Ánimos electorales
- Opinión
Pocos se atreven a hacer augurios sobre quién ganará las elecciones que se celebrarán el domingo 15 de marzo en El Salvador.
Después de que la mayoría de encuestas apenas un semestre atrás daba una significativa ventaja a Mauricio Funes, candidato del Frente Farabundo Martí para
Ahora, las encuestas y percepciones arrojan resultados de los más diversos, pero todas coinciden en que el margen de ventaja de Funes se redujo en relación a su contrincante, el ex Director de
Ante eso, la derecha ha jugado sus cartas y los candidatos para
Ahora hay un punto de un virtual empate entre Avila y Funes. En este contexto, ninguna premonición alejada de pasiones partidarias puede tener mayor fundamento
A medida de que se aproxima la fecha de elecciones, es perceptible el aumento de la tensión provocada por la incertidumbre y la imposibilidad de prever quien ganará, particularmente entre simpatizantes, militantes y los llamados “votos duros” de ambos partidos. La izquierda ha incrementado sus denuncias de la amenaza de un fraude sin retirarse de la contienda.
En el cierre de campaña celebrado por el FLMN este sábado 7 de marzo prevalecieron los mensajes de victoria. Por el contrario, en el evento de ARENA celebrado al día siguiente, domingo 8, sus candidatos y dirigentes emitieron mensajes no dirigidos a sus correligionarios aglutinados en el Estado Cuscatlán, sino hacia el voto externo al partido, apelando a los que saben aún indecisos o que callan su preferencia electoral. Ese voto, el de los indecisos o los que no dicen a los encuestadores por quien han decidido votar, son el 18% de la población empadronada, según la última encuesta publicada de la firma CID Gallup. Ese 18% o 21% según otras fuentes, es el que definirá al ganador.
Por momentos hasta resulta difícil distinguir en los mensajes de la propaganda electoral cuáles son de ARENA y cuáles son del FMLN. Pueden identificarse solo por la firma del spot televisivo, cuña radial, volante o panfleto. Ambos partidos prometen apostarle a la mejora de los servicios de salud, educación, vivienda, seguridad y la apuesta a la producción agropecuaria. Ambos se presentan como garantes de fuentes de empleo, aseguran que sus decisiones serán orientadas por el temor a Dios y respeto a la institucionalidad y legalidad. También ambos se culpan mutuamente por la violencia, inseguridad, pobreza y carencias actuales en el país. En medio de mensajes que rayan en el populismo, ninguno de los dos ha presentado realmente un plan de gobierno estructurado y sus campañas enfatizan la apuesta por el “cambio” por parte de unos y por parte de otros la supuesta seguridad que proporciona la continuidad de lo ya conocido con las promesas de corregir errores del pasado para “seguir mejorando”.
Entonces, el contenido de los mensajes de propaganda, a excepción de los que mediante campaña sucia buscan ganar temor y desconfianza, realmente no parecen mermar en la ciudadanía. Es ella, conforme sus propias opciones, decide a quien creerle y a quien no en lo que se refiere a sus promesas electorales, sobre la base de la esperanza que aseguran representan unos y el desgaste que representan los otros, sobre la base de la seguridad que ofrecen unos y la incertidumbre de lo nuevo que pueden implicar los otros.
Más allá de las elecciones, en realidad, quede quien quede en el poder ejecutivo para los próximos 5 años tendrá a las puertas la insostenibilidad de continuar con los subsidios a servicios básicos como el transporte público, , energía eléctrica y consumo doméstico del gas propano. Tendrá también que tomar medidas inmediatas sobre los temas de seguridad ciudadana que reduzcan a corto plazo la cifra diaria de
Gane quien gane se encontrará a las puertas de los impactos de una crisis económica mundial que no se detiene, y que se manifiesta ya en el país principalmente por el acelerado cierre de la válvula de escape de la economía salvadoreña que representa la reducción acelerada de las remesas que casi dos millones de trabajadores migrantes salvadoreños en Estados Unidos, envían mensualmente a sus familiares.
También, gane quien gane lo hará con un escaso margen de ventaja, lo que le exigirá manejar con prudencia el peligro de que casi la mitad de electores que no votaron por él se active en su contra. La tentación principal del partido perdedor será la manipulación de la desilusión que provoca la derrota en los afines a su partido, tanto los que esperaban la continuidad de 20 años de gobierno de la derecha o el cambio de rumbo que implicará un gobierno de izquierda.
La cercanía del evento electoral y la incertidumbre hacen prever posibles actos de violencia surgida desde el interior de los mismos partidos políticos. Con todo y los señalamientos que se le han hecho al Tribunal Supremo Electoral, para esta fecha su reto máximo será emitir con transparencia y la mayor agilidad posible el anuncio del partido ganador. Antes de la media noche será importante contar con el escrutinio preliminar ya oficial del TSE al menos del 40% de votos. A mayor demora, mayores serán los ánimos caldeados, impaciencias y señalamientos de que los retrasos son signo de manipulación de los resultados.
Este es un posible escenario el 15 de marzo. La defensa del voto y la exigencia de resultados fiables por parte de las autoridades electorales, así como la inconformidad de ser anunciado perdedor, no necesariamente debe manifestarse con el uso de la violencia como arma disuasiva, por lo que en vísperas de estas elecciones son necesarios los llamados a la coherencia, cordura y sentido común desde los liderazgos sociales y políticos del país.
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