Silencio sepulcral
- Opinión
¡Se fijaron!, un total mutismo. No publicaron ni una palabra. Por el contrario, los patrones de los medios de comunicación escritos adoptaron un silencio sepulcral ante la rebelión de los trabajadores y ex trabajadores, quienes reaccionaron hastiados de los constantes abusos y atropellos a los que son sometidos por los negociantes del periodismo.
¿Cuál independencia, objetividad e imparcialidad?, no existe, en los medios de comunicación, solamente hay intereses de sus dueños. En sus publicaciones diarias se dan el lujo de despotricar y difamar al gobierno, la Iglesia o cualquiera que se les antoje; si les conviene manipulan, denigran, denuncian o acusan a determinada persona o sector, y lo hacen a ocho columnas, pero cuando se trata que otros, les enrostren sus cuitas y zanganadas, esconden y censuran las noticias, se quedan calladitos como “venadito entre tu huerta”.
Inescrupulosos
Denuncian los despidos y atropellos cometidos por las autoridades de los poderes del Estado, pero ocultan y hasta se convierten en cómplices de otros empresarios privados. Sino fijénse que patrón es denunciado en los medios de comunicación.
Un ejemplo de esta doble moral de los dueños de medios, es el que ocurrió recientemente en La Prensa, “el Diario de los Nicaragüenses”, pues en sus páginas no dijeron esta boca es mía cuando unos 60 trabajadores, hartos de las injusticias y mal trato, paralizaron la planta rotativa, y no permitieron la salida de la edición, en tanto, no les cancelaran horas extras y viáticos, entre otros beneficios sociales.
Debió presentarse uno de los funcionarios del diario, quien les imploró que dejaran salir la edición del día siguiente, y se comprometió a tramitarles el pago que les adeudaban. El problema para los dueños de la publicación podría agravarse, porque los conductores también amenazan con un paro de labores, si no les restituyen las horas extras y el pago de cena.
El Nuevo Diario tampoco publicó que están siendo inhumanos con Moisés López, ex fotógrafo del periódico que resultó severamente lesionado en un accidente laboral, a quien en vez de apoyarlo en su recuperación, le redujeron el salario a la mitad, no le reconocieron el subsidio y al final lo echaron a la calle, sin pagarle sus prestaciones.
Mucho menos iban a publicar las declaraciones de la colega Eloísa Ibarra, recientemente despedida de ese rotativo, porque intentaba formar un sindicato y por sus posiciones políticas contrarias a la de los dueños.
Ella denunció las arbitrariedades, abusos laborales y nefastas prácticas de acoso sexual de algunos miembros del cuerpo de editores en ese medio contra las trabajadoras de ese medio de comunicación.
La única reacción fue la del director Francisco Chamorro, quién se dedicó a desacreditar a Eloísa, diciendo que ésta tiene un ego más grande que la Catedral; que tenía bajo rendimiento laboral o que adoptaba actitudes prepotentes.
¿Por qué tuvieron que transcurrir diez años para que se dieran cuenta que Eloísa era arrogante, ineficiente y ególatra?, ¿Será que los patrones de esta mujer son miopes?
Esa percepción de la personalidad de Ibarra contrasta con la publicación a ocho columnas del 2 de agosto del año 2005 titulada “Alemán Agrede a Eloísa”, refiriéndose al atropello del ex gobernante liberal, Arnoldo Alemán, en contra de la reportera judicial.
“Condena total a ultraje contra Eloísa”; “Alemán, el poder y el alcohol”; “FIP condena agresión”; son algunos de los grandes titulares que entonces mereció Eloísa en el Nuevo Diario, cuando fue agraviada por el ex director de Ingresos Byron Jerez o difamada por el ex magistrado Róger Camilo Arguello.
Protectores de acosadores
Que niegue Chamorro que en El Nuevo Diario, se violan los derechos humanos y laborales de sus empleados, al prohibirles organizar un sindicato, nos les pagan horas extras y distribuyen amañadamente las famosas utilidades, en su afán por evadir impuestos fiscales.
En vez de agredir a esa mujer que le sirvió a sus intereses durante tanto tiempo, Chamorro debería confesar que él y demás directivos, se han convertido en cómplices de acoso sexual, porque conocen la actuación de algunos hombres que laboran en esa empresa, fundamentalmente su jefe de redacción, Roberto Collado, quién según Eloísa, embarazó a una periodista y como es común entre los cobardes, prefirió abandonar su relación (antes) que hacerse cargo de la manutención de su criatura.
Desenmascarados
¿Qué pasó ahora con los valientes y eficientes defensores de los derechos humanos?, porqué no defendieron a Eloísa, como lo hicieron en ocasiones anteriores, y que aprovecharon para lanzar severas críticas al gobierno de Alemán y al Poder Judicial. “Cenidh acompañará a Eloísa”, rezaba otro título de ese diario.
Las organizaciones feministas, que se ufanan por defender el derecho de las mujeres a decidir por sus cuerpos y vidas, tampoco se manifestaron contra este atropello.
La misma actitud indolente asumieron los dirigentes de las organizaciones periodísticas, sobre éstos y muchos casos de colegas, excepto por el presidente del Colegio de Periodistas de Nicaragua (CPN), Leonel Laguna, quien dio la cara en defensa de Eloísa.
De la misma forma reaccionaron los que se autocalifican como filósofos, pese a que se habían comprometido que si eran electos en el CPN, defenderían a los periodistas. ¿Y cómo hacerlo, si están comprometidos políticamente con los patrones y temen perder el privilegio de que sus diatribas contra el gobierno de Nicaragua aparezcan publicadas en las páginas de opinión?
Si estas organizaciones y “líderes” pretenden el reconocimiento de la sociedad, deberían actuar con imparcialidad y defender los derechos de hombres y mujeres de prensa, que son pisoteados constantemente por los negociantes de los medios de comunicación.
Estoy convencida que estos “líderes”, difícilmente adoptarán una posición digna y justa a favor de los trabajadores, porque en sus actuaciones siempre antepondrán sus intereses políticos, que comparten plenamente con los propietarios de las empresas periodísticas.
Los intocables
Creo que es hora que el Ministerio del Trabajo juegue un rol protagónico, y realice una permanente inspección in situ sobre las condiciones laborales de los trabajadores de los medios de comunicación, y aplique las leyes.
Las autoridades laborales no deberían dejarse manosear ni amedrentar por los chantajes de los patrones, porque seguramente al día siguiente de su visita titularán en sus páginas “Amenazada la libertad de prensa”. Exigen respeto a la institucionalidad del país y los principios democráticos, pero no las practican cuando sientes que los perjudican. Claro, se consideran impunes e intocables.
Del mismo autor
- Silencio sepulcral 11/03/2009
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