Argentina: Jornadas plebeyas
24/12/2002
- Opinión
Desde estas páginas, y desde hace un año, Argentina ocupa un espacio
central. Es el sitio de América Latina donde los cambios son más
profundos, y además vienen desde abajo. Antes, ese espacio lo ocupó
Chiapas y antes aún el Brasil rural; mañana, serán otros. Lo que sigue es
un intento de explicar los porqués de una opción periodística.
Los cambios sociales -o si se prefiere los cambios, a secas- son de una
lentitud exasperante, tienen ritmos glaciares. Las consecuencias del 19 y
20 de diciembre de 2001, de la insurrección popular más importante en
décadas, que significó el comienzo del fin del modelo neoliberal a escala
continental, comienzan a sentirse recién un año después. La enorme marcha
del viernes 20, que confluyó desde muchos rincones en plaza de Mayo, es
uno de los principales indicios de que algo muy importante está cambiando
en Argentina.
Fue una marcha abrumadoramente piquetera. O sea, protagonizada por los
más pobres entre los pobres. Y fue, mal que les pese a los recelos de
clase, una marcha ordenada, en la que no se rompió ni un vidrio, poniendo
en negro sobre blanco quiénes son los que provocan la violencia.
Ciertamente, esta vez el gobierno de Eduardo Duhalde dio órdenes precisas
a la policía para que evitara cometer actos violentos.
En segundo lugar, fue una marcha masiva, de las más grandes de los
últimos años, pese al miedo que los medios y algunos sectores
conservadores le quisieron imprimir al aniversario del Argentinazo. Para
llegar a esos niveles de masividad fue necesario que no sólo los
desocupados pusieran el pie en el acelerador de la movilización, sino que
confluyera también el movimiento de las asambleas barriales. Durante este
largo y difícil año, quedó demostrado que la unidad de acción de
piqueteros y asambleistas contiene una potencia social y cultural que
inevitablemente se hace sentir en la arena política, y es la única forma
de contener los desbordes autoritarios de las elites.
La tercera característica, es que las organizaciones más
institucionalizadas y moderadas (la Central de Trabajadores Argentinos,
la Federación de Tierra y Vivienda que la integra y la Corriente Clasista
y Combativa -CCC-), o sea aquellas que mantienen canales de diálogo
abiertos con el gobierno, han mostrado menor capacidad de convocatoria
que los grupos más radicalizados. Grupos que hasta hace unos meses eran
meros sellos partidarios, ha registrado un crecimiento espectacular. Eso
sólo puede comprenderse si se considera que la realidad funciona justo al
revés que las percepciones más habituales: miles de jóvenes han "tomado"
las organizaciones sociales y populares, mucho más allá de la capacidad de
sus dirigentes de encuadrarlos en estructuras.
Piquetes y cacerolas
En paralelo, los grupos piqueteros han mostrado no sólo un crecimiento
cuantitativo sino sobre todo una creciente capacidad de organización, ya
que en todo momento fueron capaces de asegurar protección a sus
integrantes y familias. Observar las columnas de piqueteros y su
impecable organización -a menudo demasiado rígida-, echa por tierra las
creencias de que se trata poco menos que de bandas de forajidos. Muchos
sindicatos y centrales obreras, de todo el mundo, se morirían de envidia
ante la disciplina y el orden que emanaba de algunas columnas.
Las asambleas barriales, por el contrario, participaron de forma mucho
menos estructurada y visible. Sin embargo, el movimiento mantiene toda su
fuerza. Las asambleas han crecido en cantidad aunque han decrecido en
participantes; hacen pocas acciones de calle y mucho trabajo comunitario
y barrial (comedores, panaderías, formación profesional, etc.); apoyan a
las fábricas autogestionadas y sustituyeron una sola coordinadora central
por varias coordinaciones zonales. El movimiento de las asambleas empieza
a estar atravesado por similares líneas de fuerza que el de los
desocupados y el de fábricas recuperadas: en ocasiones las líneas
partidarias, pero casi siempre las culturales sociopolíticas, definen
formas de organización, alianzas y actitudes hacia las autoridades.
Así, los grupos tienden a dividirse entre los que reproducen la cultura
clientelar y caudillista (y se dejan guiar por líderes), los que apuestan
a la capacidad disciplinadora de la organización (y tienden a reproducir
estilos partidarios en el movimientos social) y los que alientan formas
menos aparatosas aún a costa de perder visibilidad. en esta actitud,
coinciden grupos piqueteros como los MTD Aníbal Verón, numerosas asambleas
barriales y grupos de estudiantes, que formaron una de las columnas más
bullangueras y alegres de la marcha del 20.
Territorios en ebullición
Algo que atraviesa a todos los movimientos y grupos, es la tendencia a la
territorialización, que tiene mucha más fuerza y potencia, y sobre todo
capacidad aglutinadora, que las opciones políticas. Territorio, a
diferencia de tierra, no sólo designa un espacio físico sino sobre todo
una forma de ocuparlo. O sea, una cultura.
Sorprendió ver columnas muy compactas, con una seguridad omnipresente y
rígida, cobijando jóvenes con camisetas de Los Redondos de Ricota o La
Renga, que evidencian formas de vida muy a contrapelo de la disciplina
que emanaría de sus organizaciones sociales. Cuánto tiempo puedan
convivir allí, es un misterio que sólo el tiempo podrá develar. O no,
porque si algo sorprende en las sociedades movilizadas, es la increíble
capacidad de convivencia entre las diferencias. Una vez más, es quizá la
mayor derrota del sistema.
¿Cómo se explica la fermental convivencia entre desocupados y clases
medias? ¿Cómo el desborde de la cultura rockera hacia los barrios
marginales, donde es adoptada por mujeres desocupadas o sus esposos que
superan la cincuentena? En Avenida de Mayo, sobre las dos de la tarde, se
pudo ver una columna de la CCC (supuestamente maoísta), encabezada por un
cordón de seguridad integrado por mujeres pobres de La Matanza, chaleco y
palo en ristre, pasar ante el monolito que recuerda al joven asesinado
hace un año, Gastón Riva. Ante la sorpresa del que esto escribe, varias
se persignaron.
Y es que la vida sigue siendo incomprensible, si el observador permanece
aferrado a dogmas o miradas caducas. Por eso, la opción de esta sección
por seguir de cerca los movimientos sociales y las sociedades en
ebullición. Porque pueden enseñarnos algo sobre la vida y sobre el
anhelado cambio social, además de ser la mejor forma de homenajear la
resistencia de quienes más sufren en este mundo: indios, mujeres y niños
pobres, sin tierra, desocupados...
Quizá, debamos concluir que las insurrecciones, las revoluciones y todos
los grandes triunfos populares no son los que cambian el mundo, sino al
revés: los cambios capilares, subterráneos, invisibles, un buen día se
manifiestan y emergen a través de esos fenómenos bruscos y bien visibles
que llamamos rebeliones, revoluciones o triunfos electorales. Que, a su
vez, contribuyen a afirmar aquellos cambios en la vida cotidiana que
Félix Guattari denominó "revoluciones moleculares".
* Raúl Zibechi desde Buenos Aires.
https://www.alainet.org/es/active/2964?language=es
Del mismo autor
- Narco-estados contra la libertad 19/07/2018
- Juegos Olímpicos: La irresistible militarización del deporte 19/08/2016
- La minería es un mal negocio 02/12/2015
- Catalunya hacia la independencia 02/10/2015
- Humanitarian crisis: Solidarity below, business above 16/09/2015
- Crisis humanitaria: Solidaridad abajo, negocios arriba 11/09/2015
- Brazil-US Accords: Back to the Backyard? 04/09/2015
- Los recientes acuerdos Brasil-Estados Unidos ¿El retorno del patio trasero? 30/07/2015
- Las repercusiones del “acuerdo” entre Grecia y la troika 17/07/2015
- China reorganizes Latin America’s economic map 09/07/2015