Los ajustes de los ajustes

29/09/1998
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Caracas.- La lógica neoliberal parece no tener fin. Los "éxitos" de un plan de ajustes llevan a otro, lo cual a su vez conduce a otro más, en una indetenible cadena de ajustar lo ajustado, que termina traduciéndose en nuevos apretones de cinturón para los sectores medios y pobres, y promesas -por supuesto- de que en el futuro se verán los resultados de las restricciones actuales. Todo esto resulta dramático y va teniendo lugar en casi todos los países de América Latina. El caso de Venezuela ha sido en estos últimos meses un ejemplo más de esa lógica de los ajustes y sucede precisamente en los meses finales del gobierno de Rafael Caldera, de 82 años, quien en diciembre de 1993 se hizo de la presidencia con un discurso abiertamente contrario a las "recetas" del Fondo Monetario Internacional (FMI), pero ante el cual la administración agonizante busca asesoría para "llevar el barco a puerto" y entregar el poder el 2 de febrero de 1999 al ganador de los comicios presidenciales previstos para el 6 de diciembre. Esa necesidad de ajustar lo ajustado, de reajustes o de nuevos recortes (como se le quiera llamar) tiene en Venezuela en estos días como principal artífice al ministro de Planificación, Teodoro Petkoff, otrora recordado por su discurso antidogmático contra el modelo soviético y por sus audaces acciones en los tiempos violentos de los años 60. Petkoff, quien propugnaba modelos propios de desarrollo hace dos décadas, entró al gobierno de Caldera en abril de 1996 para defender la llamada "agenda Venezuela", especie de eufemismo para no llamar plan de ajustes a un típico plan de ajustes de los diseñados y supervisados por el FMI, y ante los cuales se oponía Petkoff (al igual que Caldera) cuando las medidas -similares- las aplicaba Carlos Andrés Pérez en el lejano 1989, año del recordado "Caracazo". Durante todo 1997 el discurso oficial venezolano (con Petkoff y Caldera a la cabeza) insistió en los beneficios del plan de ajustes, en los logros de la Agenda Venezuela y en la perspectiva favorable para el país en los últimos meses del segundo mandato del octogenario jefe de Estado. En su siempre polémico estilo, el ministro de Planificación había rechazado categóricamente los señalamientos hechos por ejemplo por el economista -también creyente neoliberal- Emeterio Gómez, en el sentido de que esos "éxitos" de la "Agenda Venezuela" no tenían una relación directa con la aplicación de los ajustes (Gómez por ejemplo insiste en que debe haber un recorte del tamaño del Estado en forma efectiva, Venezuela con 22 millones de habitantes tiene más de un millón de empleados públicos), sino que esa bonanza que experimentaba el país en 1997 estaba ligada estrechamente a la situación petrolera internacional. Esas expectativas favorables al culminar el año pasado efectivamente debieron ser echadas por la borda cuando a lo largo del presente año, el petróleo venezolano conoció de nuevo los bajos niveles que no experimentaba en más de una década. Si bien desde abril de 1996 se adelantó un gran ajuste, ese pareció no crear bases suficientes para hacer del Estado venezolano más eficiente. Sí sucedió una importante reforma en el sistema laboral del país (para flexibilizarlo, en concordancia con el esquema de los ajustes estructurales), mientras que en medio de la crisis fiscal que afecta al país en estos últimos meses del gobierno de Caldera, éste se empeña en dejar como legado un nuevo sistema de seguridad social, que además de cumplir con los parámetros (FMI, BID, BM) tiene el visto bueno del Parlamento para una aprobación sin debate por vía de unos poderes especiales concedidos al jefe de Estado. Los primeros ajustes Caldera, en su campaña electoral, suscribió "una carta de intención con el pueblo venezolano", en un juego de palabras que pretendía distanciarse de la verdadera carta de intención con el FMI que firmó Carlos Andrés Pérez en febrero de 1989, la cual dio paso a un paquete de medidas y la respuesta del "Caracazo". Caldera, sin embargo, llegó a esa carta de intención con el Fondo Monetario en abril de 1996, después de largos meses de total desorden económico, que algunos hasta vieron como el preámbulo necesario para justificar el plan de ajustes que se bautizaría como "agenda Venezuela". Un alza de la gasolina del 450 por ciento, elevación de las tasas de interés al 70 por ciento, devaluación del 39 por ciento. Estas fueron algunas de las medidas tomadas hace dos años y medio por Caldera en la primera fase de su plan de ajustes. Según el discurso oficial de la época, el programa tenía que por fin "abatir la inflación". Esta, sin embargo, llegó al nivel récord de 103 por ciento, luego de que en 1995 alcanzara el 80 por ciento. Estos son los picos más altos de los niveles inflacionarios en Venezuela. Se decía también que el déficit fiscal debía ser reducido (sumaba unos 5.000 millones de dólares al cierre de 1995). El retroceso del papel del Estado ha sido evidente en este período, como parte de la lógica de los ajustes, y se siente de forma directa en el sector salud: En estos dos últimos años, dos huelgas médicas han exigido no solo mejoras salariales sino una mejor dotación de los hospitales públicos, que de facto aplican una política privatizadora por vía de las "colaboraciones" prácticamente obligatorias que deben hacer los pacientes para poder ser atendidos. En Venezuela, los recursos oficiales en materia de salud, educación y servicios básicos a la población (que en la lógica de los ajustes es a lo que el Estado debe dedicarse) no cumplen con el mínimo internacional exigido, mientras que los planes de compensación social, en realidad especie de dádivas que de ninguna manera contribuyen efectivamente a la superación de la pobreza, tienen altos niveles de dispersión, falta de focalización y de ejecución (es decir existen cabalmente sólo en los papeles oficiales). En los dos años y medio de la "agenda Venezuela", la población terminó padeciendo el lado real de los ajustes (recortes, eliminación de subsidios, alzas de precios), en general mayor empobrecimiento (entre el 70 y 80 por ciento de los venezolanos son pobres, según sea la fuente), pero poco se benefició de la otra cara, que al menos en el papel estos planes ofrecen. Los ajustes de los ajustes Esta situación tal vez pudo haberse prolongando sin provocar crisis alguna hasta el 2 de febrero de 1999 y Caldera habría concluido su mandato sin sobresaltos sociales (y políticos). En la óptica oficial la culpa la tiene la caída del petróleo en el mercado internacional. El gobierno calculó ingresos petroleros que representan el 75 por ciento de la entrada de divisas al país, con un precio -promedio- de 15,50 dólares el barril de crudo. En la tercera semana de septiembre "reajustó" a 11,50 dólares, que podría ser una cifra más adecuada a la realidad petrolera, que expertos no oficiales ya anunciaban desde 1997 debido a una saturación del mercado y a un creciente "stock" en los países industrializados. Como hay que echarle la culpa a alguien de los errados pronósticos oficiales, esta vez la tiene "el invierno más benigno en el norte y los efectos de la crisis asiática". Ciertamente, ambos elementos tienen un peso en la crisis, pero como han comentado "off the record" reconocidos expertos de Petróleos de Venezuela (PDVSA), la firma estatal que figura entre las principales del mundo, las estimaciones de la industria para este año eran más bien moderadas, pero por "razones políticas" el gobierno se jugó un presupuesto sobre una base irreal de 15,50 dólares por barril, pensando poder prolongar la expansión económica de 1997 que está claramente ligada al petróleo, más que a los resultados de la "agenda Venezuela". El inevitable ajuste del ajuste Desde abril de 1996 la palabra "inevitable" ha jugado un rol destacado en el léxico oficial venezolano. Entre marzo y septiembre de 1998, cuando se concluyó definitivamente que la mano petrolera venía en baja, el gobierno de Caldera hizo recortes presupuestarios por 3.200 millones de dólares. El 4 de septiembre anunció otro ajuste en las finanzas públicas (1140 millones de dólares menos a la par de un mayor aporte de PDVSA al fisco, que representaba otros 440 millones), mientras que tres semanas más tarde asumía -finalmente- la base de 11,50 dólares como la real para el presupuesto oficial. Según los cálculos del ministro Petkoff, el país tendrá de forma global unos 6.000 millones de dólares menos en 1998, en comparación con los ingresos petroleros de 1997. Allí radica el fondo del asunto: menos divisas petroleras significa que la economía del país se resiente de forma dramática, a pesar de los ajustes que en teoría llevaban al país "hacia un año con crecimiento y equilibrio fiscal". Para la población, en Venezuela es aún difícil entender la lógica de los planes de ajustes. Mientras el Estado está prácticamente quebrado y hasta debe anunciar a los empleados públicos que apenas a fin de mes tendrá fondos para pagar los salarios, el Banco Central llegó a sostener un nivel de reservas internacionales superior a los 18.000 millones de dólares (ahora es menor, las presiones devaluacionistas y la fuga de capitales no han cesado), lo cual tiene por finalidad expresa demostrar la "salud" de la macroeconomía. La cadena de los ajustes parece no tener un eslabón de cierre, parece infinita. En medio del debate electoral (hay elecciones parlamentarias y de gobiernos regionales el 8 de noviembre y presidenciales el 6 de diciembre) hay coincidencia de los principales aspirantes en seguir con los planes de ajustes, cual verdad sin discusión. Entretanto, el disidente Hugo Chávez, está cada vez está más callado y sin precisiones en la materia, en la medida en que el teniente coronel retirado tiene más y más citas en su agenda con la banca nacional e internacional, con empresarios e inversionistas, intentando incluso demostrar que el FMI sí se reúne con él.
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