Los nuevos mongoles de Estados Unidos

08/11/2002
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El partido Republicano de Estados Unidos logró en las recientes elecciones de "medio término" el control del Senado y de la Cámara de Representantes, así como una mayoría de Gobernadores estatales. Ese triunfo ha sido calificado exageradamente por muchos como abrumador o colosal. Y exageran los que así se expresan porque en realidad están comparando los resultados con las expectativas provocadas por el maleficio del "medio término". Ese presagio planteaba que el Partido del Presidente debía ser derrotado en esos comicios. El hecho de que la mayoría fuera ganada por los Republicanos hizo que los resultados se examinaran con lente de aumento. No puede olvidarse que la correlación de fuerzas partidarias estuvo equilibrada antes de estos comicios y lo sigue estando después. Las ganancias republicanas fueron de dos o tres en cada categoría. La importante diferencia reside en que ese aumento de pendiente ha significado el dominio formal en el Senado, cuestión esta decisiva a la hora de hacer leyes y reducir impuestos. Estas elecciones de "medio término" sirvieron para demostrar varias particularidades que no aparecen a menudo en algunas informaciones de los medios. Primero, no se difunde lo suficiente el relativo desinterés de los norteamericanos para expresar sus preferencias políticas a través del voto. Sólo un ciudadano de cada tres registrados para votar acudió a la máquina para pulsar las teclas. Ya resulta tradicional la paradoja de que en el país que se precia de paradigma de la democracia es donde a la población menos le interesa votar. Mientras en República Dominicana la abstención electoral ronda el 45%, en la "democracia del Norte" ésta anda por el 65%. Con esas cifras por delante podemos concluir que tanto el Presidente como los Congresistas de Estados Unidos llegan a esos cargos gracias al voto de menos del 15% de los votantes inscritos. Como contraste, en un país subdesarrollado como el nuestro, Hipólito Mejía fue elegido por el 30% de los registrados en el padrón electoral. Tampoco el "establishment" norteamericano parece muy interesado en aumentar la cantidad de votantes porque todavía organiza las elecciones en días laborables y no auspicia que las empresas permitan a sus empleados cumplir con ese derecho ciudadano. Segundo, resulta notorio que el Departamento de Justicia tuviera que enviar centenares de agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) a 14 Estados de la Unión norteamericana. Su misión fue evitar la repetición de las irregularidades que mancharon el proceso electoral del 2000 en el cual resultó electo el presidente W. Bush. Estos métodos confirman que en esa democracia no han sido olvidados los predicamentos del histórico alcalde de Chicago, William Daley, quien recomendaba a sus partidarios que votaran temprano y repetidamente. Tercero, la falta de liderazgo del partido Demócrata se evidenció en esta campaña así como mostraron incapacidad para imponer un discurso. Al igual que los Republicanos, se concentraron en ofrecer candidatos, no ideas, y gastaron alegremente muchos millones para anuncios de televisión. Tal coincidencia hizo que éstas fueran las elecciones más caras de la historia de Estados Unidos. Ante la inesperada derrota, los Demócratas han decretado el "sálvese quien pueda". En medio de esa desbandada, tendrán que trabajar muy duro para encontrar un buen candidato que pudiera enfrentarse dignamente a un W. Bush que empezó a hablar de su reelección aún antes de que los datos finales de las elecciones fueran publicados. Cuarto, el dominio de todos los poderes del Estado por los Republicanos, es una peligrosa arma de doble filo. Por un lado tendrán "carta blanca" para hacer y deshacer cuanto les venga en ganas. De seguro que rebajarán aún más los impuestos al gran capital y disminuirán los servicios sociales. Crearán el temido superministerio de Seguridad Interna para la cacareada lucha contra el terrorismo lo cual disminuirá sensiblemente la privacidad y los derechos ciudadanos. De seguro que aprobarán los fondos para hacer la guerra en Irak, en Irán, en Arabia Saudita y donde les haga falta para que el petróleo del mundo cambie de dueño. Pero el otro filo podría cortarlos porque todo cuanto hagan los Republicanos, lo bueno y lo malo, será cargado a su cuenta y no tendrán entonces a quien echarle la culpa cuando la bolsa de valores siga degenerando o el dólar continúe devaluándose. Visto todo lo anterior, tendremos que revisar un poco la historia del antiguo imperio mongol para que algunas cosas de Estados Unidos no nos tomen por sorpresa.
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