todo fue en vano. Durante la campaña electoral
Chávez subió en los sondeos de opinión tan inexorablemente como los
precios mundiales del petróleo bajaban. PDVSA había estado
presumiendo públicamente de que nunca más cortaría ni un sólo barril
de producción. Ya no se trataba de si el crudo extra-pesado estaba,
o no, sujeto a las cuotas OPEP, sino de poner fin al sistema de
cuotas per se. Pero incluso la formidable maquinaria de relaciones
públicas de PDVSA - sosteniendo que los bajos precios asegurarían más
mercado para Venezuela con un balance general positivo - no pudo
convencer al país de que la caída de los precios era buena noticia, a
pesar de intentarlo tanto como pudo.
La V. República
Hugo Chávez asumió la Presidencia en febrero de 1999 en medio del
peor colapso de los precios en los mercados petroleros mundiales en
cincuenta años. La situación, sin embargo, pronto cambió radical y
favorablemente; y no hay dudas sobre el rol crucial que jugó el
gobierno de Chávez en esta recuperación. El último gobierno del
ancien régime había llegado cerca de abandonar la OPEP. La política
de PDVSA, anunciada públicamente, de maximizar volúmenes,
desatendiendo las cuotas de la OPEP y sus objetivos de precios, fue
la mayor causa individual de la crisis de los precios petroleros de
1998. Incluso el gobierno de Caldera que había mostrado poca
resistencia a las iniciativas de PDVSA, tuvo que echar atrás esta
política y en sus últimos meses acordó nuevas cuotas con la OPEP;
pero en casa, un MEM débil, fue incapaz de imponerlas a PDVSA. Si no
fuera por la victoria de Chávez, PDVSA se hubiera transformado ya, en
poco más que una agencia de licitación y la privatización de sus
filiales hubiera sido el resultado final inevitable.
El Presidente Chávez y su Ministro de Energía, Alí Rodríguez Araque,
revirtieron la política de rechazo de las cuotas OPEP y empezaron a
defender los precios. Junto a México y Arabia Saudita, Venezuela
promovió exitosamente un nuevo entendimiento sobre las cuotas entre
los miembros de la OPEP y otros países exportadores. Venezuela
también promovió y organizó durante septiembre del 2000 la Segunda
Cumbre de Jefes de Estados de la OPEP. Los precios se recuperaron.
Los ingresos brutos por exportaciones de hidrocarburos ascendieron a
29.3 miles de millones de dólares en el 2000. Sin embargo, los
precios eran tan sólo un aspecto de los problemas que en materia
petrolera estaba confrontando Chávez. Su otra tarea fue encontrar la
forma de detener la caída de los ingresos fiscales, debido a
problemas estructurales y legales de largo plazo, que por ello mismo
también serían mucho más difíciles de corregir.
Recuperando el control sobre los recursos naturales nacionales
Tan pronto como Rodríguez Araque asumió el Ministerio en 1999, empezó
a implementar una política dirigida a reafirmar el control sobre los
recursos naturales y sobre la política fiscal.
Rodríguez Araque se había opuesto a las decisiones de los gobiernos
anteriores de dejar la negociación de los contratos aguas arriba a
PDVSA. En el centro de la problemática de los regímenes fiscales se
encuentra la cuestión de las regalías, que representan la forma más
segura de ingreso para los propietarios de los recursos naturales
(Mommer, 1999). La virtud de las regalías está en la facilidad con
la que pueden recaudarse, envolviendo solamente dos variables:
volúmenes y precios. A diferencia del impuesto sobre la renta, éstas
son inmunes contra la manipulación de los costos de producción. Por
esta precisa razón PDVSA quería abolir las regalías; y, en cambio,
estaba dispuesta a aceptar un aumento en las tasas del impuesto sobre
la renta aplicable a los campos altamente productivos (Espinasa,
1998). El problema de esta propuesta es que la recaudación efectiva
de impuestos sobre la renta es mucho más difícil, especialmente para
un Estado cuyas capacidades burocráticas estaban mermando. El
gobierno venezolano, como hemos visto, estuvo luchando hasta para
medir y controlar aunque fuese los volúmenes y precios. Con un éxito
parcial, el MEM, bajo la dirección de Rodríguez Araque, empezó a
monitorear los volúmenes producidos en algunos campos y a rechazar
los precios de transferencia, cargados por PDVSA a sus filiales
extranjeras, como la base para el cálculo del pago de regalías.
PDVSA fue así obligada a pagar regalías con base en los precios del
mercado internacional. No obstante, el Ministerio de Finanzas
continuó aceptando los precios de transferencia en el cálculo de lo
que la compañía tenía que pagar en impuestos sobre la renta.
Con Rodríguez Araque, el MEM también rediseñó los términos de los
contratos para el gas natural, que estaban en preparación cuando el
nuevo gobierno asumió el mando. Una nueva Ley del Gas Natural,
promulgada en 1999, estableció una tasa mínima de regalía del 20 por
ciento; en la práctica, por vía de la subasta, se llegó incluso a una
tasa tan alta como del 32 por ciento. Al mismo tiempo, este sector
se abrió por completo a los inversionistas privados. Una nueva Ley
Orgánica de Hidrocarburos, promulgada en el 2001 - redactada por
Álvaro Silva Calderón, quien sucedió a Rodríguez Araque como Ministro
(Rodríguez Araque pasó a la Secretaría General de la OPEP) -
estableció una tasa mínima de regalía de un 30 por ciento (con alguna
flexibilidad a la baja, hasta el 20 por ciento para crudos
convencionales y hasta un sexto en el caso de crudos extra-pesados).
Al mismo tiempo, la ley bajó la tasa del impuesto sobre la renta
aplicada a crudos convencionales, del 59 por ciento al 50 por ciento;
para los crudos extrapesados se mantuvo la tasa de 32 por ciento. En
total, hubo un incremento en los niveles impositivos basado en el
incremento de la tasa de regalía. La ley también reserva al Estado
la mayoría accionaria en cualquier asociación para la exploración y
producción de hidrocarburos líquidos. La nueva Ley de Hidrocarburos
se aplicará sólo a las licencias, concesiones y contratos futuros.
Sobre la base de los acuerdos existentes, las compañías privadas
continuarán pagando menos, en regalías e impuestos, por el acceso a
los depósitos petroleros más rentables, de lo que pagan por los
arrendamientos de campos marginales en los Estados Unidos. De hecho,
desde 1993, incluso PDVSA paga menos en regalías e impuestos que las
compañías privadas en Alaska (Mommer, 2001b).
Controlando a PDVSA
El MEM, a cargo de Rodríguez Araque y Silva Calderón, esperaba
obligar a PDVSA a gastar menos y a pagar más impuestos. Esta meta no
sería fácil de alcanzar. A finales del 2001 el Ministerio se
mantenía en manos de funcionarios pertenecientes a dos pequeños
partidos, Patria Para Todos (PPT) y Movimiento Electoral del Pueblo
(MEP). De por sí débiles, se debilitaron aún más cuando ambos
partidos perdieron su pequeña representación en la Asamblea Nacional
en las elecciones generales del 2000. Por lo tanto, el Ministerio
carecía de apoyo político en la Legislativa, entre tanto PDVSA
continuaba haciendo su labor de cabildeo con el MVR de Chávez. En
noviembre del 2000, por ejemplo, PDVSA convenció a la Comisión de
Energía y Minas de la Asamblea Nacional de declarar públicamente su
intención de promover una legislación a favor de bajas tasas de
regalías. Ello ocurrió el mismo día en que se aprobó una Ley
Habilitante, de acuerdo a la cual el gobierno estaba autorizado para
hacer exactamente lo contrario - elevar las tasas de regalía. Esta
última posición prevaleció a nivel gubernamental, pero no estaba
claro si ésta se defendería en la Asamblea Nacional (otrora Congreso
Nacional).
El Presidente de PDVSA, el General Guaicaipuro Lameda, criticó
públicamente la nueva Ley Orgánica de Hidrocarburos precisamente por
el aumento de las regalías. En febrero del 2002, el Presidente
Chávez destituyó a Lameda y nombró en su lugar a Gastón Parra, un
Profesor Universitario con un fuerte trasfondo nacionalista, en línea
con el MEM.
A primera vista, la nueva Constitución también se presenta
reforzando, aparentemente, la propiedad soberana sobre el petróleo,
pero en realidad a la agenda liberal de PDVSA no le fue nada mal en
la Asamblea Constituyente. De acuerdo con la nueva Constitución
Bolivariana, PDVSA, que es en realidad una sociedad de cartera, no
puede ser privatizada, pero esta restricción no se aplica a sus
filiales productoras. PDVSA, a diferencia de sus filiales, no
produce ni un sólo barril de petróleo. La mayoría de los venezolanos
cree que la Constitución Bolivariana ha fortalecido, en realidad, la
nacionalización, pero irónicamente lo que ha hecho es abonar el
terreno para la transformación de PDVSA, la sociedad de cartera, en
una agencia liberal de licitación al servicio de la industria
privatizada.
En el año 2000, los costos y gastos de la compañía aumentaron en un
sorprendente 44.6 por ciento, como declaró oficialmente PDVSA. Esto
se explica principalmente por los Contratos de Servicios Operativos,
suscritos con las compañías privadas en los años de la Apertura,
diseñados tan flexibles como para permitirle a la compañía producir
petróleo a muy alto costo (y con bajos impuestos). Los costos de
PDVSA ya han pasado la marca de 10 dólares por barril.
PDVSA también siguió con su vieja política: siempre que las cuotas
OPEP limitan las posibilidades de inversión en la producción de
petróleo en Venezuela, aumenta sus gastos en el extranjero. PDVSA
continua su expansión en el negocio de la refinería y de las ventas
al por menor, pero ahora no sólo en los EE.UU. y Europa, sino
también en toda América Latina.
Los dos negocios del petróleo - el negocio del inversionista, por un
lado, y el del dueño del recurso natural, por el otro - eran fáciles
de distinguir, mientras que el primero estaba en manos de
inversionistas extranjeros y el último estaba en manos del gobierno
nacional, re-presentado por el MEM. Con la nacionalización en 1976
los dos negocios se confundieron por completo. No hay duda de que lo
que se necesitaba, más que nunca, era un control fiscal más estricto
y más transparente; lo que realmente ocurrió, sin embargo, fue todo
lo contrario. El control fiscal se relajó cada vez más a lo largo de
los años y el control accionario de la compañía por su único
accionista - el Estado - en realidad nunca funcionó. El Ministerio
por sí mismo no ejerce poder alguno sobre la compañía porque el
Presidente nombra a todos sus directores. Ellos son, desde este
punto de vista, pares del Ministro. El único accionista verdadero es
el Presidente, quien virtualmente no tiene apoyo institucional o
estructural alguno para ejercer eficazmente esta función.
PDVSA siempre presentó el mismo argumento para la flexibilización del
control estatal: la necesidad de fortalecer a la compañía petrolera
nacional, el orgullo de la nación, aumentando su competitividad. De
hecho, la compañía actuó de acuerdo con la máxima de que siempre era
mejor gastar un dólar, que pagar ese dólar en impuestos. Invertir
era una cuestión de principio, no una cuestión de maximizar
ganancias. Mayores volúmenes de producción a precios bajos siempre
se consideró una mejor opción, que defender precios limitando la tasa
de explotación de un recurso natural agotable. Por lo tanto, PDVSA,
contrariamente a lo que la empresa pretende públicamente, no actúa
como empresa comercial. PDVSA no maximiza ganancias (que podrían
convertirse en dividendos para el gobierno) sino volúmenes a lo largo
de toda la cadena, desde la producción a la refinación, al transporte
y a la venta al detal. A lo largo de la cadena se diluyen las
ganancias provenientes de la extracción en Venezuela, a través de la
práctica de los precios de transferencia (Boué, 2002).
Para volver a un control efectivo de PDVSA, la nueva Ley Orgánica de
Hidrocarburos exige a todas las compañías - públicas o privadas - la
presentación de sus cuentas de manera separada, de acuerdo a las
diferentes fases del negocio. Así se volverá a aclarar dónde se
producen, efectivamente, ganancias, y dónde no - una condición sine
qua non para cualquier política petrolera racional. Más por el
contrario, los métodos de contabilidad opacos de PDVSA están
diseñados para ocultar los descuentos en sus precios de
transferencia, así como los costos deliberadamente inflados. Por
ejemplo, PDVSA transfiere una importante parte de los costos de su
programa de internacionalización, incluyendo el servicio de su deuda
por 10 miles de millones de dólares, a su sede en Caracas. De muchas
maneras PDVSA ha perdido control sobre sí misma, especialmente en lo
concerniente a su política de internacionalización. La compañía se
ha ido estructurando en el devenir de los años preocupada, en primer
lugar, por evitar que su accionista (el Estado) pueda intervenir en
ella. Actuando así, se volvió más y más difícil de dirigir.
Conclusiones
PDVSA dio la espalda a la nacionalización tempranamente, en 1983, con
su política de 'internacionalización'. Para 1989, de hecho, ésta ya
no pretendía más de ser una compañía petrolera nacional, sino una
corporación energética global. En efecto, la esencia de este mensaje
era que con la globalización los recursos naturales, como tales
siempre nacionales, ya carecían de toda importancia. Por extraño que
pueda parecer, este planteamiento - con el cual PDVSA se alineaba con
las compañías petroleras internacionales y con los países
consumidores - gozaba de un fuerte respaldo público entre los
profesionales venezolanos y la clase media en general. Hasta la
nacionalización, era obvio para todos los venezolanos que los altos
ingresos fiscales petroleros generaban bienestar material para la
población entera. Después de la nacionalización, sin embargo, la
validez de esta percepción llegó a cuestionarse, debido al desastroso
desempeño del sistema político y económico. Por lo tanto, sujetar a
PDVSA nuevamente al control fiscal, será una tarea mucho más difícil
de lo que cabría imaginar en otras circunstancias.
Una gran parte de la clase profesional venezolana apoya el
razonamiento de PDVSA, de que volúmenes mayores son más importantes
que la defensa de los precios. Completamente confundidos en lo que
respecta a política petrolera (Baptista y Mommer, 1987) y bajo la
influencia de una política eficaz de relaciones públicas de PDVSA,
éstos no están dispuestos a desafiar la lógica neoliberal. Buscan un
ambiente de trabajo decente y profesional en una compañía moderna
(preferentemente privada) y, por supuesto, un salario satisfactorio,
todo lo que la IV. República no pudo ofrecerles más; menos aún creen
que la situación con respecto a la V. República sea diferente. Así,
están convencidos de que la privatización de PDVSA mejoraría sus
perspectivas. A nivel popular, sin embargo, la situación luce muy
diferente. Los sectores desfavorecidos de la población temen su
exclusión, que se les dejaría atrás si la nación llegara a re-
privatizar a la industria petrolera. En otras palabras, la política
petrolera ha sido atrapada en el proceso de polarización general que
ha caracterizado al país desde comienzos del 2002.
El país entero ha estado embelesado desde la nacionalización.
Gobierno tras gobierno ha concentrado toda su atención en PDVSA
olvidándose del MEM. Presidente tras Presidente ha pasado muchas
horas en PDVSA y ninguno puso alguna vez el pie en el Ministerio de
Energía y Minas. Éste fue desmantelado progresivamente y gran parte
de su personal más capacitado se lo llevó PDVSA. El Ministerio mismo
ha sido víctima de la decadencia de su infraestructura física y su
personal se ha empobrecido junto con los demás empleados públicos.
En pleno auge de la Apertura Petrolera PDVSA se movió incluso para
reducir la brecha con el pago de un bono mensual a los empleados del
Ministerio que trabajaban en la sección de hidrocarburos (práctica
vigente en la actualidad), doblando así sus salarios miserables.
Hoy, el presupuesto de PDVSA representa no menos del 40 por ciento
del gasto público. La influencia financiera de PDVSA penetra
profundamente al mundo político, periodístico y de los hacedores de
opinión pública en general, siendo fácil convencer a la gente de
trabajar para PDVSA como asesores de relaciones públicas a tiempo
convencional - sin hablar de las compañías asesoras internacionales
establecidas en Caracas desde el inicio de la Apertura Petrolera en
1989.
Resumiendo, PDVSA se transformó en un 'Estado dentro del Estado'
desde hace tiempo, haciéndose más poderosa a medida de que el país se
iba empobreciendo. Bajo el gobierno de Chávez - aunque el país ha
seguido empobreciéndose - esta tendencia ha sido revertida; en
consecuencia, el país ha hecho progresos significativos en recuperar
el control sobre su recurso natural más importante. En la
consecución de este fin, sin embargo, el gobierno fracasó en atraer
de su lado al tren ejecutivo de PDVSA. En la actualidad, los
ejecutivos de la compañía que, de hecho, ya no estaban dispuestos a
cooperar con la Cuarta República, aún menos lo están con respecto a
la Quinta.
Estas conclusiones fueron confirmadas por completo por los sucesos
que vivió el país en abril del 2002. El fracasado golpe de estado
deja atrás una situación muy fluida y el destino final de la política
petrolera no está resuelto. Alí Rodríguez Araque, quien para
entonces fungía como Secretario General de la OPEP, aceptó asumir la
Presidencia de PDVSA como candidato de un consenso político - al
menos hasta donde pueda haber consenso en Venezuela en estos
momentos. Rodríguez Araque enfrenta la tarea de promover, desde
PDVSA y en estrecha cooperación con el MEM, una reforma sistemática
del sector petrolero. El gobierno de Chávez tendrá que demarcar los
tres roles del Estado, política e institucionalmente: como Soberano
en general, como dueño de los recursos naturales y como accionista
único de PDVSA. Al mismo tiempo, tendrá que definir un nuevo rol
para el sector privado, nacional y extranjero. Dada la inestabilidad
política venezolana, su éxito está en dudas.
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