¿Vocación autoritaria?

24/12/2008
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Tras la muerte de García Moreno, la derecha ecuatoriana se sintió tan huérfana como hoy y uno de los áulicos del tirano, el cura Matovelle, que había sido senador y beneficiario de la tiranía, escribió: “La libertad nos fastidia, el despotismo nos hace falta. Si nos dan la libertad, la arrojamos al fango del libertinaje: nuestras tradiciones, nuestros hábitos, nuestra poca cultura, nuestra falta de carácter, todo reclama la vara del despotismo.”

Tras la muerte de Febres Cordero, la derecha ha vuelto a sentir esa horrenda orfandad y desamparo de otrora. Añoran el látigo del patriarca, la vara de la tiranía. Por eso se juntan a llorar y hacen loas al difunto esos mismos que ayer se insolentaron contra el patrón que los escupía y, a veces, hasta los abofeteaba. ¿No fue su vicepresidente Blasco Peñaherrera, el de la conmovida oración fúnebre, quién hace años dijo que LFC presidía “un gobierno de hombres entontecidos por el dinero” y lo acusó de querer instituir un somozato?

Alguien dirá que el símil entre García Moreno y Febres Cordero sólo puede ser admitido en el plano político, pero no en el moral, porque el primero fue un tirano impoluto, que jamás robó fondos públicos, y el segundo, en cambio, ejercitó todos los pecados capitales. Igual parece que piensa el arzobispo de Guayaquil, quien, en un lapsus ya histórico, dijo públicamente en el sepelio de LFC: “Señor, tú que perdonaste al buen ladrón, perdona a nuestro hermano León Febres Cordero…”

En su ansia de sostener un poder que se le escapa para siempre, la derecha ecuatoriana se ha revelado más cínica que ninguna otra. La derecha chilena defendió a muerte a Pinochet frente a las acusaciones de sus enemigos, pero luego renegó del dictador, cuando se supieron sus robos de fondos públicos. Defendían a su sicario, pero despreciaban al ladrón. Nuestra derecha defiende a su caudillo sin pensar en la distancia que va del tirano al bandido. Eso la califica y la revela de cuerpo entero: es una derecha bandida, que a su hora hizo marchas para defender a los banqueros ladrones, encabezada por el inefable difunto.

Hay una cuestión que me preocupa más que los llantos de la oligarquía y su servidumbre. Es el llanto de algunas gentes del pueblo, que veían en LFC a su líder político. ¿Será que a ellos si les alcanzó el “pan, techo y empleo” que no llegó a la inmensa mayoría? ¿O esas gentes son los últimos supervivientes de la vieja cultura caudillista del agro montubio, que en el siglo pasado consagró a patrones como “El Gago” Efrén Icaza Moreno o “El Mico” Emilio Bowen Roggiero? Y menciono a estos personajes, porque el muerto se pareció más a ellos que a don Gabriel, tirano impoluto y apasionado de la unificación nacional.

Montado en caballo de paso o vestido con terno, corbata y pistola al cinto, Febres Cordero encarnó la imagen del patrón oligárquico. Una imagen a la que se rindieron muchos políticos supuestamente cultos, ante la que se posternaron magistrados y jueces pícaros o cobardes, y que hoy ensalzan y consagran los medios de derecha, incluidos aquellos cuyos dueños fueron pisoteados en su hora por la bota del abusador.


Jorge Núñez Sánchez

Historiador y antropólogo

Publicado en El Telégrafo – miércoles 24 de diciembre de 2008
 

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