Las ovejas al cuidado del lobo, las gallinas protegidas por el zorro y la mediación hondureña a cargo de Oscar Arias
- Opinión
Dice el refrán que, cuando un hecho se repite, la primera vez ocurre como
tragedia y la segunda como farsa. La gran farsa del momento es que Oscar
Arias, por segunda vez, sea "mediador" en un "conflicto centroamericano", en
este caso, en un diálogo (¿negociación?) para poner fin a la usurpación del
gobierno de
usanza de
institucionalidad democrático burguesa, construida desde entonces por el
efecto de acción y reacción entre la hegemonía neoliberal impuesta por las
clases dominantes, y por los espacios políticos que a ellas le han arrancado
los sectores sociales tradicionalmente dominados.
¿Podría haberse pensado en un peor mediador? Sí, en Otto Reich u otro de los
discípulos del fallecido senador estadounidense Jesse Helms, pero ya todos
estaban muy ocupados en el asesoramiento y el apoyo a los golpistas. Además,
la "mediación hondureña" es un "juego de roles", en el cual hace falta un
"policía malo" -que adopte una postura intransigente (como hace Micheletti,
el protegido de Reich)- y un "policía bueno" -que persuada "por igual" al
agresor y al agredido de que "algo tendrán que ceder" (como hace Arias).
Oscar Arias, quien fue presidente de Costa Rica entre 1986 y 1990, y que en
la actualidad ocupa ese cargo en el período comprendido entre 2006 y 2010,
recibió el 1987 el Premio Nobel de
negociador que desembocó en los Acuerdos de Esquipulas II, suscritos en
agosto de aquel año. Ese papel fue el de prestanombres de algo que debió
llamarse el "Plan Reagan", pero que, para encubrir la autoría de una de las
más retrógradas y belicistas administraciones de los Estados Unidos, se dio
a la publicidad con el nombre de "Plan Arias".
Por inmerecido, el Premio Nobel entregado a Arias recuerda el que Henry
Kissinger aceptó, en 1973, por haber encabezado la delegación de los Estados
Unidos participante en la negociación de Los Acuerdos de París, que pusieron
fin a
Viet Nam del Norte, Led Duc Tho, muy dignamente, rehusó "compartir" ese
"premio" con el Secretario de Estado de la potencia que durante años cometió
un brutal genocidio contra su pueblo.
El "Plan Arias" fue la encarnación de la política de doble carril (two track
approach) de la eufemísticamente llamada Guerra de Baja Intensidad que la
administración de Ronald Reagan (1981 1989) ejecutó contra Nicaragua durante
agresión militar por medio de organizaciones contrarrevolucionarias desde
bases en Honduras y Costa Rica, unida a la amenaza de intervención directa
de los Estados Unidos. El segundo carril era "ofrecer" al gobierno del
Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) una solución política,
"negociada" en los términos impuestos por el agresor, es decir, "negociar"
el cese de una agresión externa -un acto que por definición es violatorio
del Derecho Internacional y que, por tanto, no es negociable-, a cambio de
una reestructuración esencial del ordenamiento político y jurídico interno
de Nicaragua -que correspondía, única y exclusivamente, a la soberanía del
pueblo nicaragüense. ¿Negociar lo que no debe ser negociado a cambio del
cese de un acto ilegal de fuerza? ¿Nota el lector alguna semejanza con la
situación hondureña actual?
Pero, por si ello fuera poco, como en El Salvador, Guatemala y Honduras
había movimientos revolucionarios que practicaban la lucha armada contra los
regímenes contrainsurgentes de esos países, la "negociación" tenía que ser
unilateral y asimétrica. El imperialismo norteamericano no podía permitir
que la negociación se hiciese sobre la base de una tabla rasa para todos los
gobiernos, y otra para todas las "fuerzas insurgentes". Necesitaba imponer
una "lógica" para el caso de Nicaragua (que fuera desfavorable al gobierno
del FSLN, y favorable a los "contras") y otra "lógica" opuesta (que fuera
favorable a los gobiernos contrainsurgentes de El Salvador, Guatemala y
Honduras, y desfavorable a los movimientos insurgentes y a las fuerzas de
izquierda de esos tres países).
La política de doble carril de la administración Reagan, materializada en el
"Plan Arias", fue la antítesis de las gestiones de paz emprendidas por el
Grupo de Contadora y el Grupo de Apoyo a Contadora, cuyos miembros,
finalmente, llegaron a sentirse derrotados, abandonaron su plan negociador y
asumieron el "de Arias". Desde ese momento, los ocho países miembros de esos
grupos pasaron a formar parte de una Comisión Internacional de Verificación
y Seguimiento (CIVS), encargada del triste papel de exigirle a Nicaragua -de
manera reiterada, incisiva y unilateral- que cumpliera y sobrecumpliera cada
vez más los compromisos que había adquirido en el proceso negociador, y como
contraparte, hacerse de "la vista gorda" con el total incumplimiento de los
compromisos adquiridos por El Salvador, Guatemala y Honduras.
¡Aún hay más! Lo dicho hasta ahora no es lo principal, sino que el papel de
prestanombres desempeñado por Arias fue el que le permitió al gobierno de
los Estados Unidos seguir actuando, en esa parte del "proceso negociador",
como el gran ausente presente. Con otras palabras, le permitió ejercer como
juez y parte del conflicto centroamericano, al ser, al mismo tiempo, el
agresor de Nicaragua, el soporte vital de los regímenes contrainsurgentes de
la región, el "poder externo" que impuso las reglas de la "negociación" y el
"poder supremo" que determinaba si el resultado era o no "aceptable".
La "paternidad" del segundo carril, que a los efectos públicos asume Arias,
le facilita al gobierno de los Estados Unidos mantenerse "tras bambalinas".
Gracias a que el "plan" era "de Arias", y no suyo, la administración Reagan
logró imponer los términos de una negociación de la cual no formaba parte.
De esta manera, el gobierno estadounidense no quedó comprometido con los
Acuerdos de Esquipulas I o Esquipulas II, por lo que podía seguir -como, en
efecto, siguió- desarrollando la "guerra encubierta" contra Nicaragua,
incluso mucho después de que el gobierno sandinista, en gesto tras gesto de
buena voluntad, no solo cumplió y sobrecumplió, de forma unilateral, la
letra y el espíritu de ambos acuerdos, sino también una larga cadena de
condiciones adicionales que se le planteó a posteriori.
En su intervención en el foro "A XX años de Esquipulas II, la historia
narrada por sus artífices", celebrado el 21 de agosto de 2007, el canciller
de Nicaragua durante el gobierno del FSLN y actual presidente pro tempore de
gobiernos de Costa Rica, en especial el de Oscar Arias, en el conflicto
centroamericano.
Sobre Contadora -dice Miguel d'Escoto- ya se ha escrito bastante. Los libros
cuentan cómo los Estados Unidos se empeñaron en torpedearla, por medio de
Costa Rica y de Honduras, principalmente. [.] En esa tarea, los cancilleres
Monge, Fernando Volio y José Gutiérrez, desempeñaron un papel muy
importante, pero el canciller estrella de los gringos, el que mejor
representó sus intereses y más se empeñó en bloquear los acuerdos de paz,
fue el incomparable Rodrigo Madrigal Nieto, que en paz descanse. Él era, ni
más ni menos, el canciller de Oscar Arias. De ahí la sorpresa de todo el
mundo cuando Arias resultó galardonado, y solamente él, con el Premio Nobel
por
canciller Madrigal aún en vida, muchas veces se lo dije en presencia de
otros cancilleres.
Baste este fragmento del padre d'Escoto para traer a colación un pasado que
algunos no conocen y otros prefieren olvidar.
La historia del conflicto centroamericano y de las negociaciones de
Esquipulas no es tan lejana y los testigos de lo allí ocurrido, como Miguel
d'Escoto y muchos otros, están en disposición de recordarlo y denunciarlo.
No permitamos que el lobo, el zorro, ni Arias nos engañen con su farsa.
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1 Miguel d'Escoto Brockman: "El largo y tortuoso camino de Esquipulas II",
Contexto Latinoamericano no. 6, México D. F., 2007, pp. 71 79.
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