¡Que vuelva el que sabe¡, o la sombra de la tercera presidencia
11/02/2003
- Opinión
Menem es candidato a presidente, y con posibilidades reales de triunfo.
Puede parecer inverosímil, pero todo indica que es rigurosamente real,
salvo que encuestas, analistas y sentido común popular estén conjunta y
completamente equivocados.
Entre los afiches que desplegaron hace poco la nueva campaña presidencial
de Carlos Saúl Menem, vale recordar el que proclamaba 'Que vuelva el que
sabe' Difícil de sobreestimar es la perversión implícita en la consigna: No
hay grupos sociales con intereses opuestos, ni ideología ni proyectos, sólo
hay 'saber' un conocimiento de sentido unívico: Favorecer la mayor
acumulación de poder y riqueza para los que ya lo poseen. Nadie conoce ese
arte en Argentina como Carlos Menem. Es el mismo mensaje desideologizante,
pro pensamiento único de la campaña re-electoral de 1995: 'Menem gobierna'
rezaban los carteles de entonces, y 'gobernar' era representar el poder
establecido, al que sólo por estupidez incurable o supina inexperiencia
cabría cuestionar. Los acontecimientos de Argentina de los últimos tiempos,
sobre todo la renovada organización y movilización popular, han constituido
un cuestionamiento práctico a ese 'saber', que Menem viene a recordarle a
la sociedad argentina, y del que se postula como el único portador eficaz.
La hondura de la crisis actual, en la lectura de los partidarios del ex
presidente, tiene mucho menos que ver con sus diez años de gobierno que con
los tres largos que transcurrieron desde su vuelta al llano. El 'sabio'
debe retornar para que vuelvan los felices días de un peso-un dólar,
bajísima inflación y viajes baratos al exterior...
El político argentino que concita más rechazos, el ex presidente tratado
de ladrón en público por un líder respetado y en alza como Lula da Silva,
el hombre que presidió Argentina sin otra alianza permanente que la gran
empresa monopólica y las finanzas trasnacionales puede volver a ser
presidente de la Argentina. ¿Por qué alguien como él, de escaso vuelo
intelectual, que nunca tuvo otro proyecto político que usar su adhesión a
todas y cada una de las demandas de los dueños efectivos del poder como
medio para el enriquecimiento patrimonial y el disfrute depredador del
dominio del aparato del estado para él y su grupo de allegados, que ha
hecho del cinismo y la falta de escrúpulos un modo de acción permanente,
puede ser todavía un político en vigencia?
En la sociedad argentina que ha agotado su capacidad de asombro en lo que
hace a inmoralidad y degradación, suele ni siquiera formularse esta
pregunta. Las elecciones son consideradas una farsa irrelevante por una
proporción muy importante de los ciudadanos, y por tanto ni siquiera se
acude a la denuncia indignada de la insólita vigencia del personaje.
La respuesta debe buscarse en el inconmovible grado de decisión y
perseverancia con el que Carlos Menem se identificó con el programa máximo
del gran capital, desde los días previos a su asunción presidencial en que
decidió adoptar el Plan Bunge y Born, hasta el presente en el que propugna
la dolarización y condena el menor atisbo de retobo frente a las exigencias
de los organismos internacionales o los intereses de los conglomerados
empresarios más poderosos. O mejor dicho, con la inédita combinación de esa
persistente identificación con la posibilidad de atraer el voto popular. Si
Menem no fuera un candidato más que aceptable para los conglomerados
económicos que dominan la Argentina, o no sumara a eso una potencialidad de
voto popular nada despreciable, ya estaría fuera de la escena u ocupando un
lugar marginal en la misma.
Sólo abandonando la concepción restringida de 'menemismo', la que lo
considera un desvío ético mezclado con un comportamiento que ostenta la
falta de escrúpulos y los beneficios que esa carencia proporciona, se puede
comprender, y combatir eficazmente lo que Menem representa. La comprensión
menguada del 'menemismo' tiende a limitar su campo al presidente y su
séquito entre siniestro y colorido, desde Alberto Kohan a Armando Gostanian
pasando por los Yoma, y a algunos aliados con bases propias de poder a los
que se caracteriza como empresarios, periodistas o intelectuales
'menemistas'. Y así se pudo pensarse como ferviente 'antimenemista' y al
tiempo convocar a Domingo Cavallo o Ricardo López Murphy como ministros de
Economía, o apoyar las frustradas candidaturas de Carlos Reutemann o José
Manuel de la Sota para presidentes, o balancear las potencialidades de
Daniel Scioli para vice. El menemismo no es una fracción interna del
Partido Justicialista, ni un círculo de amigos del líder de Anillaco,
extrapartidarios o no. Ha sido un modo de expresión de la estructura social
radicalmente injusta de la Argentina, del conglomerado de impunidades y
complicidades criminales que atraviesa a empresarios, banqueros, Iglesia,
militares, dirigentes sindicales y por supuesto a todos los partidos
políticos del sistema, 'tradicionales', y nuevos, y que llevó a la
construcción del mayor nivel de explotación, empobrecimiento y alienación
de la historia argentina.
'Menem' no tanto como persona, sino como proyecto, sigue siendo el nombre
convocante para los beneficiarios de la privatización generalizada, el
debilitamiento del sistema público de educación y salud, la desregulación
del mercado de capitales, la apertura comercial y financiera, la
'flexibilización' de la fuerza de trabajo, el endeudamiento permanente; en
fin de toda la enorme masa de oportunidades de negocios que la aplicación
veloz y completa de todo el catecismo del gran capital produjo en
Argentina. Los banqueros fortalecidos en su momento por la concentración y
'extranjerización' de la banca junto con la jubilación y la cobertura del
riesgo laboral privados, los concesionarios de las innumerables
privatizaciones, los sindicalistas que hicieron su agosto con el remedo de
'accionariado obrero' que acompañó a algunas privatizaciones y terminaron
de convertirse en prósperos empresarios tenuemente maquillados de
representantes del 'trabajo', los patrones que pudieron pagar los salarios
y aportes patronales más bajos en décadas, los empresarios periodísticos y
comunicadores de derecha que se treparon a la cesión ventajosa de radios y
canales de TV, todos los que han seguido lucrando de diversas maneras con
la devaluación, las pesificaciones asimétricas y la socialización de las
pérdidas privadas que siguieron plenamente vigentes después de diciembre de
1999, forman potencialmente en el partido de Menem.
El 'centroizquierda' o 'progresismo' tiene su amplia cuota en el universo
menemista. El Jefe de Gobierno Ibarra y su propensión para privatizar
espacios públicos y el desalojo de ocupantes pobres a beneficio del gran
negocio inmobiliario, o la diputada Carrió dispuesta a considerar a López
Murphy 'adversario honesto' son demostración de la extrema limitación del
'antimenemismo' que se niega a plantear una transformación radical de la
sociedad y la política. Siguen en el sueño de inducir al gran capital a ser
más honesto y 'responsable', o en proclamar batallas contra el
neoliberalismo que se limitan a cambiar los nombres de los representantes
de las grandes empresas, sin plantearse siquiera que éstas abandonen los
despachos oficiales clave. Ni siquiera el papelón continuo de los dos años
de gobierno aliancista los han llevado a trasponer ciertos límites
infranqueables, su modelo sigue siendo, entre otros Chile, donde las cifras
de pobreza, precarización laboral y destrucción de toda protección social
crecen parecido a aquí, pero eso sí, sin tantos escándalos de corrupción y
con mejor evolución del PBI...
Que después de los sucesos del 19 y 20 de diciembre y la movilización
general que cubrió una parte del año 2002 el panorama electoral sea tan
desolador para cualquier enfoque preocupado por los intereses de las clases
subalternas, tiene sin duda que ver con la fragmentación del movimiento
social y quizás sobre todo con la compleja mezcla de movilización y
escepticismo, de organización autónoma y prescindencia en la lucha más
general, de militancia incansable en lo local y renuncia anticipada a
disputar poder en un plano social más amplio que signa hasta ahora a ese
movimiento. Pero en cuanto a la causalidad más cercana, no es producto sino
de una dirigencia política que, enredada en su propia instrumentación
absoluta de la política al servicio del beneficio directo del propio grupo,
ha perdido la capacidad de generar consenso en las clases subalternas e
incluso la aptitud de gestión que brinde mínimas garantías a la gran
empresa, que hace un tiempo que la encuentra crecientemente disfuncional.
Tras dinamitar sus lazos con el 'abajo' social en todo lo que no sea
cooptación clientelística y manipulación mediática, ha incluso dañado su
dependencia del 'arriba', al adquirir un manejo del aparato del estado y
demás resortes de poder a su alcance, en el que la acumulación de
beneficios para la 'casta' lleva una porción demasiado amplia de los
esfuerzos y recursos disponibles. Allí emergen, como alternativas para la
clase dominante sino del todo deseables al menos preferibles en el cuadro
existente, las figuras que unen a su reaccionarismo la conservación de una
aptitud para ganar el voto popular. En ese campo emerge Menem en el plano
nacional, y figuras locales como Aldo Rico, Luis Patti o Mauricio Macri. La
buena ubicación de todos ellos en las encuestas indicaría, prima facie, que
el artilugio funciona, al menos a la hora de pensar en ganar elecciones .
Más beneficios para el gran capital y represión decidida de piqueteros,
cartoneros, asambleas, y otros recientes dueños de la calle indeseables
para el poder, no es un mal programa de gobierno, para poderosos que, con
justicia, no tienen claro qué ventajas les brindaría el pseudoprogresismo o
el populismo ambiguo de otros candidatos con posibilidades. Por tanto,
entre la opción por un 'progresista' de aspiración racional (entendiendo
por tal la convicción de la intangibilidad de los intereses del gran
capital y sus aliados), y el conservadorismo sin tapujos ni matices de
Menem, muchos se inclinan por lo último.
Menem es el más repudiado de los políticos argentinos. Con justicia se lo
identifica con las privatizaciones, muchas de ellas ruinosas, con una
'burbuja' de crecimiento ficticio que explotó en la peor crisis de la
historia argentina, con el inicio del vertical incremento de la
desocupación y el deterioro de ingresos y condiciones de trabajo que hoy
llega a niveles desconocidos, con la monserga facilista de un ingreso al
'Primer Mundo' que resultó una broma trágica. También con un clima
sociocultural que aunó el dogmatismo neoliberal, la descarada
instrumentación del aparato estatal a favor de intereses sectoriales y aun
de pequeño grupo, la falta de ética y lealtad para con los votantes, la
frivolidad y vulgaridad de los comportamientos, la carencia de cualquier
proyecto e iniciativa siquiera medianamente autónoma de los centros de
poder local y mundial, el desprecio por la legalidad y la manipulación
continua de todas las instituciones estatales. En muchos ámbitos, muy
diferentes entre sí, la asociación causal directa entre la gestión
'menemista' y el colapso posterior de la economía, el estado y el sistema
político, resulta casi un axioma. Con todo, no es plausible subestimar la
existencia de unos 'extramuros' muy amplios al clima cultural que engendra
el mayoritario y variopinto 'antimenemismo' de la sociedad argentina
actual, y se requiere examinar los posibles motivos para votar por el ex
presidente.
Las razones para votar a Menem
De acuerdo a lo que indican todas las encuestas, una proporción minoritaria
pero importante de los potenciales votantes en los próximos comicios
presidenciales, se inclinan por Menem. La primera reacción frente a ésto
suele ser de perplejidad, con tendencia a considerar el hecho
'inexplicable', o lo que es casi lo mismo, como parte de un comportamiento
idiosincrático que conlleva la imposibilidad de capitalizar experiencias o
siquiera de recordar con provecho el pasado cercano.
Pensamos que más útil que las diatribas contra la falta de memoria
histórica o de cultura política de parte de los argentinos, es reconocer
que las causas del apoyo a Menem pueden ser varias y de distinto tipo.
a) El gobierno de Menem, salvo quizás en sus últimos dos o tres años, puede
ser considerado por muchos como el último período de un cierto 'orden'
social y económico en Argentina. El dólar uno a uno, la inflación casi
inexistente, la posibilidad de adquirir bienes a crédito en condiciones
relativamente razonables y previsibles, la de preservar el valor de los
ingresos o ahorros sin recurrir a tácticas de inversión que escapan al
'hombre común'. Electrodomésticos, automóviles, y en menor medida
viviendas, fueron accesibles para franjas de la población que vieron
dificultada su adquisición tanto en los años inmediatos anteriores como en
los posteriores al gobierno de Menem. Cuando el recuerdo de esos
'beneficios' va acompañado del desconocimiento de los claros vínculos entre
las políticas neoliberales de Menem y la profunda crisis política actual,
su atractivo a la hora de precipitar una opción electoral crece
verticalmente.
b) Para los votantes que mantienen su identificación como peronistas junto
con un bajo grado de politización, el riojano tiene la ventaja de ser
indiscutiblemente de esa filiación, con más pergaminos que ningún otro
dirigente de primera línea. Ya era un dirigente importante y gobernador de
su provincia en vida de Perón, recuerdan los mayores. Además es un hombre
del peronismo del interior, distinto a los prepotentes bonaerenses, y que
es percibido como generoso en el trato con sus comprovincianos. Y en su
astucia, su sentido práctico, su desapego a principios generales o
formulaciones abstractas, e incluso en su personalismo, se encuentran ecos
de la personalidad y los comportamientos del fundador del justicialismo.
Sino sus orientaciones de fondo, el modo de entender la política (y quizás
la vida en general) aproximan a los ojos de muchos la figura del General y
la del hombre de Anillaco. Aunque algo disminuido por la edad y la
reiteración, se expresa en un lenguaje comprensible para 'todos', sin
pretensiones ni complicaciones. El hombre de Anillaco y sus aliados dentro
del Partido Justicialista mantienen 'aparatos' de buen nivel de desarrollo,
incluso en el Gran Buenos Aires y en el resto de esa provincia, y asimismo
en Santa Fe. Sus adherentes tienen la dirección del partido en tres
provincias donde además el justicialismo es gobierno: Salta, La Rioja y La
Pampa. A la hora de sustentar un mercado electoral 'cautivo' en los
sectores de bajo nivel de organización y politización, clientelismo y
asistencialismo mediante, es indudable que el menemismo mantiene bases no
decisivas pero sí importantes.
c) Los sectores propietarios, de ideología conservadora, que son o se
piensan como 'empresarios' o 'profesionales' exitosos, tuvieron en el
período menemista lo más parecido a un gobierno 'propio', que supo poner en
vereda los reclamos sociales y sindicales, y dar amplias oportunidades a la
'iniciativa privada', abandonando décadas de políticas 'estatistas' y de
excesiva intervención. Nadie como Menem mostró en tal grado la decisión a
afrontar cualquier costo político, a enfrentarse con sus compañeros de
partido, a realizar alianzas y escenificar reconciliaciones con sus
enemigos de ayer, para realizar una política económica del todo favorable a
la gran empresa, una política laboral contraria a los trabajadores y a los
sindicatos, una política cultural tendiente a favorecer a todos los
enfoques conservadores, mejor si éstos no rehuían una pátina
'modernizante'. Para ellos eso merece, como mínimo, el apoyo electoral
d) Hay otra fuente de posible apoyo a Menem que hunde sus raíces en algunos
rasgos culturales más bien policlasistas. El acérrimo individualismo de
muchos compatriotas, acompañado por la conciencia de vivir en una sociedad
con escasas reglas respetadas, y donde hace tiempo que el camino de ascenso
social es tortuoso y de difícil compatibilización con la honestidad
personal, el 'éxito' de Menem puede despertar admiración, mezclada con
encontrados sentimientos de desprecio, pero no por eso inefectiva. La
habilidad para alcanzar y mantenerse en las cumbres del poder, sin
preocuparse de otro proyecto que en su obtención y conservación, su uso
para el enriquecimiento personal y del grupo de amigos y seguidores; el
tránsito por las más altas responsabilidades con levedad y
despreocupación, sin abandonar, todo lo contrario, el gusto por el ocio, la
diversión, el deporte y las mujeres, constituyen un modelo de vida
cuestionado pero envidiable para muchos de sus compatriotas. En ese
sentido, el realce de su vejez con la compañía de una mujer bella, joven,
rica y famosa no es el último elemento a tener en cuenta. Más de un votante
evaluará, quizás sin confesarlo a nadie más que a sí mismo, el premiar con
su voto ese 'brillante' triunfo personal realizado en medio del declive
generalizado.
e) Frente a un poder los medios que no hay que pensar absoluto, pero menos
aun subestimar, Menem es un personaje eminentemente mediático, con
presencia casi ininterrumpida en la escena pública desde los años 70', con
modos de comunicarse comprensibles para 'todo el mundo' y altamente
adaptables al formato de los media, en especial la televisión. No hay
tampoco que desdeñar el hecho de que existen un conjunto de medios de
importancia nacional, y de periodistas y comunicadores que trabajan en esos
y en otros, que siguen siendo abierta y activamente 'menemistas', que es
más de lo que puede decir cualquier otro candidato. El sesgo 'antiMenem' es
hoy mayoritario en el arco mediático nacional, pero como contrapartida no
existe nadie con apoyos tan sólidos y explícitos en el mismo.
f) Existe otro factor que no es fuente directa de respaldo a Menem, pero sí
brinda el contexto que lo viabiliza: La manifiesta ineptitud de quiénes se
proclamaron y proclaman contrarios al 'menemismo', y accedieron a
responsabilidades de gobierno, de superarlo en algún aspecto significativo.
En los tres años transcurridos desde la salida de Menem del Poder
Ejecutivo, sus orientaciones fundamentales se mantuvieron, y sus resultados
destructivos tendieron a profundizarse. Queda así en evidencia que el
'antimenemismo'de superficie de miembros de la 'clase política' que no han
querido o no se han atrevido a enfrentarse con la estructura social y las
relaciones de poder que constituyeron la verdadera base de los gobiernos
Menem, ha afianzado un cuadro que, de no derivar en el extendido
escepticismo radical hacia toda 'la política' de buena parte de la
sociedad, puede conducir a la valorización retrospectiva de aquella etapa,
al menos más decidida y hábil en sus orientaciones que quiénes intentaron o
intentan mostrarse como su reverso, pero terminan siendo su continuación
vergonzante. A ello se añade la nula voluntad de autorreforma, siquiera
cosmética, de la dirigencia política, que hoy está ensarzada en
confrontaciones internas interminables, que incluyen la alteración de
reglas electorales y calendarios, cuando no el fraude descarado, para
intentar dirimirlas, sin ceder un ápice al 'que se vayan todos' que las
asambleas vecinales y el movimiento piquetero agitaron desde diciembre de
2001, ni a la abstención y el voto nulo y en blanco de las elecciones de
octubre de ese mismo año. Nadie de los que han quedado dentro del sistema
tradicional de partidos ha construido autoridad moral como para proclamarse
de modo creíble 'renovador' o 'superador' frente al menemismo.
g) El otro elemento 'contextual' insoslayable, es que las expresiones
políticas y sociales situadas a la izquierda han quedado atrapadas entre la
denuncia de la nula legitimidad y dudosa legalidad de todas las maniobras
institucionales y electorales producidas desde el 21 de diciembre de 2001,
y la posibilidad de materializar esa denuncia en acciones políticas
concretas. Algunos optaron por la abstención, lo que necesitaba una campaña
pública para adquirir sentido preciso, que no se produjo. Otros por la
presentación a las elecciones, pero en el habitual orden disperso y con las
interminables discusiones sobre alianzas y candidatos que siempre
desvalorizan en parte esos intentos. Mientras que otras expresiones tienden
a pensarse como mas allá o mas acá de cualquier articulación política, y
por tanto no se pronuncian activamente sobre una estructura de poder que
sigue oprimiendo y menospreciando al conjunto social. En ese cuadro, seguir
al puntero de siempre o votar al rostro que más agrade, será de nuevo una
tentación fuerte para muchos de los adherentes potenciales a propuestas
superadoras. Cortes de ruta, comedores comunitarios, defensa de la
vivienda, emprendimientos productivos, nuclean a cientos de miles de
personas, pero no tienen hoy una clara articulación con la opción político-
electoral, ni en forma de propuesta de candidatos, ni de rechazo activo y
organizado a la propuesta electoral.
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Mas allá de las observaciones precedentes, la probabilidad mayor es que, si
las por varias razones anormales elecciones (están fuera de cualquier
periodicidad electoral habitual, sólo se elige presidente y vicepresidente,
permiten un curioso desmembramiento partidario llamado 'neolemas', eso sí,
por única vez) del 27 de abril se realizan 'normalmente', el político del
noroeste logre una buena actuación en la primera vuelta, incluyendo el
primer lugar en la misma, y sea en la segunda víctima del repudio que ha
sabido despertar en la mayoría de sus compatriotas, y pierda cualquiera sea
el coyuntural adversario. Pero por encima del resultado electoral,
cualquier sea éste, la lozana supervivencia de esta candidatura (y de los
mencionados Rico, Patti, Macri, entre otros) es expresión, mediada pero
efectiva, del vigor político y la conciencia de clase que mantienen los
dueños reales del poder, así como de los espectros siniestros que reanima
el desprestigio de la 'corporación política' que hoy cogobierna la
Argentina, mientras las expresiones conscientes de los de abajo no alcanzan
ni la claridad conceptual ni la articulación necesarios para encarar una
transformación radical, tan necesaria como difícil. Ello no debería
constituir un estímulo para el escepticismo apesadumbrado que juzga que
estamos en un país 'incorregible', sino la disposición a la militancia
activa para lograr aquella claridad y esta articulación.
Buenos Aires, 9 de febrero de 2003.
* Daniel Campione es autor, con Julio Gambina del libro Los años de Menem.
Cirugía Mayor, editado por el Centro Cultural de la Cooperación, de
Argentina.
https://www.alainet.org/es/active/3094
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