Omnipresencia de Cuba

20/04/2009
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Cuba fue la gran ausente de la V Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad y Tobago, a la vez que la nación omnipresente en las deliberaciones y en las (pre)ocupaciones de los 34 jefes de Estado y de gobierno que sesionaron en Puerto España. Tremenda paradoja.

Justamente por la ausencia de un pronunciamiento sobre el bloqueo que durante 47 años impone y mantiene ahora con atenuantes la Casa Blanca, amén de su expulsión de la Organización de Estados Americanos, por órdenes de la primera, los representantes de los gobiernos de Bolivia, Cuba, Dominica, Honduras, Nicaragua y Venezuela, países miembros de la Alba, se negaron a suscribir la Declaración compromiso de la cumbre las Américas, de 67 cuartillas.

Para el legajo declarativo no existe el tema, vital no sólo para los países en vías de desarrollo sino también para los industrializados que, año tras año y durante 17, emitieron resoluciones en la Asamblea General de Naciones Unidas para que Washington ponga fin de inmediato al bloqueo. El reclamo sólo es rechazado por los gobiernos de Estados Unidos e Israel, pontífices del libre mercado cuando no estorba a los proyectos de dominación y expansionismo.

Dicho en palabras de los integrantes de la Alternativa Bolivariana de las Américas: “Excluye injustificadamente a Cuba, sin hacer mención al consenso general que existe en la región para condenar el bloqueo y los intentos de aislamiento de los cuales su pueblo y su gobierno han sido incesantemente objeto, de manera criminal.”

Además de que la abundante retórica del documento “No da respuestas al tema de la crisis económica global, a pesar de que ésta constituye el más grande desafío al cual la humanidad haya hecho frente en décadas y la más seria amenaza de la época actual para el bienestar de nuestros pueblos.” 

Cuando estos pronunciamientos se discutieron en Cumaná, Venezuela, Barack Hussein Obama realizó la vigiladísima visita relámpago a México, presentada como visita de Estado, y desde el Presidente Chapultepec solicitó la intervención y apoyo de Luis Inacio Lula da Silva “para evitar el descarrilamiento de la agenda diseñada”, de acuerdo a su consejero Jeffrey Davidow, exembajador en México de 1998 a 2002.

Por arrogancia y por desgracia, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa no sólo fue ignorado por el todavía glorificado ocupante de la Oficina Oval, sino que si nos atenemos a Blanche Petrich Moreno “este problema no fue discutido entre ellos”.

Certero o no el juicio, el hecho es que el mexicano se afanó en defender que en la resolución no se condenara el embargo de Estados Unidos a la mayor de las antillas. En su papel de vocero de la cumbre americana, junto al primer ministro de Canadá y el presidente de Panamá --lo cual da idea de la insatisfacción de los presidentes de América del Sur--, Calderón Hinojosa se enredó en juegos semánticos, porque --dijo-- sin alcanzar la unanimidad representó un nuevo consenso “de norte a sur, del Pacífico al Golfo, de izquierda a derecha”.

El señor ignoró que consenso significa ”acuerdo o conformidad en algo de todas las personas que pertenecen a una colectividad”. O bien su proclividad a subordinarse a las directrices de Washington --ahora envueltas en lenguaje y estilo novedosos de “compañero” y “amigo”, como pide Obama que vean a su país--, lo condujeron a jugar un papel secundario en la cumbre, en tiempos en que los procesos de autodeterminación están a la orden del día, cuando se desbrozan caminos propios para el crecimiento y el desarrollo por la mayoría de los países de Latinoamérica y la integración regional diversa avanza con solidez, amén de que se multiplica el tendido de grandes puentes hacia China y la Unión Europea.

Con todo, el tardío acercamiento de Estados Unidos abre paso a la indispensable distensión y ésta hace sencillamente inviable excluir a Cuba.

 

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