Argentina: desenmascarar el discurso del miedo

19/12/2002
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Varias semanas antes de las anunciadas marchas y protestas con motivo del aniversario de la revuelta popular que hizo caer al gobierno del presidente De la Rúa el 20 de diciembre de 2001, comenzaron a "filtrarse" en los grandes medios de comunicación diversas informaciones que hablaban de olas de nuevos saqueos a comercios en las zonas más pobres y más densamente pobladas del país en torno a este aniversario. Las noticias no hicieron más que estremecer la memoria de horas terribles, que llevaron a la bancarrota a cientos de pequeños comerciantes, provocaron muertes violentas y pérdidas millonarias. En los suburbios de las grandes ciudades, en especial en el Gran Buenos Aires, es común ver ahora los frentes de bancos y comercios que se asemejan más a un bunker bien blindado que a un negocio atractivo para sus clientes. Las guardias armadas en estos establecimientos son también moneda corriente en barrios con apariencia pacífica. No son pocos los comerciantes que se han pertrechado de revólveres y pistolas para defenderse de posibles saqueos, mientras algunos medios de comunicación se dedican a azuzar la desconfianza y a revivir los momentos de zozobra y violencia que rodearon las legítimas exigencias ciudadanas en aquel momento. ¿Operativo de prensa? Muchos periodistas y medios independientes se preguntaron si las "filtraciones" no respondían a una campaña bien orquestada del entorno del ex presidente Carlos Menem para poner en jaque al gobierno provisional de su archienemigo político Eduardo Duhalde, o si, por el contrario, era el propio entorno de Duhalde el que hacía correr el rumor para involucrar al liderazgo menemista en la provocación de los posibles saqueos y de esa manera desprestigiarlo y sacarlo del juego. Mientras tanto, la población se sentía amenazada y las organizaciones de derechos humanos y los movimientos sociales y populares veían como de manera planificadamente agresiva, se atacaba y demonizaba la gigantesca movilización ciudadana que tendría lugar en la recordada fecha. Nuevamente se alimentaba el miedo al pobre, el temor a que una avalancha de pobres entraran a la todavía coqueta Buenos Aires y arrasara con los pocos bienes que le quedan, remanentes de un saqueo mayor, pero nunca denunciado por los grandes medios, realizado por manos mucho más poderosas, que en un entretejido de banqueros, empresarios, alta burguesía y políticos corruptos se llevaron del país 20 mil millones de dólares en 2001, provocando la grave crisis por todos conocida. La respuesta ciudadana: más organización Las organizaciones de derechos humanos y los movimientos sociales y populares no tardaron en desenmascarar las intenciones del poder. Los piqueteros nunca protagonizaron saqueos. Un periodista radial muy escuchado llegó a decir que si había saqueos, los responsables debían buscarse entre el "lumpenaje clientelista" que responde a los caudillos justicialistas locales y que mediando pagos o prebendas, son capaces de protagonizar hechos de violencia contra la población con el fin de paralizar la movilización y el protagonismo de aquellos que no adhieren a sus filas. También el gobierno debió dar marcha atrás en un discurso que prometía control sobre la población y agitaba el fantasma de la represión. La marcha federal de organizaciones sociales y populares ya comenzó en los puntos más distantes del país y se dirige hacia la capital federal para confluir en una gigantesca movilización ciudadana. Hay mucha organización para evitar que se descalifique o se violente la expresión del pueblo. Los argentinos y argentinas esperan, y necesitan, una recordación activa, pero en paz, que afirme su derecho a construir una democracia justa y con alta participación de todos sus integrantes.
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